Sin pulmones, no hay vida. Melissa Benoit protagonizó un caso excepcional: hasta que le trasplantaran dos pulmones ajenos logró vivir seis días sin los suyos. No hay registro en el mundo sobre alguien que sobreviva sin estos órganos. Una persona con un pulmón puede llevar una vida ‘relativamente normal’, pero no hay médico que asegure una calidad óptima. Un pulmón trasplantado podría durar hasta 11 años. En Ecuador, el Covid-19 ha matado a más de 35 348 personas y todos sus habitantes tenemos un familiar o un conocido por quien lamentarnos. La mayoría de los fallecidos tenía sus dos pulmones. El coronavirus nos ha enseñado cómo lavarnos bien las manos, pero también nos ha dejado clara la importancia de nuestro sistema respiratorio. La pandemia nos mostró cuán frágiles somos.

Quienes habitamos Quito solemos pensar que el aire que respiramos se limpia un poco gracias a la presencia de parques como La Carolina, el Metropolitano Sur y Norte, el Parque Bicentenario…. Sin embargo, la realidad es que los pulmones de Quito están en el noroccidente, en el Chocó Andino, una zona declarada por la Unesco, el 25 de julio de 2018, Reserva de Biósfera, lo que le hace parte de la Red Mundial de Reservas de Biosfera. Su territorio, entre los 360 y los 4 480 metros sobre el nivel del mar, comprende a las parroquias de Calacalí, Nono, Nanegal, Nanegalito, Gualea y Pacto (que forman la Mancomunidad del Chocó), además de los cantones de San Miguel de los Bancos y Pedro Vicente Maldonado. Una reserva de biosfera constituye un área única en el planeta entero y demanda atención especial por parte de los Estados.

En este espacio habitan alrededor de 280 mil personas, 270 especies de mamíferos, 250 tipos de anfibios, más de 600 especies de aves y unos 3 200 tipos de plantas. Existen animales como el oso de anteojos, el olingo, el tigrillo, la rana cohete, el tucán del Chocó, entre otros, sin contar con la variedad de orquídeas y los ríos y cascadas que le convierten en un paraíso en la Tierra.

“Es uno de los principales centros de endemismo. Los datos estadísticos que arroja el Chocó Andino son los que permiten decir que somos un país megadiverso en potencia -explica Diego Mora, oficial de proyectos de la organización Hivos, quien ha centrado algunos de sus estudios en esta zona-, pero esto no es lo esencial, lo realmente importante es que cada día, tras investigaciones, se encuentra algo en el Chocó. Piensa en lo que tiene, pero imagina aún más lo que nos queda por descubrir”.

Para Mora, experto ambientalista, que al Chocó Andino se lo considere los pulmones de Quito no es un cliché. Las evidencias son palpables: “Los límites de ciudad nos los ha impuesto el cemento, pero si consideramos a todo el Distrito Metropolitano, estos bosques y páramos representan el 83% de su territorio. No podemos dividir a la ciudad. Hablamos de sistemas interconectados. El Chocó brinda los soportes a través de sus interacciones endémicas. Hablamos de la regulación del clima, la provisión del agua, la belleza escénica que nos da, el escaparse del Quito citadino a tan solo 45 minutos y encontrarte con una megaexplosión de verdor”.

Pero, su mayor preocupación radica en que no se comprenda la importancia de los seres humanos. “Sin duda, el oso de anteojos es su animal insignia, así como toda la flora y la fauna es importante, pero qué pasa con la vida de las personas que habitan allí, el riesgo que corren de alterar su hábitat. Muchos de ellos han tomado conciencia y saben del tesoro que resguardan, pero habría que seguir capacitando al resto de los habitantes”. Y eso incluye a los casi 2,8 millones que pueblan a la capital ecuatoriana.

Mineros perforan el pulmón de Quito en el Chocó

La minería, el fantasma que acosa al Chocó Andino

El olor al arroz cocinado se escapa de una improvisada carpa. Afuera, varios carteles llevan consignas en contra de la minería. Adentro hay colchonetas, una mesa, dos bancas largas, un refrigerador, una cocineta y lo indispensable en vajilla para cocinar y servirse los alimentos. Ahí dentro de la carpa también están Héctor, Fausto, Eugenia y Antonio. Dos mujeres más los acompañan, pero prefieren no hablar. A ellos les ha tocado el turno 24/7 en la carpa de San Francisco de Pachijal, uno de los tres puntos de vigilia permanente en Pacto, para reivindicar los derechos de la naturaleza frente a la acción minera. Los otros puestos de vigilancia ciudadana están en La Victoria e Ingapi.

“Claro que nos atacan. Mire cómo nos han cortado la carpa. Un día llegamos y estaba destruida la loza y botados todos los enseres. Por eso estamos acá día y noche, por la naturaleza, por defender nuestros derechos y que no destruyan nuestro territorio. Nos insultan y nos provocan, nosotros solo resistimos”, cuenta Héctor.

