Por Desirée Yépez/ @Desireeyepez

Hablar mucho y no decir nada es lo que se conoce como ‘cantinflada’. Y, generalmente, cuando el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, interviene en público, pienso en ese término. Dice cosas que en realidad no quiso decir o que, en su defensa, se malinterpretaron. Por ejemplo, el 26 de octubre afirmó en televisión que “el personal de salud que se contagió de Covid y que falleció no es porque se contagiaron en los hospitales, se contagiaron en el ámbito social y ellos fueron los que llevaron la enfermedad a los hospitales, obviamente sin mala intención; pero con un desconocimiento total de cuáles eran las normas que servían para protegerse (sic)”.

Sí, ya se excusó e indicó que sus declaraciones fueron descontextualizadas. Pero esta es una oportunidad imperdible para recordarle al funcionario que la irresponsabilidad en la expansión del virus, que la ignorancia a la cual se ha referido recayó y recae sobre los hombros de las autoridades. ¿O ya se olvidó de aquel lunes 17 de febrero, cuando su antecesora, Catalina Andramuño, dijo desde el Palacio de Carondelet que “estamos preparados con los protocolos de seguridad, vigilancia epidemiológica en las zonas de frontera y la socialización de las medidas de prevención necesarias para el coronavirus”? Y era falso, de falsedad absoluta.

Mintieron. Diez días después, el 27 de febrero, se confirmó la presencia de la enfermedad en Ecuador. Realizar ese diagnóstico implicó el contagio de dos médicos en un hospital en Guayaquil. Así lo expuso el epidemiólogo Esteban Ortiz, en un reportaje publicado por The New York Times (NYT).

El 1° de marzo, en el Comité de Operaciones de Emergencia (COE), en Samborondón, el entonces gobernador del Guayas, Pedro Pablo Duart, dijo que el SARS-CoV-2 era una “gripe severa” y que nadie moriría por eso. De nuevo, Andramuño aseguró que el sistema estaba preparado para enfrentar la emergencia. ¿Recordamos lo que pasó después?

“Se pedía en los hospitales públicos no usar mascarilla para no alarmar a la gente, cuando se sabía que había pacientes que llegaban con síntomas y tenían tomografías concluyentes. Las autoridades se negaban a ese uso. Cuando las cosas estuvieron complicadas, se dieron cuenta de que dejar contagiar a los médicos era casi un suicidio”, nos contó un posgradista que trabaja en la unidad de cuidados intensivos (UCI) de un hospital en Guayaquil. Guayaquil… (es imposible no estremecerse con el recuerdo de la crisis). Su testimonio lo utilizamos para un reportaje en formato podcast sobre los desafíos de estar en primera línea.   

El 21 de marzo, la entonces ministra de Salud renunció a su cargo. Se fue y antes de irse denunció que enfrentar una emergencia sanitaria sin recursos es complicado. “No se ha recibido ninguna asignación presupuestaria por parte de la autoridad competente (Ministerio de Finanzas)”. Mintieron.

Los reclamos del personal médico ante la carencia de insumos eran públicos. No había o no eran suficientes. Pero el 24 de marzo, el viceministro Ernesto Carrasco dijo que “era exagerado andar como astronautas”. Explicó que había confusión entre los profesionales sobre los equipos de protección. “Lamentablemente en las emergencias los médicos quieren el traje blanco, quieren andar disfrazados de astronautas todo el día y ese no es el protocolo pertinente. Se les da el equipo que sí hay. En un mundo perfecto, este equipo deberían cambiarlo un par de veces al día, pero el stock en un principio estaba escaso”.

El reportaje del NYT publicó el testimonio de un doctor del hospital Teodoro Maldonado Carbo, en Guayaquil. “Varios de sus colegas, médicos en el mismo hospital, se enfermaron y esperaron en sillas de ruedas a que los pacientes murieran para tener la oportunidad de usar un ventilador”, describe el texto.

Una investigación publicada por el mismo medio este 27 de octubre reveló que en Ecuador, funcionarios sanitarios que estaban mal informados y los médicos locales agravaron la crisis con un error básico: el Ministerio de Salud Pública (MSP) recomendó las pruebas baratas de anticuerpos contra el coronavirus, en vez de los exámenes genéticos que son más costosos y difíciles de procesar. Las pruebas de anticuerpos arrojaron falsos negativos cuando los pacientes eran más contagiosos, lo que les llevó a propagar el virus sin saberlo. “Fue ignorancia, absolutamente”, dijo Juan Carlos Zevallos.

Hablemos de ignorancia con las familias de los 8 056 profesionales de la salud que hasta este 28 de octubre, con base en datos del MSP, se han contagiado. También hagámoslo con las familias de los 192 médicos que han fallecido hasta el momento, según la Federación Médica del Ecuador. No, seamos claros, mejor hablemos de indolencia.


Desirée Yépez es periodista. Ha publicado en medios de Ecuador y de América Latina. Becaria del International Center for Journalists, de Agencia Pública (Brasil) y de la WAN-IFRA.