Por Jember Pico y Juan Francisco Trujillo

Después de vivir una campaña presidencial inédita en las últimas décadas, la ciudadanía colombiana eligió el domingo 17 de junio de 2018, en segunda vuelta, al candidato uribista Iván Duque Márquez como presidente de la República, para el período 2018-2022.

Con 10 373 080 votos (53,98%), el derechista Duque enfrenta a la nueva fuerza opositora de Gustavo Petro Urrego, el candidato del Movimiento Progresistas, y de la coalición de centro-izquierda, quien obtuvo el apoyo de 8 034 189 (41,81%) de colombianas y colombianos y que asume como el senador con mayor votación en la historia de Colombia.

Los discursos de victoria 

Visiblemente contrariado, al cierre de la jornada electoral, Gustavo Petro afirmó que el apoyo de fuerzas como el Partido Verde, Polo Democrático, Unión Patriótica y sectores del liberalismo fue decisivo, y habló de ser alternativa del poder para conducir a la sociedad colombiana lejos del continuismo. Evitó referirse al lugar común del fraude y reconoció la victoria de Duque. Su mensaje estuvo centrado en la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo económico basado en el extractivismo, la responsabilidad fiscal y la paz con los grupos irregulares. “No permitiremos que retrocedan a Colombia hacia la guerra y la violencia, nuestro compromiso es mantenernos con la paz”, dijo. Al finalizar, reiteró su compromiso con la movilización permanente ya con miras a las elecciones seccionales, mientras sus seguidores gritaban: “¡Resistencia, resistencia, resstencia!”.

En contrapartida, el discurso de Duque estuvo marcado por el abordaje de temas como la seguridad y la justicia. Entre líneas se avizora una intención de reformar el poder judicial y priorizar el uso de las fuerzas de seguridad del Estado para afrontar la conflictividad latente. Durante su gobierno deberá resolver algunos puntos importantes como el proceso de paz en el que este alfil de Uribe ha proclamado que se deben hacer “correcciones para que las víctimas sean el centro del proceso”. En esta misma línea, el diálogo que se llevaba a cabo con el ELN también recobrará protagonismo con el ascenso de Duque y la decisión que tome al respecto.

Las críticas al presidente Juan Manuel Santos por el acuerdo alcanzado con las FARC fueron la principal  plataforma de Duque para capitalizar su victoria, cuya frase de campaña ha sido “el que la hace la paga”, un eslogan respaldado por los expresidentes Uribe, Andrés Pastrana más el ala dura del partido liberal y los conservadores. En su alocución también priorizó temas como la economía y la expansión de la clase media con un llamamiento a la unidad y a mirar hacia el futuro.

Precisamente, el gran tema pendiente es el tratamiento que darán Duque y el Centro Democrático a los acuerdos ya alcanzados, con el riesgo de que se eche abajo el régimen de justicia transicional, punto polémico que para el uribismo simboliza impunidad. El recrudecimiento de la violencia, en caso de que se rompan los acuerdos, podría derivar en una nueva ola de desplazados. Es un tema de alta sensibilidad considerando que la población rural es la que más expuesta queda. También está pendiente conocer el enfoque que adoptará en la lucha contra las drogas y el cultivo de coca, un tema caliente que todavía genera discrepancias en los departamentos del sur, alejados de los polos de desarrollo económico.

Perfil del ganador

Iván Duque es bogotano, abogado de la Universidad Sergio Arboleda y especializado en Derecho Internacional Económico y Gerencia Pública en Estados Unidos. Es hijo de la politóloga Juliana Márquez Tono y del abogado Iván Duque Escobar, quien fue gobernador del departamento de Antioquia, ministro de Minas y Energía y registrador nacional del Estado civil. A los 25 años fue asistente del ministro de Hacienda Juan Manuel Santos (2001), quien lo nombró asesor en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington. Desde entonces, permaneció en Estados Unidos siendo asesor internacional del expresidente Álvaro Uribe Vélez y asesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Mientras su trayectoria personal seguía estos pasos, su nombre no era conocido en el panorama político colombiano. Hasta que regresó al país en el 2014 para formar parte de la lista del Centro Democrático al Senado de la República, encabezada por Álvaro Uribe, y fue elegido Senador para el periodo legislativo 2014-2018.

Duque fue autor de 4 leyes durante ese periodo. Mientras tanto, su partido aumentó la oposición a los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las ex Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), promoviendo el No en el plebiscito que consultaba aprobarlos el 2 de octubre de 2016. Ganó el No. El 11 de marzo de 2018 obtuvo cuatro millones de votos, ganando la consulta interna del Centro Democrático que disputó con la exsenadora Martha Lucía Ramírez (quien pasaría a ser su fórmula vicepresidencial), y el destituido exprocurador General Alejandro Ordóñez; por ello, renunció a su curul en el Senado el 20 de marzo de 2018 para continuar su campaña presidencial.

Siguiendo las líneas discursivas de su partido, especialmente de su mentor, Álvaro Uribe, su campaña se concentró en atacar los Acuerdos de Paz –primero en su integridad, luego en algunos puntos particulares como la justicia transicional, que afectaría directamente a Uribe y otros “servidores públicos” responsables de delitos de lesa humanidad–, el programa alternativo de su principal opositor, Gustavo Petro –infundiendo miedo en la ciudadanía tildándolo de “castrochavista”–, y prometiendo profundizar las políticas extractivistas y de beneficios tributarios para las grandes empresas.

Los debates realizados antes de la primera vuelta lo obligaron a pronunciarse sobre los postulados de otras candidaturas para tranquilizar al electorado, mencionando que los tendría en cuenta, sin prometer cambios sustanciales en aquellas políticas que tocan la vida cotidiana de la población: salud, educación, empleo. Su programa pretende continuar y profundizar la gestión del Estado según la visión neoliberal que se ha venido configurando los últimos 16 años (dos periodos de Álvaro Uribe y dos periodos de Juan Manuel Santos).

¿Qué esperar?

El país que recibe el nuevo presidente el 7 de agosto de 2018 es un país muy polarizado: por una parte están todas las fuerzas políticas tradicionales de los diferentes partidos (antiguos enemigos), que se han turnado en el poder durante décadas y que han sabido manejar las llamadas “maquinarias electorales” para persuadir, convencer y hasta comprar los votos que han necesitado. Por otra, la diversidad de la mayoría de nuevos partidos alternativos con fuertes bases populares, periféricas, de diferentes sectores y clases, de muchas luchas y resistencias ante las discriminaciones históricas, que ahora se levantan y se pronuncian con mayor libertad y conciencia política. Es decir, se enfrenta la tradición del bipartidismo a un panorama ampliado que muestra asomos de nuevos rostros y voces.

Ante esta realidad, el nuevo discurso de Duque es el de olvidar la polarización y buscar la unidad: una unidad en la cual regresará la seguridad como valor democrático (la campaña y las políticas de los mandatos de Uribe se llamaron Seguridad Democrática), se simplificará el sistema tributario para las empresas, se promoverá el emprendimiento para generar empleo que permita “derrotar la clase media” (!) “respetando la responsabilidad fiscal, con la derrota para siempre de la pobreza extrema (!) y la construción de un país de oportunidades; el mismo que durante tantos recorridos fuimos compartiendo con la población campesina del país”.

La escasa trayectoria política de Duque y su muy conocido programa de gobierno presentan innumerables retos para su nueva e inédita coalición. También provocan preocupaciones en la población colombiana interesada en construir una real y más concreta justicia social.

Las anunciadas correcciones a los Acuerdos de Paz no tendrán un camino fácil; las crecientes persecuciones, criminalizaciones y asesinatos de líderes y lideresas sociales no se detienen; y las prometidas reforma y unificación del poder Judicial sellarían la monopolización dictatorial de los tres poderes, dada esta elección en el Ejecutivo y la mayoría de su coalición en el Legislativo, elegido el pasado 11 de marzo. Incluso, habría la posibilidad de que su posesión sea recibida por Uribe, quien ha sido elegido nuevamente como senador y tiene altas probabilidades de ser elegido como presidente del Senado. Esto hace más necesaria la organización de la creciente oposición que busque el equilibrio en la correlación de fuerzas políticas para evitar una dictadura no discursiva, sino de hecho.

