Por Aarón Fuentes/@aaronamaro_

Al cumplirse un año de vida del Observatorio de Economía y Políticas de Cultura, esta entidad y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) publicaron, con el sello de UArtes Ediciones, el libro Trabajadores de la Cultura en Ecuador: condiciones y perspectivas. En una nota introductoria, Pablo Cardoso, director del Observatorio y del Instituto Latinoamericano de Investigaciones en Artes (ILIA) comenta con Carla Salas, también parte del ILIA, que “este libro busca aportar a la construcción de investigación en el ámbito del empleo cultural en el Ecuador”. Con esta premisa se recoge en cuatro apartados, 13 propuestas de investigadores, periodistas, docentes y actores culturales.

La publicación tiene como punto de partida la Primera Encuesta de Condiciones de Trabajadores de la Cultura, un mecanismo de recolección de datos que surgió desde el Observatorio de Economía y Políticas de la Cultura en los primeros y más catastróficos momentos de la pandemia, en 2020. “El libro se enfoca en el análisis de diversos fenómenos derivados de una creciente digitalización de manifestaciones artísticas y culturales, procesos cuya aceleración se ha dado con la llegada de la pandemia de la COVID-19 y su consecuente afectación/transformación de la naturaleza de varios eslabones de las cadenas de creación-distribución-exhibición”, explican Salas y Cardoso.

Sara Jaramillo, directora de la OEI en Ecuador, y Henrry Ulloa, Técnico de proyectos OEI de Ecuador, plantean en el prólogo de la publicación que “si bien el sector cultural traía problemas estructurales y preexistentes —sobre todo en lo relacionado con las oportunidades de un trabajo digno y fuentes de ingresos estables para los artistas y gestores culturales—, con la llegada de la pandemia estos simplemente se profundizaron.”

Durante la presentación de esta publicación, en el marco de las jornadas del 1er. Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura, que se realizan hasta el viernes 25 de junio, se ahondó en las distintas perspectivas que plantea la publicación en torno a la ausencia de garantías para los trabajadores del sector desde lo público y cómo esto deriva en formas de precarización, como el pluriempleo. Sin embargo, desde este panorama también se analizaron varias experiencias donde lo comunitario y las propuestas de educación en artes posibilitan un camino para equilibrar el ecosistema cultural.

Trabajadores de la Cultura
Participantes del lanzamiento dle libro.

Entre los invitados a la presentación se encontraban Pablo Mogrovejo, cineasta e investigador; Andrea Torres, escritora y correctora de textos; Ana María Garzón, investigadora y gestora cultura; Ana Rodríguez, investigadora y curadora; Mónica Coronel, antropóloga visual, socióloga, gestora cultural y productora de cine; José Miguel Cabrera, Director de UArtes Ediciones; Isabel Álvarez, investigadora, gestora cultural y docente; Carla Marcelino, asesora cultural y doctoranda en Educación; Sebastián Concha, máster en Relaciones Internacionales con mención en Negociación y Cooperación Internacional por la Flacso e investigador de migraciones, políticas públicas culturales y educativas.

Arte y educación en la práctica cultural

Ana María Garzón, investigadora en artes y docente de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), identificó, en torno a la propuesta de la investigadora y docente de la Uartes, Janina Suárez, “Grupos de teatro universitario, agentes dinamizadores del aprendizaje no formal en artes escénicas”, que una de las salidas laborales más comunes para los graduados en artes es ser profesor en un colegio. En ese sentido considera que “el vínculo arte y pedagogía sigue siendo una deuda de exploración muy pendiente”.

Debido a la poca oferta laboral que tiene un artista, además de la baja demanda y/o pocas leyes de difusión y consumo cultural, resalta la importancia de ampliar el ecosistema de ejercicio cultural y declara la urgencia de construir audiencias desde la colectividad. Garzón plantea que “hay que romper la idea de que estudiar arte te hace ser artista, hay un ecosistema grande de posibilidades y hay que ampliar ese espectro”.

