Por Damián De la Torre Ayora / @damiandelator

Fotos: Karina Acosta

No hay persianas, pero vale la pena imaginar que los espacios de las estanterías de la Librería Rayuela son esas hendijas donde se puede ser un espía, un espectador, para solo así poder ver la entrada de Diego Fonseca. Ser un voyeur, para hablar de Voyeur, su libro reeditado por Severo Editorial y que se presentó en la Feria Internacional del Libro, en Quito.

Se trata de una obra cuya portada ya incita a curiosear las más de 200 páginas que la componen. Y, tras la mirada curiosa, uno termina enganchándose con cada historia. ¿Hasta dónde llegaré? Esa es la pregunta tras leer el primer perfil, el de Joseph Stiglitz. La respuesta es: hasta el final; y así se llega hasta Carl Bernstein, no sin antes pasar por Silvio Berlusconi, Florentino Pérez, Mark Zuckerberg, Tiger Woods, Lloyd Blankfein, Annie Leibovitz, Donald T***p, Nicolas Cage, Lynda Carter, Bill Clinton, Barack Obama, George Michael y Fidel Castro.

Y así, irreversible, casi intocable, aparece el periodista y escritor argentino. A quien, a la final, no hay que espiar porque se muestra abierto y diáfano, así como sus textos, como sus novelas, como cuando ofrece sus talleres que lo han convertido en maestro de la Fundación Gabo y dueño de títulos como Dónde guardar un libro gigante, La vigilia, South Beach, Amado Líder, Hamsters, Sam no es mi tío, entre otros.

La charla se da horas antes de la final entre Argentina y Francia, a poco de que Messi sea artífice de la muerte de Dios, por lo que no solo se respira literatura, sino fútbol. Ambos temas apasionan a Fonseca, quien sabe que ser argentino no es una nacionalidad sino una religión, un acto de fe que gira en torno a un balón y que, al igual que Albert Camus, entiende a la camiseta de la selección como la bandera de la patria.

Pienso en el título y recuerdo El motel del voyeur. Si bien son libros diferentes, Gay Talese es un referente del periodismo. ¿Su figura te ha marcado?

He leído a Talese y si armamos un mundial de periodistas y elegimos a los 100 mejores, él está entre los cinco de la historia, pero no es mi referente. Tengo un afecto más grande por Joan Didion o Janet Malcolm. Pero sí concuerdo con Talese en la idea de que el espía está obligado a tratar de mirar más allá de lo que los ojos pueden ver. Esta tarea es difícil si consideras que, muchas veces, cuando perfilas, has visto a esa persona una sola vez y el resto del conocimiento lo trabajas de manera consuetudinaria para tratar de ver las capas del personaje que quieres construir.

Personajes variopintos. ¿Qué buscabas ver más allá de lo vidente en ellos? ¿Por qué este ramillete?

Viste el pase que le metió Messi a Julián (Álvarez). Eso es intuición. Él sabía que había algo. Son gente que la tienes allí, que la miras todos los días y que, cuando los observas con detenimiento, tu mirada cambia porque encuentras algo que te permite contar. La mirada, no estrictamente biológica, es una decisión de filtrar ciertos elementos para seleccionar los detalles. Así aparece un personaje que se subyace a los temas que buscas tratar.  

¿Acá los abordas dentro de los pecados capitales?

Sí. Juego mucho con eso, porque son temas universales, que viven con nosotros. Que lance la primera piedra quien esté libre de pecados.

Diego Fonseca
Foto: Karina Acosta

Mencionaste a Messi para explicar la intuición. Diego Fonseca, como editor, ¿qué futbolista sería?

Estoy lejos de ser Messi, y ahora con mi peso no podría ser ningún jugador (risas). Pretencioso sería con mis 10 kilos de sobrepeso ser un editor futbolista.

Pero un estilo te debe gustar. Por ejemplo, ¿serías un Mascherano que le entra a puro machete a la edición?

