Por Milagros Aguirre A.

No sé desde cuándo pero el binarismo instalado nos está encegueciendo. O es blanco o es negro. Parece que en las discusiones políticas, en la opinión pública, en redes sociales y en la prensa, no hay espacio para los matices, paradójicamente, en un país que está lleno de ellos.

Nadie se escucha y todo el mundo cree tener la razón y la impone por la fuerza. Las discusiones binarias se vuelven cansonas y no van a ninguna parte. Peor con tanta descalificación. Con tristeza puede uno ver, por ejemplo, la cantidad de epítetos lanzados contra Leonidas Iza, a quien le han dicho vago, sinvergüenza y otra sarta de calificativos de tinte racista así como a una concejala de Quito, Luz Elena Coloma, a propósito de su posición frente al tema del alcalde de Quito. La han tratado de pituca y burguesita y ricachona con total desprecio. Mi solidaridad con ellos. Nadie se merece ese maltrato.

Descalificar personas en lugar de confrontar ideas parece la tónica de hoy. Discutirlas y llegar a acuerdos parece imposible si se sigue mirando en blanco y negro en el país intercultural.

Me temo que si no dejamos de mirar desde el lente no correísta/correísta, visión que tanto ha fracturado al país, no vamos a salir nunca del hoyo en el que estamos metidos. Y para ello, hay que empezar a quitarse de encima los prejuicios y sí, confrontar ideas en lugar de insultar personas.

No nos engañemos. Sí han subido los precios de todas las cosas con los continuos incrementos de la gasolina y, sin subsidios, seguirán subiendo (así que habrá que buscar una solución). En lugar de atacar tanto a Leonidas Iza y aunque no comulguen con él, tiene razón en decir que todo sube, como la espuma, a pesar de la pandemia, y que el alza de los combustibles es buen pretexto para ello. Que digan que el narcotráfico, que mueve miles de millones de dólares al año, es el beneficiado de los subsidios de combustible tampoco tiene sentido. Al narco le da lo mismo pagar tres que miles de millones de dólares… no lo subestimen, que no estamos hablando de una microempresa sino de algo más gordo que tiene enfermo al país.

Quienes tanto temen que los indígenas hagan su Octubre estaría bien que hagan un esfuerzo por leer y confrontar el documento entregado por el Parlamento de los Pueblos hace dos años, tanto al Ejecutivo como a la Asamblea, que fue titulado Minga por la Vida. No parece que quienes toman decisiones en el país lo hayan leído ni discutido siquiera aquellos puntos que son sensibles para los indígenas, campesinos, trabajadores, estudiantes, mujeres. La mediación de Naciones Unidas de entonces sirvió para calmar los ánimos, pero no para poner en la mesa propuestas y contrapropuestas y trabajarlas en serio.

El país intercultural de verdad exige esfuerzos. Incluso esfuerzos de traducción con los interlocutores. Oídos grandes a las necesidades y demandas de la población empobrecida. Caminar con zapatos ajenos. Dejar de ver al otro como un enemigo al que hay que liquidar. El maltrato y las ofensas no van a llevar a ningún lado. Hay temas que están sobre la mesa  que merecen atención: no parece excesivo querer discutir sobre el incremento del precio de los combustibles, el refinanciamiento de créditos, la minería a gran escala, la educación y los precios de los productos agrícolas.  

Encontrarse, ya que el Gobierno dice ser «el Gobierno del encuentro», no es sinónimo de estar de acuerdo y en la misma orilla. Al contrario: encontrarse es poner en la mesa los desacuerdos y los disensos, tender puentes y cruzar adonde está el otro. Algo de empatía… ¿será  posible?


Milagros Aguirre Andrade es periodista y editora general en Editorial Abya Yala. Trabajó en diarios Hoy y El Comercio y en la Fundación Labaka, en la Amazonía ecuatoriana, durante 12 años. Ha publicado varios libros con investigaciones y crónicas periodísticas.

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