En su nuevo disco Nubes Selva, la cantante y compositora ecuatoriana Grecia Albán teje memoria, territorio y afecto a través de una fusión entre la música tradicional y la experimentación contemporánea. Desde una voz que resiste con ternura, habla sobre el kichwa, la industria musical y lo difícil —pero necesario— que es “hacer vivible lo invivible”.


Por Ángela Lascano D. / @AngelaILD 

Grecia Albán, cantante latacungueña, recibe mi llamada desde el carro, mientras recorre las calles de Guayaquil junto a su banda. Lleva una trenza de lado y unos aretes largos que, por su forma, recuerdan a las líneas de Nazca: geoglifos inmensos con los que los antiguos habitantes de la costa sur del Perú dibujaron el desierto.

Grecia toca el chelo, hace percusión, canta y compone. Su trayectoria musical es diversa: ha participado en proyectos discográficos como Detrás de los Huesos (2011), Apis (2013), Salsa de Altura (2015), Sacha Muchacha (2021) y Mamahuaco (2018), su primer álbum como solista. También ha compuesto música original para películas ecuatorianas, entre ellas La Tola Box, Tan distintos los dos y Objetos Rebeldes

Ahora lanza su segundo disco, Nubes Selva, una propuesta que rinde homenaje a la memoria, al territorio que la vio crecer y a la esperanza que se siembra en el terreno de la música.

El disco está compuesto por once canciones, construidas sobre una base sólida de música tradicional ecuatoriana y con matices de ritmos latinoamericanos.

El lanzamiento será progresivo, acompañado de una gira nacional que ya comenzó en la costa ecuatoriana, con fechas en Santa Elena y en el Puerto Santa Ana, de Guayaquil. El evento oficial de presentación del disco completo será en Quito, en el Teatro Variedades Ernesto Albán (Flores y Manabí, dentro de la Plaza del Teatro), el jueves 12 de junio de 2025, a las 19h30.

Hay una cita muy bella de Bolívar Echeverría que resuena en tu lanzamiento, y es sobre “hacer vivible lo invivible”. ¿Qué significa para ti hacer vivible lo invivible desde la música?

La música y el arte abren posibilidades para imaginar: la vida de las personas, los espacios; y también la posibilidad de que las cosas cambien. A través de la música, de los sonidos y las creaciones estamos inventando posibilidades. Y también desde lo barroco*esta forma de mezclar elementos culturales y símbolos- adornamos nuestro presente, que muchas veces es un presente complejo y difícil por la realidad de nuestro país, y la situación de los artistas y músicos en el Ecuador.

Entonces, la música es una forma de resistir, es una forma de habitar esta vida como personas creativas que creamos; y, a la vez, una forma de sostenernos culturalmente entre nosotros.

*El término “barroco” hace referencia aquí a una propuesta del filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría, quien lo usa para describir una forma de identidad latinoamericana atravesada por tensiones. El barroco, en este sentido, permite que elementos culturales, aparentemente contradictorios, coexistan. Es una reapropiación de la identidad. 

En esta realidad compleja, ¿cómo dialoga Nubes Selva con las violencias -simbólicas o reales- que atraviesan la vida en América Latina?

En este disco le doy mucho valor a cosas muy sutiles. De hecho, Nubes Selva es una evocación a una memoria mía: cuando mi mamá me cantaba de niña, me hacía flotar en el río, y yo podía escuchar su voz. Y es volver a conectar con ese momento de amor, de generosidad, de una selva que está viva y sana… justamente lo contrario a la violencia. 

Entonces, por un lado, es intentar regresar a esa imagen, a ese lugar de amor profundo que mi madre me regaló y que me regaló la selva en la que pude estar. Y por otro, es querer dárselo al público, porque todos nos merecemos ese amor, esa sutileza, ese cariño, reconociéndonos como personas vulnerables, como personas tiernas que merecemos ser amadas.

Creo que mi música valora mucho este lenguaje sutil, esa posibilidad de amar y de compartir a través del afecto; desde el cariño que quizá no recibimos en el día a día a raíz de las violencias estructurales. Es abrir la posibilidad de querernos a través del espacio del arte.

