Expertos advierten la importancia de conservar el agua de la Amazonía para preservar la vida de especies animales y de los humanos que habitan la región. También destacan la conexión entre la cordillera de los Andes y la Amazonía. 

Iniciativas de la sociedad civil aportan a la conservación de los humedales en la Amazonía de Perú y Ecuador bajo la premisa de que cuidar los páramos andinos y las llanuras inundables contribuye a conservar la conectividad acuática de la cuenca amazónica.


Por Mayuri Castro @mayestefi

El agua parece no agotarse en la Amazonía. Extensos ríos la atraviesan. Humedales, lagos y lagunas bañan esta exuberante región y dictan el ritmo cotidiano de animales, de especies vegetales y de todo el ecosistema. Pero, ¿de dónde proviene toda esa inmensa cantidad de agua?

Un informe realizado por un equipo de expertos convocados por Wildlife Conservation Society (WCS) define tres objetivos fundamentales para el cuidado de los ecosistemas acuáticos de la Amazonía: 1. Conservar los paisajes fluviales conectados de la Amazonía Occidental para mantener las influencias andinas y proteger la diversidad biocultural; 2. Preservar llanuras inundables biodiversas y funcionales que proporcionen servicios ecosistémicos indispensables; 3. Sostener la actividad pesquera y las especies migratorias de peces para conservar la biodiversidad y el bienestar humano. 

Estos tres objetivos de conservación sólo se pueden cumplir si se garantiza también el cuidado de los Andes, pues la Amazonía y la región interandina están interconectadas estrechamente.

La cuenca amazónica se extiende por nueve países sudamericanos: Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Colombia, Guyana, Guyana Francesa, Surinam y Venezuela. Cubre 7 millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a 25 veces el tamaño de Ecuador, y alberga a más de 2800 especies de peces dulceacuícolas científicamente descritas. 

De la cuenca amazónica y del agua dulce que confluye en su superficie dependen 47 millones de personas, entre ellas, 350 grupos o nacionalidades indígenas. Los humedales amazónicos son importantes porque regulan los ciclos de agua y almacenan una gran cantidad de carbono, como ocurre en el Abanico del Pastaza, en Perú. Y todo eso comienza en los manantiales, en los glaciares y en los páramos de la cordillera de los Andes. Por eso, el cuidado integral del agua es una prioridad para conservar la biodiversidad amazónica desde su origen.

Los humedales en el Abanico del Pastaza forman el sitio Ramsar más grande de la Amazonía peruana. Foto: Gisella Valdivia Gonzalo.

En la región ya existen varias iniciativas para evitar el deterioro de los ecosistemas. Una de ellas la lidera Profonanpe, un fondo ambiental privado del Perú, dedicado al financiamiento de proyectos y programas para la conservación de la biodiversidad, que hasta diciembre de 2023 lleva adelante un proyecto que busca proteger el Abanico del Pastaza, un importante complejo de humedales de Perú. Los humedales son áreas inundadas o suelos saturados de agua, claves para la biodiversidad acuática. Muchos de ellos, como el Abanico del Pastaza, tienen alto contenido de carbono y se les conoce como turberas. Este proyecto se realiza junto a comunidades indígenas que viven cerca de humedales en la provincia Datem del Marañón, en la región de Loreto. 

Según explica el biólogo Esteban Suárez, director del Instituto de Biosfera de la Universidad San Francisco de Quito, es importante conservar los humedales o turberas para mantener el carbono bajo suelo, “si no estuviera almacenado en el suelo, terminaría en la atmósfera, contribuyendo más al cambio climático”. 

Profonanpe, en su sitio web, dice que las palmeras amazónicas de aguaje (Mauritia flexuosa, también conocida como morete, moriche o burití) “son esenciales para los ecosistemas de los humedales, ya que concentran la mayor cantidad de carbono en esa zona”. Desde 2017, implementan doce “bionegocios”, como la producción sostenible del fruto silvestre de la palmera de aguaje o la venta sostenible de huevos de taricayas (Podocnemis unifilis), una especie de tortuga.

Antes de que se implementara el proyecto, los habitantes indígenas de la zona tumbaban entre 50 y 100 palmas al día, lo que provocaba que la radiación pasara directamente al suelo y se descompusieran los humedales, liberando el dióxido de carbono que provoca el efecto invernadero en el planeta. Entretejiendo sus conocimientos y con el asesoramiento de expertos, ahora los indígenas locales escalan los troncos de las palmas y recogen el fruto sin necesidad de tumbarlas. 

En el Abanico del Pastaza confluyen los ríos Pastaza, Morona y Marañón, cuyos cauces se inician en los Andes ecuatorianos y peruanos, lo que muestra que la Amazonía debe ser comprendida como una región integral, interconectada. Esteban Suárez explica que los ecosistemas no tienen fronteras o divisiones políticas como los países, “lo que pasa en Brasil, al final de la cuenca amazónica, depende totalmente de lo que ocurre en los Andes, donde se colecta el agua”, añade, y recalca que esa conexión recién se está comprendiendo a nivel científico. 

El Abanico del Pastaza está dentro de la clasificación de sitios de importancia internacional de la Convención Ramsar, abarca 3,8 millones de hectáreas de bosques inundables, pantanos, ríos y lagos. En el Abanico del Pastaza habitan más de 300 comunidades y en su superficie se extienden territorios de varios pueblos indígenas, entre ellos, los achuar, candoshi, kichwa, urarinas y cocamas-cocamillas. También alberga fauna silvestre: al menos 261 especies de aves, 66 especies de mamíferos, 57 especies de anfibios, 38 especies de reptiles.

