Por Milagros Aguirre A.

Aún hay quien se sorprende de  esta alianza, aparentemente coyuntural (y que esta vez falló), entre el PSC y UNES, para presidir la Asamblea. No hay sorpresa. La verdad, siempre fueron más los acuerdos que los desacuerdos entre socialcristianos y correístas. Lasso casi  come el caramelo envenenado que le convidaba el PSC votando con UNES. A la final, el PSC no aportó mucho en votos para que Lasso llegara a la Presidencia. Sus electores votaban por el “mal menor”, contra el correato. Si su partido se sumaba a esa alianza que buscaba impunidad, quedaba atado, perdía toda credibilidad y margen de maniobra.

Ahora, a pretexto de la “gobernabilidad”, PSC y correístas quedaron lluchos…, se dejaron ver de cuerpo entero, salieron del clóset. La verdad es que ambos, por ejemplo, coincidieron siempre —y la flamante presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori, se encargará de recordarles— en eso del “país pobre que está sentado en una mina de oro” y por eso, de acuerdo a esa visión, la minería y el petróleo son más importantes que los pueblos que habitan en esos territorios y que han sido olvidados y pisoteados; también coincidieron siempre en la idea de desarrollo que plantearon al país, ese desarrollo pensado en asfalto y ripio, en carreteras, en obra pública como tapadera para esconder las miserias: Nebot con el Malecón 2000 y Correa con las Escuelas del Milenio. No hay mucha diferencia.

Tampoco, ni a socialcristianos ni a correístas, les ha gustado mucho la izquierda revolucionaria (o infantil, o inmadura, como dicen)… eso de perseguir, investigar y acusar de terrorismo a jóvenes dirigentes de los partidos o de los gremios de maestros, trabajadores, estudiantes universitarios, se les dio muy bien tanto al gobierno de LFC como al de RC. El PSC fue experto en infiltrar gente para desarticular “grupos terroristas” y así acabó con AVC.  El gobierno de RC también infiltró gente para desarticular a los movimientos sociales: en los inicios de su gobierno cooptó a ambientalistas, a jóvenes políticos, a organismos de DDHH, a oenegés, a la dirigencia indígena, a los gremios de maestros o de trabajadores. Los dividió (y creó otros gremios, afines al gobierno) y debilitó.

Ambos gobiernos tuvieron el mismo secretario. A ambos les parecía mejor que la segunda lengua sea el inglés y no el kichwa y que los indios están mejor… en el páramo. En fin. Demasiadas coincidencias, ¿no?. De los 19 años de gobierno de Nebot en la alcaldía de Guayaquil, 14 tuvo al correísmo en la Presidencia y, salvo dos o tres desaguisados (que de vez en cuando son buenos para disimular), no tuvieron mayores inconvenientes.

En contraste, no llegaba al año de gobierno cuando pasó lo de Dayuma (noviembre 2007), cuando los militares entraron a patadas al pequeño poblado amazónico, se llevaron detenidas a 27 personas acusadas de terrorismo y sabotaje aunque muchas de ellas ni siquiera participaron del paro. Luego se llevaron a Guadalupe Llori, que entonces era prefecta de la provincia de Orellana por Pachakutik (en ese momento, supuestamente, aliados de un gobierno de “izquierda” que apenas empezaba). Entraron a su casa, la sacaron a empellones y la metieron presa. Le acusaron de terrorismo, de sabotaje, de tomarse pozos petroleros, dijeron de ella que era la “Mama Lucha” de la Amazonía y hasta le acusaron de contratar sicarios, entre otras cosas.

Estuve ahí. No me lo contaron. Más detalles de lo que pasó pueden encontrar en el libro Dayuma, nunca más. Le quitaron la prefectura, metieron miedo a una población acostumbrada a reclamar sus derechos y a protestar por los continuos ofrecimientos incumplidos del gobierno y de las empresas petroleras; engañaron a quienes quisieron mediar para resolver el conflicto e incluso les pasaron factura luego.

Pasaron los años y, aunque Guadalupe Llori volvió a la prefectura de Orellana y fue electa y reelecta para dos períodos más, el muñequeo por los recursos fue permanente. Guadalupe Llori se mantuvo en Pachakutik. Es mujer amazónica pero no es indígena. Es una mujer valiente. Y también es una hábil política. No ha podido escapar de la política de los ofrecimientos demagógicos y populistas, pero ahí ha estado, firme desde la Asamblea Biprovincial Orellana-Sucumbíos de 2004, visibilizando la deuda pendiente que han tenido los gobernantes con la Amazonía. Tal vez ahora Guadalupe Llori les recuerde a quienes quieren “el uso progresivo de la fuerza” para reprimir y frenar los descontentos del pueblo, que una cosa es reclamar derechos, quemar llantas o bloquear vías para ser escuchados —porque casi nunca son escuchados— y otra, ser acusados, perseguidos, abusados y etiquetados con el apelativo de “terroristas”.

De todas formas hacer alianzas en el país de los desacuerdos no parece tan sencillo. Esta, claro, no durará para siempre, pero como que ha puesto algunas cosas en su lugar.


Milagros Aguirre Andrade es periodista y editora general en Editorial Abya Yala. Trabajó en diarios Hoy y El Comercio y en la Fundación Labaka, en la Amazonía ecuatoriana, durante 12 años. Ha publicado varios libros con investigaciones y crónicas periodísticas.

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1 COMENTARIO

  1. Muy oportuno articulo y precisos recuerdos sobre la presencia mutua, amigable y colaborativa entre social cristianos y correistas estos, para ellos, años felices de reparto y beneficios, a costa claro esta, de los recursos publicos. Tal para cual, parecen siameses. El pais, no solo el gobierno de Lasso esta en otra cosa. Los entendimientos a partir de este momento deberan ser claros y reales y las acciones posibles. Con voluntad y colaboracion honesta en favor de pais, todos ganaremos

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