Grecia Albán
Foto: Daniela Vasconez

¿La música se configura entonces como refugio o como herramienta política? ¿Cómo miras esa dualidad?

Es interesante, porque creo que puede funcionar de ambas formas: hay artistas que confrontan directamente desde lo político, y también hay artistas que nos refugiamos dentro del arte para poder vivir, existir y simplemente ser.

Aun así, pienso que el arte siempre va a ser un espacio político, porque en él estás proponiendo un imaginario, símbolos. Cuando haces una canción, un poema, estás hablando de algo: presentas imágenes, vestuarios, ideas conceptuales que finalmente dan significado al imaginario de la gente. 

En mi caso, es una forma de resistencia política en la que celebro ser ecuatoriana, latinoamericana, mujer mestiza que busca conectar con sus raíces ancestrales y defender también el espacio que merecen las mujeres en la sociedad. 

Entonces, sí, para mí el arte es una herramienta política y de resistencia. Pero también creo que hay muchas formas de resistir, y que no todas tienen que ser explícitas.

Tu disco habla desde lo íntimo, de tus memorias y vivencias. ¿Cómo fue el proceso creativo?

Generalmente parto de una idea, de preguntarme qué es lo que quiero contar, lo que quiero comunicar. En este caso, partí de historias íntimas, como el momento con mi madre en la infancia, que lo trabajé a través de una canción que se llama Maru. Todo el disco fue desarrollado en conjunto con Miguel Sevilla -experimentado músico y productor ecuatoriano-  con quien desarrollamos todo el universo instrumental y sonoro de estos conceptos.

A la vez, pensé mucho en dedicar fragmentos de este proyecto a reconocerme como mujer mestiza latacungueña, y a las memorias vividas a través de la herencia cultural que me dejaron mis abuelas. Ahí aparecen Virgen y Volcán, Huaco del Volcán, que representan recuerdos no solamente míos, sino, creo, compartidos por todas las personas que somos de estas zonas, de esta región, de este país.

Además, cuando tengo una idea me gusta investigar. Por ejemplo, quería trabajar sobre un ritmo andino, y estaba escogiendo entre el huayno, el sanjuanito o el yumbo. Entonces nos pusimos a escuchar y a estudiar mucho la música, a entender también de dónde vienen esos ritmos, para tener más seguridad al momento de utilizarlos, de aplicarlos, de trabajar con estos ritmos que son ancestrales del Ecuador.

Entonces hay una fase de memoria, de volver a la memoria; otra fase de investigar con qué lenguajes queremos hablar; y también una parte muy lúdica, que es dejarse llevar con todas estas ideas en la improvisación, para luego aterrizarlas a una composición. Este disco lo hemos trabajado por aproximadamente cinco años, desde la primera semilla hasta ahora que podemos compartirlo con el público. 

Grecia Albán
Foto: Daniela Vasconez

¿Cómo fue el proceso de elegir los ritmos y lenguajes musicales del disco? ¿Cómo es ese primer acercamiento?

Hay una parte que es intuitiva. Por un lado, siempre he escuchado mucha música ecuatoriana, de raíz indígena y afro, y ese lenguaje se ha ido, poco a poco, sembrando en mi propia memoria musical. Y, por otro lado, también fueron decisiones genuinas, de decir: “Yo quiero en este disco incluir un ritmo amazónico, ritmos específicos de la zona de Imbabura; quiero, queremos trabajar con eso”.

Sin embargo, no somos músicos tradicionales ni pretendemos ocupar su lugar, por lo que nos parece importante trabajarlo desde nuestro sitio, con nuestro lenguaje, que también es contemporáneo. Porque somos músicos que amamos la música tradicional, pero que también estamos influenciados por el jazz y muchos otros géneros.

En el disco también están presentes algunos ritmos latinoamericanos que me son muy queridos. Por ejemplo, está el candombe, un ritmo afro-uruguayo con el que tuve acercamiento cuando estudié en Argentina. Lo traje a este proyecto a través de una canción que se llama Río Mar.

