Por Diana Romero / @Sillmarwen

Carcelero, dame ya… mi libertad

Carcelero, dame ya… mi libertad.

Un lugar, música de fondo, tomas tipo selfie de alguien que hace alguna gracia frente a la cámara: baila, imita una voz, canta como si estuviera en un karaoke. Es el clásico video de TikTok. Uno de tantos que se han visto y reproducido en esta popular aplicación. 

Pero este video en particular tiene un giro: el sitio donde se graba es uno de los treinta y siete centros de rehabilitación social para personas adultas que funcionan en Ecuador, y quien hace una especie de voiceover de la salsa de The Latin Brothers Carcelero es Yonathan*, una de las 38.618 personas privadas de la libertad en Ecuador, según las cifras del Servicio Nacional de Atención a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores. 

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Tengo un hijo que ahora vive sin papá,

sus amigos le preguntan dónde está;

yo quisiera darle la felicidad.

Carcelero, por favor, ábreme ya. 

Yonathan tiene 25 años y la idea de que Israel, su hijo de 3, crezca sin verlo, le persigue. Yonathan entró a la cárcel cuando el niño tenía 3 meses de nacido. 

Pero por ahora canta mirando hacia la cámara de un celular, detrás de los barrotes de su celda. Luego voltea el enfoque para mostrar, sobre las paredes grafiteadas y las barricadas metálicas que rodean la prisión, algo del cielo azul de alguna zona selvática. Entonces vuelve a enfocar su rostro, hace una señal con sus dedos y sonríe como despedida. El video -uno de casi 140 posteados en total en su cuenta de Tik Tok- dura menos de un minuto, tiene 2 500 Me gusta, 75 comentarios y ha sido compartido más de 60 veces hasta el cierre de esta publicación. 

Yonathan está detenido desde hace poco menos de tres años y tiene que cumplir una condena de casi treinta. Es decir, pasará preso más tiempo que el que hasta ahora lleva sobre este mundo. Pero esos no son sus únicos números: tiene casi 90 000 seguidores en TikTok, acumula 800 000 Me gusta y su cuenta es relativamente nueva, pues la abrió a inicios de diciembre del 2020. Su última publicación fue en enero del 2021. 

Con la jornada de sangre, violencia y saña del pasado 23 de febrero en las cárceles de Guayaquil, Cuenca y Latacunga, en la que murieron 80 reos, los mensajes en el último video de TikTok de Yonathan cobraron intensidad: 1 700 en total. “Naño, ¿estás bien?”. “Bendiciones, espero que no te haya pasado nada”, “¿Sigues vivo? Estoy preocupada”,  “¿Te pasó algo en el motín?”. 

Pero en la cárcel donde está Yonathan no hubo amotinamientos ni enfrentamientos. Tampoco hubo requisas, decomisos ni controles distintos a los de rutina. Allí, aunque con un ambiente tenso y visitas restringidas, las cosas marchan más o menos como siempre. Menos para él. Mediante videollamada de Whatsapp desde el celular que le prestó uno de sus compañeros de celda, Yonathan me cuenta que sospecha que su fama en redes sociales hizo que llegara una orden directamente de las autoridades carcelarias para quitarle su teléfono celular y sancionarlo. 

-Me compré otro [celular] pero no tengo plata para hacerlo pasar.

-¿Qué tienes que hacer para hacerlo pasar?

-Jajaja, eso no lo puedo decir.

-¿Por qué?

-Porque esas son cosas que se guardan acá adentro, son secretos.

Entonces, Yonathan duda, se ríe con un dejo de timidez y luego, un poco desconfiado todavía, suelta: 

-Tengo que tener dinero. Me cobran 60 dólares para eso y ahora no tengo. 

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Aunque suena a noticia vieja, no ha dejado de ocurrir. Los medios lo registraron cuando ocurrió la masacre del 23F y lo han contado siempre que algo anda mal dentro de alguna cárcel ecuatoriana. Los celulares son bienes muy preciados dentro de los 48 centros de rehabilitación del país y los reclusos tienen que ocupar menos esfuerzos en diseñar estrategias para burlar los escasos controles que en conseguir dinero para pagarlos. Así como esos aparatos permiten la comunicación de los detenidos con el mundo exterior y les proporcionan una ilusión de libertad, también son los canales que garantizan que las redes delincuenciales no dejen de operar. Las prohibiciones y el bloqueo de la señal celular dentro de los perímetros penitenciarios parece más bien una historia de ficción que alimenta los discursos de las autoridades cuando ofrecen ruedas de prensa. Ahí adentro, la realidad es muy distinta. 

El sábado 27 de febrero, la Policía Nacional informó en su cuenta de Twitter que luego de las matanzas en las cárceles de Cotopaxi, Azuay y Guayas, se decomisaron decenas de armas cortopunzantes, armas blancas, cartuchos, tijeras, una bomba molotov, dinero en efectivo, fragmentos metálicos de diversas formas, piedras, licor artesanal. Y, por supuesto, teléfonos celulares: un número no determinado en Guayaquil y apenas cinco en Turi. Esas fueron las cifras oficiales. Puertas adentro de las cárceles, las palabras de las autoridades no hacen mucho sentido.

