Por Ana María López / @amlj7

Las fronteras de Ecuador se cerraron la medianoche del martes 17 de marzo de 2020. En tránsito, muchos ecuatorianos y ecuatorianas se quedaron fuera. Entre ellos, Lucía y su bebé de 9 meses, en Houston; Diego y sus compañeros de doctorado que viajaron a Buenos Aires para estudiar; Junior y sus amigos que fueron de vacaciones a Cancún; Juan, sus hermanos y su sobrino que se quedaron en San Martín, una isla en el Caribe; Juan José que estuvo más de 40 horas en tres aeropuertos diferentes hasta llegar a Ámsterdam; Byron, que encontró refugio en un colegio vacío en Bogotá; Valentina y sus compañeros de colegio, en Londres; Valeska, que por ahora vive en una residencia estudiantil en Canadá; Gabriel y su novia con una visa a punto de vencer, en Japón; Sandra, Gabriela, Irma, Pablo, Saira y sus nietas que encontraron apoyo en otra ecuatoriana residente en Miami; Gabriel y su familia, también en Miami; Sharon y su mamá en Filadelfia; Chester David, en Ciudad de México; Alejandro, en Medellín, con una urgencia especial: su esposa tiene siete meses de embarazo…

Las historias son variopintas, pero todos estos ciudadanos continúan a la expectativa de que, en medio de la emergencia sanitaria por la presencia del COVID-19, el Gobierno del presidente Lenín Moreno levante la suspensión de ingreso al país por vía aérea, marítima y terrestre, antes del 5 de abril, como establece el Acuerdo Interministerial 0003.

¿Cuántos ecuatorianos esperan en un aeropuerto? ¿Cuántos están pagando un hotel o resguardados en albergues? ¿Cuántos se han quedado sin tener dónde vivir una cuarentena segura? Cancillería no tiene un listado porque “es una información que varía en cuestión de minutos -me dice María Eulalia Silva, directora de Comunicación de esa entidad-, y que depende de que los connacionales se hayan reportado o comunicado con nuestras oficinas en el exterior”. Ante la falta de datos oficiales, solo podríamos hacer aproximaciones: unos 500 en México, más de 700 en Estados Unidos. ¿Y en Europa? ¿ En Asia? ¿En Latinoamérica? Hay más de 300 ecuatorianos en Argentina y otros cientos en Chile. ¿Cuántos somos quienes vivimos nuestra cuarentena en tránsito?

Cuarentena
Con su cámara fotográfca de turista, Junior Mera captó esta imagen en el Aeropuerto Internacional de Cancún, el miércoles 18 de marzo del 2020. Quienes aparecen en ella son todos ecuatorianos y ecuatorianas. Foto cortesía de Junior Mera.

La Comisión de Soberanía, Integración, Relaciones Internacionales y Seguridad Integral de la Asamblea Nacional ensayó durante esta primera semana de aislamiento, un registro de ecuatorianos en el extranjero que se aproxima a los 4 000 ciudadanos, pero aseguró que Cancillería debería tener «un registro aún más extenso».

El Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP) puso también a circular un formulario de Google Docs con el objetivo de hacer una lista de los ecuatorianos en el extranjero que quieren ser expatriados.

Cuarentena
Los padres de los estudiantes del colegio Logos, de Guayaquil, pusieron a circular esta imagen a través de las redes sociales.

Para Nicolás Larenas, consultor y corresponsal aeronáutico, tener un número exacto es “muy complicado. [Son] estimaciones. Tal vez si harían un trabajo con las aerolíneas, viendo cuántos ecuatorianos tienen en su sistema y los pasajes comprados en estas fechas, podrías tener un número”, me dijo, vía Skype.

Mientras se aclaran esas cifras, Valentina espera en la residencia All Saints Pastoral Centre, 30 kilómetros al norte de Londres, Reino Unido. Ella, junto a otros 10 adolescentes del colegio Logos, de Guayaquil, y su profesora, viajaron a Reino Unido a finales de febrero para participar en un intercambio estudiantil de aprendizaje del idioma inglés. El regreso estaba programado para el 22 de marzo, pero, tras la decisión del Gobierno ecuatoriano, los padres cambiaron los pasajes para el domingo 15. Al llegar a Ámsterdam, Holanda, su primera escala, los estudiantes se enteraron de que Colombia había cerrado sus fronteras y no podían pasar por ese país. Eso les obligó a tomar el siguiente avión de regreso a Londres, donde permanecen hasta el cierre de este reportaje. “Yo ya estaba mentalizada de que iba a ver a mis padres, iba a llegar a mi país, a comer la comida de mi país. Pero al final me están diciendo que no puedo entrar y volvió la impotencia. De ahí pues, obviamente, me sentí mal y tuve que resignarme otra vez a volver a Londres”, cuenta Valentina. Su madre, Micaela, luce desesperada. Abrió una cuenta en Twitter para «hacer presión» a través de redes sociales, pero al publicarse esta entrega, no cuenta todavía con respuestas claras. Dice que está «a la espera de buenas noticias».

