Por Marcelo Cruz

«No creas al que de la feria viene, sino al que a ella vuelve». Refrán español

El Centro de Convenciones Metropolitano abrió sus puertas a la Feria Internacional del Libro y la Lectura de Quito 2019, el miércoles 18 de diciembre a las nueve de la mañana. La cita estaba prevista para mediados de noviembre, pero se postergó por la crisis de la primera quincena de octubre, según las autoridades del Ministerio de Cultura y Patrimonio, pues los acontecimientos habrían retrasado todos los procesos.

La cronista guayaquileña Sabrina Duque fue la autora encargada de abrir el calendario de actividades con la presentación de su libro VolcáNica, una aguda mirada sobre Nicaragua –el país donde reside la autora– y su situación política, económica y social, atada a la metáfora de su geografía y sus más de veinte volcanes.

La inauguración oficial se realizó a las cuatro de la tarde de ese mismo día, en el auditorio Pablo Palacio, entre el rumor de un posible cacerolazo a las afueras del establecimiento. El ministro Juan Fernando Velasco, la escritora María Fernanda Ampuero, gerenta del Plan Nacional del Libro y la Lectura José de la Cuadra, Oswaldo Almeida, representante de la Cámara del Libro, junto a un número considerable de asistentes, dieron inicio a la XII edición del evento literario más importante de Ecuador.

Durante cinco días se llevaron a cabo más de 100 actividades, entre lanzamientos de libros –la mayoría ya presentados a lo largo del año que concluye–, mesas redondas, foros, conversatorios y talleres. La apertura de espacios para niños, niñas y jóvenes fue el plus de esta edición que contó con un presupuesto de 700 000 dólares y con la participación de 72 autores ecuatorianos, entre ellos, Carla Badillo, Leonardo Valencia, Sonia Manzano, Salvador Izquierdo, y 33 autores extranjeros, entre los que resaltaron el mexicano Alberto Chimal, la argentina Agustina Bazterrica, el peruano Ricardo Sumalavia o la colombiana María del Mar Ramón. También fue muy atrayente la presentación de los ilustradores y standuperos Alberto Montt y Ricardo Liniers.

¡Qué bien!

La XII edición de la FILQ nos deja una grata recepción y apertura a las editoriales independientes, que dieron a conocer su trabajo y sus catálogos: Cactus Pink, Doble Rostro, Mecánica Giratoria, Turbina, Cadáver Exquisito, Festina Lente, Terminal Editores, La Caracola fueron los sellos que más llamaron la atención. Cada uno con su estilo, diseño y colecciones cautivó la atención del público lector. Severo Editorial fue la revelación de la Feria. Con apenas dos obras publicadas (Sanguínea, la novela de Gabriela Ponce, y el poemario Historia de la leche, de Mónica Ojeda), este sello se inscribe en el paisaje editorial local con productos de altísima factura. Fausto Rivera Yánez, su director, cree que “ha habido bastante interés de la gente, concretamente, por los títulos que estamos ofertando. Ha sido una buena experiencia –dice Fausto–, nuestros títulos han salido muy bien, la gente ha venido a preguntarnos por las publicaciones que estamos haciendo y eso da cuenta a la atención que tienen los lectores.”

El homenaje a las escritoras Sonia Manzano (considerada por muchos la poeta ecuatoriana más importante de la actualidad) y Lupe Rumazo (una autora olvidada por la crítica, pero que en 2020, gracias a la editorial Seix Barral, verá reeditadas sus novelas), así como el reconocimiento a los 40 años de vida de la editorial El Conejo, fueron también episodios destacados del encuentro.

La activación Una habitación propia permitió a los jóvenes ser los protagonistas de sus propias historias, comentar, compartir y conocer el mundo de la literatura en redes.

También se llevó a cabo el primer encuentro de Booktubers-Ecuador, en el que Sebastián García Mouret, El coleccionista de mundos, fue el gran invitado.

La exposición fotográfica Miradas escritas, de Daniel Mordzinski, permitió ver a varias autoras y autores ecuatorianos (Gabriela Alemán, Marcela Ribadeneira, Javier Vásconez, Adolfo Macías, Sandra Araya, Ernesto Carrión…) en escenarios distintos, con los estilos, tonos y temáticas que nutren sus obras, o recreando un aspecto diferente de su manera de ser.

La acogida a las librerías de segunda mano; el performance poético/musical METAMORPHOSIS, a cargo de la artista Carla Badillo; el primer encuentro de cuentistas Pablo Palacio y la presentación (fuera del programa original y a manera de sorpresa) de la primera novela de Natalia García Freire, Nuestra piel muerta, significaron aciertos adicionales que dieron diversidad y frescura a la programación. También fue notorio que la organización de la FILQ-2019 brindara un espacio, la tarde del domingo 22, a la presentación del libro Rehenes, de coautoría de María Belén Arroyo y Arturo Torres, y a Viaje sin regreso, un trabajo escrito por 19 periodistas colombianos y ecuatorianos. Los dos libros tratan en profundidad el caso de desaparición y muerte del equipo periodístico de El Comercio, en marzo del 2018, en la zona fronteriza entre Ecuador y Colombia.