En pocas palabras, la elección está guiada por el gusto y también por la intuición. Pero —y esto lo hablábamos hace un rato, cuando decíamos que la música también es política— incluir estas sonoridades y estos ritmos, que guardan memorias importantes, también es una decisión política.

Ahora que hablaste de esa fusión desde lo contemporáneo, ¿cómo ves tú la decisión de modernizar ritmos tradicionales? Te lo pregunto porque hay quienes defienden que lo tradicional debe conservarse tal cual, y otros que apuestan por mezclar, reinterpretar. ¿Desde dónde nace tu decisión de combinar esos lenguajes?

Yo creo que nace de la necesidad de jugar. La música es un espacio donde, si no hay juego, si no hay magia, si no la pasas por tu cuerpo y por tu vida, se vuelve un espectáculo nada más, algo solamente de replicar o copiar. Pero cuando tú haces que una información pase por tu cuerpo y por tu vida, ya no está pura. Ya no es el huayno puro, ni candombe puro, ya no; porque pasó por tu vida, tus memorias y tu presente. Es una forma de hacer música, de guiarnos e inspirarnos en la música tradicional, pero ofreciendo al público una propuesta distinta, propia. Y como te decía, lo hacemos sin intención de tomar el lugar de los músicos tradicionales, porque no lo somos: no nacimos dentro de esas tradiciones, aunque amemos estas músicas. 

Tienes una anécdota donde cuentas que tu madre compra canastas, aunque tenga muchas, solo para que sigan tejiéndolas. Me pareció una imagen hermosa. ¿Crees que modernizar la música tradicional es como seguir tejiendo esas canastas, para que esa tradición no se pierda?

Sí, claro que también tiene que ver con eso, con esa acción de mi mamá. Y es algo muy lindo, porque estos ritmos necesitan ser tocados para seguir existiendo. A veces les tenemos mucho miedo, como si lo tradicional fuera algo intocable, con lo que no se puede jugar. Pero las tradiciones, para fortalecerse, también necesitan ser ejecutadas, tocadas, admiradas, cuestionadas. Y nosotros estamos ahí, tejiendo nuevas posibilidades y jugando con esas memorias.

¿Hay alguna canción del disco que no sabías si mostrar al mundo? ¿Una que sentiste muy tuya, muy vulnerable?

Todas. Porque la voz es un instrumento que pones en el disco, y es lo que eres en ese momento. Es ponerla al servicio del proyecto, dejarla disponible para ser escuchada, para ser recibida… y también para ser rechazada. Eso siempre es muy fuerte. 

Pero la canción que acaba de salir, Uku Ñan, sí me generaba bastantes dudas. La compuse en español y en kichwa, y me preguntaba cómo la iban a recibir las personas. ¿Las personas que no entienden kichwa la van a escuchar? ¿Y qué van a pensar las personas que sí lo hablan? 

Me creaba muchas dudas, pero al final estoy muy contenta con la forma en que las personas lo han recibido. Aquí en Guayaquil, por ejemplo, no hay una cercanía tan grande con el kichwa, y aun así les encanta poder escuchar y decir: “Esto también es el Ecuador”.

Además, para mí ha sido un regalo trabajar estas letras con una mujer como Ana Cachimuel, que es una gran luchadora por la resistencia del kichwa a través de la lengua. Ha sido un honor inmenso poder dar mi voz, poner mi cuerpo y mi tiempo al servicio de esta lengua maravillosa que es el kichwa.

Grecia Albán
Foto: Carolina Zambrano

¿Cómo fue el camino para trabajar con una disquera internacional como Folkalist?

Ha sido un trabajo bien largo. En realidad, el disco ya estaba listo en 2024 y estábamos en el proceso de sacarlo… y justo en ese momento recibí una invitación para participar en una convocatoria lanzada por la disquera Folkalist.

