Por Ana María López Jijón / @amlj7

¿Cómo es ser mujer y periodista en tiempos de pandemia? Conversamos con cinco periodistas ecuatorianas de diferentes medios y formatos sobre cómo enfrentan los retos de la profesión en medio de una coyuntura sin precedentes.

Para algunas, el periodismo logró abrirse paso en medio de una arremetida de la desinformación y del silenciamiento por parte de las autoridades, mientras que otras buscaron respuestas en las historias personales para poder sobrevivir al caos de una época para la que nadie ha estado preparada.

Sylvia Meneses, Blanca Moncada, Andrea Bernal, Dayanna Monroy y Lisette Arévalo cuentan cómo es ser periodista en medio de ese caos, de esta crisis, del miedo y de la incertidumbre, pero también nos cuentan sobre su responsabilidad en el oficio de contar historias a contracorriente.

Sylvia Meneses cuenta historias para acompañar

Mujer periodista

Sylvia Meneses es periodista, comentarista deportiva, abogada, comunicadora y marketera. Durante los meses más duros de la emergencia sanitaria generada por la Covid-19 y el encierro mundial, se convirtió en compañera de personas a las que probablemente nunca conocerá. A esta tuitera e influencer deportiva, la pandemia le ayudó a volver a sus orígenes: contar historias y entretener.

“No importaba si eras periodista de farándula, social, deportivo, todos terminamos hablando de la situación que vivía el país. Eso me dio un sentido de mayor responsabilidad. Llegó un momento en que ya no hablaba de fútbol, no había qué decir sobre deportes, o si decías algo de deportes estaba relacionado con qué pasaba en el mundo. Como periodistas deportivos teníamos que estar muy bien informados de lo que estábamos diciendo porque sabíamos que la repercusión podía ser grande y tenía que ser positiva. Hacer un esfuerzo para que no se rieguen tanto las noticias falsas”.

“Entonces, nos convertimos en portadores de noticias y desmintiendo muchas noticias falsas. Hacíamos una revisión general y luego si había una cosa que me llamaba la atención la contrastaba: iba a internet, preguntaba, veía si las fotos eran de este año o de otros años, y luego venía la parte de tratar de convencer. Hay mucho fake news y hay mucha gente que las cree y es difícil de convencerles de que no es así”.

Hasta marzo de 2020, la rutina de Sylvia se parecía mucho a la de muchos otros comentaristas deportivos: hacer programas en vivo y estar en constante interacción con su audiencia. Pero, el viernes 13 de marzo del 2020 fue el último día del periodismo deportivo como ella lo conocía.

“Yo me acuerdo que fui un viernes a la radio. Tenía que comentar un partido el sábado y ya fue justo el sábado que se cierran las transmisiones. Llega la orden de que ya no iban a haber más partidos… estaba en camino a la radio en carro. Con esa incertidumbre de voy, no voy, me di la vuelta para regresar a mi casa y no pisé la radio por tres meses. En esos meses te cambia todo”.

Y quedarse, estancarse, no era una opción para Sylvia si quería seguir llamándose periodista. Para ella, los periodistas son compañeros de vida. Y su audiencia en radio Caravana y Radio Diblu está conformada por familias, así como de personas que estaban solas y encerradas.

“La audiencia es muy grande y la gente te escribe mucho por redes sociales. Te conviertes en un líder de opinión y muchos me escribían con mucha angustia, contando que tenían familiares enfermos, incluso familiares que habían fallecido. O, si yo ponía alguna cosa en Twitter de carácter un poco más positivo, las reacciones eran inmediatas. Yo pensaba mucho en las mujeres que son maltratadas, que tuvieron que quedarse encerradas con sus maltratadores, ¡un infierno!”.

En Ecuador, cada 72 horas una niña, adolescente y mujer es asesinada. Entre el 16 de marzo y el 14 de septiembre, Fundación ALDEA contabilizó 82 feminicidios, “59 ocurridos durante el periodo más estricto de confinamiento”. Es más, el Servicio Integrado de Seguridad ECU 911 informó que entre el 12 de marzo al 20 de julio de 2020 hubo 38.288 llamadas de emergencia por violencia intrafamiliar.

“Pensaba en gente mayor, viejitos que nos escuchan muchísimo y seguramente estaban solos. Esa gente necesita compañía. Una responsabilidad de informar pero dentro de nuestras posibilidades también de entretener, de contagiar positivismo”.

En abril del 2020, en Guayas, las defunciones aumentaron un 488% frente al mismo mes del año anterior, según El Comercio DATA. Entre el 1 y el 30 de abril murieron 9.101 personas en esa provincia, convirtiéndose en el epicentro de la pandemia en Ecuador.

“Nosotros en el programa teníamos preocupaciones, familiares enfermos, pero tratábamos de dar lo mejor de nosotros porque no nos podían ver, solo nos escuchaban. Con la voz tenías que decirle mucho a la gente. A veces no te sientes bien, pero sabes que al otro lado de la radio hay un viejito que está solo y que escucharte esa hora y media es lo más importante del día. No es un lujo o qué importante soy, sino una responsabilidad. Era un momento de saber acompañar. Mucha gente se sintió bien y nos agradecía por no haber dejado de salir al aire. Éramos ese medio para saber qué pasaba acá para muchos ecuatorianos que viven en el exterior”.

Sylvia mira a sus colegas con admiración. “Aplaudo mucho a los periodistas que dentro de lo que vivíamos, siguieron haciendo periodismo de investigación, exponiendo situaciones como las del IESS, los casos de corrupción que surgieron y que no se callaron. Hubo periodismo muy valiente. Ha sido un año muy difícil para el periodismo, mira cuántos han perdido sus trabajos. No solamente periodistas, personal de medios de comunicación, técnicos, camarógrafos, choferes…”.

En 2020 se produjeron 700 despidos, incluidas 500 personas de los medios públicos, según un reporte de Fundamedios. Es decir, a parte de las agresiones físicas, las amenazas de muerte y los insultos, en ese año los periodistas enfrentaron también el riesgo de ser despedidos por múltiples razones, entre ellas, el cierre de medios de comunicación.

Sylvia volvió a un estadio en septiembre de 2020 “para cubrir la Super Liga Femenina en un ambiente completamente distinto, con medidas de bioseguridad muy estrictas, no solo el día del partido sino antes. Te exigían pruebas, de papeles que tenías que mandar, con restricciones. Ahora hay algo más de normalidad. Creo que nos ha abierto mucho los ojos. Ahora pienso en todo lo que se puede hacer y de manera virtual. Esas ventajas también hay que tomarlas”.    

Lisette Arévalo y el periodismo por los derechos humanos

Mujer periodista

Lisette Arévalo es periodista y productora de Radio Ambulante. En 2020, Lisette produjo cuatro episodios para Radio Ambulante y participó en uno de El Hilo Podcast. Fue parte de la investigación Así hacemos periodismo, un informe sobre condiciones laborales de mujeres en medios de comunicación, de Chicas Poderosas, y en un minidocumental para Manifiesta. El episodio Nosotras decidimos, publicado en 2019, fue finalista al Premio Roche 2020. Y como fellow del International Women’s Media Foundation (IWMF) estuvo en Tapachula, una ciudad mexicana en la frontera con Guatemala, en un viaje de reportería. Y, además, durante la pandemia se casó.

“Nos sacaron de Tapachula y nos llevaron directo a Ciudad de México y de ahí a Quito, todo eso en un día. Nunca pude hacer la entrevista y el viaje no funcionó para la historia para Radio Ambulante. Lo que hicimos fue empezar a entrevistar por WhatsApp porque dijimos por WhatsApp es mejor la calidad de audio que si grabáramos por llamada o Zoom. Cuando mandas mensajes de voz se oye como cerquita, y la calidad es parecida con una grabadora. Hacer la entrevista por WhatsApp es difícil porque te mandan una respuesta, escuchas y respondes, entonces es una entrevista que no hemos podido concluir hasta ahora”.

En noviembre de 2020, Radio Ambulante publicó Lorena, mi mamá y yo, un episodio que recuenta la historia de Lorena Gallo, mundialmente y mediáticamente conocida como Lorena Bobbit, a través de un relato muy íntimo de su familia. Con su voz suave, casi tímida, Lisette te cuenta, al oído, “yo también pasé por lo mismo. No estamos solas”. Durante toda su carrera, Arévalo se ha enfocado en reportar y denunciar temas relacionados con violencia de género, feminismo y derechos humanos.

“Yo pienso que el periodismo siempre tiene que estar con los derechos humanos. Y lo único que estoy haciendo es reportando sobre los derechos humanos de las mujeres. Yo soy feminista y no tengo por qué ocultar eso a nadie. El feminismo está del lado de los derechos humanos y como feminista he estado siempre enfocada en eso. Yo entiendo que mucha gente lo vea como una contradicción o como esa falsa objetividad del periodista, pero creo que en el nombre de la falsa objetividad se han cometido muchos errores. No creo que ningún periodista sea objetivo, pero sí trato de mostrar la realidad en la que viven esas mujeres”.  

“Cuando hago historias me apersono mucho de las historias de las personas, sufro con ellas un poquito. Me preocupo por lo que están sintiendo las personas. Es difícil separar cuando eres persona y cuando eres periodista, porque todos tenemos sentimientos y corazoncito”. Sobre el episodio, cuenta: “Me demoré bastante en ese guion y Camila (Segura) era supercomprensiva. Me decía: sé que estás en un proceso de cosas internas entonces no te preocupes, tómate el tiempo que necesites. Es un lujo que no tienes en cualquier lado. Cuando estaba muy preocupada conversábamos, me daba acompañamiento y, aparte, el Agustín me acompañó un montón. Había ratos en los que yo me ponía a llorar o que solo iba donde él y me ponía a llorar. Ese tipo de afectos te ayudan millón. Fue conversar con mi mami bastante, durante todo el proceso. Yo le iba contando: mira, así va a ser la historia, para protegerle y que no sea una sorpresa para ella. El acompañamiento de los editores y de mis personas cercanas me ayudó bastante”.

Dentro de sus planes estaba producir tres historias que no se pudieron hacer porque involucraban viajes. Además, “en Radio Ambulante el objetivo también era hacer más historias con sonido de ambiente. Definitivamente cambiaron todos los objetivos del equipo”.

“Cuando pasó esto de la pandemia pensé: si no me pongo a trabajar me voy a volver loca. Me metí en todo lo que podía porque no quería pensar en la pandemia. Obviamente, eso te atrapa al final. Al final del año estaba tan cansada que no podía mantenerme despierta. Me agarró toda la preocupación de la pandemia. Cuando reprimes algo eventualmente sale. Creo que reprimí mucho mi preocupación y lo pasé al trabajo, pero luego ya surgió. Tuve que tener una pausa y descansé. Realmente siento que lo de Chicas Poderosas, trabajar con ellas, Isabel González, trabajar con compañeros de Radio Ambulante y solo conversar con ellos ha sido superreconfortante. Ha sido un espacio de confort para no volverme loca este año tan raro. Creo que hemos buscado mecanismos para apoyarnos”.

“El periodismo colaborativo es fundamental. Yo sola no puedo hacer nada. Detesto publicar cosas sin que me editen, detesto que no me revisen las cosas porque siempre necesito otra mirada. En ese sentido, Radio Ambulante siempre es colaborativo porque todos nos ayudamos”.

“A veces creo que nos olvidamos un poquito que la vida es más que trabajo. Eso está mal. Eso aprendí este año, hay mucho más allá que el trabajo, el trabajo no es todo. Tenemos que tomarnos pausas y respirar y enfocarnos en nuestra vida personal. Se glorifica al periodista que no para. Si es la vida que decides, todo bien, pero no debería haber la presión para que todo el mundo siga ese camino, que no es saludable, quemándose por el trabajo”.

Andrea Bernal: escuchar, preguntar e insistir

Mujer periodista

El 2020 fue un año de retos, innovación y creatividad para Andrea Bernal, periodista guayaquileña radicada en Colombia, directora de un programa de opinión de NTN24, presentadora de Noticias RCN e integrante de la mesa de La FM.

De repente metimos en nuestras casas las cámaras, los cables, las luces, para poder transmitir desde ahí. Tener que comprar escritorios y tener un super-wifi para poder conectar la consola de radio y salir desde ahí. Trabajar en pijama porque te puedes levantar a las 6 de la mañana para hacer radio y tomarte un café y todavía estar en pijama”.

“Yo viví poco tiempo el trabajo de televisión en casa porque realmente me pareció muy complicado, si uno tiene hijos, además. Poder hacer televisión con hijos fue difícil. Al inicio era: oh, Dios mío el hijo de fulanito se apareció en plena emisión. Pero, ojo, si está en su casa, ¿por qué tiene que pedir permiso para acercarse a su mamá? ¿O es que ahora también nos tenemos que encerrar en la casa, en el cuarto, para que no salgan? Parece chistoso pero por eso yo decidí trabajar en el canal y venir todos los días porque me parecía muy injusto para mi hijo, que aparte lo tengo encerrado en la casa, tuviera que encerrarse en un cuarto para no salir mientras yo estaba al aire. En radio yo hablando de cosas noticiosas, qué dijo el presidente, la vacunación, y tu hijo, no sé, dice puedo ver televisión y eso se escucha. O mamá, es que puedo comer un chocolate. Esas cosas se volvieron naturales. Es la esencia de lo que pasaba, pero aprendimos que también lo podemos hacer así y no pasa nada si un niñito de cinco años se aparece”.

Andrea extraña las reuniones de redacción y las juntas editoriales que antes de marzo de 2020 se hacían de manera presencial. Para ella, hacerlas por Zoom no es lo mismo. Le hacen falta “esos debates polémicos, qué temas propones para hoy, por qué, estar en una sala de redacción mirándonos, viéndonos”.

Al momento de mirar una radiografía de cómo se hace periodismo desde el 2020, para Andrea se perdió el hecho de poder preguntar. “Me refiero a no poder acceder a los lugares, no poder ir a la Casa Presidencial o al Ministerio de Salud o a la Alcaldía físicamente a preguntar a las ruedas de prensa. Nos quedamos con muchas preguntas. Creo que fue un retroceso a nivel de libertad de expresión en pandemia. Sin querer censurar unos, y muchos quizá sí, aprovechándose de eso y censurando. Imagínate, dictar preguntas por medio de un Zoom para que las pasaran sin forma de repreguntar fue un retroceso en términos de libertad de expresión para los periodistas. Pero también, por otro lado, [nos obliga] a empezar a ser recursivos de cómo vamos a contrastar esa información que nos acaban de dar, o cómo vamos a investigarla”. 

Así como el 2020 ha sido un año de retrocesos en libertad de expresión, también Andrea reconoce que la pandemia le ha ayudado a confirmar que el periodismo es un servicio público. “Demostramos que sin el periodismo no salen las investigaciones de corrupción, no sabemos cómo nos vamos a vacunar, no tenemos más información sobre la Covid-19. Creo que ha sido fundamental tener a los medios de comunicación activos y a los periodistas preguntando de las diversas formas que sean, pero hemos sido un pilar muy importante para estos momentos de pandemia”.

“Creo que es una reivindicación del periodismo en una época en la que nos fue tan duro, donde la credibilidad estuvo muy golpeada, donde muchos gobernantes en América Latina se apoderaron de las noticias e hicieron de menos al periodismo. Hoy más que nunca, con tanto fake news, con tanta noticia de mentira en redes sociales, y la gente necesitando información de verdad, nos volvimos muy apreciados”.

El Digital News Report 2020 del Instituto Reuters muestra que cuatro de cada 10 personas (38%) confía en las noticias. Según el estudio, esto se debe a que para la audiencia es difícil discernir qué es real y qué no en el mundo online. Para enfrentar esa realidad, Andrea explica que uno de los aprendizajes del 2020 es que “hay que verificar y hacer periodismo con muchísima rigurosidad”.

“Nos dimos cuenta de que la tecnología sola tampoco sirve para nada y que nos necesita a los periodistas en la calle, en los sets, que nos necesita preguntando. ¿Qué haces con una cámara mostrando nada? Necesitas a un periodista preguntando, necesitas a un periodista entrevistando. Creo que fue lo que aprendí este año: a preguntar, a escuchar, a insistir”.

Blanca Moncada, el hilo de las historias

Mujer periodista

“Creo que nadie en este momento puede decir yo he vivido algo parecido, salvo los periodistas de guerra. En mi caso era enfrentarme directamente a cadáveres que tenían semanas en su casa, a familias que estaban desesperadas, muriéndose de hambre porque no llegaba ayuda y vivían del comercio informal y los tenían encerrados. Fue muy, muy duro”, cuenta Blanca Moncada Pesantes, periodista de diario Expreso.

“Había momentos de desesperación. Estábamos viviendo en una situación muy difícil porque nos hacían conectarnos a cadenas en donde nos daban cifras y nos decían esto es, esto es lo que pasa, pero también nos decían que hay muchas fake news. Nos decían que estábamos atentando contra la democracia por publicar cosas que decían que no son reales”.

En respuesta al silencio de las autoridades ecuatorianas frente a los contagios de la Covid-19 en Ecuador y la crisis sanitaria que tuvo su epicentro en Guayaquil, el 30 de marzo de 2020, Moncada publicó un hilo en Twitter con información de “todos los cadáveres a los que no han recogido”.

Esa ciudad vivía una pesadilla: cuerpos en descomposición comenzaron a aparecer en aceras, esquinas, portales, parques, depósitos de basura y en las puertas de las casas. En el chat del grupo de WhatsApp creado por la Gobernación del Guayas, una periodista contó que en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo habían encontrado cadáveres “por el lado del centro de diálisis, por donde está la basura… Han dejado ahí los muertos, pensamos que es por coronavirus, porque nunca han dejado ahí… Necesitamos que nos auxilien…”. Pocas horas después, personal de Comunicación de la institución dijo que ese chat ya no serviría para difundir ese tipo de noticias, según un reporte publicado el 31 de marzo por El Universo.

“Si me estaba diciendo el Gobernador que no pasaba nada, que no tenían datos, yo tenía que sacar mis propios datos”, dice Moncada. “A los dos días casi tuvimos 100 familias de luto en ese hilo de Twitter. Imagínate. Era solamente una pequeña porción de lo que pasaba en Guayaquil. Por eso lo hice, porque necesitábamos desvirtuar el discurso oficial y también desvirtuar las fake news, que sí las hubo”.

“Quiero que recuerdes las capturas de pantalla de gente pidiendo ayuda. Teníamos que llegar a qué es lo que está pasando. Es simplemente datos: nombre, fecha y día de fallecido que no lo recogen. Nada más. Era el dato duro que podía darnos una apreciación de lo que estaba pasando”.

La Secretaría de Comunicación de la Presidencia informó, el 27 de marzo, que “en redes sociales hubo 40 millones de reproducciones de noticias falsas, relacionadas a la emergencia sanitaria por coronavirus (COVID-19)”. El entonces secretario general de Comunicación, Gabriel Arroba, dijo que “todo indica que hay un grupo político detrás de la creación de estas fake news. Ya se están recopilando las pruebas y ello, tendrá que ir a una investigación formal”, según un comunicado de prensa.  

Blanca conoció a Rita Baque, quien “vio morir a su esposo, tuvo su cuerpo más de cuatro días en casa, perdió su rastro y luego de cuatro meses lo halló descompuesto”, como cuenta en el reportaje ‘Testimonios de Covid: Al fin tenemos dónde ir a llorarlo’, con el que ganó el Premio Jorge Mantilla Ortega al mejor trabajo periodístico y el premio al mejor reportaje.

Para Moncada, las redes sociales fueron clave para hacer periodismo en 2020. “Ahí estaban las fuentes”, pero, aclara, lo que más resalta de hacer periodismo durante una pandemia es “buscar historias que tengan rostro, más que cifras”. Habla de un oficio que “trae a la gente como primera persona y adelante del escenario para que puedan contar los hechos. Creo que estamos olvidando eso por la inmediatez”.

El hilo de Blanca no solo la acercó a sus fuentes, también permitió que otros periodistas nacionales e internacionales pudieran visibilizar lo que el Gobierno se empeñaba en tachar como simples fake news.

Dayanna Monroy, en primera línea

Mujer periodista

“Entre hacer periodismo de escritorio y la calle, me quedo con la calle, porque te muestra. No tienes que interpretar muchas cosas, las ves y punto. Probablemente con una pantalla en medio tienes que imaginar o tratar de entender o comprender el contexto. En la calle lo estás viviendo”. Para Dayanna Monroy, periodista y presentadora de noticias en Teleamazonas, su lugar está en primera línea, donde “estás observando lo que está pasando en persona, puedes sentir porque estás más cerca de la gente”.

Para ella, el periodismo te permite “ver el dolor en el rostro de la gente, la indignación, Incluso percibir olores es una cosa que una pantalla no te permite. Incluso tener la cercanía de las personas que intentan buscar en ti alguna ayuda en un momento de impotencia terrible”, cuenta. A la revista Vistazo, Dayanna le dijo que a finales de marzo, el personal de salud del hospital Teodoro Maldonado trabajaba sin mascarillas ni guantes. “Salimos con el tema en pantalla y al día siguiente recibían sus mascarillas”.

A partir de la crisis sanitaria, Monroy reveló una red de comercialización irregular de insumos médicos en el Hospital Los Ceibos, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), de Guayaquil. Los reportajes de Dayanna generaron un escándalo de corrupción que salpicó a la familia del político Abdalá Bucaram, ya que muestran un supuesto nexo con los hijos del expresidente. El 16 de octubre de 2020, Bucaram tuiteó: “Presentaremos acusación penal contra la rata Monroy de telemazona, que indignada por el fallo de la norte nacional lanza falsas acusaciones contra mi hijo. Esta pesetera la pagará, sirvenguenza pesetera” (sic), pero lo eliminó horas después.

En 2020, Fundamedios registró que “en total fueron 960 medios de comunicación, periodistas, activistas o ciudadanos que fueron agredidos en este 2020, lo que representa un incremento del 257% en comparación al 2019 cuando llegaron a 373”.

El 27 de enero de 2021, tras el asesinato del presentador de televisión Efraín Ruales, Bucaram publicó un video como respuesta a los comentarios en redes por su supuesta vinculación en el caso. Se refirió al banquero Fidel Egas, al actor David Reinoso y a Dayanna.  “¿No hubiera sido mejor matarlo a él? y Dayana Monroy, que ocho meses ha fastidiado de forma lujuriosa una campaña inmoral desde Teleamazonas obedeciendo a la señora Romo y difamando a mi familia, no se han preguntado que quizá mejor ¿debería matarla a ella?” (sic), dijo.

Días después, el 1 de febrero, Bucaram presentó una denuncia por el presunto delito de revelación ilegal de base de datos en contra de la periodista. En respuesta, organizaciones de defensa de derechos humanos se pronunciaron. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) consideró que la denuncia es “un acto de intimidación que socava la libertad de prensa”.

No es la primera vez que amenzan a Dayanna Monroy. “Ya antes me habían escrito. Hice la investigación de la Vicepresidenta (Vicuña) también, pero no fue tan visible como ahora. Creo que fueron muchos los casos a la vez que se publicaron, entonces las personas estaban más pendientes”. Cuenta que, a partir de los reportajes publicados durante la crisis sanitaria, es normal que desconocidos la feliciten por destapar casos de corrupción. “Todos los días habían casos distintos, las personas estaban encerradas en casa, solo concentrados en qué estaba pasando en torno a la pandemia. Fuimos más sensibles sobre estos casos”.  

Monroy resalta el miedo que sienten los periodistas al ser un foco de contagio. “No solamente estabas preocupado por el trabajo que tenías que hacer en la calle, que era fuerte e incansable, aparte estabas preocupado por tu familia y por ti, por el contagio. Tengo compañeros que estuvieron viviendo con sus padres. Hubo personas que tuvieron que rentar habitaciones en hoteles para no contagiar”. En el 2020, 24 comunicadores fallecieron como consecuencia de la Covid-19, según Fundamedios.

“Al principio, cuando hablaban de la primera línea y nos incluían, sentía que era un poco injusto. De hecho, sentía que podía ser fuente de contagio y no me sentía tan útil como para ser de primera línea. Conforme fueron pasando los días, entendí que el periodismo debe estar afuera en estos momentos complicados como los de la pandemia. Entonces por eso es que ese año yo lo veo distinto, especialmente por la pandemia”, agrega. Concluye que, el año que pasó, fue trascendental para su oficio. “Creo que nos sirvió para reivindicarnos un poco. A título personal sentí que el periodismo a través de nosotros tuvo la oportunidad de mostrar por qué es tan importante y la gente lo entendió”. Su trabajo, sin embargo, no termina al salir del canal. Dayanna mantiene un perfil muy activo tanto en Twitter como en Instagram. “Ahora tengo un trabajo extra y una responsabilidad, me parece súper interesante porque entiendes cuáles son las dudas de las personas, las preocupaciones”.

Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista Mujer periodista


¿Ya escuchaste nuestro podcast?

Al oído Podcast