Por Jefferson Díaz / @Jefferson_Diaz

En su excelente libro Los migrantes que no importan, el periodista salvadoreño Óscar Martínez escribe: “Digámosla: somos sociedades de mierda. Reformulemos: somos sociedades crueles. Sigamos: somos sociedades capaces de hacer que decenas de miles de personas envidien el cuidado que reciben nuestras mascotas.”

Una frase que podemos extrapolar a la realidad de Ecuador con respecto a la ineficacia de sus políticas públicas hacia la migración.

Tras cumplir un año de mandato, el presidente Guillermo Lasso presentó su informe a la nación ante la Asamblea Nacional. Un informe que, entre tantas cosas que se pasaron por alto, dejó de lado la realidad de los migrantes que viven en este país.

Algo parecido a la esperanza, pero con mucho escepticismo, sintieron los migrantes cuando Lasso ganó las elecciones en abril de 2021, cuando en su primera rueda de prensa como presidente electo, aseguró que llevaría a cabo un proceso de regularización para todos los migrantes en el país. No solo para los venezolanos.

Pero mucha agua corrió por el río y el tema de trazar un camino claro y concreto para que los migrantes accedan a una visa en este país quedó en el olvido.

Migrantes que ahora se encuentran envueltos por la ansiedad de no tener acceso a una regularización y están perdiendo empleos, oportunidades de estudio y de arrendar departamentos, entre otras dificultades.

Y si bien la Cancillería ofrece un abanico de visas disponibles para los migrantes en Ecuador, son visas que tienen un costo económico y una serie de requisitos que la mayoría de estas personas no cumple.

Por ejemplo: ¿cómo exigirle a un migrante venezolano que pague una visa de 250 dólares cuando, según datos de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), la mayoría de los venezolanos en Ecuador gana menos de un salario mínimo?

¿Cómo pedirle a un migrante venezolano que para acceder a una visa tenga un pasaporte vigente cuando sabemos la pesadilla que implica sacar un pasaporte en los consulados de Venezuela?

Lamentablemente la respuesta tácita de la mayoría de los integrantes del gobierno ecuatoriano y de esta sociedad es: no nos importa. Y en las acciones lo demuestran.

Olvidan los datos que el Banco Mundial ha explicado una buena cantidad de veces donde demuestran que si los migrantes venezolanos estuvieran integrados efectivamente a la economía de este país, harían crecer hasta en un 2 % el Producto Interno Bruto (PIB).

Una cifra nada envidiable para un país que siempre lucha por no estar en la cuerda floja de la economía.

Los migrantes no importan

También prefieren no ver los procesos exitosos, como los de Canadá, donde la integración cultural y social de los migrantes ha generado beneficios a mediano plazo para la evolución social de ese país.

Si algún día queremos ser un país desarrollado, necesitamos a los migrantes. Les guste o no.

Me da mucha tristeza aceptar que el gobierno que tenemos sea una representación de lo que los ecuatorianos piensan sobre los migrantes: una dejadez marcada cuando se trata de ayudar a otros seres humanos y una discriminación basada en generalizaciones, que no tiene fundamento.

Lasso prometió que su gobierno sería “del encuentro”, pero tal parece que se olvidó de las minorías, entre esas los migrantes, que no se alinean a sus intereses.

Al final, lo que dice el libro de Martínez mantiene su validez: los migrantes no importan.

Y cuando volteamos a buscar apoyo a organizaciones internacionales como Acnur o la OIM, encontramos una realidad parecida donde el asistencialismo y la burocracia carcomen la confianza que puedan tener los migrantes hacia estas agencias del sistema de Naciones Unidas.

Cuando pides ayuda te dan un kit de higiene personal, un kit de alimentos, y te inscriben en una linda lista llena de números para dejar registro de que “ayudamos a los migrantes”. También te inscriben en infinidad de talleres de capacitación personal o de emprendimiento como una solución mágica para que “salgan adelante”.  

Nada efectivo. Nada tangible para los migrantes que necesitan certezas, no soluciones vacías que se generan desde la filosofía de “salir del paso con esta gente”.

Sí importamos. Somos valiosos. Tenemos derechos. ¡Que no se les olvide!


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Jefferson Díaz es periodista venezolano-ecuatoriano radicado en Quito. Trabajó para el diario Últimas Noticias y para los medios digitales VivoPlay.net y elestimulo.com, en Venezuela; y para los diarios La Hora y El Comercio, en Ecuador. 


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