Por Fluxus Foto y La Barra Espaciadora

En 1978, un artista estadounidense llamado Gilbert Baker popularizó una bandera con ocho franjas de colores como el emblema del orgullo gay. Años más tarde, varias comunidades LGBTI adoptaron el símbolo y lo reformaron, hasta convertirlo en el actual: la bandera de seis colores que representa, en todo el planeta, la diversidad sexual. Esta bandera es una de entre varias otras que combinan distintos colores y que representan causas similares, como la wiphala andina o la bandera de la paz italiana. Todas ellas aluden al arcoíris.

Como cada junio, desde 1998, en Quito se celebra el orgullo de poder decidir cómo vivir la sexualidad libremente, lejos del acartonamiento de una sociedad que impone un modelo binario, machista y heteronormado. Luego de un largo historial de represión y persecución a homosexuales, de crímenes de odio y de discursos políticos retrógrados, excluyentes y violentos, la comunidad LGBTI en Ecuador convoca a cientos de participantes a la Marcha del Orgullo LGBTI y nos recuerda que, a pesar de los logros alcanzados, Ecuador es todavía un país que discrimina, que excluye y que mata a quien es diferente.

Los símbolos que entre los setenta y los ochenta se popularizaron entre las comunidades LGBTI de EEUU son ahora parte de un lenguaje universal que habla del respeto a las diversidades y de la inclusión. Las multicolores manifestaciones de la diversidad sexual son la marca de cada encuentro en Quito y en otras ciudades ecuatorianas, también. Pero, ¿por qué marchamos?

En Ecuador marchamos porque todavía funcionan en este país clínicas clandestinas que retienen a personas no heterosexuales y, mediante torturas, pretenden lo que llaman «deshomosexualización».

En Ecuador marchamos porque este es un país en el que las diversidades sexuales son juzgadas con criterios morales que provienen de determinadas confesiones religiosas, incluso a pesar de que la Constitución de la República reconoce al país como un Estado laico en el que se vela por la libertad de cultos.

En Ecuador marchamos porque, a pesar de los logros alcanzados –como la despenalización de la homosexualidad, en 1997–, no basta nada si la mayor cantidad de individuos víctimas de violencia sexual y de asesinatos son miembros de la comunidad LGBTI.

En Ecuador marchamos porque el sistema de justicia, el sistema educativo y el sistema de salud no cuentan con especialistas capaces de tratar a las personas diversas, más bien las revictimizan, las condenan o las someten a la desatención. Cientos son los motivos por los que marchar cada junio, mientras la igualdad no haya sido alcanzada.

El colectivo Fluxus Foto ha recogido escenas de la Marcha del Orgullo LGBTI 2018, en Ecuador, y nos las muestra en este serie.