Por Pedro Donoso / @pedrodonoso80

Como la fábula de aquel sastre que confecciona un traje para el rey que “solo pueden ver los inteligentes”, y que provoca que ese rey desfile desnudo sin que nadie se atreva a evidenciar dicha desnudez, así estamos en Ecuador. Rotos, con el tejido social descompuesto y, pese a eso, en silencio y, sobre todo, sin la voluntad de darnos cuenta.

Las cifras ‘no oficiales’ hablan de 100.000 niños, niñas y adolescentes fuera del sistema educativo, 33.000 niños, niñas y adolescentes en situación de mendicidad, más de 1.200 muertes violentas en todo el 2020 (que lo convierten en el año más violento desde el 2013), hasta septiembre del 2020 los suicidios habían crecido en un 2% en comparación con el 2019, y como si todo esto fuera poco, según el Financial Times, después de Perú somos el país con más muertes por cada millón de habitantes en el mundo, producto de la pandemia.   

De acuerdo con UNICEF, la pobreza multidimensional de hogares con niños, niñas y adolescentes a finales del 2020 habría llegado a ser del 48,5%, es decir, 5 de cada 10 hogares con menores estarían incluidos en la medición de pobreza multidimensional y 25,9% en pobreza extrema. Estas cifras se traducen en un trago amargo: Ecuador retrocedió 20 años en la lucha para erradicar la pobreza.  

Con un proceso electoral a las puertas, la principal pregunta es ¿cómo lograremos no solo la reactivación, sino la recuperación de ese territorio que en lo social se ha perdido? En el deber ser, en medio de una campaña presidencial, existirían múltiples respuestas pero, en un reciente estudio presentado por el think thank Grupo FARO sobre las propuestas de gobierno de los 16 binomios, solo el 2% del total habla de inclusión educativa y articulación de planificación con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y de las 16 candidaturas solo 2 especifican cómo planean hacer realidad sus promesas.

En este 2021, heredero de un 2020 devastador, la expectativa y la necesidad de terminar con un estado de ánimo pesimista son mayores y eso podría acarrear una profunda frustración social, que podría encontrar una válvula de escape inesperada para desfogar toda su intensidad, pues la política, entendida como el arte de la administración de las tensiones sociales, ha decidido apartarse y dejar que el conflicto se gobierne a sí mismo.

Esto no es menor, pues cuando una fuerza natural se deja al azar, la respuesta frente al abandono y la inequidad social suele ser la violencia, que podría llegar justo cuando el Ejecutivo y el Legislativo entrarán en una transición y, probablemente, en una guerra abierta de intereses.

Estamos rotos, como personas y en colectivo, en el presente y en el futuro; y, en el debate público no se divisa ni la intención de recolectar esos pedazos e intentar unirlos, ni la capacidad de hacerlo. Cuando una sociedad ha llegado a tal punto, edulcorar el futuro no solo que no es suficiente, sino que se convierte en una acción hipócrita y sin sentido.


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Ecuador

Pedro Donoso Müller es director general del Gabinete Estratégico ICARE. Licenciado en Ciencias Políticas y Jurídicas. Abogado y Doctor en Jurisprudencia. Experto en administración de crisis y análisis de contexto político.

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