El 29 de febrero, un día después de que Valentina y sus amigos viajaran, el Ministerio de Salud Pública de Ecuador (MSP) reportó el primer caso de COVID-19 en el país: una mujer de 71 años que llegó a Guayaquil desde Madrid, España, el 14 de febrero. Trece días después, la entonces ministra de Salud, Catalina Andramuño, confirmó su muerte. “El hecho de que hayan dicho que la enfermedad llegó a mi país -un país tan chiquito- me hizo darme cuenta de que yo estando aquí, en un país mucho más grande, con más tecnología y esas cosas, ya no estaba a salvo”, me contó Valentina por teléfono.

El miércoles 18 de marzo, la profesora les dijo que arreglen sus maletas porque el colegio había conseguido un salvoconducto para que puedan volver a Ecuador. Pero, ya en el aeropuerto, les informaron que ese vuelo había sido cancelado. “Habíamos llegado cuatro horas antes. Estábamos todos a la expectativa de que ya, al fin, vamos a volver a Ecuador. Estaba leyendo un libro y llegó nuestra profesora que viajó con nosotros y dice, ‘¡ay, no!’. Le preguntamos ‘¿qué pasó, miss?’. ‘Puede que no nos vayamos’, y ahí fue como que la sangre se me fue a los pies. No podía creer que de nuevo nos estaba pasando esto”, cuenta. “Nos empezó a explicar que el Gobierno acababa de decir que el permiso está denegado y nadie más puede entrar a Ecuador. Nos hicieron ilusionar mucho y al final no cumplieron lo que nos prometieron”.  

Todo y nada

Junior Mera es un ingeniero en Sistemas nacido en Esmeraldas, pero reside en Quito. Viajó junto a sus amigos a Cancún, México, el 7 de marzo. “Este vuelo teníamos planificado desde agosto del año pasado. No es que somos personas que tenemos mucho dinero. Queríamos tener unas vacaciones soñadas y llegamos acá porque no podíamos cancelar nuestros vuelos, no podíamos cancelar todo lo que ya habíamos pagado”, me cuenta.

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Al contestar mi llamada por Skype, Mera se quita la mascarilla que le tapa la boca y me muestra los pasillos del Aeropuerto Internacional de Cancún. El sábado 14 de marzo, el vicepresidente Otto Sonnenholzner anunció en cadena nacional que el Comité de Operaciones de Emergencias (COE) decidió “la prohibición de vuelos internacionales que lleguen a los aeropuertos de nuestro país. Lo mismo para transporte terrestre internacional y transporte marítimo internacional. Esta prohibición rige a partir del domingo 15 de marzo, a las 23:59 para ciudadanos extranjeros. Para ciudadanos nacionales, o extranjeros residentes en el Ecuador, esta prohibición aplica desde el día lunes 16 de marzo a las 23:59”.

Esa tarde, Mera y sus amigos trataron de cambiar el itinerario para llegar a Ecuador a tiempo. Pero, “ya no había vuelos. Todos estaban llenos y ya no podían reagendar”. 

El siguiente miércoles, cuando conversamos, Junior seguía en el aeropuerto. “Estamos ya en situación precaria muchas personas”, me dijo. Le pregunté cuál era su plan. “Quedarnos a dormir en el aeropuerto, buscar algo que comer o algo con qué saciar el hambre”, contaba, mientras se secaba la lágrimas. “Ya se está quebrando el ánimo que teníamos. Por más fuertes que queramos parecer, ya estamos realmente preocupados. No podemos hacer nada. No es como llegar a un aeropuerto y decir compro un boleto y me voy. No puedo hacer eso. Todo está cerrado”.

Varias veces me repitió que odia ser ecuatoriano. “No a mi país -me aclaró-, a las autoridades que están encargadas de esto, porque realmente están prohibiendo la entrada a sus propios compatriotas al país. Nos están impidiendo regresar a nuestro hogar, a nuestra familia”. “Si esta es la situación en México -se preguntó-, ¿cómo estará la situación en Estados Unidos, en España, en otros países donde también hay ecuatorianos? Simplemente los dejan botados a la intemperie sin saber qué se va a poder hacer. ¡Eso no es justo. En lo absoluto!”.

