Texto y fotos: Anaïs Suire

Más de cien mujeres de siete nacionalidades amazónicas del territorio ecuatoriano se juntaron en Puyo –la capital de la provincia amazónica ecuatoriana de Pastaza– para mostrar su indignación frente a las amenazas que penden sobre ellas y sobre sus comunidades: la destrucción de las fuentes de agua, de los bosques y de otros recursos naturales indispensables para sus vidas, y la amenaza permanente a sus costumbres y modos de convivencia, así como la potencial desaparición de sus distintas lenguas.

Tradicionalmente son las mujeres quienes defienden a la naturaleza, pero esta vez hubo una particularidad: esta fue una de las primeras ocasiones en que este colectivo se organizó de manera independiente. Intercambiaron experiencias, tanto sobre la causa ambiental como sobre sus condiciones de mujeres en medio de la convivencia cotidiana y también en cuanto a la relación con el estado y sus instituciones.

El guion de estos cinco días estuvo marcado por tres momentos: La toma de las calles de Puyo para formar parte de la huelga feminista, el 8 de marzo; la asamblea ciudadana coordinada por las organizaciones Acción Ecológica y la Confederación de Nacionalidades Indígenas Amazónicas del Ecuador (Confeniae), el 9 de marzo, con el propósito de tratar el problema de la división de las comunidades; y la marcha de las mujeres hasta la capital ecuatoriana, que desencadenó una manifestación de protesta frente al palacio presidencial, y en la que la Policía intenta reprimir a las manifestantes. Las mujeres amazónicas cumplieron con lo que quisieron: llegar ante el poder político del estado ecuatoriano y exigir que se detengan las actividades extractivas y la violenta irrupción del capital extranjero en las dinámicas originarias. Pero ahora demandan audiencia con el presidente Lenín Moreno para exigir que sus demandas sean atendidas con urgencia.