Entonces, ¿por qué estos resultados? La respuesta está en una serie de elementos históricos, culturales, socioeconómicos, comunicacionales y hasta psicológicos que explican por qué una parte del pueblo colombiano (aún “mayoría”) prefiere la seguridad de continuar viviendo según un estilo al cual ha sido acostumbrada y teme dar el paso hacia cambios sustanciales. Hay otra parte de la población que ya vislumbra estos cambios y se está organizando para lograrlos.

El mapa fuera de Colombia  

Esta amplia fotografía nacional (en la cual faltan muchos detalles) tiene sus expresiones locales en cada comunidad, municipio, departamento, región y comunidad colombiana en el exterior, con sus respectivas características. Mientras en Argentina, por ejemplo, Petro obtuvo en la segunda vuelta 5.624 votos y Duque 1.756, en el caso de Quito, la capital ecuatoriana, el domingo 27 de mayo (primera vuelta) 299 ciudadanas y ciudadanos apoyaron a Petro y 862 a Duque; y el domingo 17 de junio (segunda vuelta) 502 apoyaron a Petro y 1109 a Duque. Los datos en rango nacional son similares, como mostramos en el cuadro a continuación:

Esto refleja las características de la población colombiana presente en cada lugar: la mayoría de colombianas y colombianos residentes en Argentina son jóvenes estudiantes que han salido a buscar oportunidades de especialización académica no encontradas en Colombia, mientras que la mayoría de la población colombiana residente en Quito son empresarios o se dedican a actividades comerciales junto a sus familias.

Así, Colombia se encuentra en un momento político nuevo, en el cual las fuerzas tradicionales se unen –a pesar de sus enemistades históricas– para conservar el poder, y las nuevas fuerzas crecen y son más visibles para constituirse en alternativas al poder.

El nuevo mapa político colombiano

A pesar de lo que se esperaba, el llamado al voto en blanco no hizo mayor eco y no superó el millón. De cualquier manera, los niveles de participación se mantuvieron bajos, como siempre ocurre en los procesos electorales colombianos, pues el voto es optativo. 36 millones de personas estaban llamadas a participar en la jornada electoral, pero finalmente solo 19,3 millones votaron.

La región del Pacífico –la zona más pobre y golpeada por la violencia– vota a Petro. El departamento de Antioquia –bastión de Álvaro Uribe– apoya a Duque.

Bogotá –la capital– eligió a Petro, su exalcalde, y se revela como uno de sus bastiones principales. Además, Petro ganó en otras ciudades importantes como Cali, Bucaramanga o Barranquilla.

En el suroccidente, zona de influencia histórica de las FARC, el candidato de la Colombia Humana se impuso en los departamentos de Nariño y Putumayo, fronterizos con Ecuador, mientras que Duque sumó una victoria en el departamento Amazonas, Córdoba y La Guajira, además de las ciudades del eje cafetero. De esta manera, se configura un nuevo mapa político en el que, aunque se ratifica una lógica centro-periferia, habrá liderazgos y demandas en constante interacción.

La presencia de Petro en el Senado implica un camino para presentar proyectos de ley e incidir en la agenda legislativa colombiana. El vasto abanico ideológico que ha adquirido representatividad en el legislativo implica un paso decisivo para superar la alternancia liberal-conservadora que dominó el horizonte político del país durante décadas. Hay la oportunidad de estructurar un proceso alternativo que le permita perfilar su labor de líder de una coalición estable, aunque con intereses diversos, y viabilizar un proyecto en común de cara al siguiente proceso electoral. Actores políticos como Antanas Mockus, Sergio Fajardo, Ángela Robledo o Gustavo Bolívar también estarán llamados a confluir en el espacio de oposición y canalizar demandas ciudadanas.

