María Cristina Cely logró que en la nueva ley ambiental ecuatoriana se inserte una disposición transitoria con la que la venta y exportación de la mal llamada “pesca incidental” habría quedado prohibida si se trataba de especies protegidas. Pero es esto lo que los nuevos asambleístas eliminaron el pasado 2 de septiembre. ¿Qué intereses están detrás de la pesca incidental de tiburones? Cely, quien ha seguido el caso de las 26 toneladas de aletas de tiburón que salieron de Guayaquil y fueron incautadas en Hong Kong en abril del año pasado, promueve la moratoria para la comercialización de esa pesca de tiburones.

Por Gabriela Verdezoto Landívar / @gabrielav1980

Incidental. Es la palabra en conflicto.

El tiburón es una especie protegida según las leyes ecuatorianas. Está prohibida su pesca. Pero, si fue capturado por error, esa captura entra en la categoría de incidental. No querían, pero lo pescaron. No querían, pero lo cercenaron. No querían, pero lo empacaron, lo vendieron. No querían, pero lo exportaron. Al tiburón. Especie protegida.

Incidental, por error.

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El pasado jueves 2 de septiembre, la Asamblea Nacional negó mantener la prohibición temporal de comercializar la pesca incidental de aletas de tiburón y otras especies protegidas dentro de las reformas al Código Orgánico del Ambiente.

Esta excepción temporal era parte de los acuerdos y conversaciones que se habían dado entre los asambleístas de la Comisión de Biodiversidad y grupos de ambientalistas liderados por María Cristina Cely, directora de la organización ecologista One Health Ecuador.

María Cristina Cely
Arriba y abajo. María Cristina Cely fue parte de la operación Mamacocha de Sea Shepherd Conservation Society. Monitoreo de pesca ilegal en el Pacífico tropical oriental. Febrero 2018. Fotos: Simon Ager.
María Cristina Cely

María Cristina nació en la montaña, pero se siente hija del mar. Desde pequeña tuvo una gran conexión con los animales. Estudió veterinaria en la Universidad Central, de Quito, pero hizo su tesis en Galápagos. Allí, su relación con los océanos se selló para siempre. Volvió a tierra firme para cuidar y curar perros, gatos, conejos, pero sentía que le faltaba algo. Fue voluntaria en Sea Shepherd Conservation Society, una organización ecologista internacional.

―Entonces, emprendí mi primer viaje para documentar la matanza de delfines en Japón. Siempre digo que ese viaje le cambió la forma a mi corazón. Pude ver los ojos de los delfines mientras nadaban en su propia sangre, aún recuerdo los silbidos, los chasquidos de las mamás delfines comunicándose con sus pequeños. Entendí la verdadera bondad de estos animales que, cuando me veían, parecía que tenían pena de mí, por pertenecer a esta especie tan destructiva, tan egoísta.

María Cristina ha estado en altamar, como testigo de la barbarie que se vive allá, lejos, donde la mayoría no imagina lo que pasa. No lo sabemos, no lo escuchamos…

―Empecé este viaje y no he parado. No creo que voy a dejar de hacer esto. A veces digo: «necesito un descanso» y luego estoy en las Islas Feroe (Dinamarca) documentando la matanza de las ballenas Piloto, o en Baja California documentando la presencia de quizá las últimas vaquitas marinas del mundo.

Todo lo que ha visto lejos de tierra firme, esa crueldad salada, la volvió activista a tiempo completo. Son 12 años que lucha por los derechos de los animales, en altamar y en el continente. No es abogada, pero se sabe toda la legislación ambiental del Ecuador, al punto de comparecer frente a las máximas autoridades del país.

