Por Gabriela Montalvo / @mgmontalvo

Marcha del 7 de agosto del 2019 por los derechos culturales, que recorrió las calles quiteñas bajo el lema #LaCulturaEnEmergencia. Foto: Pocho Álvarez.

En este texto presentamos un análisis sobre los enfoques, las perspectivas y las propuestas sobre cultura para el próximo período de gobierno. ¿Tendrán idea los candidatos que hablan de industrias creativas y economía naranja de que la creatividad se genera mayoritariamente en espacios domésticos? ¿Sabrán que el prestigio, el reconocimiento y la fama de los artistas se construye sobre el desgaste continuo de sus cuerpos y se sostiene en el pluriempleo? ¿Sabrán que incluso las iniciativas comerciales que cuentan con capital de inversión se asientan en prácticas financieras y de trabajo que escapan de las lógicas del mercado tradicional? ¿Habrán revisado los dolorosos resultados de alguna de las varias encuestas sobre condiciones de trabajo y de vida que diversos coletivos de artistas y gestores culturales levantaron durante los meses más duros de la pandemia? ¿Tendrán idea de la magnitud del capital, simbólico y económico, que se ha perdido debido a las restricciones impuestas por la pandemia? Los planes de gobierno muestran una visión utilitaria que considera a la cultura un tema marginal, subisidario de otros considerados importantes.

En su estudio The Economic lives of the Poor, publicado en 2006, los economistas Esther Duflo y Abhirit Banerjee, ganadores del Premio Nobel de Economía en 2019 junto a su colega Michael Kremer, analizan cómo se ganan la vida quienes están en condiciones de pobreza y extrema pobreza.

Con datos de miles de encuestas, decenas de entrevistas personales y observación directa, Duflo y Banerjee observan de qué manera obtienen sus ingresos y cómo los gastan quienes viven con menos de 2 dólares y menos de 1 dólar al día.

Duflo y Banerjee encontraron que muchos hogares extremadamente pobres (ingresos menores a 1 dólar por día), destinan un porcentaje significativo de sus exiguos ingresos a rubros como festivales y rituales o a la adquisición de un radio o televisor. Para estos economistas, el hecho de constatar este tipo de gastos en un presupuesto tan mínimo significa un espacio de ejercicio de la autonomía. Ejercer la capacidad de elección. Aún en condiciones precarias, las personas eligen destinar una parte de su ingreso a algo distinto a la comida, o a la vivienda, para asignarlo a bienes o actividades culturales.

Estos datos muestran que la participación, la pertenencia, el descanso, la información, la diversión y sí, también el entretenimiento, son necesidades humanas fundamentales, tan básicas como la misma alimentación. Sin embargo, los gobiernos, y también una buena parte de la población, se resisten a reconocer este hecho, basándose en una idea piramidal y jerárquica de las necesidades, según la cual se debería seguir un orden para satisfacerlas. Así, todo lo relacionado con la cultura, con las artes, con la fiesta, con el rito, con la expresión estaría reservado para el final, convirtiendo a los objetos y a las actividades culturales en un lujo, un exceso, todo lo contrario de una necesidad.

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Marcha Nacional de los Trabajadores de las Artes «Zapateada Nacional por las Artes y la Cultura 2019», organizada por la Corporación Cultural Red de Espacios Escénicos Independientes.

Bajo esta lógica resulta obvio que no solo las personas en condiciones de pobreza, sino también los países no desarrollados, no podrían, no deberían darse el lujo de pensar en la cultura. De ahí que este aspecto sea uno de los vacíos, o una ausencia total en algunos casos, en los planes de gobierno de los candidatos presidenciales en Ecuador y en buena parte del planeta.

Aunque no todos los candidatos tienen una propuesta sobre temas culturales, algunos hacen referencia al carácter intercultural y plurinacional del Estado ecuatoriano, siguiendo a la Constitución.

En el plan de Arauz se hace una crítica al multiculturalismo y se enfatiza la diferencia de este con la interculturalidad. Concibe a ambos como proyectos políticos bajo los cuales los Estados abordan de distinta forma los “problemas estructurales de injusticia étnica (racismo)” así como las “relaciones de poder que excluyen a los pueblos y nacionalidades”.

Después de un largo capítulo más teórico que diagnóstico, el plan de la Lista 1 propone implementar el Sistema Nacional de Cultura y confunde al Sistema Integral de Información Cultural con el Subistema de artes e innovación, ambos definidos en la Ley Orgánica de Cultura, una de las últimas aprobadas durante el gobierno de Rafael Correa.

Hervas, por su parte, Inicia su plan señalando que “El Ecuador es megadiverso, pluricultural, plurinacional y multiétnico”. Para este candidato y su propuesta, la plurinacionalidad y la multiculturalidad del país son vistas “como una de las mayores ventajas con las que contamos”, y deja en claro que deberían considerarse un factor de desarrollo.

Larrea habla de diálogo intercultural, Lasso dice que existen “diferentes realidades étnicas y culturales” y Yaku Pérez, aunque no menciona específicamente a la cultura, habla de una sociedad pluralista e intercultural.

Sin embargo, para todos sin excepción, la cultura, lo cultural, se presenta como un camino al desarrollo. Y no cualquier tipo de desarrollo, sino uno vinculado específicamente con el crecimiento económico. Incluso en el plan de Pérez, con poquísimas alusiones a la cultura, se habla de promocionar el “turismo cultural” y de “emprendimientos innovadores con énfasis ecológico y cultural”.

