En Guayaquil, tres casas abren sus puertas a bailarines profesionales, aficionados, activistas, cineastas, actrices y diseñadores gráficos que se reúnen para crear bailes y pasos que luego exponen en las pasarelas.


Por Fernanda Carrera

Vestida de naranja, el talle ceñido con lycra, largos cabellos, sombra dorada decorando sus ojos y tenis blancos, Kema Valdi recuerda sus inicios en la escena ballroom hace dos años. Esta diseñadora, fotógrafa y estrella de la pasarela organizó un espacio físico y un refugio para las personas lgbtiq+ llamado House of locas −o Casa de las Locas, en español−, inspirada por la serie estadounidense Pose, una ficción televisiva que representa la vida de gays, lesbianas, travestis y transexuales en la década de los ochenta.

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Kiki ball organizado en la Universidad de las Artes. Foto: Emilio Bastias Robayo.

Pose, como su nombre lo indica, se refiere a las posturas que con su cuerpo realizan los participantes de las fiestas y encuentros culturales llamados ballrooms y kiki balls. En 2023, sin experiencia previa pero con muchas ganas de modelar en público, Kema cosechó aplausos en la pasarela quiteña mientras iniciaba su transición de hombre a mujer transexual. “No conocía el concepto del kiki ball ni lo que había que hacer, así que no pasé a la siguiente ronda; tienes que modelar, vender la ropa y descolocar a la otra concursante, intervenir su paso; eso sí, la experiencia fue bellísima”, relata.

Usando vestimenta que cose ella misma, participó en un segundo espectáculo, vistiendo un traje de leopardo con vuelos. Durante la pandemia aprendió el arte del drag. Organizaba fiestas en la House of locas, donde hacía el rol de madre y participó en los eventos organizados por Jordy de los Milagros. “Antes éramos pocas las que salimos, ¡unas arrechas!; yo con mi peluca lacia y platinada, fui con dos amigas a un evento por el orgullo lgbti en el teatro La Bota. Nos decían las muñecas Bratz y la gente se tomaba fotos con nosotras”, agrega con emoción.

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Trajes de la categoría bizarra en el kiki ball. Foto: Emilio Bastias Robayo.

Arte y activismo hacen milagros

Alternando entre su peluca rojo cobrizo y otra rubia platinada, Jordy voguea −como lo hacía Madonna en la década de los ochenta sobre los zapatos negros que sostenían el bamboleo de sus caderas−, bailando sobre gruesos tacos de veinte centímetros. Mueve sus brazos en forma de cruz, los pasa detrás de la cabeza, inclina las rodillas y contorsiona su abdomen musculoso al compás de la música.

Con su voz sensual y un poco aguda, corea desde el micrófono, recorriendo la pasarela, mientras un grupo de adolescentes baila, se contorsiona y entra en calor. “¿Ahora le toca a quién? ¿Ahora le toca a quién?”, pregunta, paseando en la plataforma que simula una pasarela, e invita a los participantes a subirse en la tarima, flexiona las rodillas, mueve las caderas de un lado al otro, en medio de las voces que gritan y las manos que se agitan con el calor de la actividad.

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Juez de la competencia de kiki ball Foto: Emilio Bastias Robayo.

La pasarela −instalada en el pasaje Illingworth de la Universidad de las Artes− es una parte del vacacional de kiki ball organizado por el Centro de Acción y Protección de la Mujer (Cepam). Los jóvenes bailan y reciben charlas sobre derechos humanos, autocuidado, maquillaje y educación integral de la sexualidad.

Jordy es el profesor del grupo y dirige La Casa de los Milagros, un espacio que organizó antes de la pandemia. “Era un proyecto de la universidad para hacer prácticas de voguing, después empezamos a hacer pasarela; había una convocatoria grande, venían personas de Colombia; cuando me inscribí en la maestría de Artes escénicas la retomé”, recuerda.

Con el taconeo de sus zapatos sobre la pasarela, imitando los movimientos que Madonna inmortalizó en el video de la canción Vogue, Jordy lleva nueve años inmerso en la escena del ballroom y los kiki ball.

