Por Karol Noroña y Diego Cazar Baquero

Emma resiste. Seca el sudor de su frente -inevitable por el sol quiteño que ya ha ardido bastante pasadas las once de la mañana del martes 23 de febrero- y levanta su cartel. Levanta también su mirada, cuidando sus pasos sobre la avenida 10 de Agosto, en el norte de Quito, y grita: “¡Ñukaka Yaku tami akcharkani!”. Para esta mujer puruhá dedicada a la medicina andina, la palabra -recuerda- es ritual y bandera; memoria y resistencia.

Decenas de wiphalas se agitan mientras la voz de Emma resuena. “Estoy aquí porque sé lo que hemos perdido, lo que queremos recuperar y lo que tenemos como movimiento indígena”. Ella, junto a más de 200 personas, decidió unirse a la marcha por la transparencia en democracia, convocada por las dirigencias de los pueblos indígenas ecuatorianos para denunciar el supuesto fraude electoral en contra de la candidatura que la representa, la de Yaku Sacha Pérez Guartambel.

Entonces, Emma, que está a punto de llegar al parque El Arbolito, explica el significado de su consigna: una ratificación de su voto y apoyo al candidato del movimiento Pachakutik que denunció inconsistencias en el proceso electoral que tuvo lugar el domingo 7 de febrero. Ahora, ya con los resultados oficializados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) que proclamaron a Andrés Arauz y a Guillermo Lasso como los dos contendientes para pelear la Presidencia en segunda vuelta, Pérez decidió jugarse una nueva carta: presentar un recurso de objeción ante el CNE, respaldado por 12 cajas de cartón con más de 16 000 actas que, según él y su equipo de técnicos, muestran inconsistencias y, por lo tanto, probarían el fraude electoral en su contra.

“El voto del pueblo se debe respetar, no permitiremos el fraude electoral”, es uno de los gritos de la multitud que le acompaña.

La Minka por la vida, como se llamó la marcha, arribó a Quito después de seis días de movilizaciones pacíficas que se iniciaron en Saraguro, provincia de Loja, el miércoles 17 de febrero. Desde esa provincia sureña, la movilización avanzó hacia Azuay, la tierra natal de Yaku Pérez; luego siguió hacia Cañar, Chimborazo, Tungurahua y Cotopaxi, todas ellas provincias de la serranía en donde el candidato ganó con amplia votación. Cada día, el equipo de comunicación de Pérez transmitía los encuentros entre Yaku y sus seguidores a través de su cuenta de Facebook.

Hasta que el grupo llegó al sector de San José de Cutuglagua, en el sur de Quito, la noche del lunes 22. Allí, líderes y simpatizantes acamparon, revitalizaron energías, se alimentaron y se prepararon para la siguiente jornada que avizoraban sería aún más intensa.

En bicicleta

A las ocho y media de la mañana del martes, los primeros rasgueos de una guitarra comenzaron a sonar a través de un parlante. Era Zapateando Juyayay, la canción del grupo ecuatoriano Jayac, versionada para convertirse en el himno oficial de la campaña política de Yaku en su primera candidatura presidencial. No es coincidencia. Bailar el ‘juyayay’ es volver a la raíz kichwa para levantar el ánimo, sonreír y seguir. Una suerte de aliento al ritmo de sanjuanito.

Los marchantes se reunieron de a poco por la mañana. Comían en grupos pequeños y, luego del primer alimento del día, planificaban el trayecto de la movilización. Las dirigencias decidieron que continuarían su trayecto hasta el sector de El Trébol, que conecta al sur con el norte de la ciudad, y desde allí comenzarían a caminar hacia el parque El Arbolito, donde decenas de medios de comunicación esperaban la llegada de Yaku. Marlon Santi, coordinador nacional de Pachakutik, había anunciado la entrega de esas actas con inconsistencias en el último día habilitado para impugnar los resultados de las elecciones.