Isidro Romero va más allá de los emprendimientos: este candidato espera que los programas culturales, junto a los deportivos, “sean fuentes de generación de empleo y de riqueza cultural y espiritual”. Hervas menciona a la innovación y a la sostenibilidad como base de la reactivación económica y habla explícitamente de un “traslado a la economía sostenible y naranja”, y de “transformación a ciudades inteligentes y sustentables”.

Para Lasso, la creatividad sería la fuente del desarrollo material y cultural y habla claramente del arte y la cultura como industrias creativas. Para este candidato, que incluye cifras del aporte de la producción cultural al PIB, el mayor problema estaría en la desventaja competitiva que afronte el potencial económico de la creatividad y propone un plan de incentivos tributarios y un desahogo arancelario para el desarrollo de las industrias creativas como “fuente generadora de empleo de calidad para los ecuatorianos”.

Con respecto a la intención de CREO de impulsar la economía naranja con estos mecanismos, hay que recordar que la Ley de Cultura, en su Art. 118, ya establece una serie de incentivos tributarios, varios de los cuales se encuentran vigentes. Con respecto al empleo de calidad la discusión es mucho más larga y profunda.

El candidato Juan Fernando Velasco -quien dejó el cargo de ministro de Cultura para postularse a la Presidencia- no incluye a la cultura en su plan de gobierno. Dice que no hace falta.

Es notorio el vínculo que, casi por default, establecen los candidatos entre cultura y emprendimiento e innovación, como si fueran un trío natural, sin considerar que la producción de arte, la organización y realización de fiestas y festivales, la elaboración de artesanías, e incluso una gran parte de la producción de bienes y servicios de sectores como el editorial, musical y audiovisual, se realizan en condiciones en las que la informalidad y la precariedad son características persistentes.

En las pocas referencias al patrimonio, se lo relaciona casi inmediatamente con el turismo, al cual se lo ve como panacea económica, sin ninguna consideración sobre los impactos ambientales y culturales que esta actividad tiene. Para matizar la intención de explotación del turismo, en varios planes se lo adjetiva como ecológico, e incluso como ecológico y cultural.

De la memoria social solo habla Arauz, pero exclusivamente para decir que reactivará las bibliotecas y los archivos. Hay que recordar que cuando este candidato estuvo encargado del Ministerio de Cultura, durante un mes en 2017, pretendió supeditar el Archivo Nacional, principal repositorio y custodio de la memoria social, al Centro Cívico Ciudad Alfaro, en Montecristi. Lo más grave de esto ni siquiera estaba en la intención inicial de trasladar los bienes documentales del archivo a Montecristi sin la más mínima consideración técnica, sino en la intención de reducir la jerarquía de una institución de la importancia del Archivo Nacional (ya bastante olvidada por las autoridades) a una dirección técnica, unidad de cuarto nivel administrativo, del Centro Cívico Ciudad Alfaro, entidad definida con fines turísticos.

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Marcha Nacional de los Trabajadores de las Artes «Zapateada Nacional por las Artes y la Cultura 2019», organizada por la Corporación Cultural Red de Espacios Escénicos Independientes.

Si bien el plan de gobierno de Lasso  habla de “libertad”, en una clara alusión a una disminución de la intervención estatal en temas culturales, ninguno de los planes menciona cuál sería la participación del Estado en los temas culturales, tampoco dicen cuáles serían las prioridades presupuestarias, ni se encuentran referencias respecto de la institucionalidad cultural, salvo en el caso de Larrea, que dice que la Casa de la Cultura debe convertirse en la Casa de las Culturas, y de Arauz, cuando ofrece dejar sin efecto la fusión entre el Instituto de Cine y Creación Audiovisual – ICCA, y el Instituto de Fomento al Arte, la Creatividad y la Innovación – IFAIC.

Así, la referencia de la cultura, de la creación y del patrimonio en los planes de gobierno muestra claramente una visión utilitaria que la considera como un tema marginal, subisidario de otros considerados importantes. Se la plantea como fuente de riqueza, de empleo, de educación, de paz, en suma, de desarrollo, con lo cual es posible advertir, además, el enfoque global de los candidatos, asentado en la idea del progreso y el crecimiento económico como paradigma. Ni siquiera en el plan de Pérez se observa una crítica profunda, justamente desde lo cultural, al paradigma del desarrollo.

Ningún esfuerzo por acercarse a comprender la cultura, lo cultural, como necesidad humana. Ninguna propuesta concreta sobre el ejercicio efectivo de los derechos culturales. A pesar de las múltiples referencias a la dimensión económica de la cultura, a la riqueza que generaría, no se ve ningún análisis sobre las condiciones de trabajo cultural y artístico. Ni una mención a los mecanismos que hacen posible la generación del valor económico del que se ufanan. Ningún acercamiento a las formas diversas de producción o de intercambio, que suceden al margen del ámbito comercial, más aún del industrial, pero tampoco sobre las condiciones tradicionales de producción, de distribución o de acceso.

En ese contexto, la ausencia total de la cultura, del arte, del patrimonio en varios planes de gobierno no solo que no sorprende, sino que resulta menos ofensiva que varias de las propuestas analizadas.

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