Postularon muchos artistas, de muchos lugares del mundo -alrededor de 180 postulantes- y la disquera me mostró interés. Tuvimos una reunión, pero me dijeron que querían cambiar varias cosas, y para mí fue muy duro, porque fue como echar unos pasos para atrás. Sin embargo, era justo lo que nosotros habíamos estado buscando: desde Ecuador hemos hecho muchos esfuerzos por internacionalizar nuestra música y hay espacios a los que es muy difícil llegar. 

Finalmente, después de varios meses de conversaciones, de enviarles material y material, ellos escogieron este proyecto para poder lanzarlo en el 2025. Nos ganamos ese lugar a punta de trabajo. Vieron todo el trabajo que había atrás y les pareció fascinante. Y también les pareció fascinante trabajar con músicos ecuatorianos, porque no es algo tan común para ellos.

Por eso creo que esta es una oportunidad para nosotros y también para ellos; para nutrirse de toda la música ecuatoriana.

¿Crees que hay una tensión entre la “música latinoamericana” y lo que se espera de ella fuera de su territorio?

Ese es un tema que me parece fascinante. He tenido la suerte de viajar a Francia unas seis veces, y siempre lo que esperan de los músicos latinoamericanos es salsa, cumbia o reggaetón.

Por eso, para mí ha sido muy loco llevar esta propuesta que es increíble, sí, pero que a veces el público reciba con un “ay, no es cumbia”. Por esta razón la disquera fue un gran espacio que nos ha permitido mostrarle al mundo que hay otras latinidades, que existen diferentes formas de ser latinos, latinoamericanos y que no todas las latinidades manejan el lenguaje de la cumbia, del reggaetón o la salsa, sino que somos latinidades andinas, latinidades mezcladas, latinidades amazónicas. Hay muchas formas de ser latinoamericanos. 

Creo que Folkalist valoró eso en mi música: la posibilidad de escuchar algo diferente, algo que no es lo que todo el mundo espera de los latinoamericanos. 

¿Qué desafíos encuentras como artista independiente en Ecuador?

Bueno, creo que en Ecuador los desafíos son muchos.

Por un lado, está la inestabilidad económica, la inseguridad… Todo lo que ha pasado en estos años: las crisis energéticas, los apagones… todo eso ha afectado a los artistas, especialmente en el sostenimiento de los espacios de música en vivo. Además, la gente no se siente segura de salir, y eso hace más difícil lograr que el público se movilice.

Grecia Albán
Foto: Daniela Vasconez.

Por otro lado, creo que otro gran desafío es que los músicos tenemos que ser todólogos: para poder tocar en vivo, muchas veces uno tiene que producir, crear, gestionar… hacer muchas cosas por cuenta propia. Y son trabajos no remunerados, invisibilizados, precarizados. Es muy duro ver cómo artistas con muchísimo talento no logran llegar a donde podrían si tuvieran más apoyo.

Y bueno, también hay más dificultades, incluso para las mujeres. Aunque cada vez hay más mujeres en las escuelas de música, muchas seguimos teniendo menos formación que los varones, menos apoyo familiar, y muchas cargan con el trabajo del hogar y el cuidado, lo que hace que muchas abandonen la carrera. Y el ecosistema musical no ha reconocido esa disparidad. Y si hablamos de inclusión étnica, aún menos: las mujeres indígenas o racializadas enfrentan más desafíos. 

¿Qué te gustaría que alguien sienta al escuchar Nubes Selva con audífonos y los ojos cerrados?

Yo quisiera que las personas que escuchen este disco puedan tomarse un respiro de la cotidianidad. Que puedan abrir un espacio dentro de su cuerpo, de su vida, de su tiempo para encontrar un poco de calma, de afecto, de cariño. 

Que por un instante, también puedan sentir estas tradiciones musicales, cómo nos van dejando unos mensajes amorosos y cómo también nos dicen que el Ecuador es un territorio que merece la esperanza. 

Esperaría que liberen toda esa presión que a veces tenemos en el cuerpo y en la vida… mucho más las personas que vivimos aquí, en este país. 


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Fabrizio Peralta Díaz

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