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Juan José Alencastro salió de Bali, Indonesia, el domingo 15 de marzo. “Yo estaba tan lejos de Ecuador, que para mí era realmente imposible modificar mi vuelo. En el momento en que el Vicepresidente da la noticia, yo ya no tenía la opción de regresar al país”, me contó. Como abogado, a Alencastro le parece lamentable que el Gobierno no haya dejado una ventana que les permita a los ecuatorianos volver al país.

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“Si no doy ese tiempo para el regreso de nacionales, en realidad los estoy poniendo en indefensión. Estoy condenándolos a no poder entrar”. Un ciudadano está en indefensión -me explicó Juan José- cuando el Estado no puede protegerlo. “Ahora, el Estado va a decir que no lo ha hecho porque nosotros tenemos representaciones diplomáticas alrededor de todo el mundo y que por lo tanto no hemos perdido ese derecho a que el Estado nos dé asistencia si lo requerimos”. Pero, si el consulado de un país no mantiene una comunicación efectiva con los nacionales que se encuentran en un aeropuerto u hospedados, entonces, ¿quién protege a ese ecuatoriano? “Ya no es una cuestión de defensa, sino del sentido de pertenencia. ¿Cómo me puedo seguir sintiendo parte de una nación, de un grupo humano, si es que en determinado momento de caos se me ha rechazado la posibilidad de regresar?”.

A pesar de que el canciller José Valencia no ha aceptado entrevistas particulares con medios sobre este tema, el comunicado que nos envió la funcionaria de la Dirección de Comunicación resalta que “todo el personal de Cancillería en el exterior está haciendo todos los esfuerzos por apoyar a nuestros compatriotas y en permanente comunicación con ellos”. Palabras más palabras menos fueron las que emitió Valencia en la única intervención que ha hecho en medios de comunicación, el pasado viernes 20 de marzo.

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El COVID-19 es una enfermedad infecciosa que tuvo el primer brote en Wuhan, China, en diciembre de 2019. Los síntomas más comunes son tos seca, fiebre y cansancio. Algunas personas presentan congestión nasal, dolor en la garganta o diarrea, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El virus se propaga rápidamente, entre personas y a través de objetos y superficies que hayan sido tocadas por personas contagiadas. El 11 de marzo de 2020, la OMS calificó al COVID-19 como una pandemia. Hasta la publicación de este reportaje, hay 375 577 infectados en 176 países, más de 16 300 muertos y más de 101 000 personas curadas. Los países más afectados son China, Italia, Estados Unidos, España, Alemania e Irán. En Ecuador, el MSP confirmó 981 casos, 18 fallecidos, tres personas recuperadas y 1.347 ciudadanos dentro del cerco epidemiológico activo.

¿Cómo me puedo seguir sintiendo parte de una nación, de un grupo humano, si es que en determinado momento de caos se me ha rechazado la posibilidad de regresar?”.

Juan José Alencastro.

El Vicepresidente anunció el cierre de fronteras dos horas después de que la secretaria de Gestión de Riesgos, Alexandra Ocles, anunciara la segunda muerte por el virus en Ecuador: la hermana de la paciente cero. En un día, el número de contagios confirmados subió de 23 a 28.

Frente a una situación de “grandes fenómenos”, “el Estado escoge la decisión más prudente”, es decir, priorizar la protección de los ciudadanos dentro del territorio, la salud de la mayoría sobre los nacionales que se encontraban en el extranjero”, me explicó Diego Pérez, profesor de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). “El hecho de que nadie haya imaginado que la pandemia iba a ser tan intensa, tan rápida y transfronteriza hace que se produzcan situaciones totalmente anómalas: gente que no puede pasar las fronteras, turistas que se quedan atrapados en su lugar de turismo, Estados que no funcionan, etc. Es un caso en el que la realidad, la rapidez y la globalización pueden superar al Derecho”, agrega.

Desde un punto de vista de derechos humanos, Alencastro se pregunta: “¿Había una medida menos lesiva, que ponga menos en riesgo el derecho a la vida de esta persona? ¡Sí! La medida era restringir la entrada de extranjeros, que solo entren nacionales ordenadamente, que se tomen las precauciones del caso. Y que la gente tenga la prueba, la cuarentena, y si es encontrada con el virus, que tenga alguna medida adicional”.