Edito de una manera muy elegante, como (Fernando) Redondo. No soy machetero como Mascherano (vuelve a reír). Considero al editor como alguien que ayuda a un autor a encontrar su voz, a darle brillo. El editor es un acompañante durante todo el proceso, no solo se trata de receptar un artículo. No es un trabajo cosmético, sino de sugerencias continuas más allá de un control de texto, porque, aún así como editor, el texto no me pertenece y no debe haber apropiación. El editor es el abogado de divorcios, un psicólogo y un psicópata.

¿Explícame eso?

Abogado, porque toma tu caso y hace lo que se le ocurre; un psicólogo, porque te dice que hagas cosas que él no haría; y un psicópata, porque se mete en tu propia cabeza.

¿El Diego Fonseca escritor qué tal se lleva con el Diego Fonseca editor?

El Diego escritor, generalmente, llega con el texto bastante cerrado. Eso sí, escucha al editor por si tiene argumentos para generar cambios que mejoren el texto. Aunque los dos Diegos están en todo el proceso y trato de escuchar a ambos.

Para no perder el hilo futbolero, adentrémonos en el libro con Silvio Berlusconi y Florentino Pérez. ¿Por qué decidiste al primero no girarlo en lo futbolístico y al otro sí?

Florentino es la gula del fútbol y eso creo que lo identifica mucho más. En Berlusconi prima la vanidad, pero, sobre todo, la lujuria. La construcción de un perfil es la decisión del foco que pones para exponer al personaje. No es la construcción absoluta, sino la selección de ciertos rasgos. Como decía, Florentino es la gula deportiva, y Berlusconi es la lujuria política. Desde estas miradas traté de entenderlos.

Cuando hablas de Berlusconi señalas como sus herederos a Rafael Correa y a Abdalá Bucaram…

Es que ambos son líderes populistas, que además coinciden en la figura de macho cabrío dominante. En el caso de Correa, además, coinciden en ese punto de sensualidad pública, que vende mucho, y eso me permite construir no solo un personaje sino mostrar referencias sociales. Berlusconi, Correa o Bucaram llaman la atención, no son personajes medianos, están cargados de expresión pública. La idea es encontrar esos rasgos que te permiten hablar de ellos, así sean características aburridas. Mira, piensa en Fernando De la Rúa, un tipo aburrido que fue presidente de Argentina gracias a que su eslogan lo mostraba así, como el hombre más aburrido, pero ese rasgo termina permeando. Lo que sí debes tener en claro es que todo rasgo es una capa, que todo es superficie y lo que se mira y expone es poco de lo que realmente se conoce.

Diego Fonseca
Foto: Karina Acosta

La mayoría del libro cuenta con perfiles no tan extensos, salvo uno: el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. ¿Por qué con él escribiste una maratón de largo aliento?

Intuición, y la conciencia que escribir y editar toman tiempo, y es lo que tenía para esta historia. Tras una entrevista con Stiglitz, hubo un desfase de horas de vuelo, donde me di cuenta de que él tenía su propio tiempo. Me comuniqué con su secretaria, le expliqué que ya conversé con él y que quería trabajar un perfil. Ella me comentó que sí tenía tiempo, que había flexibilidad para trabajar el texto, y mucho me ayudó que su mujer es periodista y comprendió lo que intentaba hacer. De hecho, ella fue mi fuente y respondía muchas de mis inquietudes. Quisiera tener seis meses para cada perfil, pero lo cierto es que no los tienes, pues en el mejor de los casos tienes uno.

En ese perfil hay una imagen potente. Recordabas que, en los inviernos de la niñez de Stiglitz, “cuando se congelan los pensamientos, aprendió a preocuparse por quienes la pasan peor”. ¿Qué estación o momento marcaron a Diego Fonseca?

En este momento estamos en invierno y no lo siento. Pienso en lo que mencionas y en el estar en Quito, donde parecería que no hay estaciones, pero mira cómo eso a ti te ha marcado y haces esa pregunta. También podríamos hablar de qué imagen de un texto, en este caso el ojo de Fonseca, te marca. Respondiéndote, coincido en que lo que sucede en la infancia es la patria de uno, lo que te marca. Parte de lo que seremos en el futuro es lo que nos sucede de niños. Stiglitz forjó su imagen dura desde el frío del invierno. Yo crecí en la pampa argentina, en veranos calientes y secos e inviernos que te torturan y, medio en broma y medio en serio, eso es lo que ha marcado mi carácter. A mí una partícula de polvo en el universo me vuelve a mi niñez.