La raíz de la movilización indígena es la denuncia contra las inconsistencias del sistema electoral ecuatoriano. Ya en 2017, cuando en segunda vuelta disputaban el sillón presidencial el actual presidente, Lenín Moreno, y el mismo Guillermo Lasso, hubo reclamos contra el CNE, pues un apagón eléctrico durante la transmisión oficial de resultados puso en duda las acciones de esta entidad y advirtió la posibilidad de un fraude en contra del líder de CREO. Quien reclamaba entonces era Lasso. Cuatro años después, a lo largo del proceso electoral, e incluso antes de su inicio, los cinco consejeros del CNE, presididos por Diana Atamaint, han recibido duros cuestionamientos por sus acciones al frente del organismo electoral y las quejas han llegado desde distintos sectores políticos: el Partido Social Cristiano, Unes, CREO y otros movimientos han criticado a los funcionarios.

Yaku Pérez llegó a El Trébol pasadas las 10:40 en el vehículo plomo que le ha servido para movilizarse durante todo el período de campaña. Yaku estiraba su brazo y saludaba a sus simpatizantes una y otra vez.

“¡Yaku, aguanta, el pueblo se levanta!”, le gritaban ellos, mientras los tambores comenzaban a resonar para detener el tráfico capitalino.

Apurado, Pérez bajó del auto y lo primero que hizo fue bajar de ese mismo auto su bicicleta de bambú, con la que ha viajado a diferentes zonas del país. 

Marcha indígena
Foto: Karol Noroña.

Con una whipala al cuello, un collar con la chakana en el centro -el símbolo mayor de las nacionalidades de los Andes-, un pantalón azul y una camisa celeste, el líder indígena comenzó a ciclear. Alguien lo llamó por teléfono y él respondió mientras varios periodistas lo abordaban. Faltaban apenas 20 minutos para que la rueda de prensa se iniciara en El Arbolito. Iban con retraso. Y, aunque intentaba avanzar, dos seguidoras se acercaron a él. No había más cerco de seguridad que los periodistas y algunos caminantes. Yaku no las evadió. Las abrazó, les permitió tomarse una fotografía junto a él y siguieron su paso. Él levantaba un brazo y sostenía el volante de la bicicleta con el otro, luego alternaba sus brazos y pedaleaba.

La batucada juvenil del movimiento Pachakutik también alistaba tambores. Yaku llegó al centro de la movilización y -seguido de un cordón humano de más de 200 personas- avanzó por La Marín, mientras un contingente de agentes policiales seguía la marcha que convocó no solo a los pueblos indígenas, sino también a organizaciones como el Frente Unitario de Trabajadores, la Confederación de Organizaciones Clasistas Unitarias de Trabajadores y el Frente de Militares de Tropa en servicio pasivo del Guayas. La cantidad de gente aumentaba de a poco.

“¡Yo voté por Yaku, mi voto se respeta!”, era la consigna entre los tonos de las vuvuzelas.

Paola, comerciante de la zona, dejó su negocio para verlo pasar. “Es la primera vez que veo a un político paseando en bicicleta por aquí”, dijo. Yaku se detenía ante quien lo saludaba. Lo mismo sucedió cuando la marcha llegó al Mercado Central. Las mujeres comerciantes le hacían fotos con sus celulares y luego le aplaudían. Él se acercaba y golpeaba su puño con el de ellas. Se despedía y continuaba pedaleando. 

Emma estaba ya algo cansada, pero no hizo pausas. Los conductores que iban junto a los marchantes hacían sonar las bocinas de sus vehículos en señal de apoyo y algunos peatones alentaban a la multitud aplaudiendo. Otros se acercaban a los marchantes con botellas de agua y alimentos, solidarizándose con ellos y alentando sus consignas, algunos se asomaban desde las ventanas de los buses levantando los pulgares y gritando a favor de Yaku.

Emma hablaba de la medicina andina y del poder natural de las plantas, ese saber ancestral que asegura que su linaje materno le ha heredado. Veía el paso de la multitud y explicaba que resistir “es un sinónimo de pisar la calle”. Ella lo sabe bien porque  cuando era una veinteañera fue parte del histórico levantamiento indígena de 1990, un proceso que legitimó al movimiento indígena del país y que posicionó su voz en la política. “Hicimos escuchar el reclamo por nuestros derechos, después de que nos invadieron de una forma brutal. Y eso es lo que estamos haciendo hoy. Lo apoyo (a Yaku) porque siento que ahora podríamos tener la oportunidad de recuperar lo que nos quitaron, nuestros cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego”. 

