Por Dani Game

Los vacunados VIP, es decir, la lista de individuos influyentes que recibieron la vacuna antes que todos los demás en Ecuador, son en su mayoría personas de la tercera edad y algunos incluso parecen sufrir de enfermedades crónicas o graves. Al ser ‘descubiertos’ como miembros de este grupo selecto, describen su situación como frágil, y parecería que logran justificar haber recibido la vacuna de manera preferente. Los vacunados VIP tienen miedo a contagiarse del virus que causa Covid-19, a morir o a sufrir una larga convalecencia. Temen lo mismo que nosotros: el resto.

La lista de vacunados VIP incluye a personas que tendrían acceso inmediato a servicios de salud de calidad si se contagian y si su vida corriera peligro. Son personas de una clase económica privilegiada, con recursos suficientes o una red de apoyo amplia;  en Ecuador eso significa que probablemente no tendrían que esperar para ser atendidos en un hospital privado. Ellos, que recibieron su dosis de inmunidad con prioridad, son todo lo opuesto a lo que la Organización Panamericana de la Salud sostiene respecto de la población más vulnerable de América Latina: si eres pobre, indígena o parte de un grupo étnico desfavorecido; si eres migrante, sufres enfermedades vinculadas a la pobreza y durante tu vida no has recibido atención a la salud de forma oportuna y te infectas con el virus, es más probable que pierdas la vida.

Los vacunados VIP, que no son pobres, no son indígenas o afrodescendientes, no son migrantes ni personal médico de primera línea y pueden acceder a servicios de salud de calidad, también tienen miedo, lo sabemos, lo entendemos, pero se marca una diferencia irreconciliable si solo ellos son protegidos por el gobierno de forma inmediata y eficiente. Ellos deben ser salvados porque sin ellos, el Ecuador que da forma al poder no existe.

¿Quién acoge el miedo de los trabajadores de la salud, de los adultos mayores, de las personas con discapacidad o características que los convierten en vulnerables? ¿Quién acoge el miedo de las familias que no tienen la posibilidad de quedarse en casa porque no comen si no salen? Ellos, ese resto de población, quizás ya ni se permite sentir miedo en la adrenalina de lo cotidiano. Son el Ecuador que vota pero no el que estructura el poder. Su miedo no importa.

Esto ya nos ha pasado antes, con otros gobiernos, en otras tragedias, pero la pandemia todo lo exacerba y la capacidad que tiene el poder de decidir quién importa y quién no es más impune que nunca. Tampoco importamos como país ante las grandes potencias que hoy acaparan las vacunas, mientras en nuestros países, tan plenos de contagio, el virus evoluciona y nuevas variantes aparecen. Así será imposible la inmunidad global. Si solo se vacuna a algunos, aumenta la probabilidad de un imparable ciclo pandémico, tirando por la borda miles de millones usados para enfrentar las primeras variantes del virus. «Este enfoque del ‘yo primero’ no solo deja en riesgo a los más pobres y vulnerables del mundo, sino que también es contraproducente», dijo el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, recientemente. “El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico”.

Sólo el miedo de unos pocos existe para el poder. Eso también se llama privilegio. Hay un aparato, siempre a su servicio, que abraza y apaga ese miedo. Pero el que no se escucha, que no es VIP y al que nadie responde, cansa, agota y explota un día, de forma violenta y de cuajo, como un cilindro de gas o de forma brillante y expansiva, como una supernova.


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