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Viejos comemierda: De la leña a las cocinas de inducción

Foto tomada de http://blog.fagor.com/cocina/electrodomesticos/como-funciona-la-induccion/

Por Adriana Bucheli / @Adri_Maye y Francisco Ortiz / @panchoora

Manuel llegó a casa poco antes del cafecito de la tarde. Piedad, su mujer, desplazaba lentamente sus piernas ya varicosas de un rincón a otro de la cocina. El aroma de los tamales recién hechos había invadido por completo la casa. Y ese café lojano, pasado en la vieja chuspa, humeaba cerca de la ventana que da al patio.

Sin que Piedad lo advirtiera, Manuel se le acercó por la espalda y la tomó de la cintura, como lo ha hecho los últimos cincuenta y dos años. Apretarla así, valiéndose de la sorpresa, le daba a Manuel esa paz de barco recién atracado en puerto.

-¿Tamalitos, mi reina? ¡Qué rico!

-Sí, negro. Hoy me fui al mercado y me dio ganas.

-¡Hmmm… y la receta de mi mamita!

-¡Ya vas, esta es mi receta… ya no friegues! Y deja de estar apretando…

– ¡E-le quesf! No seas brava, ve, una de estas te da algo y te has de morir fruncidota…

Jugaban a molestarse con cualquier pretexto. A Manuel, esos momentos le hacían olvidar lo viejo-come-mierda que era. Piedad reclamaba, prohibía y amenazaba, siempre llena de picardía en la mirada. Con ese gesto continuó envolviendo los últimos tamales en las hojas de achera.

-Oyes, viejo, ¿será que me compras una de esas cocinitas de inducción? ¿de esas a las que dijo el Rafael en la sabatina que hay que cambiarse?

-Primero, viejos tus calzones… Segundo, la cocina que tienes ahí en frente te compré hace dos años no más, con esas ollitas…

-Te compré, dice el otro… Dejá de hablar zoquetadas ve… ¡Nos compramos, has de decir, mejor!

El par de viejos habían juntado un par de años antes los sobresueldos decembrinos de sus jubilaciones para comprar una cocinita de cinco quemadores y un horno. Al fin habían logrado cambiar la otra vieja cocina que sus hijos les habían regalado por su trigésimo aniversario.

-Y, ¿cómo es que es la vaina de las cocinas esas?

-¿No le oiríasfff al Rafael en la sabatina, Negrito?

-Bien sabes que soy sordo, y más cuando habla tu Rafiquito.

-Nada, pues, que ahora a todos nos va a tocar cambiarnos a cocinas eléctricas.

-Eso ya sé, ¿qué crees, que soy mudo? Lo que no entiendo es eso del combo que te da el gobierno. Mejor explicá, ve, no seas roñosa. Vos que te pasas de lora en el chisme con las vecinas has de saber ya .

– Verás, no me harás calentar…

Piedad había terminado de poner las tazas sobre la mesa, para servir el café, y se sentó.

-Da sirviendo los tamales, Negrito, ya me cansé… Y, bueno, la cosa es que me vas a tener que comprar una cocina de esas que vienen con ollas… Barato va a salir, verás. Dice la vecina Julia que van a dar gratis hasta la luz, si compramos las cocinas esas. Pero no sé si mejor me compras la grande o la chiquita, porque vienen con algunas hornillas.

-A ver, a ver, enseguidita “comprarme, comprarme”… ¡Adefesio! ¿Y, con eso dices que ya no vamos a pagar nunca más la luz?

-¡¡¡ No seas mudo!!! Un tiempo, no más, y solo para las cocinas…

-Ves que no sabes ni explicar las cosas… A ver… vamos poco a poco. ¿Y quién vende estas cocinas? ¿Cómo es que es la vaina? ¿Cuánto cuestan y por qué tan caras?

-Verás, hay que hacer un montón de cosas. Hay que llamar a la Empresa Eléctrica para que vean si vale nuestro medidor, y si no vale, nos cambian… ¡Pero gratis, verás!

-¿Cambiar el medidor? ¡Uta madre! ¿Y para quéfs?

-¡¡¡Porque así es, pues!!! Verás, Negrito, nos va a tocar conseguir un maestro electricista que haga la conexión de 220 kilovatios solo para la cocina, pero eso sí nos toca pagar de nuestros bolsillos. Dicen que los medidores viejos, como nosotros, ya no valen y si no hacemos eso, la cocina no calienta.

– ¿Que tienes el medidor viejo, dices? ¿Y que ya no calientas? Chuta… vieja mismo estás…

– Sif, eso digo, ya no hay quién caliente la hornilla…

– Vieja sinvergüenza te has vuelto, ¿no?

A Piedad, pese a sus arraigadas costumbres católicas, siempre le gustó jugar así. Los años le habían vuelto cínica y, claro, eso a Manuel le encantaba.  Escuchar esas frases dichas con segunda, y ver la picardía en los ojitos verdes de Piedad le divertían tanto…

– ¡Qué vaina! ¿O sea que la conexión no nos van subsidiar? Y luego de que esté conectado, ¿qué se hace?

– Primero hay que comprar, Negrito. Ahí en el almacén de electrodomésticos,  se hace el trámite para que podamos pagar la cocinita diferida mensualmente con el pago de la luz nos cobran mensualmente.

– Pero, ¿quién vende? ¿cuánto cuestan? ¿cuánto valen?