Existe, en Youtube, un video subido el 23 de marzo de 2021 por la Asamblea Nacional del Ecuador, con un título largo: María Cristina Celi – Sesión 696 #Pescailegal – Comisión General. Minuto 11:49. Fotos de una embarcación, presuntamente cerca de la Reserva Marina de Galápagos. El barco es blanco con azul. Un grupo de personas recupera una masa gris, brillante, larga. Una parte sigue en el mar y la otra ya está en manos de unos hombres con mamelucos azules. Es un tiburón en el preciso momento de su captura. El blanco de su vientre se mezcla con el blanco oxidado de la nave. «El tiburón fue cortado en pedazos, sus aletas fueron cercenadas y, luego, solo quedó su cabeza, práctica que es ilegal porque todos los tiburones que son pescados de manera incidental, por así decirlo, deben ser traídos y desembarcados a nuestras costas, con todas las aletas adheridas a su cuerpo. Esto es pesca ilegal. Procedieron a hacer de títere y a jugar con la cabeza del tiburón», dice María Cristina frente a los asambleístas.

―Yo, con la anterior Comisión de Biodiversidad, planteamos una moratoria a la comercialización de la pesca incidental de tiburón por un año, incluyendo la exportación. La moratoria decía que no puedes vender la pesca del tiburón capturado por error. Si caía incidentalmente, tenías que devolverlo al agua, no lo podías desembarcar ni nada.

Minuto 13:36. Corre un video. Esas mismas masas grises con vientres blancos son apiladas sobre la arena. Son decenas de tiburones. Un hombre corta las aletas mientras otro sigue apilando los cuerpos. Mucha gente rodea esa montaña gris, lisa, brillante. Sobre la pantalla, con letras blancas, se lee «Video pesca incidental en Manabí».

En cinco décadas, el ser humano ha extinguido el 70% de los tiburones del mundo, según un artículo de la revista Nature, publicado este año. Irónico. El tiburón ha existido hace más de 450 millones de años y en los últimos 50, ya solo queda un 30% de su población total.

María Cristina Cely
Tiburón con anzuelo de palangre en la boca. Foto: Simon Ager.
María Cristina Cely
María Cristina retira el anzuelo de palangre de la boca al tiburón. Lograron devolverlo vivo al agua. Foto: Simon Ager

El 2 de septiembre, la Asamblea Nacional, en la sesión 723, no dio paso a la prohibición temporal de comercializar la pesca incidental de tiburón y otras especies protegidas. La prohibición fue rechazada. Dos veces.

El primer texto decía que la moratoria sería “temporal” y duraría un año: solo obtuvo 2 votos a favor, 4 en contra y 127 abstenciones. Una segunda propuesta fue retirar del texto la palabra “temporal” y plantear que los plazos sean definidos por las autoridades medioambientales. 45 asambleístas se abstuvieron, 40 votaron a favor y dos en contra.

―La sensación de lo que sucedió en la Asamblea fue un sabor amargo, pero también hay una lectura positiva, porque la sociedad civil, fuera de los activistas, los animalistas y los conservacionistas, está muy pendiente, siguen discutiendo el tema. Definitivamente, los tiburones están en el ojo público: su protección, su manejo, su pesca.

María Cristina logró que en la nueva ley ambiental se insertara una transitoria, con la que la venta y exportación de esa “pesca incidental” habría quedado prohibida si se trataba de especies protegidas. Esto es lo que los nuevos asambleístas eliminaron el 2 de septiembre.

El domingo 5, la Asamblea Nacional emitió un comunicado, con el que —ante la crítica masiva— se defienden. Dicen que, en realidad, «los índices de permisibilidad, captura y comercialización de la pesca incidental» deberán constar en el reglamento de la nueva Ley de Pesca y que eso es competencia de la función Ejecutiva.

―La Ley de pesca era de los años 70 y recién se la reformó en el 2020, pero todavía no se pone realmente en funcionamiento, porque ha pasado casi un año y no hay reglamento. Entonces, en la nueva Ley de Pesca se dice que «el porcentaje de incidentalidad será determinado por un estudio realizado por la autoridad de pesca», pero no hay el estudio. De manera informal, se ha manejado hasta un 30%, que ya era bastantísimo.

—¿Y ahora están a la espera de que con el nuevo reglamento se marque el porcentaje máximo aceptable de pesca incidental de tiburón?

―Exactamente. Estamos esperando a ver qué dice el reglamento. Lo importante de una ley es el reglamento. Tú tienes la ley, la puedes implementar, pero, sin reglamento, no sirve de nada. El tema de ordenamiento es fundamental, porque, además, quienes en general han tenido acceso a los estudios son los que necesitan seguir sacando, extrayendo el recurso. Son los mismos que han convertido a los océanos en un vertedero de basura y en su supermercado.

