La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Lo más fácil es echarle la culpa al Gobierno. Más aún cuando ese Gobierno ha dado grandes muestras de incompetencia en el manejo político y económico. Pero, sepámoslo de una vez: ningún presidente hace milagros, y menos si tiene todas las encuestas en su contra.

Y no se trata de justificar a Lenín Moreno -que hace lo que puede (que es poco) con lo que tiene (que tampoco es mucho: esos ministros, sin duda unos más ‘brillantes’ que otros, especialmente los que renuncian en plena crisis). Tampoco se trata de echar culpas, aunque las tengan por montón, sino de reconocer que la economía ecuatoriana, con o sin el Fondo Monetario Internacional y su corte de vampiros, ha estado al borde del colapso hace ya tiempo. No hay que olvidar que los dos últimos años de gobierno de Rafael Correa, el mismo que ahora se frota las manos viendo el desastre en el que estamos, se pagaron los sueldos de la inflada burocracia con las justas.

Mira aquí el anuncio de medidas del presidente Lenín Moreno.

Pero, nuestra polarizada memoria es selectiva. En ese entonces, la Revolución Ciudadana, la de “la larga noche neoliberal”, ya había iniciado contactos con el mismo FMI que tanto satanizaron. Es que no era cuestión de amor u odio, sino de algo más simple: plata, billetes, cash, liquidez. Si no lo creen, pueden preguntárselo a Francisco Rivadeneira, el último representante del correísmo ante ese organismo multilateral.

Veamos: los gobiernos, por lo general, son mentirosos. Pero hay veces en que les toca decir la verdad. Y este es el caso ahora. El déficit fiscal de Ecuador, ese dato que se eleva cuando los gastos son más altos que los ingresos, solo ha sido sostenible porque los precios del petróleo suben o por deuda. Ahora, da la casualidad de que el precio del barril se desplomó y endeudarse -si bien es posible- no es recomendable. El déficit en un país con un PIB que apenas supera los 100 mil millones es de casi 5 mil millones.

Foto: César Acuña Luzuriaga.

El lío de los ingresos

Ecuador tiene tres fuentes de ingreso: impuestos, petróleo y deuda. Fin. Y aunque -como veremos más adelante- las tres están relacionadas, la actual pesadilla comenzó con la caída del precio del petróleo a 33 dólares por barril, cuando estaba presupuestado un barril de 51,3 dólares. Nadie lo esperaba. Tomemos en cuenta que el promedio del 2019 fue de 55,6 dólares.

Según el presidente Moreno, “eso significa que, cada día, perdemos algo más de 8 millones de dólares…, al año tendríamos una pérdida acumulada de 2 900 millones”.

Al ver esa caída, Ecuador entró en zona de alerta y los mercados reaccionaron enseguida: si este país tiene menos plata, será más difícil que me pague.

Así, como una carambola, pasamos del petróleo a la deuda. El efecto fue un incremento récord del indicador Riesgo País, que pasó de 1 981 puntos el 6 de marzo, ya considerado altísimo, a 3 245 el 11 de marzo. ¿Cuál es el efecto de ese indicador? Que si Ecuador quisiera emitir bonos o endeudarse, los prestamistas le aplicarían casi el 30% de interés.

La opción que queda: recaudar más mediante impuestos, lo cual por ahora es imposble no solo por la amenaza constante de levantamiento y protesta social por parte del movimiento indígena, sino porque cualquier reforma tributaria requiere de la aprobación de la Asamblea Nacional, donde, por un lado, la alianza entre el gobierno y CREO se desmoronó y, por otro, la bancada morenista… ya no existe.

Que el FMI apoyará a Ecuador, dijo, con un optimismo sobreactuado el ministro Richard Martínez. Sí y no. Sí, porque ya tiene aprobado un crédito. Y no, porque al cierre del 2019, como Ecuador no logró obedecer a su receta de austeridad y contracción, le suspendió los desembolsos… hasta que se aplique y se rija al acuerdo.

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Foto: César Acuña Luzuriaga.

Las opciones

Así, atado de manos, el equipo económico del Gobierno de Moreno recurrió a los parches. Como no hay mayores probabilidades de mejorar los ingresos, agarró unas tijeras y echó mano al gasto. En rueda de prensa, el ministro de Economía, Richard Martínez, dijo el pasado martes 10 de marzo que con las medidas pretenden obtener 2 252 millones. Y, de paso, intentó hacerle un guiño al FMI.

Primero, un recorte presupuestario de 1 400 millones de dólares: 800 millones en bienes y servicios (que viene a ser el gasto corriente, el que permite el funcionamiento del Estado: empleados, vehículos, luz, agua, teléfono, internet, papel higiénico, papel bond, viáticos, etc.) y 600 millones en bienes de capital (proyectos de inversión y obras).