– Toca ir a un almacén, pues. Las cocinas dizque son hechas acá para que salgan más baratas, pero eso no entiendo bien…

– Yo tampoco entiendo ni jota… Y ahura, ¿tus ollas nuevas servirán? La paila de la fritada, la tamalera.

-No creo, Negrito, porque venden la cocina ya con sus ollas, y, la verdad, no sé si la tamalera entre en las hornillas… Dicen las vecinas que las cocinas más baratitas, de dos hornillas, cuestan 160 dólares, y que las ollas están entre 35 y 40 dólares cada juego. ¡Solo ahí ya están los doscientos!

– ¿Y vos no has de querer una cocina solo con dos hornillas?

-¡No, pues, me has de ver la grande para poder hacer la fanesca y el molo! Unos 600 dólares ha de ser la grande, la que viene con horno para el pavo.

– Mueeeeero, ¿600?, eso más unas cuatro ollitas y sartenes por 160 dólares más… y la conexión otros 200 dólares… a ver, eso sale… ¿casi casi los mil dólares? ¡Tas loca, vieja!

– ¡Ay, viejo, quesf! ¿Cómo no me vas a comprar la cocina, hasta para que aprendas a prepararte alguito vos mismo, que yo no he de vivir eternamente? Diferimos, aunque sea, y que nos cobren con la factura de la luz a unos añitos. Verás que si nos quedamos con la vieja cocina, el tanque de gas va a subir siquiera a unos 20 dólares.

– ¿A unos añitos? ¡Optimista te veo, mi reina! Como que fuéramos a aguantar tanto…

Manuel se levantó con cierto esfuerzo de su silla. Arrastró los pies hasta el mesón y se sirvió un vaso de agua. Los tamales le habían dejado seco. Mientras miraba por la ventana que da al patio, Piedad fue ahora quien lo abrazó por la espalda. Manuel frotó suavemente las manos pecosas.

– ¿En qué piensas, Negrito?

– Es que, en verdad no le entiendo a tu Rafico… Habla del cambio de matriz energética, de las cocinas de inducción, sin embargo, construye una refinería. Si así tuviéramos gas más barato, ¿para qué las cocinas? Y si se quiere pasar a lo eléctrico, ¿para qué se gasta tanto en construir una refinería? La verdad es que intento entender pero me pierdo al final.

– Oye, y sí ha de ser caro eso de hacer una refinería, ¿no?

– Invertir en estas cocinas, supuestamente para cambiar la matriz energética, mientras se hacen refinerías nuevas… ¡Penitentes!

– Sí esta rara la cosa. Oye, ya me entró la duda pensando en la cocinada. ¿Será que venderán tamaleras para esas cocinas? Porque la colada morada y la fanesca siempre hago ahí para mandar a las guaguas.

– Ni idea pues vieja… no creo que haya ollas tamaleras para cocinas eléctricas.

– ¿Y cuando haga reventar el mote? Eso son dos horas cocinando.. ¿no se quemará la cocina o el mote?

– Qué pendejada, carajo, en este punto mejor te habilito la cocina de leña de tu madre que le tienes ahí de adorno… y te compro leña. Así, a la antigüita, cocinando con candela.

– ¡Dejá mis adornos en paz! Además, ¿de dónde vas a sacar leña?

– Del mercado, pues. Oye, y qué irán a hacer con todas las cocinas de gas viejas, ¿chatarra?

– No, verás, el ministro decía en la tele que esas son para poner encima las nuevas de inducción. Que se quedarían como mesa.

– Nada mismo está claro…

– Ay, Negrito, ¿y ahora, qué hacemos? Si no compramos la cocina, en cambio, nos suben el gas… Si compramos, toca ver si valen… ¡Ah!, y de la leña, iraste olvidando, ¿no?

– Oye, mi reina, cierto, ¿ya tomaste tus remedios?


 

Plan de sustitución

El programa de sustitución de cocinas de gas por las de inducción prevé el reemplazo de alrededor de 3,5 millones de aparatos en el país. Según el plan oficial, se pretende aprovechar la energía que se generará a partir del 2016 con la entrada en operaciones de las centrales hidroeléctricas, actualmente en construcción. Con ello, el país se ahorraría alrededor de 700 millones de dólares en el subsidio al gas de uso doméstico.

En compensación, los usuarios de las cocinas de inducción recibirán 80 kilovatios hora al mes con tarifa cero, como subsidio hasta finales del 2017.

Para el funcionamiento de las cocinas es necesario -además de las instalaciones internas desde el medidor- el acondicionamiento de las redes de distribución eléctrica, que incluye el cambio de medidores, para lo que se tiene prevista una inversión de 485 millones de dólares, de los cuales 220 millones de dólares se han logrado financiar.

Actualmente, se debe sustituir cerca de 2,5 millones de medidores, que se acoplen a un voltaje de 220 voltios (V).

El cambio de las cocinas se direcciona únicamente a los hogares, por lo que pequeños restaurantes y negocios de comida no se verían beneficiados, pues deben utilizar las bombonas de gas industrial.

Los interesados en registrarse en el programa pueden acceder a través de las empresas eléctricas de su localidad, yendo directamente a los almacenes de electrodomésticos a partir de finales de agosto o ingresando a http://www.ecuadorcambia.com sitio del Ministerio de Electricidad con información sobre las cocinas de inducción.