Ximena Jaramillo es una ingeniera química lojana de 44 años que ha propuesto una solución para combatir el consumo de agua contaminada en Ecuador.
Su proyecto de purificación de agua mediante tecnología verde ganó el premio regional L’Oréal-UNESCO para Mujeres en la Ciencia en 2024. Ximena es la primera ecuatoriana en recibir este reconocimiento.
Por Dagmar Flores / @DagmarMayari
Ilustraciones e infografías: Jonathan Venegas / Fotografía: David Francisco
A los cinco años, Ximena Jaramillo ya sabía que quería ser científica. Su padre –profesor de Física e ingeniero agrónomo– le explicaba el mundo con ejemplos caseros. “¡Qué inercia que tienes!”, le decía, mientras ella y su hermano miraban El mundo submarino de Jacques Cousteau o MacGyver en la televisión.
Pero la chispa se encendió definitivamente con Los rebeldes de la ciencia, una serie televisiva que todavía recuerda porque una mujer científica aparecía en pantalla. Desde entonces, Ximena quiso marcar la diferencia.
Nació en Loja, la capital cultural de Ecuador. Con emoción recuerda ahora a su profesora de Química del colegio La Inmaculada y la influencia que ejerció ella para que eligiera la especialización de químico-bióloga. Su elocuencia aumenta cuando piensa en la primera mujer científica que admiró, después de que su padre le regalara un libro sobre ella: se trataba de Marie Curie, la polaca y nacionalizada francesa que ganó dos Premios Nobel, uno en Química y otro en Física. Más adelante conoció también las historias de Matilde Hidalgo –la primera mujer ecuatoriana en votar y en doctorarse en Medicina– y de Rosalind Franklin –quien fue clave en el descubrimiento de la estructura del ADN aunque su trabajo fue injustamente atribuido a sus colegas varones.
Cómo vencer una carrera de obstáculos
Ximena Jaramillo enfrenta adversidades similares a las que esas mujeres debieron vencer.
En Ecuador, solo se invierte 1,47 dólares per cápita para el desarrollo de la investigación médica y la salud básica, según la Organización Mundial de la Salud. Además, las mujeres encuentran barreras adicionales para hacer ciencia, no solo por los consabidos estigmas de género, sino también por brechas educativas.
De acuerdo con datos analizados por CEPAL, tres de cada cuatro mujeres que viven en zonas rurales y no completaron la educación primaria carecen de acceso a servicios básicos de higiene (76,7 %). Esta cifra no es solo la más alta entre los países analizados de la región, sino que revela una precariedad profundamente ligada a la educación y al territorio.

Ximena cuenta su vida como esa historia que se ha repetido muchas veces. Cuando se graduó del colegio estaba interesada en seguir Biología Molecular, pero en las universidades de su provincia no existía esa opción. Lo más cercano que encontró fue la Ingeniería Química.
Ahora, entre el recuerdo y la experiencia acumulada, ella mira a través de sus lentes cada rincón de su oficina, como si cuidara que ningún detalle se le pase por alto. “Es una carrera para hombres”, le dijeron, pero eso le motivó aún más, confiesa hoy, riéndose del pasado: “Mientras más crean que no puedo, más me voy a esforzar”. Su voz es segura. Toma un respiro cuando hace falta y añade precisiones. Su vocación también se manifiesta en sus palabras.
Fue así que Ximena Jaramillo se convirtió en la primera mujer ingeniera química graduada de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL). Al conseguir su título, en 2004, decidió quedarse en la universidad como profesora investigativa. Trabajó en el área de procesos ayudando a montar protocolos para la planta de productos alimenticios.
Más adelante viajó a Italia para iniciar un doctorado, pero solo se quedó allá tan solo por un año. El embarazo de sus gemelos cambió su vida por completo. Solo algo así podía alejarla de su pasión profesional durante los siguientes ocho años. En ese tiempo tuvo a su tercer hijo y al convertirse en madre, su curiosidad por el mundo nutricional aumentó.

Para no perder la dinámica del estudio y del aprendizaje, Ximena decidió seguir una maestría en Nutrición y Dietética con especialización en Nutrición Infantil y Nutrición Clínica. Al final no ejerció mucho como nutricionista, pero esta formación fue muy útil para mejorar sus habilidades culinarias.
Luego de haber cumplido con el tiempo maternal de los primeros años regresó al campo de la química como profesora de bachillerato: en las mañanas daba clases y en las tardes se dedicaba a velar por el crecimiento y la formación de sus hijos. Hasta que en 2015, la carrera de Química Aplicada se abrió en la UTPL y ella regresó como estudiante. Se graduó y enseguida se presentó a una convocatoria para ser docente de esa universidad. En 2017, fue contratada como profesora investigadora y en ese proceso se reencontró con la química inorgánica y los sistemas funcionales. Su tesis —en parte experimental y en parte teórica— fue el inicio de una nueva etapa: gracias a su rendimiento, en 2019 recibió una beca para hacer ese doctorado que había pospuesto. Esta vez, en la Universitat Rovira i Virgili, de España, en el programa de Nanociencias, Materiales e Ingeniería Química.