―Entonces, hoy por hoy, ¿en qué se están basando para controlar la pesca incidental?

―Ahorita está permitida la pesca incidental, sin un límite claro, así como la comercialización y la exportación de las aletas de tiburón, aunque el tiburón sigue siendo fauna silvestre.  

María Cristina y yo hablamos por Zoom. Tiene fuerza y pasión; pese a ser una activista a tiempo completo y con todo el desgaste que esto implica, no deja el buen humor. Aunque, al hablar de la pesca incidental, se siente su coraje, se quiebra.

―Tengo una desesperanza, porque parece que estamos en una carrera y queremos ganar y el precio es dominarlo todo, al costo que sea. A veces, siento que perdemos, que el planeta pierde y, sí, dan ganas de tirar la toalla; pero, luego recuerdo que, si no lo hago yo, quizá no lo hará nadie más, entonces lloro como ahora, me encierro, abrazo a mis gatos y a seguir adelante. Estos tiburones, estas ballenas y estos delfines, lamentablemente, no se van a salvar solos, tienen todas las de perder.

María Cristina llora, porque todavía recuerda el olor al hierro en la sangre de las ballenas en la matanza de las Islas Feroe. Porque aún escucha esos gritos de auxilio de los animales. Hablar de esto le es muy duro. Y, a la vez, son estos brutales momentos grabados en su memoria los que le empujan a seguir en su lucha por la conservación.

―Recuerdo regresar de ese viaje y no poder dormir por mucho tiempo. Eso me motiva, saber que en este mundo vivimos con seres que, a pesar de los horrores que les hacemos, son incapaces de hacernos daño. La gente dice «los animales no tienen voz», ¡no es verdad! Yo he escuchado esas voces, esos gritos de ayuda, esos pedidos de compasión, y no puedo no hacer nada.

La organización que dirige ha hecho el seguimiento al caso de las 26 toneladas de aletas de tiburón incautadas en Hong Kong en abril del año pasado, y que llegaron desde Guayaquil. 26 toneladas de aletas de tiburón, que equivalen a 38 mil quinientos tiburones desollados. 38 mil quinientos. De una especie que se supone protegida. El caso sigue en indagación previa y la empresa que exportó, por el momento, ha sido penalizada con 3.800 dólares aunque el cargamento incautado estaba valorado en 1,1 millones.

―Sobre el caso de Hong Kong, se supone que ya hay una sanción administrativa, pero falta la sanción penal, que es lo que tenemos miedo de que en la Fiscalía no respondan a tiempo. Además, la investigación está aquí y está basada en la legislación de Ecuador. Pero no van más allá: ¿quién compró? El que compró debe saber que se le estaba vendiendo como pescado congelado. ¿Es una red? ¿quién está inmerso? ¿Qué está más allá del que exportó? En teoría, hay un blanqueo de tiburón, tanto internamente como hacia Perú. ¿Qué está pasando? ¿Quién está detrás de este tema?

―Cuando hablas de blanqueo de tiburón, ¿a qué te refieres?

―Que desembarcas especies cuyo desembarque no está permitido, ni que lleguen en partes. Pero, les quitan las cabezas para que no se vea que son tiburón martillo, y las aletas las vendes como si fueran de otra especie y salen exportadas. Hay otras especies que valen más y son más apetecidas. Siempre las especies que no se pueden pescar son las más caras, entonces es como hacer plata con la extinción. Por ejemplo, el atún rojo: hay pedazos que han costado un millón de dólares, si no me equivoco.

En efecto, en 2019, un atún rojo de 278 kilogramos rompió el récord al ser subastado por tres millones de dólares en el mercado de Toyosu, en Japón. El comprador fue el empresario japonés Kiyoshi Kimura, dueño de la cadena de restaurantes Sushi Zanmai.

María Cristina Cely
Acompañando en sus últimos momentos a un Falsa Orca que varó en Isla Isabela, en Galápagos.