Emma dice que, para entender a las 14 nacionalidades y 18 pueblos indígenas del Ecuador, es vital volver a la génesis de sus valores, cosmovisión y fuerzas. El pueblo indígena se rige por cuatro principios que se consideran inalienables: Ama Quilla -no ser ocioso-, Ama Llulla -no mentir-, Ama Shua -no robar- y Ama Awka -no ser desleal-. “Esa es nuestra herencia y es lo que somos”, explicó y luego aceleró su paso hacia El Arbolito, donde otros cientos de personas esperaban la llegada de Yaku. 

Anocheció en mitad del día

El olor a palosanto comenzaba a esparcirse en el parque. El mismo parque en el que en octubre del 2019 se respiró gas lacrimógeno durante más de diez días. Esta vez, el ambiente fue distinto: dos carpas blancas dispuestas en un claro de adoquines hacían sombra a una mesa detrás de la cual se acomodarían enseguida Yaku Pérez, y junto a él, el presidente de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), Carlos Sucuzhañay; el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Costa (Conaice), Javier Aguavil; el coordinador del movimiento Pachakutik, Marlon Santi y otros compañeros del movimiento. Alrededor, decenas de periodistas hacían medialuna frente a la comitiva. Al pie de esa mesa cubierta con un mantel blanco, se acomodaron las 12 cajas de cartón con las actas que luego se entregarían en el CNE como evidencias del fraude.

Marcha indígena
Foto: Enrique Bayas / Activa TV.

“Solamente con el objetivo de refrescar la memoria, en 1532, 30 000 soldados de Atahualpa fueron engañados -incluido él- por 170 soldados encabezados por Francisco Pizarro. Para el rescate de la libertad de Atahualpa se llegó a un acuerdo. El acuerdo era entregársele un cuarto lleno de oro y él recuperaba la libertad. Se entregó el cuarto de oro y el señor Francisco Pizarro violó la palabra, rompió el acuerdo y no le devolvió la libertad a Atahualpa. Ahí se acuñó la frase chaupi punchapi tutayaca (anocheció en mitad del día)”. Así comenzó su alocución Yaku Pérez. Era una parada corta. Tan solo se debía cumplir con el plan de mostrar, en una breve rueda de prensa, las pruebas del fraude ante las cámaras. Si el pasaje histórico se trajera al momento actual, Pizarro sería Guillermo Lasso y Yaku Pérez haría las veces de Atahualpa. Los seguidores de Yaku habrían sido engañados por los ‘soldados’ de Lasso después de que este último candidato rompiera su palabra de liderar la exigencia del recuento de votos que los dos pidieron al CNE el 11 de febrero. “Parece que la historia se tiende a reeditar”, ironizó.

El dirigente indígena hizo un recuento de los hechos asegurando que el fraude electoral habría comenzado a fraguarse mucho antes del 7 de febrero. Recordó los datos que mostraban las encuestadoras, que lo ubicaban en el tercer lugar con apenas el 13%, después habló del exit poll, que le dio una diferencia de seis puntos con Lasso y luego se refirió a los resultados oficiales del CNE para explicar lo que a su juicio representa una sucesión de hechos para consumar el fraude.

“Decimos que hay actas con novedades o inconsistentes con anomalías -volvió a recordar-, encontramos una cantidad de actas con irregularidades, le decimos al señor Guillermo Lasso: ‘Lidere usted la reapertura de las actas para que gane con legitimidad’ (…). Acordamos ahí, y ahí mismo ya vino otra intentona de fraude: cuando estuvimos en pleno diálogo, dos consejeros dijeron a los medios de comunicación: ‘¡salgan!’. 

Pero la metáfora adquirió mayor sentido cuando el líder indígena habló del acuerdo al que llegaron él y Lasso, con el aval de la presidente del CNE, Diana Atamaint, de revisar el 100% de las urnas en Guayas y el 50% de las urnas en 16 provincias más. “Oh, sorpresa, al siguiente día, el candidato de CREO viola su palabra, rompe el acuerdo y deja malherido el sistema democrático y vulnera la voluntad de los ecuatorianos”.

Marcha indígena
Foto: Cortesía Pachakutik.

Así como Lasso reculó, también lo hicieron los cinco consejeros del CNE, con más o menos frontalidad, y pidieron que se muestren pruebas del fraude, que sin esas pruebas, no era posible proceder a ningún tipo de recuento de votos. Así que ahora ahí estaban las 12 cajas con las actas que demostrarían las inconsistencias. “¡Que honren la palabra!”, demandó el líder de Pachakutik.