Además, Alencastro resalta que “nuestro pasaporte no es un pasaporte fuerte que te permita movilizarte libremente. Si estás en tránsito y te coge este aviso del Gobierno, a lo mejor no puedes ni siquiera salir del aeropuerto y buscar un hotel. Por más recursos que tengas, si no tienes un documento de entrar al país, estás fregado”.

Paseos del terror

Si los casos de COVID-19 llegaran a incrementarse en San Martín, una isla en el Caribe que pertenece al Reino de los Países Bajos y a Francia, y se cerraran las fronteras, el futuro inmediato es incierto para Juan Serrano, sus hermanos y su sobrino, un bebé. “A partir del 5 de abril los vuelos están repletos. El miedo que tengo es que pueden cerrar la entrada y salida de aquí. Aquí van a cerrar el aeropuerto hasta el 2 o 3 de abril. Si ahí vuelven a abrir, es la oportunidad de nosotros de salir. Pero, si lo ponen en cuarentena, me voy a quedar aquí dos meses”, me dijo, resignado.

Cuarentena
Ecuatorianos en el Aeropuerto Internacional de Cancún. Foto cortesía de Junior Mera.

Antes de viajar, el 11 de marzo, para Juan “el miedo era pescar el coronavirus y regresar o ser un agente infeccioso, pero nunca me imaginé no poder regresar en tan poco tiempo. Me fui tres días y al cuarto ya no pude regresar”. Según él, la aerolínea le aseguró que podía viajar sin problemas. Juan acepta que “si nos hubieran metido un poquito de miedo, ya sea la aerolínea, ya sea el mismo Gobierno, yo creo que nos hubiéramos quedado. En vez de estar en esta playa, en la piscina, preferiría mil veces estar sentado en mi oficina con mi gente”, dice este ecuatoriano que se desempeña como jefe de Mantenimiento de Campo y Deportes en Montecristi Golf Resort & Villas, en Manabí.

Un día antes de que Juan y su familia viajaran, el MSP había confirmado 17 casos de COVID-19: uno en Sucumbíos, 6 en Guayas y 10 en Los Ríos. Si bien “hay una responsabilidad de las aerolíneas y los gobiernos -me explica Larenas-, las personas tienen que ser responsables de la decisión sobre si es un buen momento o no para viajar. Sabiendo que en China se cerraron vuelos, progresivamente en Asia cerraron vuelos, fronteras, era muy probable que iba a pasar esto”. Pero resalta: “Todos subestimamos el alcance que iba a tener el virus. Los gobiernos subestimaron que llegaron los primeros casos y todo se salió de control muy rápido. Creo que nadie estaba preparado para esta magnitud, o se subestimó lo que iba a pasar”.

El desarrollo progresivo de contagios por COVID-19 en Ecuador nos tomó por sorpresa, es la respuesta que más se repite en las 20 entrevistas que hice entre el martes 17 y el viernes 20. Cuando la OMS declaró que había una pandemia, el presidente Lenín Moreno decretó emergencia sanitaria en el país. El Gobierno anunció que ciudadanos que provenían de países con altos casos de coronavirus (China, España, Francia, Italia, Irán, entre otros) debían mantener aislamiento domiciliario y que se suspendería los eventos masivos. El jueves 12, el vicepresidente, Otto Sonnenholzner, tuiteaba: “Mantengamos la calma, de esta situación saldremos juntos”. Dos días después, Sonnenholzner anunció el cierre de las fronteras.

 “Todos subestimamos el alcance que iba a tener el virus. Los gobiernos subestimaron que llegaron los primeros casos y todo se salió de control muy rápido. Creo que nadie estaba preparado para esta magnitud, o se subestimó lo que iba a pasar”.