Andrea Torres, escritora y egresada de la carrera de Literatura de la UArtes, retoma esta idea y recuerda la importancia de contar con la primera universidad pública en artes en la que, a diferencia de otras universidades con carreras similares, en las que se promueve un perfil profesional de docente, esta se enfoca en la formación de “creadores”.

Trabajadores de la Cultura
Portada de Trabajadores de la cultura. Condiciones y perspectivas en Ecuador. Fuente: UArtes Ediciones

Autogestión, comunidad y necesidades no atendidas en los derechos culturales

En este sentido, la visión de Ana Rodríguez, investigadora y gestora cultura, nutre la discusión a partir de los derechos sociales y laborales de los trabajadores de la cultura. Rodríguez conecta su postura con lo que dice la investigadora Paola de la Vega en el artículo “Trabajo cultural, autogestión y formas de economía de base comunitaria en tres espacios de la Red Comuna Kitu”.

A partir de este expone las deficiencias del Estado y su falta de pertinencia y atención con la que este ha tratado “problemáticas estructurales ligadas a la política pública (…) a nivel local y nacional, pero también problemas muchos más profundos (…) de los imaginarios y de las estructuras de clase, étnicas, de género en Quito, en particular”.

En un diálogo con el título “Romper el techo de cristal: desigualdad de género y derechos en el cine y el audiovisual del Ecuador”, del cineasta e investigador Pablo Mogrovejo, Ana reconoce la necesidad de imbricar el ejercicio de los derechos culturales ciudadanos con los derechos de los trabajadores del arte y la cultura y coincide en la visión de Pablo en su crítica sobre la industrias creativas cuando afirma que “si la economía naranja puede aportar sin ejercer una presión contraria a la de los derechos sociales y culturales, volvemos a ella y es una herramienta más, pero no puede ser el corazón de una política cultural”.

En el caso de Ecuador, la Ley Orgánica de Cultura, expedida en 2016, fue trabajada por muchos sectores de la cultura y establece un marco legal en términos de derechos culturales, acuerdos interinstitucionales, presupuesto para distintos estamentos del sector, etc; incluso, desde lo planteado por Ana: las industrias culturales y creativas funcionando como una herramienta más. Esto a pesar de que aún no se articula el funcionamiento del Sistema Nacional de Cultura, establecido constitucionalmente.

Proyectos en marcha

A pesar de la falta de constitución de este sistema existen propuestas como las que refiere Andrea Torres con los Tambos de Lectura, una iniciativa del Ministerio de Cultura y Patrimonio, a través del Plan Nacional de Lectura. El artículo de Sebastián Concha “Tambos de Lectura del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra: hacia la formalización de una ocupación laboral” ahonda en este proyecto y da cuenta de que los tambos están presentes en distintas partes del país, y que plantean formas de lectura enmarcadas en la construcción de un pensamiento crítico, nuevos lugares de enunciación, espacios no convencionales de lectura.

Con un enfoque en estos espacios comunitarios, Paola de la Vega también pone en evidencia su vigencia en la ciudad de Quito con propuestas como el Centro Cultural Turubamba, Casa Uvilla y Nina Shunku. De la Vega considera que la inserción de estos en los límites de la cultura institucional pública contribuye al sector en “el trabajo cultural, las relaciones económicas y de producción, la autogestión, y la significación de sus activaciones culturales, pedagógicas y emancipatorias”.

A la vez, los métodos que aborda Lorena Salas en el artículo “De cámaras a camaradas”, ayudan a establecer puntos de conexión cuando explica “la formación, producción y exhibición de cortometrajes” de su proyecto de cine comunitario homónimo, y termina por definir al trabajo cultural con bases comunitarias como el gran protagonista de una visión prometedora de los trabajadores de la cultura y el arte en el Ecuador.

Las tres ponentes, junto a los autores del libro que se unieron al diálogo de la presentación, coincidieron en una idea al final de la sesión: el Estado tiene una deuda con el sector cultural y es fundamental suscitar el debate de una mejor política pública cultural, y sectores como la academia son vitales en el diagnóstico de las omisiones, ausencias y aciertos de políticas culturales ya vigentes y de su voluntad política.


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Tanlly Vera