Eddyn Cortés, vicepresidente del Frente Antiminero Pacto por la Vida, el Agua y la Naturaleza, quiere hacer un breve recorrido a lo lejos, por la zona deforestada a causa de la minería, pero ese recorrido solo durará unos pocos minutos.

—Ya nos tenemos que ir —dice Eddyn. Esos son trabajadores de las mineras. Evitemos problemas.

—¿Te han amenazado?

—Muchas veces. Alguna vez hasta de muerte. Nos intimidan e insultan; además de que por la vía judicial buscan callarnos. Hacen sus trampas para dividirnos, para ponernos en contra unos de otros. No solo afectan a la naturaleza, sino que también destruyen a nuestro tejido social.

Yuli Tenorio, abogada del Frente Antiminero, recuerda que este conflicto lleva ya más de 20 años. “Lamentablemente, esta resistencia ha sido invisibilizada por el Estado y por los propios medios de comunicación y hasta desde la academia. A los ciudadanos nos tocó organizar para llevar la problemática a la opinión pública. En Pacto ya se está explotando material aurífero, incluso sin licencia ambiental, como lo hace la minera Melinachango”.

Por lo pronto, Yuli siente un respiro debido a la amnistía concedida el pasado 15 de marzo a 268 personas por parte de la Asamblea Nacional. “En el país, 95 personas fueron criminalizadas por defender a la naturaleza. La otra gran parte de amnistiados son defensores de territorio y administradores de justicia indígena; la menor parte tiene que ver con el paro de octubre de 2019 -aclara Yuli-. La amnistía fue una buena noticia, porque tres de nuestros defensores la recibieron: Richar Paredes, quien tenía dos investigaciones previas, una por robo y otra por paralización de servicios públicos; y Patricio Collaguazo y Efraín Albán por robo de material aurífero”.

La abogada tampoco escapa de la “intimidación vía judicial”. “Durante estos años, las mineras han criminalizado de forma sistemática a las comunidades y a quienes las defendemos. Yo también tengo una denuncia, quieren desmovilizarme. Los abogados podemos darnos cuenta de que nuestro libre ejercicio, acompañando a las comunidades en resistencia, resulta una actividad de riesgo”.

Pero, lo judicial no es la única vía para amenazar a la población. Richar Paredes, presidente del Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) de la parroquia de Pacto, no solo cuenta con las denuncias a las que se refiere Tenorio. A él también trataron de removerle de su cargo y hasta fue intimidado verbalmente. “Una vez unos siete tipos, que son de las mineras, me acorralaron y me dejaron en claro que me mantenga a un lado. Yo no tengo miedo y si algo me pasa es responsabilidad de las mineras. Tuvimos una consulta comunitaria y el 93% de nuestra población no quiere minería. Yo tan solo represento a mi gente”.

En la zona existen dos concesiones en trámite para explotación a gran escala. La pequeña minería cuenta con 12 concesiones y otras 10 se encuentran bajo régimen legal. Por lo menos unas 23 000 hectáreas serían afectadas si se autoriza sus operaciones. Los pobladores coinciden en que las mineras Natural Resources Company, Melinachango Santa Bárbara y 5 de Junio son las que más les han perjudicado.

Roque Sevilla: «Soy amante de la naturaleza pero no soy antiminero»

El Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica promociona acciones en la Reserva de Biósfera del Chocó Andino. Por el momento, desarrolla un programa de bioemprendimiento y de reforestación. El ministro de esta cartera, Gustavo Manrique, firmó una carta de intención en la que se estipula la inversión de un millón de dólares con la restauración forestal como eje transversal. Esta iniciativa cuenta con los fondos de la cooperación de los gobiernos de Alemania y Noruega, administrados por el Fondo de Inversión Ambiental Sostenible e implementados por el programa REM Ecuador.

Pero la minería es también una de las banderas de la política pública del actual Gobierno, que apuesta por un modelo extractivista para captar capitales nacionales y extranjeros. Para mediar con el dilema, el presidente Guillermo Lasso nombró al exalcalde de Quito Roque Sevilla como consejero ad honorem en temas relacionados con la protección del medioambiente. Sevilla fue parte de la iniciativa Yasuní ITT durante el gobierno de Rafael Correa, que terminó en el fracaso, y a través de la Fundación Futuro y la reserva ambiental y turística Mashpi Lodge, está involucrado en la defensa del Chocó Andino.

—¿Cuál fue el primer consejo que le dio al presidente Lasso, en su condición de consejero?

—Hay que entender que la minería es una actividad que a la corta o a la larga se dará. Lo importante, y lo primero que le dije, es que hay que realizar un verdadero mapeo para determinar qué zonas realmente se deben explotar, porque con una tecnología y explotación adecuada, se dará el menor impacto. Esto debe venir acompañado de estudios y de seguimiento riguroso para evaluar que quienes exploten realmente lo hagan bajo todas las condiciones que protejan al medioambiente. No solo el Estado sino una veeduría ciudadana debe ser partícipe de estos seguimientos. Yo soy un amante de la naturaleza y un defensor del medioambiente, pero no soy antiminero. La minería debe darse donde realmente no se afecte al ser humano y a la naturaleza.