¿Cuánto sabías tú sobre el virus, antes de viajar?, pregunté en todas las entrevistas. Algunas de las respuestas fueron: “Había, ¿qué?, 11 casos, no recuerdo exactamente. Estaba normal la situación, por eso decidimos viajar. Compramos asistencia médica por si alguna emergencia podía ocurrir, seguro de viaje y vinimos tranquilos”. “Si hace ocho días atrás hubiesen dicho vamos a cerrar los aeropuertos a nivel mundial, se lo juro que yo no me venía. Yo me quedaba en mi casa. Yo nunca pensé, nunca me imaginé que yo iba a vivir esta pesadilla porque para mí este ha sido el paseo del terror”. “Como salimos el 9, antes de eso no había ninguna cosa que nos prohibieran o impidieran que viniéramos acá a hacer turismo. No había ningún aviso del Presidente ni ninguna autoridad”. “El miércoles dicen sí viajen tranquilos, y de repente el sábado se cierran fronteras”. “Lo único que me dijeron en Migración fue no tenga miedo de viajar por lo del coronavirus. En ese punto creo que no teníamos idea realmente de que podía complicarse tanto, tan rápido”. “Una vez con el cierre de fronteras en Ecuador, yo dije la cosa sí está seria”. “Muchos de nosotros hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. Todos teníamos gel, nos lavábamos las manos, todos hicimos el proceso que teníamos que hacer. Resulta que cerraron la frontera en dos días, ¿cómo cambia uno un boleto en dos días? ¡Es ilógico!”.

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A las 3 de la mañana del lunes 16 de marzo, Pablo, Saira, Gabriela Duque y sus dos sobrinas fueron bajados del avión que debía llevarles a Ecuador porque El Salvador, donde hacían escala, cerró sus fronteras. Gabriela, desesperada, llamó a Andrea Espinoza, dueña de Tu Caleta en Miami, una opción de hospedaje en la ciudad estadounidense. Andrea recogió a los Duque y a otras dos familias del aeropuerto y los llevó a su casa. En Tu Caleta en Miami se organizan a diario para cocinar comida ecuatoriana. “A un grupo le toca hacer el almuerzo, a otro la merienda. Así comemos todos juntos. Ponemos un granito. Entre todos hacemos la comida para que salga más económico. Una cosa es quedarte en tu país en cuarentena, y otra cosa es quedarte en Estados Unidos sin trabajo, sin nada”, me cuenta Andrea. 

Cuarentena

“Estamos en un país donde no tenemos seguro. Si algo nos pasa, nadie nos va a cubrir. Tenemos personas que tienen enfermedades crónicas, que necesitan medicina continua y obviamente no podemos acceder porque necesitamos alguna papeleta de los médicos”, explica Gabriela. Tanto los Duque como Irma y Sandra, cuñadas que viajaron juntas desde El Oro, se sienten abandonados. “Me atacan los nervios, se me quita el sueño. A partir de las 2 de la mañana ya no duermo. Parece que la cabeza me va a explotar. A cada rato estoy midiéndome la temperatura, a ver si toso. No quiero que nadie se me acerque. Es algo terrible”, me cuenta Sandra, mientras se sostiene el pecho para hablar. Gabriela agrega: “No queremos que el Gobierno nos pague el vuelo, ¡nosotros queremos que nos dejen entrar!”.

La angustia, la desesperación, el miedo a lo desconocido, a no poder hacer planes, a estar dentro de una situación que parece que va descontrolándose de a poco, se repite en todas las entrevistas.

Pero también hay quienes aceptan que las medidas son necesarias. “Estoy consciente de que la decisión del Gobierno es muy dura. Yo mismo no creía en el virus y creo que las políticas de shock son una buena pedagogía, porque ahí recién nos despertamos y decimos oye, esto es en serio”, dice Diego Benítez, desde Buenos Aires, Argentina.

“Yo sé que el Vicepresidente está tomando sus medidas que tiene que tomar para precautelar la salud de 16 millones de ecuatorianos, pero retomando las declaraciones que hizo  cuando recién estuvo el virus y que se iba a China y no le importaba si regresaba con virus al Ecuador, entonces ahora, ¿por qué le importa que nosotros regresemos con virus? Sus declaraciones fueron muy correctas cuando él las hizo. Ahora resulta que no importa nada porque su familia también está afuera, pero como ellos tienen plata deben tener dónde quedarse”, se cuestiona Gabriela.

“Te dicen, estás mejor allá”, me cuenta Valeska Chiriboga, que está en Saint John, una ciudad canadiense. “¿Qué voy a hacer acá cuando mi familia está allá? Siento necesidad urgente de estar allá, con mi familia. Por más de que uno tenga las facilidades acá, al final del día termina siendo lo menos imprescindible y algo tan básico como estar con mi mamá se vuelve el centro de mi vida ahora”.

A Valentina le sucede lo mismo. “El hecho de que estén cerradas las fronteras me hace sentir que no estoy donde debería estar. Con todo este problema yo siento que debería estar con mi familia, no debería estar aquí”.

El hijo mayor de Diego le pregunta constantemente cuándo vuelve, pero él no sabe qué contestarle “porque el regreso realmente es incierto. Y que se le vayan las lágrimas ese rato… Yo quisiera pasar esta crisis, este aislamiento, pudiendo ser de soporte a ellos, cuidándolos a ellos”.