FILQ 2019
La escritora Natalia García Freire, en la FILQ-2019. Foto: FILQ-2019.

Pero…

Si bien las ganas y los esfuerzos por hacer realidad la FILQ-2019 no faltaron, nada puede ser solo miel sobre hojuelas. Veamos ciertos detalles que empañaron el encuentro:

La comunicación entre organizadores y autores fue deficiente. Carla Badillo perdió toda noticia sobre la feria al menos por un mes. Envió un par de mails que no tuvieron respuesta. «Una falta de respeto para los autores», según dijo. La sala Nelson Estupiñán Bass en un principio iba a ser el escenario de su puesta en escena de METAMORPHOSIS, a las siete de la noche. Pero recién a poco más de media hora y gracias a una foto publicada en el perfil personal de una red social de Carla, supimos que se había adelantado el evento a las seis y media, y que sería en otro lugar.

El narrador Huilo Ruales Hualca no sabía en qué sala debía presentarse. Al buscar su nombre en el calendario de actividades, constaba pero en otro día y otro evento, y del encuentro mencionado nadie pudo darle explicación. Varios autores invitados no constaban en la agenda de eventos. El poeta Roy Sigüenza ríe y bromea: «Somos el baile de los que sobran».

A menudo se escuchaba una pregunta que hacia el domingo estaba gastada hasta la saciedad: ¿Dónde queda la sala tal? O, ¿en dónde se presenta el autor tal? La respuesta por parte de los encargados de la organización era del tipo Déjeme preguntar o sino ¿No tiene el calendario de actividades?

Las primeras horas de ese miércoles, varios stands todavía no estaban listos para recibir a los lectores aun cuando la Feria ya se había inaugurado. Algunos expositores tuvieron que pedir herramientas y materiales para terminar de armar sus respectivos puestos. 

Los libreros también registraron ciertas anomalías durante el transcurso de sus actividades. Fabricio Rivas, de El Conejo, dice que «la promoción de la feria fue muy reducida, eso nos golpea mucho, esta feria ha sido organizada con mucho amor, pero tiene varias falencias que no debería». Marcelo Recalde, de la librería Conde Mosca, cuenta: “Es la cuarta ocasión que participamos en una feria, y la organización (de esta) deja mucho que desear, se incumplieron horarios, se trató mal a varios expositores, la feria se pospuso dos fechas y esto alteró todo lo que ya se tenía pensado».

Según la planificación, la FILQ  debía terminar el domingo 22 de diciembre, a las 15:30. Sin embargo, resultó llamativo ver a los guardias de seguridad intentando cerrar las puertas cuando los asistentes aún transitaban por los pasillos. La feria estuvo activa hasta las 19:00. Varios ayudantes salían a buscar lo necesario para empacar sus suministros, pero ya no podían entrar de nuevo. Para La Caída Editores y Corredor Sur, es ya una costumbre realizar su clásico ‘Bailando por un libro’, pero el evento fue cancelado por los organizadores y no obtuvimos respuesta del porqué se tomó esa decisión.

FILQ 2019
El librero y escritor Marcelo Recalde, de Conde Mosca, frente a su stand de la FILQ-2019. Archivos de El Galpón de los Cuentos Vivientes.

En la medida de lo posible

Dos jóvenes caminan por el pabellón A. Se detienen a mirar los libros. El cartel dice “PROMOCIÓN”. El muchacho mira a su acompañante y comenta: «Parece Comala, hay poca gente y muchos susurros». La afluencia de público aumentó progresivamente: el miércoles, los grandes salones lucían casi vacíos mientras los libreros afinaban los detalles de sus stands. Pero, con la llegada del fin de semana, cientos de personas se cruzaban por los pasillos. La FILQ-2019 mostró espacios distintos entre sí. Hubo stands de unos 6 metros cuadrados con oferta nutrida, otros más pequeños no lograron exhibir toda su oferta por las limitaciones de espacio, y hubo también aquellos amplios y cómodos, con estanterías llenas, mesitas de lectura y un personal atento.

«Me encanta la imagen de esta feria –nos dijo María Paulina Briones, directora de Casa Morada y Cadáver Exquisito ediciones–, es fresca, los espacios bien distribuidos y sobre todo el flujo de gente que va llegando a los eventos». El stand en el que María Paulina mostró su oferta “solo ocupaba la extensión de un mesa grande”, recuerda ella. Sin embargo, Edith Ocaña, integrante del equipo organizador, asegura que el espacio de Casa Morada fue de 9 metros cuadrados.

