Una obra de teatro creada por artistas afrodescendientes y antirracistas revive episodios olvidados de la historia afroecuatoriana a través del cuerpo, la palabra, los títeres y la música.
Historias Cimarronas es una obra ganadora del fondo para la producción en artes escénicas y artes vivas 2024 del Instituto de Fomento a la Creatividad e Innovación-IFCI.

Por Ángela Lascano D. / @AngelaILD
“Cimarrón, cimarrón”, se decía en tono despectivo cuando los esclavos africanos se emancipaban de sus secuestradores y, por lucha o por compra, lograban la libertad. El término, originalmente, se refería al ganado doméstico que, introducido desde Europa, había vuelto a la vida silvestre en las tierras de América Latina. Poco después, para dar la noción de salvajes a quienes no se sometían, se lo aplicó también a las personas esclavizadas que escapaban del yugo de los colonizadores.
Se estima que, desde principios del siglo XVI hasta la abolición de la esclavitud, cuatro siglos más tarde, llegaron a América aproximadamente doce millones de africanos provenientes de las costas de África Occidental. Encerrados en barcos negreros, despojados de su lengua, nombres y vínculos, fueron vendidos como esclavos para trabajar en las fincas, plantaciones o minas.
Esa historia —la de quienes escaparon, resistieron y sembraron libertad en medio de la opresión— es la que a menudo se omite en los libros escolares. Y es la misma que la obra Historias Cimarronas busca revivir desde el cuerpo, la palabra y la música. Con una puesta en escena que mezcla teatro, títeres y música en vivo de DJ, la obra cuenta con un elenco afrodescendiente latinoamericano que pone en diálogo la memoria ancestral y el presente político: un Ecuador atravesado por el racismo estructural, la criminalización y la militarización de sus territorios.
Conversamos con Belem Negrete Pessoa, actriz afrobrasileña residente en Ecuador y una de las creadoras de la obra, y con Ana María Caicedo, actriz y coautora ecuatoriana, para entender cómo este proyecto artístico se convierte en un acto de resistencia, memoria y afirmación de identidad.

Tejer lo olvidado desde la puesta en escena
La historia siempre ha sido un territorio en disputa: las periferias, lo marginado y excluido, han tenido que luchar para poner en duda la conocida ‘historia universal’, contada, a menudo, desde una visión hegemónica y elitista.
Historias Cimarronas, en cambio, propone una narrativa que nace desde los cuerpos racializados, excluidos, pero también desde el juego, la música y la vida. Para eso, el equipo investigó personajes y territorios que han sido omitidos en el relato escolar. “Tomamos como referencia dos figuras históricas: Alonso de Illescas, en Esmeraldas, y Martina Carrillo, en el Valle del Chota —cuenta Belem Negrete Pessoa—, dos de mis compañeros actores son de Esmeraldas, y ellos también han traído parte de su cultura a escena. Y la narrativa ha sido, como nosotros decimos, una creación en conjunto. Se han hilado los momentos clave, la narración, la investigación, pero también aquello que cada uno de nosotros ha puesto desde su propia memoria”.
El proyecto empezó a gestarse hace dos años de manera colectiva. “Surgió porque nos juntamos colegas, todos afro”, recuerda Ana María Caicedo, actriz ecuatoriana de la obra. “Y con América Paz y Miño —reconocida actriz y gestora cultural ecuatoriana—, que aunque no es afro, es una persona antirracista, fue un pilar muy importante. Qué bueno que existan personas así, que acompañen, que sostengan, que crean en estas luchas”.