En Guayaquil, los kiki ball también son espacios para el activismo. Jordy empezó a bailar vogue en 2017, en la calle, para defender la educación sexual. “Sucedió algo muy fuerte: el día que íbamos a hacer el evento de voguing salieron a la luz casos de abuso a menores de edad en Guayaquil, Quito y en la provincia de El Oro. Nosotros dijimos: ‘bueno, vamos a hacer voguing pero vamos a reclamar’”.

Jordy quiere experimentar con la danza y el kiki ball. Por eso, cuando organizó su primer kiki ball, los participantes bailaban con machetes al son de la música.

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Los participantes realizan movimientos para competir en el kiki ball. Foto: Emilio Bastias Robayo.

En marzo de 2025, Jordy recibió una invitación del grupo juvenil Pasos y huellas para dictar clases de pasarela, derechos humanos y voguing a jóvenes del sur y del noroeste de Guayaquil. Hans Villena y Flavio Bastias son los organizadores del grupo. Se reúnen en el parque Samanes e intentan autofinanciar las actividades, porque la pasión por la danza y los derechos humanos les motiva. “Decimos que nuestra madre es Jordy de los Milagros, el ballroom nace así, en los tiempos de criminalización. Cuando apareció el VIH, eran comunes los crímenes de odio, que te botaran de tu casa y que las personas lgbti vivieran en la calle”, lamenta Flavio, preocupado porque la violencia que vive Guayaquil afecta también a los jóvenes que participan en las actividades, pues se ven obligados a dejar sus barrios por amenazas de los grupos armados.

Sobre la pasarela instalada en la Universidad de las Artes, los jóvenes veinteañeros y adolescentes presentaron sus creaciones como parte de la Casa de la Bahía y la Casa Osadía, como bautizaron Hans y Flavio a sus grupos, respectivamente. “Queremos tener un espacio seguro para los barrios populares de Guayaquil, no hay cabida para vestirse con falda o con la cara maquillada, una peluca; algo que se salga de la norma tiende a ser inseguro para nosotros porque la sociedad no lo acepta, tenemos malos comentarios y nos agreden hasta físicamente; en Ecuador hay transfemicidios y discriminación en colegios a personas de la diversidad sexual”, añade Villena.

En el kiki ball organizado por la Casa Osadía participó Peter Ronquillo −su rostro cubierto por una tupida barba negra, medias de nailon y vestido fucsia metalizado−, como uno de los jueces del evento. En marzo de 2025 él creó la Casa de la Bahía, llamada así por su personaje: Thalía de la Bahía. “Es como mi referencia por las novelas, por lo latino, lo costeño, lo sensual, lo atrevido, y lo de la Bahía viene de ubicarnos en un territorio: Guayaquil, que es comercio y el comercio está en la Bahía. El comercio y la oportunidad de acceder a todo”.

Peter es el padre y la madre de cinco jóvenes, a quienes enseña las categorías que se emplean en los kiki balls: cat walk, dog walk, performance y vogue femme. “Contienen información de otras formas de bailar, el voguing viene del jazz, tiene elementos del ballet y de las artes marciales”.

En la casa, un grupo de cinco jóvenes artistas baila sobre listones de madera, frente a los espejos, guiados por Peter, bailarín profesional. Preparan el desayuno y se apoyan. “Todos nos cuidamos, podemos hablar sobre bullying, violencia intrafamiliar, enfermedades, falta de propósito, depresión; todos nos cuidamos, yo comprendo que soy luz y oscuridad, lo acepto, es la principal forma en la que acojo a los demás, sin juzgar, quiero compartir con ellos y potenciar nuestros propósitos”, añade.

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Traje ganador de la categoría bizarra. Foto: Emilio Bastias Robayo.

La escena del kiki ball de Guayaquil mantiene contacto con las casas de Quito. Así lo explica Miguel Palacios, bailarín, profesor y miembro de la Casa de los Cuchillos, un espacio que formaron para estudiar. “El ballroom es una cultura y está en periodo de construcción en Ecuador, llegó en 2021 al país».

Jordy de los Milagros y La Nube Casa Cultural, de Quito, organizan el primer ball en pandemia. El próximo 21 de junio Jordy será parte del evento A todo kiki ball, que se realizará en Zona Escena de Guayaquil, donde en cada categoría, la presencia, el rostro y la actitud de los participantes disputarán la preferencia del jurado en un espacio seguro para la cultura lgbtiq de Ecuador.


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Fabrizio Peralta Díaz

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