Durante la pandemia, se formó en Química Computacional para complementar su trabajo.
La ciencia de purificar el agua
En 2022, Ximena se doctoró. “Hasta ese momento, yo era solo alguien que pasaba muchas horas en el laboratorio”, dice. Pero todo cambió con el Premio L’Oréal-Unesco Para las Mujeres en la Ciencia que llegó en diciembre de 2024. Fue la primera ecuatoriana en recibirlo.
Su proyecto consistió en la creación de un sistema de purificadores de agua a partir de residuos orgánicos y cerámicos. Lo que hace es aprovechar materiales locales, como la arcilla o residuos agroindustriales, y aplicarles una transformación química con tamices moleculares que mejora su capacidad para remover contaminantes. Esto permite filtrar el agua, optimizando su distribución y tratamiento. Al cierre de esta publicación, los detalles de la investigación son confidenciales porque ella y su equipo se encuentran en el proceso de adquirir una patente internacional.
“El agua es vida”, repetían las profesoras en las clases de primaria. Pero, ¿qué pasa cuando el agua que consumimos nos enferma? Esta pregunta podría explicar la motivación que animó a Ximena a pensar en un mecanismo de purificación de agua sostenible. Ecuador está dividido por 31 sistemas fluviales, incluyendo las islas Galápagos. Aún así, la calidad del agua que consumen sus más de 17 millones de habitantes es una preocupación de salud pública que no ha sido resuelta.
En Latinoamérica, 28 millones de personas carecen de acceso a una fuente de agua mejorada.
En Ecuador, solo el 53% de la población rural accede a agua de forma segura, según la Organización Mundial de la Salud. En 2023, el 44% de las plantas de tratamiento de aguas residuales en el país arrojaron el agua en ríos, el 26% en quebradas, el 10,2% lo descargó en el suelo y el 19,9% en otros sitios como lagos o pantanos, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). La situación es más crítica con los menores de edad en zonas rurales o periféricas: 8 de cada 10 niños, niñas y adolescentes indígenas no tienen acceso a agua, según la organización Ayuda en Acción.
Esa agua sucia es recogida, en su mayoría, por la población indígena o rural que no dispone de sistemas de filtración o incluso de infraestructura básica de saneamiento. Están acostumbrados a consumir el agua de los ríos o de los lagos, a los que muchos pueblos indígenas no consideran un recurso hídrico, sino un elemento sagrado.

En la provincia amazónica de Pastaza, en donde se consume la mayor cantidad de agua en el país (28,02 m3/mes), solo tres municipios monitorean la calidad de agua para consumo humano, según la información del INEC. Allí, el 62,6% del agua mostró presencia de Escherichia coli en el punto de consumo y el 48,6% lo tenía en el punto de suministro, de acuerdo con mediciones realizadas entre 2023 y 2024. La presencia de esta bacteria es un indicador de contaminación fecal y representa un riesgo directo de enfermedades gastrointestinales.
La contaminación del agua también está ligada a la desnutrición.
El 25% de los niños y niñas menores de dos años y el 27,4% de los menores de cinco años tienen desnutrición crónica infantil en esa provincia. Los datos muestran que el agua en la Amazonía es insalubre y contiene residuos fecales, especialmente en Pastaza, Napo, Morona Santiago y Zamora Chinchipe, provincias en las que predomina la población indígena.
Ximena Jaramillo dice que su proyecto todavía es una tecnología en construcción y que por el momento solo tienen un modelo, pues la producción de este filtro es una tarea muy ardua. “Nuestro papel es generar conocimiento y transferirlo con responsabilidad. El impacto tiene que llegar a las comunidades”, aclara la científica.
El agua está íntimamente ligada al trabajo de cuidados, un rol que históricamente han asumido las mujeres, desde el abastecimiento hasta el tratamiento y filtrado en los hogares. Según la Organización de Naciones Unidas, en el 80% de los hogares que carecen de agua, la responsabilidad de recogerla es de las niñas y las mujeres jóvenes y adultas. Con agua insalubre, los hábitos de higiene -incluidos los que conllevan la menstruación, la atención a personas enfermas y las tareas domésticas- se vuelven más difíciles, más largos y menos visibles.
