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Guanaco MC, un blasfemo envenenado

Cuando Guanaco se planteó hacer un disco personal, la música también tenía que serlo. El bolero rocolero es el ritmo que “digamos, me ha acompañado en el background de mi vida, es el soundtrack de mis días; tal vez no era la música que yo prefería, pero si me pongo a pensar en la música que escuchaba mi abuela en la casa, lo que estaban pasando en los buses, lo que escuchaban mis tíos en sus borracheras, es esta música”.

Por Lorena Serrano / @LoLo2893

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“Este es el disco más egoísta que he hecho, solo pensando en mi desahogo”.

Guanaco MC

Suena el requinto.

Una  esquina perdida de esta ciudad y un aguardiente –caña manaba, puede ser– hacen la escena perfecta.

Se inicia el rap… pero no llega solo, la rocola lo acompaña.

Patricio Toro Campaña, reconocido locutor, dirige este performance. Su voz grave nos traslada a calles oscuras, recovecos extraídos de un sueño que no llega aún a convertirse en una pesadilla pero duele. En Blasfemia, la cantina y la calle se unen a los símbolos religiosos y paganos que intentan describir a este país llamado Ecuador. “Es un disco conceptual bastante arriesgado. Es un hito en mi discografía”, dice Juan Pablo Cobo, el hombre detrás del personaje, detrás del artista, Guanaco MC, una figura que ha levantado una institución alrededor de su obra. Pero, dice él, si no fuera por este disco, ya no estaría en la escena musical local. Es que hubo ya el plan de hacer otra cosa. “Yo soy un bicho del underground –reconoce este ambateño radicado en Quito–, cuando hay muchas luces me entran los conflictos”.

Juan quería hacer lo contrario a todo lo que sucede en la música. El disco tenía la función de sanación y el día de su lanzamiento oficial, en el Teatro México, el ritual se cumplió. Se cerró el ciclo y en lo más profundo de su ser Guanaco sintió que logró sanarse.

Cada presentación de Blasfemia es medicina para Juan. Era necesario retraerse y pensar en sí mismo para crear un disco de confesiones y dolores como solo un albazo, un pingullo, el bolero rocolero o el hip-hop pueden hacerlo.

Sábila, corazón y calavera

Sofía Barriga –reconocida bailarina de la escena local– fue quien junto a Guanaco armó el performance para el primer show de Blasfemia.

Su delicado cuerpo se contorsiona mientras bebe y sufre.   

Un corazón real se desangra frente a nuestros ojos. Algo está muriendo y las manos que lo sostienen despedazan cada parte del órgano. Al fondo, el requinto no deja de arrullar nuestras penas.

Ella desgarra el corazón, levanta la sábila y eleva al cielo, como ofrenda, una calavera.

La penca es el renacimiento y la sábila es la sanación. El corazón son las pasiones, las lujurias y el amor. La calavera es la muerte y “el punto donde todos nos encontramos”.

Para Guanaco, hay muchos micro rituales o cultos dentro del disco. “Hay una parte religiosa en mi familia y en parte (este disco) es sanarles y curarles de eso”. Muchas veces la gente es cristiana pero prende una vela a un santo pagano, pone sábila detrás de la puerta y se pone la pulsera roja para el mal del espanto. La religiosidad de las personas se compone de creencias que son muy personales, irrepetibles, “esa idiosincrasia tan íntima… El Ecuador entero es así”.

Blasfemia –sin duda uno de los discos que se inscribirán entre las obras de colección de la música popular hecha en Ecuador– se compone de esas “extrañas mezclas”.

Guanaco entra al escenario con un alzacuello y camisa negra. Es la posición de Guanaco MC, la de un pastor que va a ofrecer su discurso.  “Los cantantes no me ven como cantante, los músicos no me ven como músico. Yo soy MC, soy un maestro de ceremonias. El cura es un maestro de ceremonias”.

Estos tres elementos aparecen en el álbum, que se editó como un vinilo, no porque eso se haya puesto de moda, como muchos creerían. El formato va más allá de aprovechar la onda vintage. Fue un sueño de su infancia. No tener un vinilo es no pertenecer a la escena del hip-hop. Es el objeto donde se cierra el concepto del álbum, el objeto donde existe sincronía entre rocola y hip-hop. La cantina abre las puertas a la calle y se cumple la ceremonia ritual donde cada canción anuncia un pasaje de la vida de Juan Pablo Cobo.

Desde la Mama Cuchara

La mística del centro histórico de Quito atrajo al ambateño de barrio a uno de sus lugares más emblemáticos: la Mama Cuchara. Durante una semana, en un cuarto de hotel, con caña al buche y en silencio, Guanaco creó la mayor Blasfemia de su vida con el propósito de reconciliarse con su alma. Juan dejó durante esos días el departamento donde vive y en el que se siente “como un pájaro en una jaula”, para que el tradicional barrio de la Mama Cuchara lo recibiera: la vecina, la bulla y las peleas, algunos borrachos y el chisme, esas cosas que –rebusca en el recuerdo– a veces extraña de sus días en Ambato, su cuna.

“Era importante alejarme de mi casa, del estudio, de esos ambientes. Era un disco confesional, íntimo y quería realmente desahogarme y no me sentía bien ni cómodo de sacar el veneno en lugares cercanos. Los hoteles son lugares neutros, lugares de paso donde las personas llegan por un instante y se van”. Esa fue la sensación de soledad que daría el nombre a una de sus canciones –interpretada junto a Roberto Calero, el ídolo de su infancia–, reconocida por la Sociedad de Autores y Compositores del Ecuador (SAYCE) el 25 de febrero de 2016 con el primer premio a la Mejor composición.

Cuando Guanaco se planteó hacer un disco personal, la música también tenía que serlo. El bolero rocolero es el ritmo que “digamos, me ha acompañado en el background de mi vida, es el soundtrack de mis días; tal vez no era la música que yo prefería, pero si me pongo a pensar en la música que escuchaba mi abuela en la casa, lo que estaban pasando en los buses, lo que escuchaban mis tíos en sus borracheras, es esta música”.

Marilú Muylema y Roberto Calero, almas rocoleras

Antes de este disco, Guanaco no había escuchado a Marilú Muylema pero quedó fascinado con la tragicomedia de la rocola y con esa voz tan aguda que la caracteriza. Junto a ella interpreta la canción Jamás regresarán.

Roberto Calero es un rocolero bohemio y bacán, como versa uno de sus éxitos, Bohemio y bacán. Nació en Vinces hace más de 70 años y ha pasado más de 40 años dedicando su vida a cantarle al despecho. Esa es la voz que Juan escuchó toda la vida junto a sus abuelos y tíos. Es que Guanaco sabe que él no es más ni menos que quienes venían atrás. Hay una reunión de generaciones en su música. Blasfemia es para niños, para metaleros, para hipsters, para madres y para familias enteras. “Es así como yo enfoco mi música, no para una élite sino que sea música popular ecuatoriana”.

“Hacer música porque me da la gana”

Guanaco sacó lo tóxico de su ser para convertirlo en versos y rimas. Su veneno fue su antídoto para emprender la mejor Blasfemia.

Consciente de que arriesgaba todo al realizar este albúm le puso alma y vida. “Cuando tú haces un disco estás sumido en tu interior, de forma estúpida; cegado, como un caballo ciego”. Era el momento de expulsar todo. Juan Pablo Cobo se aferró a su alma para adentrarse en sus diablos y santos y así crear Blasfemia.