La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Fotos: César Acuña Luzuriaga / @LuzLateraL

El sábado 29 de junio del 2019 quedará en la memoria de miles de seres humanos orgullosos de celebrar la convivencia pacífica y amorosa. Con carteles, cantos, ritmos y consignas, marchantes heterosexuales, homosexuales, transexuales, bisexuales, intersexuales, diversxs todxs, desplegaron la bandera del orgullo en un acto público de manifestación por los derechos humanos y por la vida.

Cincuenta años después de la redada policial en el bar Stonewall Inn, de Nueva York, y de los disturbios de Stonewall, que provocaron por primera vez la organización contestataria de los colectivos Lgbtiq de EEUU, la comunidad en Ecuador celebra un triunfo histórico: la aprobación del matrimonio civil igualitario por parte de la Corte Constitucional de ese país. El acto ocurrió el miércoles 12 de junio, y abrió la posibilidad de que las parejas del mismo sexo que quieran contraer matrimonio ante la Ley civil puedan hacerlo. Este acontecimiento revistió de un sentimiento de júbilo mayor a la Marcha de este año.

Ecuador se convirtió así en el vigésimo octavo país del mundo en reconocer este derecho humano y en incorporarse a una ola global que se vuelca a las calles para exigir que los gobiernos y los grupos religiosos dejen de intervenir en la vida privada de las personas y de violar derechos y libertades.

Desde la aprobación del matrimonio igualitario en Ecuador, portavoces de la la iglesia Católica, de los autodenominados grupos «pro-Vida», de grupos evangélicos, cristianos y demás corrientes religiosas han hecho declaraciones públicas en contra de la decisión de la Corte Constitucional ecuatoriana, desconociendo el principio constitucional de laicidad que rige en Ecuador. Junto a ellos, varias figuras políticas de tiendas distintas han mostrado su intención de interferir en el cumplimiento de este derecho humano que es mandato constitucional, anteponiendo sus intereses morales y sus creencias.

Sin embargo, en las calles de Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato y otras ciudades ecuatorianas, el colorido del arcoíris, la exhibición del cuerpo como un acto de resistencia y de rebeldía, los disfraces y las máscaras, el travestismo disidente, la fiesta desobediente y el orgullo de vivirla vencieron al odio y a los prejuicios. «Lejos de ser una exhibición banal –escribía hace un año en esta revista Cristina Burneo Salazar–, el desfile del orgullo gay dice que ocupar el espacio público y apropiarse de él desde la diferencia, el carnaval y la liberación del cuerpo es un derecho conquistado y aún por conquistar. De esta presencia constante y atrayente depende que menos gente sea asesinada, violada o torturada por su opción sexual.