Empujar un elefante

El secretario particular de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán, fue enfático: “Ningún vuelo está autorizado a entrar al Ecuador a partir de la disposición del COE Nacional. cualquier ecuatoriano que esté fuera del país, deberá cumplir la cuarentena donde se encuentre”, publicó en su cuenta de Twitter el 18 de marzo.

Por su lado, en el dictamen favorable de constitucionalidad a la declaratoria de estado de excepción contenida en el Decreto Ejecutivo No. 1017 del 16 de marzo, la Corte Constitucional observó que, “la supresión de vuelos y el cierre de fronteras no son medidas absolutas; por lo cual el Estado permitirá, en las circunstancias excepcionales de este período de emergencia sanitaria, el ingreso adecuado de las personas nacionales y extranjeros con residencia en el país, que se encuentran en tránsito al país o en zonas fronterizas; debiendo imponerse los debidos controles sanitarios y la sujeción a las directrices emitidas por las autoridades de salud”.

Sin embargo, el canciller Valencia sostuvo en esa rueda de prensa que “en este momento no podemos hacer ninguna anticipación de itinerarios”. Dijo que si se habilitan rutas aéreas, el retorno de ecuatorianos podría concretarse. Hasta el cierre de este reportaje eso no ha sucedido.

“Mover el aparato gubernamental es como tratar de empujar un elefante. La presión cívica es la que puede hacerle reaccionar al gobierno». Fabricio Villamar. Asambleísta ecuatoriano.

Desde la Asamblea Nacional se ha planteado implementar “un mecanismo de compensación: un mecanismo de reciprocidad con lo que está pasando con los extranjeros que están varados también en el Ecuador”, según me explicó el asambleísta Fabricio Villamar, miembro de la Comisión de Soberanía, Integración, Relaciones Internacionales y Seguridad Integral. Es decir, los vuelos humanitarios de aerolíneas europeas que llegan a Ecuador para recoger pasajeros pueden también traer ecuatorianos desde España, Francia, Holanda o Reino Unido. “Mover el aparato gubernamental es como tratar de empujar un elefante. La presión cívica es la que puede hacerle reaccionar al gobierno. Es el Presidente de la República el que tiene que cambiar el decreto de emergencia para que esto funcione, y eso no pasa de la noche a la mañana”, dice Villamar.

Entre el martes 17 y el domingo 22 de marzo, “unas tres mil personas” habrían sido repatriadas en 14 vuelos humanitarios que salieron del Aeropuerto Internacional de Quito, según un comunicado de la Corporación Quiport S.A. La aerolínea KLM realizó cuatro viajes hacia Ámsterdam. Air France hizo 3 a París. Iberia 2 a Madrid. Avianca 2 a Bogota. Copa 1 a Panamá. Aeroregional hizo 1 a Toluca, y Tame viajó una vez a Fort Lauderdale.

El viernes 20 de marzo, un avión de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) repatrió a 44 ecuatorianos, 37 niños y siete adultos de la academia de fútbol Iván Kaviedes, que estaban en Arica, Chile, en un campeonato deportivo. El avión aterrizó en el aeropuerto internacional Eloy Alfaro de Manta, Manabí. “Estamos tratando de, en orden, regresar, insisto, priorizando situación humanitaria a las personas que estén fuera del país y siempre y cuando podamos garantizar que, al llegar al Ecuador, vamos a tener un espacio adecuado para que puedan hacer cuarentena”, dijo el vicepresidente la noche del domingo 22, en el programa televisivo Hora 25.

Mientras tanto, “no nos queda más que esperar”, se resigna Lucía, quien está en Houston junto a Ezequiel, su bebé de 9 meses.

Pablo Duque, en Miami, propone: “Pongámosle algo de salsa, alguna cosa, para poder subsistir bien”.

La esposa de Alejandro Aljure tiene 7 meses de embarazo. “¡Sí tengo urgencia de volver antes del nacimiento de la bebé y que no me toque llegar a la fiesta de 15 años!”, bromea.

En la espera -esta larga espera-, todos buscamos algún tipo de esperanza hasta que llegue el día en que los ecuatorianos que estamos en el extranjero podamos por fin volver.


Al cierre de este reportaje, el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional (COE) emitió una resolución que dispone la implementación y ejecución de protocolos para el retorno inmediato de niños niñas y adolescentes. Adjuntamos a continuación el respectivo documento: