Por Milagros Aguirre A.

Parece que este país de la línea imaginaria vive en la crisis perpetua, algo así como una historia sin fin, interminable y agotadora, que impide construir el futuro. Crisis económica. Crisis política. Crisis de gobernabilidad. Crisis de siempre.

Nadie arriesga, porque estamos en crisis. Nadie decide, porque estamos en crisis. Nadie invierte, porque estamos en crisis. Nadie planifica porque los planes se pueden truncar pues el futuro es un gran signo de interrogación: depende de quien gane y de cuánto tiempo dure. Nadie da un paso, porque ya viene cambio de gobierno y estamos en crisis y hay que ver qué medidas toma el nuevo gobierno. O porque hay elecciones de medio período y habrá nuevo alcalde. O el nuevo ministro cuando hay cambio de gabinete. Los cambios, de gobierno, de alcalde o de ministro (o director o cualquier otro funcionario que tenga poder de decisión en cualquier institución pública), incluyen borrar todo lo que hizo el anterior, haya sido bueno, malo, mejor o peor. Giro de timón. Página en blanco, hasta un nuevo cambio de gobierno, de alcalde, de gabinete, de funcionario, de director. O de Constitución. Veinte constituciones en la vida republicana del país y tres nuevas constituciones desde el llamado “retorno a la democracia” de 1979, promocionadas como la panacea, el gran cambio que necesitaba el país, lo que hacía falta para “salir adelante”.

La idea de refundar el país de tanto en tanto, de cambiar las reglas del juego producto de la crisis o de la ingobernabilidad o de la búsqueda de legitimidad; de romper candados constitucionales, de hacer borrón y cuenta nueva, ha marcado la vida política e institucional del país. Los candidatos de hoy ofrecen e insisten en lo mismo: consultas populares, nuevas convocatorias a otras asambleas constituyentes (y la última se supone que iba a durar 300 años), refundar otra vez el país, gastar otra vez en procesos electorales y campañas proselitistas, e ir de elección en elección pidiendo el voto popular, más que para corregir lo que no funciona y remediarlo, para satisfacer el ego de quien hace la convocatoria y quiere exhibir su triunfo en las urnas. Y mientras seguimos refundación tras refundación, como en una noria sin fin, nadie da un paso, “hasta ver qué pasa”.

Sí. “Hasta ver qué pasa”. Y, ¿qué pasa? Nada. No pasa nada. Nadie se mueve hasta la siguiente elección intermedia, hasta el siguiente cambio de gabinete, hasta la siguiente jugada. El país no cambia. Se sigue votando por el mal menor o por cualquiera de todos los males. No se construyen consensos. No se escuchan ni se procesan los disensos. No se traza un camino a seguir ni se hacen políticas a largo plazo, todas dependen de la conveniencia del momento, país a la carta de los gobernantes.

No pasa nada. O sí pasa y lo que pasa lo viven a diario los ciudadanos: la educación es cada vez de peor calidad, la brecha entre ricos y pobres cada vez es más grande, el sistema sanitario no funciona y el sistema de justicia es cada vez más injusto. Apenas tres de cada diez personas tiene un empleo adecuado. El salario básico no alcanza para comprar la canasta básica. Y así vamos, años de años,  trepados en la misma noria que gira y gira en círculos, sin llegar a ninguna parte. La crisis perpetua. La inmovilidad perpetua. El hastío.


Milagros Aguirre Andrade es periodista y editora general en Editorial Abya Yala. Trabajó en diarios Hoy y El Comercio y en la Fundación Labaka, en la Amazonía ecuatoriana, durante 12 años. Ha publicado varios libros con investigaciones y crónicas periodísticas.

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