Por Jesús Chávez*

A treinta años de la resolución de las Naciones Unidas que establece el 9 de agosto de cada año como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, la deuda con los pueblos autóctonos del mundo está lejos de quedar saldada. Ha habido progreso, pero queda un largo camino por recorrer para garantizar el reconocimiento de sus culturas, su forma de vida y el derecho sobre sus territorios y recursos naturales.

A pesar de la histórica y continua violación a sus derechos humanos, las comunidades indígenas del mundo desempeñan una labor vital para la estabilidad ecosistémica del planeta. Como documenta un estudio del Banco Mundial, esta población representa alrededor del 6% de la población mundial, pero protege el 80% de la biodiversidad del planeta. Una labor vital para salvaguardar nuestro presente y nuestro futuro y por la cual no se les reconoce, y mucho menos se les respeta. Esto tiene que cambiar.

Según el Banco Mundial existen alrededor de 476 millones de indígenas viviendo a lo largo de 90 países. Como se mencionó representan alrededor del 6% de la población mundial y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables, representando el 19% de los más pobres. De hecho, los indígenas tienen casi tres veces más probabilidades de vivir en condiciones de extrema pobreza que personas no indígenas.

En Ecuador hemos sido testigos de primera mano de esta lucha por justicia y equidad que continúa, pero ahora ya en alianza y mejor organizados. Uno de estos ejemplos es la Iniciativa liderada por indígenas llamada Cuencas Sagradas Amazónicas, que desde una perspectiva propositiva orientada a las soluciones busca construir puentes para transitar esta región de 35 millones de hectáreas de una economía a base del extractivismo a un modelo sustentable que privilegie la protección de la naturaleza.

Las milenarias culturas que habitan las Cuencas Sagradas se han visto históricamente amenazadas por guerras y contaminación, consecuencias dañinas de la actividad extractiva. Han resistido ataques arteros provenientes de un variado grupo de actores perniciosos, desde grupos criminales hasta de políticos sin visión, pasando por poderosos intereses económicos de empresas petroleras internacionales. Pero han prevalecido. Han seguido adelante motivadas por la conservación de su Pachamama, la madre tierra, encontrando tracción en un potente mecanismo para posicionar su agenda de reivindicaciones en las discusiones políticas nacionales e internacionales: la movilización social pacífica.

Han enfrentado persecuciones, criminalización de sus líderes, limitaciones económicas y presiones políticas hasta erigirse en referentes para sus bases y para la opinión pública nacional en cada uno de sus países, e incluso a nivel internacional. Logros admirables que muchas veces no se dimensionan correctamente, pero cuyas repercusiones han sentado las bases de un movimiento efectivo que busca la protección de la naturaleza y el combate al cambio climático, con sus incalculables beneficios para todos los que habitamos este pequeño planeta azul.

A pesar de los fructíferos esfuerzos de cientos de miles de indígenas en un ambiente adverso, la Amazonía sigue amenazada y se ha convertido en un botín para la extracción de sus recursos. Esto a pesar de que la pérdida de la selva amazónica afecta la capacidad de producir alimentos y provoca la destrucción de medios de vida de más de 600 mil indígenas que habitan la Amazonía ecuatoriana y el noreste de Perú, sin mencionar las afectaciones de las comunidades indígenas en los otros siete países amazónicos.

Si queremos seguir viviendo en un planeta habitable, tenemos que exigir la consolidación de los territorios indígenas. Esto obligatoriamente pasa por el respeto a los derechos territoriales y por la valoración integral del territorio. De esta manera se abarcan tanto los aspectos legales y jurídicos del reconocimiento de sus tierras y territorios, como los aspectos sociales, culturales y económicos de dichos territorios.

En los centros urbanos es fácil olvidar la situación tan delicada en la que nos encontramos frente al calentamiento global y el cambio climático. Muchas veces pensamos que contaminar es gratis y que nuestras acciones individuales no tienen ningún impacto. Nada más alejado de la realidad. Lo que cada uno de nosotros hacemos importa, y mucho. Esta verdad universal es indeleble en la cosmovisión de las comunidades indígenas que se ven a sí mismas como parte de la naturaleza.

Tenemos mucho que aprender de estos pueblos implacables en la protección de su Pachamama. Y tengamos presente que no hay vida posible en la Amazonía sin el respeto a los territorios indígenas que son sus guardianes ancestrales. Y si no hay vida en la Amazonía, la cual ayuda a regular el clima global, entonces no podrá haber vida en ningún otro lugar. Nos convendría recordar el dicho del político australiano Bob Brown: “el futuro será verde o no existirá”.

pueblos indígenas
Imagen de portada: Mujeres indígenas saraguro hacen una ceremonia de bendición al terminar la marcha Vivas nos queremos de 2016. Foto: Edu León.

*Jesús Chávez, columnista invitado, es coordinar de Comunicación Internacional de la Iniciativa Cuencas Sagradas Amazónicas



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