Las diferencias con Álvaro Uribe, quien revalidó su escaño en el Senado, serán inevitables. Se requerirá habilidad de negociación para sumar apoyos. Si Uribe alcanza una posición de poder en la cámara alta, podría bloquear iniciativas que estén fuera de los intereses del gobierno. También será necesario seguir de cerca el rol que jugarán los representantes de las FARC, quienes como producto de los acuerdos con el gobierno saliente, contarán con 10 escaños: 5 en el senado y 5 en la cámara baja, que les permitirán ganar relevancia en la arena política nacional. Si bien es cierto que los temores heredados por la confrontación aún permanecen frescos, el multipartidismo impondrá nuevas dinámicas y espacios para hacer política.

Más allá de las fronteras

Otro tema importante será la relación bilateral Colombia-Ecuador. El ostracismo del gobierno de Santos ha pasado por descuidar la presencia del Estado con programas sociales y de bienestar que supongan una alternativa al cultivo de coca y a la exclusión permanente. La situación se agrava con la presencia de grupos irregulares coligados con el narcotráfico que se despliegan en frentes a lo largo de toda la frontera y afectan a poblaciones de los dos países que se encuentran inmersas en la conflictividad y enfrentan pobreza cíclica.

Duque tendrá la responsabilidad de consolidar los proyectos de cooperación binacional, entre los que se destacan infraestructura, seguridad y desarrollo económico, en los que las hojas de ruta se han llevado adelante con limitadas acciones conjuntas.

La gestión de una creciente crisis humanitaria causada por la migración forzada de más de medio millón de personas desde Venezuela, a quienes es necesario otorgar tratamiento prioritario con políticas públicas de largo plazo que incluyan desde políticas laborales pasando por acceso a prestaciones sociales y sanidad. En este sentido, también será decisiva la política fronteriza que adopte el nuevo gobierno. Esto irá directamente ligado con la postura que muestre Duque ante el gobierno venezolano. La relación entre ambos países ha sido más bien tensa desde la época de Uribe y Chávez. Se prevé un endurecimiento de la retórica hacia el régimen de Nicolás Maduro que podría derivar en una importante escalada de tensión.

Por otra parte, la lucha contra la corrupción y el clientelismo fue un tema abordado por ambos candidatos. El caso Odebrecht y las denuncias sobre desvío de fondos en áreas como educación y salud recibieron atención en sendas posturas.

En la agenda del nuevo inquilino de la casa de Nariño también estará el posicionamiento ante temas como el libre comercio, los procesos de integración regional y la capacidad de respuesta ante una serie de demandas sociales que han quedado aplazadas durante mas de medio siglo, pero que cuentan con un estertor potente en la coalición que apoyó a Petro, y estará mucho más activa ante las decisiones que tome el nuevo presidente. El nuevo mapa colombiano es un dibujo por hacerse, con sangre y otros lápices conocidos o con tinta y trazos nuevos y diversos. Eso está por verse.


Juan Francisco Trujillo es comunicador social, nacido cuando los noventa se asomaron a la ventana. Quiteño y ciudadano del mundo. Máster en Comunicación Política y Liderazgo Democrático por la Universidad Complutense de Madrid. Periodista y poeta por vocación.  Ha trabajado en temas de defensa de derechos y fortalecimiento de la democracia, en instituciones públicas y en organizaciones de la sociedad civil.  Amante de los silencios, incluso de los incómodos.

Jember Javier Pico Castañeda es colombiano residente en Ecuador. Licenciado en Filosofía (Colombia), Máster en Ciencias de la Comunicación Social (Italia) y Especialista en Epistemologías del Sur (Argentina). Ha sido docente de Lenguaje y Comunicación en la Escuela Politécnica Nacional (Quito, Ecuador) durante dos años y presta sus servicios como mediador pedagógico, sistematizador de experiencias y comunicador en varias organizaciones y colectivos, entre ellos la Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular–ALER y la Agencia Internacional de noticias por la Paz y No Violencia, Pressenza.