La Barra Espaciadora pidió información al Gobierno de Loreto, la región peruana que está a cargo de la protección del Abanico del Pastaza, para saber qué acciones realizan desde el Estado para su conservación, pero hasta el cierre de esta publicación no hubo respuesta. 

La Amazonía comienza en los Andes
Integrantes de comunidades indígenas en el Abanico del Pastaza, cosechando aguaje con prácticas sostenibles. Fotografía tomada del sitio web de Profonanpe. 

Muy cerca, e interconectado con el Abanico del Pastaza, está otro humedal de la región amazónica, el Cuyabeno-Lagartococha-Yasuní, declarado sitio de importancia internacional Ramsar en 2017. Este humedal se encuentra entre las provincias de Sucumbíos y Orellana, en la Amazonía norte de Ecuador, y conecta las cuencas de los ríos Aguarico, Lagartococha, Napo y Yasuní. 

Este humedal es más pequeño en extensión, comparado con el Abanico del Pastaza, pero es el más grande del Ecuador: tiene 770 mil hectáreas de bosques, lagos, lagunas, pantanos, donde viven al menos 200 especies de anfibios y reptiles, 600 especies de aves y 167 especies de mamíferos, según el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica del Ecuador (Maate). El biólogo y consultor Gerson Rueda agrega que este complejo de humedales tiene una importancia especial porque “aporta al abastecimiento de agua dulce, necesaria para el turismo o la pesca”. En esta zona habitan comunidades de seis nacionalidades indígenas: Cofán, Kichwa, Waorani, Shuar, Secoya y Siona, las mismas que dependen de los recursos que provee el sitio.

Desde el lado ecuatoriano, la Fundación Pachamama lleva adelante el proyecto Cuencas Sagradas, una alianza con los pueblos indígenas que en los últimos cinco años han “unificado su posición frente a la protección de la Amazonía de la región de 30 millones de hectáreas entre Perú y Ecuador”, dice María Belén Páez, presidenta de Pachamama. 

Páez explica que en esa región hay cuencas fluviales muy importantes para el mantenimiento de los ecosistemas y la estabilidad climática, aparte de la fijación del carbono. El personal de Cuencas Sagradas trabaja en la promoción de la bioeconomía en las comunidades para el mejoramiento del agua, la descontaminación, la reforestación del bosque, la implementación de tecnologías limpias, entre otras actividades que se deben cumplir hasta la próxima década. 

Mientras tanto, el Maate dijo, en la información remitida al equipo de La Barra Espaciadora, que realiza cerca de una decena de proyectos en el humedal Cuyabeno-Lagartococha-Yasuní, como charlas de educación ambiental, monitoreo de especies acuáticas o de especies introducidas, capacitación a guías locales de turismo, entre otras. Según la respuesta enviada, el Maate ha logrado controlar y erradicar especies introducidas como el caracol africano o ha recuperado la población de las especies de tortugas charapa.

La Amazonía comienza en los Andes
Siembra de especies endémicas en el proyecto Reforestando Bosques Comestibles, de la iniciativa Cuencas Sagradas, abril de 2023. Fotografía tomada de la cuenta de Facebook de Fundación Pachamama. 
La Amazonía comienza en los Andes
Siembra de especies endémicas en el proyecto Reforestando Bosques Comestibles, de la iniciativa Cuencas Sagradas, abril de 2023. Fotografía tomada de la cuenta de Facebook de Fundación Pachamama. 

La conservación del agua de la Amazonía depende del cuidado de los Andes. Páez dice que la relación entre el agua de los bosques andinos y amazónicos es importante “para que en los próximos años tengamos suficientes ciclos hidrológicos que nos permitan tener lluvias, mantener los niveles de humedad y, a su vez, que permitan seguir produciendo alimentos”. 

Claudia Segovia, científica, experta en páramos y docente de la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE), respalda esa postura. “La conservación de los páramos es básica para la conservación de humedales y en sí del agua de la Amazonía”, confirma. 

Segovia explica esa conexión con un ejemplo básico: el agua que se produce en los páramos de los Andes lleva nutrientes hasta los ríos de la Amazonía que los hace sumamente ricos. Si no llegasen esos nutrientes desde el páramo, se afectaría la alimentación de animales y millones de personas que viven en la Amazonía. Es decir, “si esas fuentes de agua se dañan en los Andes, obviamente se va a tener un impacto impresionante en la Amazonía”. 

La conservación de la cuenca amazónica no se puede comprender sin atender el interés por cuidar los páramos andinos. Belén Páez, presidenta de Pachamama, explica que se deben proteger los ecosistemas de la Amazonía y los Andes para garantizar que continúen interconectados, pues sólo gracias a esa relación saludable es que los ciclos de agua pueden cumplirse. Esos ciclos son los únicos caminos para asegurar la vida de diferentes especies y de cientos de miles de habitantes amazónicos, explica. Esteban Suárez dice que los gobiernos de los nueve países deberían crear planes regionales para preservar la cuenca y mirarla como un hilo conductor de la región. 

La Amazonía comienza en los Andes
Ilustraciones: Jonathan Venegas-La Barra Espaciadora.

Esta publicación es posible gracias al apoyo de USAID. Todos los contenidos son responsabilidad de La Barra Espaciadora y no reflejan necesariamente los puntos de vista de USAID.


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