Por Gustavo Endara

El Gobierno enfrenta su primer paro. La verdad, no tomó por sorpresa. El descontento es evidente y las respuestas gubernamentales, aduciendo que las protestas están injustificadas, muestran lejanía de la realidad. En este artículo busco entender la desigualdad extrema como detonante de la protesta y por qué el Gobierno debería tomársela en serio.

Afrontémoslo: la vida está muy difícil en el país. Gran parte de la clase trabajadora, con muchísimo esfuerzo, ganará alrededor de 425 dólares al mes, el salario básico unificado. Sin embargo, la canasta básica cuesta actualmente 735,15 dólares al mes, es decir, el duro trabajo alcanza para cubrir apenas un poco más de la mitad.

Alrededor del 70% de la población ecuatoriana no puede cubrir una canasta básica. Este es, a mi criterio, el principal hallazgo del documento El bienestar como tarea pendiente en Ecuador: hacia nuevos pactos para garantizar la protección social universal, publicado en noviembre de 2021 por FES-ILDIS y de autoría de Andrés Mideros y Nora Fernández, docentes de la facultad de Economía de la PUCE. A continuación, usted puede apreciar un gráfico que además de la extrema desigualdad, evidencia el egoísmo e indiferencia de quienes más riqueza tienen.

Cobertura de la canasta básica por deciles (2020)

Fuente: Mideros y Fernández (pág. 14)

A la izquierda se encuentran las personas más empobrecidas (decil 1) y que en promedio pueden cubrir difícilmente un 12% (87,36 dólares) de la canasta al mes. En el decil 10, aparecen las personas más pudientes que, en cambio, cubren entre el 214% (1 557,92 dólares) y el 6 469% (¡47 094,32 dólares!) de la canasta básica, en promedio 404% (2 941,12 dólares). Si el gráfico incluyese datos sobre quienes poseen las mayores fortunas, o riquezas en paraísos fiscales, la brecha sería incluso mayor.

Sumemos otro hallazgo: la cobertura de la seguridad social alcanza al 30.6 % de la población, siendo las personas más vulnerables las mujeres (28.60%), pueblos y nacionalidades indígenas (11.98%) y jóvenes de 18 a 29 años (16.68%). Es decir, gran parte de la población si se enferma o tiene un accidente queda en total desprotección.

Otro dato que revela la investigación es que las empresas de quienes más riqueza ostentan reciben considerables beneficios e incentivos tributarios por parte del Estado: exenciones de impuestos, reducciones de base imponible, entre otras. En 2019 recibieron 1 857 millones de dólares y en 2020, 1 577 millones de dólares, según reportes del SRI. Aún con estos beneficios, cierto sector empresarial aduce que no se trata de privilegios, y que quienes protestan deberían, en su lugar, ir a trabajar.

Hablemos del trabajo, entonces: el 67.5% de población económicamente activa carece de un empleo adecuado, es decir, no tiene un salario digno, o contrato, tampoco seguridad social. Quienes afirman que no hay razón para protestar, ¿acaso no abusarán de estas duras condiciones del mercado laboral para tratar a las personas trabajadoras a su antojo?

¿Cómo hace la gente, entonces? Muchas personas se endeudarán para subsistir o pagar gastos médicos o educativos, entrando en una espiral que solo beneficia a los bancos, o peor, al chulco. Otras, tal vez tengan un familiar en el exterior que les ayude. El país recibió en 2021 4 300 millones de dólares por remesas de las casi dos millones de personas ecuatorianas que viven en el exterior. Recordemos que muchas huyeron entre 1998 y 2000 de una crisis financiera sumamente grave. La historia se repite y se está migrando en busca de las oportunidades que el país no otorga. En 2021 unas cien mil personas ecuatorianas fueron interceptadas en la frontera Estados Unidos-México.

canasta básica

Por cuestión de espacio no puedo nombrar otros múltiples aspectos que justifican las masivas protestas que hemos visto esta semana a lo largo del país y que dejan claras las condiciones de vulnerabilidad económica y social de gran parte de la población ecuatoriana. Mientras a quienes más riqueza tienen les sea indiferente si las personas tenemos condiciones de vida dignas o no, no les importe que miles de seres humanos en el país coman apenas una vez al día, si es que comen, y persista su egoísmo, nada cambiará en el país.

Veo con preocupación que el Gobierno no solo parece desentenderse de estas condiciones, sino que ha criminalizado a quienes representan las voces de protesta, lo cual puede tener consecuencias jurídicas internacionales. Pretenden incluso limitarnos las libertades de manifestarnos, informarnos, asociarnos y reunirnos. Si bien se ha permitido el ingreso de las y los manifestantes a la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), la policía allanó y se tomó arbitrariamente esas instalaciones. La última vez que esto ocurrió, el país estaba en dictadura.

Sé que muchas personas no coincidirán con mis planteamientos, pero precisamente de ese desencuentro e intercambio argumentado de ideas se nutre la democracia. No pretendo adoctrinar a nadie, solamente aportar con razonamientos para salir de este atolladero.  

Sí, el diálogo puede ser la salida, pero quienes acompañamos procesos de diálogo sabemos que para que funcione se necesita crear un espacio de confianza donde primen: respeto, empatía, cooperación, honestidad, responsabilidad y flexibilidad de todas las partes. Muy difícil generar tal espacio cuando un interlocutor desea que el otro termine con sus huesos en la cárcel. Además, el diálogo durante el levantamiento de octubre de 2019 fue letra muerta.

Sé que es más fácil dicho que hecho, sin embargo, para que la situación se transforme requerimos urgentemente condiciones de igualdad, dignidad y justicia; que se entienda el peligro de la desigualdad estructural y que quienes más riqueza tienen, asuman también sus responsabilidades. Pregunto: ¿quién tiene que ceder? ¿Quien gana 50 mil dólares al mes o la campesina que se levanta a trabajar a las tres de la mañana para ganar una miseria?

Para finalizar, me hago eco de las palabras de Nelson Mandela, quien en el Ecuador actual acaso no estaría acompañando las protestas, a quien el Apartheid estigmatizó de terrorista y pasó 27 años injustamente en una cárcel sudafricana: “La paz no es solamente la ausencia de conflicto, sino la creación de un entorno en el que todas las personas podamos prosperar”. Todas, no solo unas cuantas.


Gustavo Endara es coordinador de proyectos en las áreas de economía justa y democracia social de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES-ILDIS) Ecuador. Acompaña procesos que abordan alternativas al desarrollo, transformación social y ecológica, así como la profundización del diálogo democrático.

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