Inicio Tinta Negra La maternidad se vive mejor en compañía

La maternidad se vive mejor en compañía

Dánae, por Gustav Klimt, de 1907. Colección privada, Viena.

Por María Isabel Yánez Tatés* / @Doulamaisay

Muchas veces hemos escuchado aquello de que vivir la maternidad es como un bello viaje, pero quizás esto no siempre resulte tan fascinante después del nacimiento de un bebé.

Conozcamos la historia de Danielle Haines, cuya foto en las redes sociales se volvió viral, cuando contó al mundo su historia de postparto, común en muchas madres pero poco aceptada y mucho menos contada por miedo a la desaprobación: 

Esta es una foto mía tres días después del parto –contó Danielle–. La imagen es tan cruda y sincera, era un jodido desastre. (…) Amaba a mi bebé, extrañaba a su padre (había salido al trabajo aquel día). (…)“Mis pezones estaban descamados y sangraba, mi leche estaba casi lista. Mi bebé estaba realmente hambriento y me sentía triste porque existía gente que mataba bebés como a propósito” (…) No había dormido desde que había entrado en trabajo de parto, no sabía dónde poner mis senos, me dolía la vagina por sentarme constantemente a amamantar, estaba perdiendo la cabeza…”.maternidad

Pero todo habría dado un giro cuando llegó de visita su hermana Sarah, quien amorosamente tomó la fotografía. “Ella llegó con comida y dijo ‘¡hola! ¿cómo estás?’ Y yo dije, ‘soy un desastre’. Conversamos, ella me escuchó y dijo: ‘he estado justo donde estás ahora’. Me ayudó saber que ella también se volvió loca.

Luego me dijo: ‘esto podría sonar loco, ¿pero tienes una cámara? Luces tan cruda y bella’. Estoy feliz de que haya tomado la foto. Ella planeaba dejarme comida y se quedó por mucho más rato. ¡La necesitaba”! Danielle se dio cuenta de que necesitaba amamantar a su bebé, necesitaba más ayuda para cuidarlo. Necesitaba que le dijeran que su bebé estaba bien. «Eso es una verdadera madre pasando el postparto”, se dijo.

Las revistas, la televisión, las películas nos venden una imagen de maternidad trastocada: mujeres hermosas, maquilladas y con cuerpos perfectos junto a sus bebés, mujeres sin ojeras, la lactancia desaparece, bebés que no lloran y solo sonríen, lo que genera falsas expectativas y frustraciones a la vez.

Muchos cambios hormonales, fisiológicos, físicos y emocionales se generan en la madre luego del parto. ¿Por qué este tiempo resulta incontenible para muchas madres?, ¿por qué las madres de hoy sentimos intensos deseos de estar acompañadas?

Durante el embarazo, la madre aún puede disponer de su tiempo repartido entre trabajo, descanso y entretenimiento; horas de sueño, siestas, baño, alimentación, paseo, salidas y compartir son algunas de las actividades que la madre mantiene aún bajo control pese a los estragos que el embarazo pudiera presentar.

Luego del parto, el tiempo se vuelve relativo, las prioridades cambian, la atención de mamá, papá y la familia se enfocan en el bebé. No hay día ni noche, los ritmos de sueño cambian, el cansancio se apodera de la madre como un monstro terrorífico que espera tras el armario cada noche, cada mañana. Eso ocurre a miles de madres, es un suceso común pero del que no se habla a menudo. La espalda y los brazos con el tiempo piden descanso, el sueño y el aletargamiento acompañan la maternidad. Todo resulta monótono entre pañales sucios, lactancia, gases, cólicos,  arrullos. Y eso no lo es todo, la casa, la ropa sucia, la comida, los otros hijos –si los hubiere–, las llamadas de la oficina, las visitas telefónicas, la necesidad de descanso, cumplir inconscientemente con las expectativas de los demás y las suyas, hacen del postparto un camino pedregoso. Al parecer todo rebasa a la madre, no solo su tiempo debe ser compartido sino que también su sueño, sus horas de hambre y –lo que es más– sus emociones.


“De hecho, el bebé y su mamá siguen fusionados en el mundo emocional.  Este recién nacido, salido de las entrañas físicas y espirituales de su madre, forma parte aún del entorno emocional en el que está sumergido. Al no haber comenzado todavía el desarrollo del intelecto, conserva sus capacidades intuitivas, telepáticas, sutiles, que están absolutamente conectadas con el alma de su mamá. Por lo tanto, este bebé se constituye en el sistema de representación del alma de la mamá. Dicho de otro modo, todo lo que la mamá siente, lo que recuerda, lo que la preocupa, lo que rechaza… el bebé lo vive como propio. Porque en este sentido son dos seres en uno”. Laura Gutman.