Diego Fonseca
Foto: Karina Acosta

¿Eres un hombre más del pasado o del futuro?

El pasado es irremediable y va a estar con vos. Pero a mí me gustan más los procesos que los resultados. En la creación del presente vives mucho más que de las herencias. Somos los que arrastramos, tenemos una enorme mochila, superas unas cosas y niegas otras. No recuerdo a la autora que decía logré salir con vida de mi propia vida.

A mí vivir me ha costado la vida…

Como la canción del Indio (Solari), que dice algo así como que vivir solo cuesta vivir. Y sí, te entiendo, todos sobrevivimos a nuestra propia vida.

Y en la vida uno suele ser persona, personaje y máscara. ¿En Twitter pareces otro que en vivo o en tus textos?

Hay un personaje, que es parte de mí, que es la exageración de lo que se espera con un argentino y de un editor aparentemente gruñón. Eso sí, dentro o fuera de Twitter, el sentido del humor soy yo. Pero mirá que en Twitter igual hay temas serios donde no aparece el personaje (risas). Las máscaras están en la fusión social y a mí, como me gusta estar solo, no las uso mucho.

Sin tantas máscaras, ¿pero en Twitter es donde más te literaturalizas?

Me divierto mucho en Twitter, porque me permite presentarme con un personaje. Detecto a los que se quieren pelear y me divierto zamarreándolos con alguna altura, digamos, porque es como se debe zamarrear.

Sigamos con otros personajes del libro, con más pecados capitales. No importa la cúspide del deporte o ser un actor oscarizado. La caída es la otra cara de la moneda y esa les sonrió a Tiger Woods y a Nicolas Cage, aunque ambos son la misma moneda…

Interesante lo que planteas, porque sí los escogí como contraposición. Con Tiger encuentras mucho esfuerzo, disciplina y trabajo; con Cage, en cambio, descubres a un tipo con talento desperdiciado. Tiger era imbatible, pero esa imbatibilidad lo llevó a creerse una figura divina, le ganó la soberbia, construyó un universo cercado en el que nadie podía traspasar hasta que crac, un accidente develó su vida privada, sus infidelidades, y se desmoronó y cayó como un héroe clásico. El caso de Cage tiene que ver con la pereza, un tipo con talento que por dinero aceptó películas por debajo de su talento y nunca controló su propia vida. Malgastó su fortuna y cuando le cayeron las investigaciones y los juicios dijo que no sabía nada. Eso es no cuidar y abandonar a tu propia persona. La soberbia y la pereza se encarnan como una mala uña.

¿Qué te maravilló de la Mujer Maravilla?

Ya que hablamos del pasado, nunca escapas de esos lazos, así prefieras el presente. Y los superhéroes y heroínas están en la niñez. Pero con Lynda (Carter) lo que realmente me deslumbró fue su canto, no su personaje. Estaba en Washington y me entero de que iba a presentar su segundo disco en jazz. ¡Canta maravillosamente bien! Ese día hablé con su agente, después con periodistas que la rodeaban, después hablé por teléfono con ella y cada vez más encontré a una persona que tiene muy claro quién fue en el pasado y quién es ahora. Esa mujer es una maravilla porque no vive de su pasado.

Diego Fonseca
Foto: Karina Acosta

Cuando hablas de Zuckerberg dejas en claro que Facebook no es su producto, sino que nosotros somos el producto de Facebook y estamos encarcelados. Pero no solo las redes sociales pueden contener rejas. En tu caso, que vives entre la literatura y el periodismo, y estás metido al cien en ello, ¿no consideras que aquello te ha apresado? ¿Sientes que eres un producto literario?

Uy, vaya pregunta. Quiero pensar a la literatura como la manifestación material del pensar. Yo sería el hombre más feliz si solo me pagaran por ello. Ojo, te digo solo pensar y no escribir. Quiero pensar a mis oficios como ese espacio, donde tengo la posibilidad de reflexionar y profundizar a través de textos, así como escribir monerías en Twitter.