Segundo, eliminar la Secretaría de Juventudes, 4 agencias de regulación y control, 3 institutos, 3 empresas públicas (una es la de medios públicos) y 4 secretarías técnicas.

Tercero, la fusión del Ministerio de Telecomunicaciones con el de Transporte; y del de la Producción con el de Turismo.

Cuarto, recaudar un “aporte temporal” de los servidores públicos con los sueldos más altos.

Como se podrá ver, de los cuatro puntos tres tienen que ver con reducir gastos y uno con un eufemismo, pues el “aporte temporal” es una metida de mano en el bolsillo de los servidores públicos, quienes -nos caigan mal o bien- no tienen por qué pagar los platos rotos de una economía al borde de la quiebra.

¿Cuál es el fundamento técnico para fusionar tal y cual ministerio?, ¿por qué son 1 400 millones de recorte y no de una vez 1 600 o 2 000 millones?, ¿qué ley o reglamento permite obligar a un funcionario y no a otro a hacer un aporte?, ¿es legal que el Estado le quite a un trabajador una parte de su salario para ayudar a cubrir un déficit fiscal?

Ninguna de esas preguntas tiene respuesta por una simple razón: porque son parches y no políticas públicas ni políticas de Estado articuladas a un sistema, a una propuesta seria y coherente de gobierno. Es decir, son pelotazos con la esperanza de empatar en un partido que dura cuatro años y al que solo le quedan 14 meses.

Pero, sigamos con el plan de Moreno: enviar a la Asamblea un paquete de reformas entre las que está la “contribución única” del 5% sobre el avalúo de vehículos que cuesten más de 20 mil dólares (aún no está claro si en ese paquete se incluye el incremento de 0,75 puntos a las retenciones en la fuente del Impuesto a la Renta en las empresas del sector bancario, petrolero y telecomunicaciones).

Como ya lo dijimos, el oficialismo no tiene votos en la Asamblea y estamos en año preelectoral, así que solo si vuela un elefante los legisladores estarían dispuestos a aprobar tal “contribución única” y a aumentar las retenciones.

Ojo: en política siempre es posible que vuele un elefante.

Lenín Moreno ha dicho que gestiona dos créditos por unos 2 400 millones de dólares y que quiere reprogramar una parte de la deuda bilateral. Suena bien, pero lo dicho: antes de contestarle el teléfono a Lenín, los acreedores revisarán el indicador Riesgo País.

Finalmente, el gobierno ha ofrecido -como lo han hecho otros, desde el inicio de los tiempos- un plan para focalizar subsidios. Pero, mientras no lo presenten, ¡no existe!

Nos eximimos de algún comentario.

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Foto: César Acuña Luzuriaga.

Los escenarios y el coronavirus

No esperemos mayores cambios.

1.- Si el plan se cumple al 100%, el presidente Moreno habrá logrado que el FMI se apiade de nosotros y reanude los desembolsos, y que en algo se alivien las cuentas del Estado (incluso a costa de una recesión).

2.- Si se lo cumple a medias, el FMI tendrá que apiadarse, como hasta ahora y de a malas, presionando y ajustando la receta.

3.- Si Ecuador no cumple su propia lista de medidas urgentes, tampoco pasa nada.

En un país acostumbrado a la crisis y a los parches, a esconder la basura bajo la alfombra, la sola mención de “medidas económicas” provoca pánico. Nos viene de inmediato la imagen del ‘paquetazo’. En Ecuador -con excepción de la subida de impuestos a los cigarrillos y al licor- todo es paquetazo. Si el medidor de luz se daña y sube la cuenta, paquetazo; si te roban misteriosamente en la calle, paquetazo; si no metes el gol con el arco abandonado, paquetazo; si algo no funciona, paquetazo; si Lenín Moreno presenta medidas-parche, paquetazo.

No hay que alarmarse. No es para tanto. Qué importa si la Asamblea se desentiende de la realidad, si el Ejecutivo no atina una, si el coronavirus provoca un shock internacional o si la gente no te deja dormir porque es feliz escuchando a todo volumen su reguetón. En pocos meses tendremos una lista interminable de soluciones en los programas de gobierno de Guillermo Lasso, Jaime Nebot, Fernando Balda, Paúl Carrasco, Carlos Rabascal, Otto Sonnenholzner, María Paula Romo, Jaime Vargas… ¡Ah! Y en el de Rafael Correa, que en Twitter brinca de emoción y hace proselitismo aprovechándose de un desbarajuste en el que tiene más responsabilidades que motivos para regresar de Bélgica.