Es muy  importante reconocer nuestras elevadas y fantasiosas  expectativas como producto de una imagen poco real de ser madre. Son expectativas generadas por otras experiencias y no por las propias.  Es alentador reconocer que somos capaces de generar nuestra propia construcción de ser madre, desde lo que  nuestro instinto nos dice, desde nuestro sentir, desde nuestras frustraciones pero también desde nuestra creatividad, entrega y amor profundo.

Por todo esto y más, la maternidad puede resultar una montaña difícil de escalar, pero es importante darnos el permiso de sonreír y de llorar,  rescatarnos como mujeres con potencias pero también con  limitaciones, como mujeres empoderadas, madres con posibilidad de fallar, pero también como mujeres capaces de reconocer nuestras sombras, de reconocer cuando necesitamos ayuda y compañía, pues la maternidad desde siempre ha sido una experiencia compartida. Los seres humanos estamos diseñados para compartir y vivir en comunidad, la maternidad se puede volver insostenible sin una comunidad que  nos nutra, nos ampare, nos avale, y sobre todo, que nos trasmita sabiduría interior, esa sabiduría que –al parecer– estamos olvidando.

En el mundo aún podemos ver grupos y comunidades que se sostienen en todo sentido. La maternidad se  comparte con la mujer más anciana y sabia de la comunidad hasta con las más pequeñas, con el fin de trasmitir no sólo información sino costumbres y tradiciones alrededor de este momento considerado sagrado. La madre nunca permanece sola durante el parto o  postparto, con el tiempo cada vez la comunidad se involucra en la crianza, siempre hay alguien que esté dispuesto a tomar en brazos al bebé, nunca faltarán niños para jugar y así se construyen sociedades que en el compartir, apoyar, aconsejar y trasmitir forjan su dinámica diaria. Hoy no tenemos aldea, comunidad o  tribu. A veces tampoco familia extendida ni cercana. Necesitamos crear nuestra propia red de apoyos modernos y solidarios, de lo contrario no es fácil  fusionarse con el bebé, amamantarlo, ni  suplir sus necesidades permanentes. Es por eso que hoy existen en las ciudades grandes doulas, grupos de apoyo en la crianza, lactancia y maternidad, comunidades de madres que se consideran, comprenden  y sostienen empáticamente.

Hoy, los talleres de preparación prenatal también involucran a esta misma dinámica al padre y lo vuelven protagonista, acompañado y acompañante.

Durante la maternidad hay tiempos de luz y también de encuentro con nuestras propias oscuridades. La maternidad es el tiempo en que nos replanteamos todo lo que hasta ahora era común y estaba totalmente dominado. Nos damos cuenta de que no podemos llevar esta experiencia  como nuestros negocios o como el trabajo, es decir, comandada desde el hemisferio izquierdo del cerebro, el que razona y tiene  habilidad científico-numérica. Este interesante periodo exige aprendizajes nuevos, una conexión con nuestra parte instintiva, con nuestro cerebro derecho, el de la intuición, el de la creatividad, el de la percepción, con nuestra parte femenina.


“Muchos aspectos ocultos de nuestra psique femenina se develan y activan con la presencia de nuestros hijos. Suelen ser momentos de revelación, de experiencias místicas si estamos dispuestas a vivirlas como tales y si encontramos ayuda y sostén para enfrentarlas. También es la oportunidad de replantearnos las ideas preconcebidas, los prejuicios y los autoritarismos encarnados en opiniones discutibles sobre la maternidad, la crianza de los niños, la educación, las formas de vincularse y la comunicación entre grandes y chicos.” Laura Gutman


Los hijos son maestros de quienes nos llegan nuevos  mensajes, nuevos aprendizajes, nuevas formas de ver y sentir la vida.

Ser padres es una invitación de la vida a salir del tren cotidiano para fundirnos entre sensaciones, olores nuevos, calor, mimos, sueños entrecortados, oxcitocina, leche y hasta una nueva manera de concebir la sexualidad, en sí, la vida. La maternidad es una elección que nos conecta con lo más profundo de nuestro ser cuando la entrega sin condición entra en marcha, cuando nos dejamos llevar, cuando simplemente lo dejamos ser.


Descarga aquí el libro de Laura Gutman La Maternidad y el encuentro con la propia sombra.


*María Isabel Yánez Tatés es comunicadora social y es la coordinadora nacional en Ecuador de la Red Mundial de Doulas. Es terapeuta en Desarrollo Humano y colabora con La Barra Espaciadora.