Hablemos de otras cosas que sí nos apresan, como la banca. Con Lloyd Blankfein ratificamos la idea de que un banquero te presta el paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve…

Blankfein es la simbolización de la codicia extrema. El mundo se caía producto de las hipotecas tóxicas de EE.UU., donde la prioridad no es el bien social sino el interés de los accionistas, y hasta en esos momentos buscaba sacar provecho y ejerció presión con otros financistas para hacerlo. Su figura es el gran mérito de la perpetuación del capital de estos días y el de las crisis que logran contenerse por los fundamentalismos del progreso y se muestran como salvadores cuando solo miran sus intereses. Algo como lo que está haciendo Trump con sus NFTs ahora, aunque, bueno, Trump es más la vanidad.

A Trump también le das espacio, al igual que a Obama y a Bill Clinton en el libro…

A los tres los perfilo, aunque sus valores son distintos. Con Obama encuentras la persuasión del intelecto, con Clinton la seducción y la capacidad de construir mundos de fantasía a los que todos entramos con deseo. Pero no hay que olvidar que tanto el intelecto como la fantasía tienen sus patas flacas.

¿Y con T***p? Lo escribes cual insulto…

Es que fuck, como cuando él enseña el dedito, es la mejor manera de llamarlo. Además de la vanidad y la avaricia, solo diré que es la ignorancia.

Hay más personajes perfilados, pero tras la publicación, ¿sientes que faltó incluir a alguno?

Todos los libros son cadáveres. Lo peor que uno puede hacer es abrirlo para ver qué le faltó, porque así el cuerpo esté completo ya huele mal. Hablando contigo, ahora, soy un forense al que le toca hablar bien del cadáver. Hablar del libro siempre va a ser una autopsia del cadáver del que ya tomaste cierta distancia. Eso no quiere decir que los libros no tengan sentido, porque son objetos que traspasan los años: por eso, muchos de ellos siguen vigentes sin importar el tiempo.

¿Qué es lo nuevo que estás trabajando?

No me gusta mucho hablar de eso.

¿Por cábala?

No. Siento que, de alguna manera, si hablo, lo estoy conjurando…

O sea, sí es por cábala…

(Risas). Mira, ¿cómo te lo digo? Una vez conversando con Leila (Guerriero) coincidíamos en que, si lo cuentas, no lo terminas escribiendo. No es que si lo cuento ya no se da, sino que uno termina perdiendo cierto interés tras develarlo.

Vamos con el Fonseca de Twitter. Conmigo sí hablas de Messi. Ya tu Diego tuitero mató al otro Diego (Cazar Baquero) cuando promocionaba la charla de ambos para presentar Voyeur

Fue una broma. Me salió el porteño que no soy, así algunos lo crean (risas). No tengo cercanía con Lionel, pero quisiera perfilarlo y dedicarle mucho, mucho tiempo. Pero, sabes, me gustaría más perfilar a Cristiano, pese a que le tengo mucho rechazo.

Su salida del Mundial fue cinematográfica…

Él solo, abandonando a todos. El llanto de un solitario. Paradójico que, llamándose Cristiano, que viene de Cristo, quien murió por todos, quisiera más bien que el mundo muera por él. Caminaba por su viacrucis. Hasta el momento, parece que está muerto y no creo que resucite en un gran equipo. Le cuesta mucho aceptar la decadencia de su físico, que es humano.

Messi como protagonista y Ronaldo como antagonista. ¿Qué decir de un personaje que es ambas cosas como Maradona?

El gordo es un personaje literario. Ese Diego es poético. Su muerte es la expansión de la tragedia griega. Su físico fue una explosión. Él lo consumió todo y terminó consumiéndose a sí mismo. Terminó muerto por el peso de su historia. ¡Pobre gordo! Una inteligencia terrible, pero que no le alcanzó para lidiar con sus carencias.

Para cerrar, al ritmo de Soda Stereo, ¿qué es lo que tu mirada más voyeur quisiera ver a través de una persiana americana?

La claridad, tan simple como eso.

Diego Fonseca
Foto: Karina Acosta


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