Yonathan respondió a la videollamada sin camisa. Estaba un poco nervioso pero ahora luce relajado, como hablando con un amigo. Está acostado sobre una cobija tigre desteñida y hace lo mismo que hace en sus videos de Tik Tok: voltea el enfoque de la cámara para mostrarme el lugar. Entiendo que eso que me muestra es la cárcel pero más bien parece una bodega. Hay ropa, toallas y sábanas tendidas que hacen de separadores de ambientes. Las paredes están pintadas de un verde hospitalario que no parece armonizar con nada. Hay zapatos apilados en pequeños montículos sobre el borde de los muros. Para hablar conmigo, Yonathan tomó prestada la cama de un amigo porque perdió su colchón y lleva varias semanas durmiendo en el piso.

-¿Cómo es que ustedes tienen acceso a internet y a celulares dentro de la cárcel?

-Lastimosamente -Yonathan tropieza, duda, guarda silencio como si estuviera elaborando cada palabra-… yo le voy a decir la verdad… yo… acá adentro de la cárcel yo no puedo tocar esos temas… 

-¿Te metes en problemas?

-Claro, es muy delicado. Es mejor no hablar de la cárcel. Hablemos de lo mío, pero de la cárcel no. 

Entonces hablamos de lo suyo, porque además de tener una cuenta en TikTok, Yonathan improvisa rimas, rapea y tiene cuentas en otras redes sociales en las que también se ha vuelto conocido, aunque no tanto. Cuenta que su Facebook está colapsado, que tiene 2 500 solicitudes de amistad que no ha podido aceptar todavía, “por falta de móvil”. 

-Quiero mucho volver a tener un teléfono -dice, con un tono que es una mezcla de ruego, de anhelo y de premura-, un teléfono aquí adentro es la vida de uno. Ahorita sin teléfono me siento mal, como loco, ¿sí me entiende? No entiendo por qué no nos dejan tener”, se queja. 

Yonathan dice que a menudo se siente solo. Y ahora un poco más, porque no puede tener largas sesiones de videochat con su mamá o ver a Israel por teleconferencia. Abrió su cuenta de Tik Tok a finales del año pasado, cuando terminó su relación de varios años con la madre del pequeño. Dice que ella lo dejó, que no hay hombre o mujer que resista ser la pareja de un preso, que la gente se cansa. Pero cuenta que las redes sociales le han consolado. 

En sus videos, donde aparece bailando o cantando algún vallenato, los comentarios halagadores de mujeres son la mayoría. “Cuando ella me dejó pensé que ninguna mujer se iba a fijar en mí, pero ahora muchas me escriben, me quieren conocer… Y yo aquí, sin ser nadie. Yo solo soy un preso, ya sabe”. 

Pero no son solo mujeres quienes le escriben. Ha logrado caer bien a muchos y por eso tiene la cantidad de seguidores en redes que tiene. “Me gusta ser humilde, siempre responderles a todos. A veces me dicen ¡no puedo creer que me hayas respondido!, y yo me siento bien por eso, porque esas cosas me hacen sentir importante”. 

En uno de sus posteos, Yonathan dice que todos somos malos en una historia mal contada. Se deshace en explicaciones sobre el motivo que le hizo terminar en la cárcel: que fue una trampa, que se trató de una venganza, que eran personas que querían obtener dinero y como no lo consiguieron, lo denunciaron y lo cazaron hasta meterlo preso. 

El delito por el que la justicia ecuatoriana lo acusa y por el que está cumpliendo condena es muy grave. Es un delito que, si lo contáramos, causaría repudio, rechazo, cero seguidores, cero compasión, cero empatía o alguna de las emociones que él ha logrado generar haciendo sus videos. 

Además, dice, en las redes sociales ha encontrado gente dispuesta a ayudarle con dinero o con algún tipo de asesoría legal para su caso. 

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-Oye, Yonathan, ¿cómo conseguiste el dinero para el celular?

-A veces mi mamá me da así cinco dólares, pero a veces no tiene… A mí no me gusta molestar a la familia. Prefiero yo mismo buscármelas… 

-Pero, ¿cómo te las buscas estando encerrado?

-Pidiendo. 

-¿Dentro de la cárcel?

-No, por medio del teléfono. He conocido gente de buen corazón que me dicen que les pida y yo les pido y ellos me ayudan…

Hasta finales del 2020, TikTok se descargó más de 2 mil millones de veces en el mundo, para dispositivos iOS y Android. Este número estuvo determinado por el aislamiento y la pandemia del COVID-19, un momento en el que la aplicación alcanzó popularidad y se descargó mucho más que otras redes sociales. 

De acuerdo con la estadística de situación penitenciaria del 2020 y según los registros administrativos de los Centros de Privación de Libertad, existen 2.505 mujeres y 36.102 hombres presos en Ecuador. Uno de ellos es Yonathan. 

Según recoge la agencia de noticias EFE, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pidió a Ecuador la implementación de políticas reales y claras para atender a los presos en cárceles del país y que se eviten nuevos amotinamientos y hechos de sangre como los registrados el 23 y el 24 de febrero, que constituyen la peor tragedia en la historia del sistema penitenciario ecuatoriano. 

Edgar Stuardo Ralón, comisionado de la CIDH, observó fallas en el diseño, la aplicación y la evaluación de las estrategias orientadas al sector carcelario, mientras que el presidente Lenín Moreno sostuvo que la situación en las cárceles está relacionada con el crimen organizado y el narcotráfico. 

Tu qué sabes lo que siente aquel que está

encerrado tras las rejas del penal…


*Todos los datos personales del entrevistado han sido cambiados por decisión editorial.


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