La Asociación de Editoriales Independientes se encargó de gestionar todo lo que tiene que ver con el uso del espacio y su ubicación, por eso María Paulina no pagó ni un centavo por su stand. En cambio, Marcelo Recalde habla de «un suceso muy singular”. Él se pregunta por qué unos puestos fueron gratis y otros stands no. Él pagó 800 dólares por su lugar, un amplio espacio de 36 metros cuadrados. “Quisiéramos que desde el Ministerio se nos explique cuál es la lógica para definir qué es un emprendimiento y una librería independiente y por qué unos pagan y otros no», nos dijo. Para el Conde Mosca: «La idea de una feria es relacionar a autores, lectores y libreros, generando una sinergia singular”, explicó. Sin embargo, reconoció que “pese a todo, [eso] no se ha perdido».

FILQ 2019
Fausto Rivera Yánez, fundador de Severo Editorial, en la FILQ-2019. Foto: FILQ-2019.

Con la destacada participación de las editoriales independientes en esta edición de la FIlQ-2019, vuelve la interrogante: ¿vale la pena publicar en Ecuador? Fausto Rivera Yánez, fundador de la novísima Severo Editorial –que contó con un espacio gratuito de 4 metros cuadrados para su stand, compartido con Festina Lente– cree que «si se planteara una política cultural alrededor de los libros que no solo considere el darte fondos para hacer libros, sino todo el proceso que implica: papeles, tintas, maquinaria; si nosotros pensaramos en una política cultural que nos atraviese, sería maravilloso, pero no la hay, y eso es un limitante».

Por su parte, María Paulina Briones habla de una verdad que no se dice: «El sector del libro sufre constantemente (…) No tenemos una ley del libro y tampoco tenemos un circuito de distribución. Por ello el que se realice una feria de libro es valioso para nosotros».

Vox Populi 

FILQ 2019
El fotógrafo Daniel Mordzinski y la poeta Yuliana Ortiz Ruano, durante la sesión de fotos Miradas que escriben. Foto: FILQ-2019.

Varios emprendimientos tuvieron su oportunidad de participar de la FILQ-2019. Malú Heredia, representante de la tienda virtual BOOKISH en Ecuador, dice que «si bien es cierto que ha habido fallas técnicas, al menos se ve el interés de apoyar a los emprendimientos, a las librerías. No es lo mismo estar como una tienda virtual que en un espacio físico; gente que nos sigue al fin pudo conocernos y los que no nos conocían pues empezaron a seguirnos».

Ricardo Ortiz, integrante del programa de lectura Rugby Read, dice que «se debe posicionar a la Feria. El tiempo les jugó una mala pasada, ahora tienen 10 u 11 meses para planificar la siguiente, pero eso es un trabajo que se tiene que hacer desde que se termine esta feria, porque es un trabajo en conjunto, tanto Ministerio [de Cultura y Patrimonio] como el Plan [Nacional del Libro y la Lectura] y la Cámara del Libro deben trabajar unidos».

Para muchos visitantes el espacio fue demasiado grande para la cantidad de stands. La difusión fue muy escasa. En redes sociales se leía comentarios del estilo de se debe ver a las grandes ferias del libro de América -Guadalajara, Argentina- y adaptarlas a nuestro entorno, si se quiere posicionar a Quito como una ciudad lectora.

Ausencias de la FILQ

Si bien no se puede negar la presencia de algunos emprendimientos y librerías independientes, tampoco se puede olvidar a los ausentes de esta feria: MR. BOOKS, Librería Española, Bibliorecreo, Andotecas, Los tambos de lectura, Ulysses Libros, Pablo Libros, Vox Populi, Kikuyo editorial y otros más.

Pablo Orbe, integrante de Ulysses Libro, nos contó que cuando se comunicaban con los encargados de la distribución de los espacios no tuvo respuesta o, en el mejor de los casos, una secretaria les decía que la encargada no se encontraba.

Sixto Machado, director de Kikuyo Editorial, fue muy enfático: «Nosotros no fuimos considerados para estar en esta feria, si no fuera porque [el poeta] Agustín Guambo presentaba su poemario Cuando fuimos punks con nosotros, no estaríamos aquí, ni un stand tenemos y tampoco nos invitaron».

La XII Feria Internacional del Libro y la Lectura de Quito deja, sin duda, marcas imborrables. Para unos, queda un sabor agridulce, para otros, una sensación de haber vencido a un gran coloso en medio de mucha adversidad. Fueron 258 actividades realizadas entre el 18 y el 22 de diciembre (cinco días menos que en las anteriores ediciones), distribuidas entre 90 talleres para niños, 53 de jóvenes, 19 de ellos se llevaron a cabo en la sala de la poesía, 30 en la sala Jorge Enrique Adoum, 24 en la Nelson Estupiñán, 12 en la Pablo Palacio y 30 en la Tránsito Amaguaña. Pero las estadísticas no tienen voz propia. Los lectores esperan ya la FILQ-2020 y el público, todos y todas, aspiramos a que juntos hayamos aprendido las lecciones que todo desafío nos deja. El futuro ahora está abierto, como abierta sigue la noche.


LBE
RedMadrinosYPadrinas2019

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