A veces, se cree que los activistas ambientales son los que abrazan árboles y dicen no a todo. No siempre es así. María Cristina Cely tiene propuestas, como una relacionada con el calamar gigante. A los calamares se los conoce como potas. A las embarcaciones que pescan calamar se les llama poteros:

―Los poteros son más amigables, en el sentido de que no hay riesgo de que caiga nada que no sea pota. Son barcos con unas luces que sirven para atraer al calamar de la profundidad a la superficie. El calamar, con la luz, sube y muerde. Yo he visto. Es impresionante, terrible. Es automático, y es continuo, los calamarcitos suben, suben, suben. Actualmente, tienes como 120 barcos haciendo esto toda la noche y se te parte el alma. Si a mí me preguntas, las industrias atuneras quieren ahora ir por las potas. Los artesanos viven de lo que sobra. Yo me pregunto ¿por qué no les dejan la comercialización de la pota a ellos, a los pescadores artesanales de Galápagos y del continente? Denles las embarcaciones, las herramientas, eso me parece más lógico que darles a los que ya tienen, a los grandes industriales.

―Además, al extraer el calamar de forma industrial ya estarías afectando la cadena biológica, ¿no?

―Exacto. Hagamos una pesca sostenible del calamar gigante que, además, apoye a los artesanales. Ojo, ya somos demasiados en el mundo para hablar de pesca sostenible, pero, al menos, hagamos menos daño. Tomemos en cuenta que el calamar crece rápido, en dos meses ya es adulto, no es como el tiburón. Tienes pocos barcos ecuatorianos que pescan calamar, son muy pocos. Es un secreto a voces que los barcos palangreros pescan a diestra y siniestra tiburón porque no hay control en la pesca incidental. Y eso sí es un problema, porque son tiburones que nacen en la reserva y salen para migrar.

Por eso, María Cristina tiene una posible solución para disminuir al máximo la pesca incidental de tiburones, muchos que, probablemente, salen de Galápagos:

―Para mí el tema es: entréguenles otro recurso. Yo no puedo imponer mi estilo de vida ―María Cristina es vegana― entonces, hablando desde la parte objetiva y técnica, hagan un pare a todo y organicémonos, hasta incluiría a los propios palangreros, para que se dediquen a pescar pota y dejen a los tiburones en paz.

―O sea, no se trata de decir no toquen nada…

—Claro, cuando tú sacas demasiados peces, estás ‘deforestando’ el agua, porque necesitas desde el fitoplancton hasta los tiburones y las ballenas. Si rompes ese ciclo, entonces tienes océanos más ácidos, con mayores temperaturas, muertes de microorganismos. Todos hemos jugado Jenga. El océano es un Jenga gigante: la diferencia es que, en el Jenga, tú tienes la posibilidad de volver a poner esa piecita con cuidado. En el océano, no estamos reponiendo nada, solo sacamos y sacamos. Pareciera que, como seres humanos, estamos en una carrera hacia la extinción.

A pesar de la rabia que envuelve su lucha, porque a veces siente que no llegaría a buen puerto, la directora de One Health Ecuador habla mucho con metáforas y se toma el tiempo para explicar todo lo que sabe y lo que ha aprendido en estos años.

―El mar es algo tan lejano para los humanos, aunque nacimos del mar. Nacemos del vientre de nuestra madre donde el líquido amniótico es muy parecido al agua de mar. A pesar de que nacimos de un medio acuático lo vemos tan lejano, es como que allá, bien lejos, hay una piscina enorme y gigante llena de monstruos y peces. En teoría, está supermal comerte un tigre, ni se te ocurra cortarle las manitos a un panda, pero del tiburón no decimos nada. ¿Qué necesitamos, ponerle orejas o vestirlo de panda para salvarlo? Al tiburón le estamos cortando las manos, sus aletas, no entendemos las funciones que tiene. Yo no sé quién fue el bestia que le puso planeta Tierra, porque si fuese planeta Océano, quizá para los humanos habría más conexión con las dos terceras partes del mundo.

―Quizá deberíamos empezar por cambiar el nombre e iniciar de cero…

—Resulta que dos tercios del oxígeno del que dependemos para vivir también se produce en los océanos. Todos están enfocados en los bosques en tierra y eso está bien, pero no regresamos a ver a los mares.


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