Manuela Picq, la compañera del candidato, comenzó a mostrar los documentos ante las cámaras de televisión y él hablaba. “Hasta el momento, nuestros compañeros, técnicos, abogados (…) hemos acumulado más de 16 000 actas de inconsistencia. ¡De las 39 000 actas, casi el 50% con inconsistencias! ¿Cómo es eso de que casi la mitad? Y van a seguir llegando. Ahí podemos ver que se dice que la duda ahora se vuelve certeza y el fraude ya no es una presunción, sino una verdad que nadie puede ocultar. ¡Aquí están las pruebas! No digan que son 80 actas”, exclamó. 

Antes de recurrir a su último recurso ante el Tribunal Contencioso Electoral, decidió “darle una última oportunidad al CNE”. Para Yaku, el candidato ecologista, el fraude es un golpe contra la utopía. “Los resultados verdaderos están en la conciencia, si la tienen los señores del CNE, y en el corazón de los ecuatorianos». 

Los tiempos

“Cuando salga el taita Yaku hacemos fila todos para la caminata al CNE”, daba instrucciones un joven indígena otavalo. Otro se hacía de un megáfono para alentar a los rezagados y un pequeño grupo se encargaba de recoger las 12 cajas, de cerrarlas y de cargarlas hacia el auto negro que las llevaría hacia el edificio del organismo electoral.

“¡Yaku presidente, Yaku presidente!”.

“Yo voté por Yaku, mi voto se respeta!”.

“Yaku, amigo, el pueblo está contigo”.

“¡Guardia indígena, por favor, necesitamos una calle de honor para llevar las actas!”, pidió Manuela, y de inmediato, una docena de jóvenes amazónicos con lanzas de chonta se encargaron de escoltar esas cajas que eran la evidencia. Más adelante, los marchantes avanzaron. Ya se contaban cerca de mil personas.

Salvador Quishpe, asambleísta electo que encabezó la lista de candidatos nacionales, alentaba desde la baranda de un tramo en la avenida Amazonas, cuando la marcha ya avanzaba hacia el edificio del CNE, en la avenida 6 de Diciembre y Eloy Alfaro. “Eso, ¡vamos, vamos, muchas gracias a la provincia de Napo también por venir a caminar con nosotros!”, exclamaba mientras grababa el paso de los marchantes con su celular. Él es uno de los 27 legisladores que obtuvo Pachakutik luego de las votaciones del 7 de febrero, con los que se convierte en la segunda fuerza política después del movimiento Unes, liderado por el candidato Andrés Arauz.

Marcha indígena
Foto: Cortesía Pachakutik.

La tarde había llegado y con ella una buena dosis de cansancio. Algunos hombres y mujeres que antes habían marchado ahora se apostaban detrás de los quioscos improvisados, junto a los cochecitos y en los puestitos sobre las veredas y ofrecían mote, hornado, cevichochos, choclomote y otros platos tradicionales andinos. Esos olores se mezclaban y las pequeñas columnas de humo que se levantaban de las parrillas reemplazaban al esmog de un día común.

Yaku y algunos delegados de su comitiva entraron al CNE y entregaron las cajas con las actas que pidieron sean sometidas a revisión. Pero ya no fueron 12 cajas sino 14 y por la noche se sumaron 7 más, y tampoco fueron 16 000 actas, sino 20 000. Pérez anunció que incluso podrían ser muchas más.  Junto a sus técnicos, mostró a los delegados técnicos del CNE varios papelógrafos para explicar en qué consistían, según su equipo, todas las inconsistencias. “En algunos casos las almitas, los muertitos aparecieron y votaron… ¿cómo es eso?”.

Pachakutik insiste en que el fraude electoral se consumó y que por esa razón es indispensable revisar, recontar voto a voto y anular las actas en las que las inconsistencias se comprueben. El Pleno del CNE tiene 3 días para responder a este reclamo. El último recurso, en caso de que el CNE se niegue a acogerlo, es presentar el reclamo ante el Tribunal Contencioso Electoral. Yaku Pérez y los demás líderes indígenas aseguran que no descansarán hasta lograr la reapertura de las urnas y el recuento de los votos.


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