—¿Qué sucederá con el Chocó Andino?

—No debe tocarse. Las exploraciones demuestran que no hay minerales suficientes para un sacrificio. Y, así los hubiera, esta parte representa el pulmón no solo de los quiteños, sino de todos los ecuatorianos. Explotarlo significaría que perfores la tierra en una dimensión del Panecillo bocabajo. Sería peor que el queso gruyere que hoy es Zaruma.

Mineros perforan el pulmón de Quito en el Chocó

El turismo y la agricultura sustentable, las alternativas

Rodrigo Rangles es el dueño de El Encanto Resort, un proyecto turístico sostenible ubicado en La Floresta, San Miguel de los Bancos. Por años fue profesor de Redacción en la Universidad Central del Ecuador, pero ahora resulta un maestro de los números al explicar la problemática minera: “Puedes desperdiciar hasta 5 000 litros de agua en todo el proceso de obtención de un gramo de oro. Redondeando, un litro de agua que compras en la tienda te cuesta un dólar. El gramo de oro te sale en 65 dólares. Gastarte 5.000 por 65 dólares no es negocio. Sin contar el impacto ambiental”. Rangles tiene razón. En el mercado ecuatoriano, el precio de un litro de agua oscila entre 0,80 y 1 dólar y el gramo de oro, dependiendo del lugar del que se lo extraiga, tiene un valor que oscila entre 40 y 71 dólares. En el Chocó Andino, el precio promedio del gramo de oro podría alcanzar los 61 dólares.

Rodrigo Ontaneda, director de la Reserva Maquipucuna, coincide con el razonamiento de Rangles y mira como alternativa al turismo. “Se puede trabajar en turismo comunitario, científico y cultural por los vestigios del pueblo Yumbo. Además, se podría trabajar con las universidades para que se realicen investigaciones y conseguir los recursos necesarios. La minería es pan para hoy, hambre para mañana”.

2020 fue un año atípico debido a la emergencia sanitaria, de manera que esas cifras no resultan útiles para este análisis, mientras que los datos correspondientes a 2021 aún no han sido difundidos. Pero las cifras oficiales durante el 2019 -el último año medido antes de la pandemia- son claras: la minería aportó con 1 614 millones de dólares a la economía ecuatoriana, mientras que el turismo captó 2 414 millones, según datos del Banco Central del Ecuador.

A esto se suma la riqueza de la tierra a través de una agricultura sustentable. El café de especialidad y el cacao fino de aroma (latitud 0°) llaman la atención del extranjero, gran parte de frutas cítricas de la zona abastecen a la capital ecuatoriana y la economía de Pacto se mueve gracias a la panela. Y si se quiere hablar de una verdadera mina de oro, se puede aprovechar este suelo para la vainilla. “La vainilla puede darse en esta zona por sus características y podría alcanzar un valor de entre 800 y 3 000 dólares por kilo” en el mercado internacional, explica Beno Bonilla, vocero de la Fundación Pachamama.

Mineros perforan el pulmón de Quito en el Chocó

La consulta popular, última cruzada

La Mancomunidad del Chocó Andino propició una consulta popular para que la minería no opere en Quito y, por lo menos, se impida futuras concesiones. La Corte Constitucional dio paso a esta propuesta que, sin exagerar, es ‘un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad’.

La ley manda que se recojan al menos 198.000 firmas con el propósito de incluir la consulta, el 5 de febrero de 2023, en el proceso de elecciones seccionales. “Con la experiencia del Yasuní no vamos por 200.000 firmas, al menos queremos 500.000”, dice Bonilla, quien está a cargo de liderar este proceso y reconoce que la consulta frenaría a las futuras concesiones, mas no las ya habilitadas. “Las mineras que vienen operando deberían dejar de hacerlo; por consulta o por otras vías habrá que cesar sus actividades porque vulneran los derechos humanos y los de la naturaleza”, insiste.

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En el parque de Mindo -uno de los poblados más turísticos del Chocó-, un saxofonista ambienta el lugar con unos acordes de Charlie Parker, mientras miles de hormigas, muy cerca de él, llevan hojas a sus colonias. Ellas cargan hasta 10 veces su peso en esa acción, en perfecto equilibrio. En contraste, cada habitante de Quito produce anualmente 2,3 toneladas de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global, que aumenta peligrosamente desde que se desató la era industrial; mientras que cada hectárea del Chocó Andino es un reservorio de 250 toneladas de carbono, uno de los elementos sustanciales para la vida. La vida es un asunto de equilibrio. ¿Cuál es el peso que estamos dispuestos a cargar?


Texto e investigación: Damián De la Torre Ayora. Infografías e ilustración de portada: Daniel Cazar Baquero. Dirección audiovisual: Jonathan Venegas. Guion de video: Damián De la Torre Ayora. Edición general: Diego Cazar Baquero.


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