La falta de acceso a servicios como el alcantarillado está ligada directamente a una desigualdad de género escolar, como indica la CEPAL. Más del 84 % de las mujeres rurales sin educación primaria en Ecuador carecen de este servicio básico. Esta realidad no solo afecta a la salud, sino también a la autonomía, al tiempo disponible y a las oportunidades educativas de mujeres y niñas, perpetuando ciclos de desigualdades. Es decir, en contextos donde no hay agua limpia o potable, las niñas faltan más a clase, abandonan antes la escuela y tienen menos oportunidades de avanzar en su educación y en su profesionalización. En cambio, cuando hay cobertura de agua segura y servicios higiénicos, los datos muestran una paridad de género en la educación.
Para Jaramillo, el agua debe ser protegida por políticas públicas. Explica que en Ecuador el problema no es la escasez de agua, sino la falta de agua limpia, pues la contaminación sigue siendo alta, en gran parte por la débil regulación sobre industrias como la minería.
Según MapBiomas Amazonía, en la provincia del Napo, por ejemplo, solo entre 2015 y 2021 las áreas con actividad minera se incrementaron en 855 hectáreas, un crecimiento de más del 300% que no ha sido atendido con medidas de salubridad ni políticas públicas destinadas a evitar la contaminación de fuentes hídricas.
El consumo de agua contaminada con presencia de microorganismos y sustancias químicas puede causar malnutrición, intoxicaciones y diarrea. En América Latina aproximadamente 7.600 niños menores de cinco años mueren por enfermedades diarreicas. Una de las enfermedades más comunes asociadas al agua contaminada en zonas tropicales es la leptospirosis, transmitida por el contacto con agua infectada por orina de animales.
En el primer semestre de 2025, Ecuador registró un repunte de casos en la comunidad indígena de Taisha, en la provincia amazónica de Morona Santiago, que causó la muerte de ocho niños de las nacionalidades Shuar y Achuar.
Para Ximena, la mejor apuesta es una “química verde” y de “procesos limpios”. “Lo que estamos haciendo como científicos tiene que ser sostenible. No podemos seguir contaminando mientras decimos que investigamos para cuidar el ambiente”, señala con firmeza. Por esto, cree ella, son necesarios los espacios de investigación y de ciencia responsables, con un enfoque preventivo y de remediación.
Mujeres en la ciencia: una apuesta por el cambio
Con frustración, Ximena asegura que cuando a un hombre se lo ve triunfar no se piensa en cómo lo equilibra con su rol de ser padre. “Como papás tienen a una esposa que está cuidando de sus hijos”. Mientras tanto, conjugar ambos roles es una tarea heroica para una mujer. “Nunca me arrepentiré de haber dejado mi profesión por mi familia y ahora que mis hijos están grandes, veo ese fruto –asegura–; ellos me motivaron a hacer mi doctorado”.
Cuando estuvo a punto de renunciar, uno de sus hijos le dijo: “Tú nos dedicaste el tiempo y ahora es momento de que te vayas”. Para esta científica lojana, ya no se trataba de una satisfacción personal, sino también de marcar un camino para sus hijos. Hoy, con más certezas, lamenta que el mundo científico para las mujeres siga siendo complejo debido a los estereotipos que todavía existen y a que muchas de sus colegas no cuentan con el apoyo de sus parejas. “Si la mujer no participa tanto como debería en estos escenarios (científicos) no es por falta de capacidad, sino por falta de oportunidades”, añade.
Actualmente, Ximena Jaramillo es vicerrectora de Investigación de la UTPL. Su rol no solo es desarrollar tecnología sino velar porque todos los proyectos científicos de la Universidad estén alineados con un impacto con conciencia social y ambiental. Ximena no cree en la ciencia desconectada de la sociedad sino en una ciencia que escucha y capacita. Ha estado en contacto con comunidades que, al principio, según comenta, desconfían de la tecnología. “A veces hay miedo por quién lleva la tecnología o por las experiencias previas. Pero cuando la ciencia se acerca con respeto, puede ayudar a cambiar eso”.
Ximena Jaramnillo no nació para quedarse quieta. Además del filtro para purificar el agua, su equipo investiga biofilms para empaques biodegradables, con el mismo principio de usar residuos, reducir contaminación y aportar soluciones reales. Los biofilms son estructuras naturales formadas por microorganismos que se agrupan en superficies, crean una matriz protectora y son ideales para reemplazar envases plásticos.
Ximena Jaramillo apuesta por todas las niñas curiosas que pueden marcar la diferencia como ella lo hace a diario: “Créanse capaces de lo que se propongan hacer porque no hay barreras. No se dejen llevar por estereotipos y confíen en su sensibilidad. Estén seguras de que pueden generar cambios sociales”.

Contar la ciencia también es un acto de liderazgo femenino. Esta historia forma parte de una alianza entre Escuela GENIA y La Barra Espaciadora.