Ese entrecruzamiento de lo histórico con lo personal está presente en cada escena. La obra, además de hablar de personajes cimarrones, se detiene en gestos cotidianos como el cabello afro —un símbolo de orgullo que históricamente ha sido motivo de burla o estigmatización. “Abordamos ese tema en una escena, porque el pelo también es un símbolo nuestro —dice Belem—, nosotros vivimos en un país que es racista: el ser niño negro en Ecuador es sentirse menos, feo, tonto. Y son esos aspectos despectivos los que queremos reivindicar, para que los niños dejen esos discursos atrás y puedan crecer y creer que su racialidad es necesaria”.
Ana María agrega: “Nuestro pelo no debería llamarse afro, debería llamarse pelo natural, como el de cualquier otra persona. Y tenemos que llevarlo con orgullo, ser auténticos, reconocernos y autorreconocernos en lo que somos. Este ha sido un proceso hecho con sentimiento y corazón, con todo el deseo de que esas niñas y mujeres se identifiquen con lo que mostramos, para que se reconozcan en lo que son”.
Memoria viva para las infancias y el futuro
Historias Cimarronas es, al mismo tiempo, una obra teatral y una herramienta de transformación. Un espacio donde la memoria se activa con el cuerpo, donde la historia no se recita sino que se encarna. Y también, donde las infancias —sobre todo las afrodescendientes— encuentran por fin un espejo distinto al que suele ofrecerles la escuela, la televisión o los discursos oficiales.
“Creo que es sumamente importante que nosotros no solamente tengamos acceso a la educación desde lo hegemónico, la cultura occidental, que es aquella que nos cuentan en las escuelas —dice Belem—, porque cuando estamos en el colegio nos dicen que van a enseñarnos la historia universal, y esa historia es solo Europa. Y uno después se da cuenta de que la historia va mucho más allá”.
Esa urgencia de contar lo no dicho también está atravesada por una necesidad pedagógica: cambiar el discurso desde las raíces. “Nosotras queremos que las niñas y los niños se diviertan aprendiendo”, explica Belem.
Ana María agrega que a veces hay una falta de conciencia sobre cómo su pueblo ha sido invisibilizado. “Queremos que este trabajo se vea reflejado en la juventud, en los niños y en el público en general, para que conozcan todo lo que hemos sido y seguimos siendo. Porque tenemos que conocer lo que hemos logrado”.
En medio de un país donde el discurso de seguridad gana espacio sobre el de derechos, y donde organizaciones de derechos humanos advierten sobre las consecuencias de la militarización, obras como Historias Cimarronas son una apuesta por otra forma de pensar nuestra realidad: una donde la memoria no se niegue, donde el arte sea una herramienta viva, y donde la niñez afro pueda crecer sin miedo, con dignidad, con futuro.
“Esto es una forma de resistir —reafirma Ana María—, por ejemplo, el hecho de hacernos sombra, de quitarnos… imagínense lo que pasó con los chicos de Las Malvinas*. Fue como si no pasó nada, como si no fueran personas a las que les acribillaron. Pero si eso pasara con otras personas, pegarían el grito en el cielo”.
*La noche del domingo 8 de diciembre de 2024, cuatro niños fueron apresados por 16 militares de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) al sur de Guayaquil. Ismael, Josué, Nehemías y Steven, ahora recordados como «los 4 de Guayaquil», fueron hallados calcinados 16 días después, cerca de un cantón militar en Taura. El 28 de abril, en la reconstrucción de los hechos, se dictaminó que los menores habían sufrido múltiples agresiones a manos de los militares. El caso aún sigue en proceso.
“Es muy importante que podamos voltear los ojos a nosotros, a saber quiénes fuimos… porque mientras más se mira hacia atrás, más lejos se puede llegar en el futuro. Es como disparar una flecha”, concluye Belem.



1.- Ana María, actriz ecuatoriana afrodescendiente que aporta al montaje su voz, su cuerpo y una profunda conexión con las infancias negras y los procesos de autoidentificación. 2.- Belém Negrete Pessoa. 3.- América Paz y Miño.
¿Dónde ver Historias Cimarronas?
Historias Cimarronas se presentará en la Casa Museo Antonio Negrete, ubicada en San Luis E3-59 y Abdón Calderón, en Pomasqui. Las funciones abiertas al público serán el viernes 13 de junio a las 19h00 y el sábado 14 de junio a las 18h00. El aporte voluntario sugerido es de $3.
Además, la obra tendrá presentaciones especiales para adolescentes en las unidades educativas El Quiteño Libre y María Elena Salazar, también en Pomasqui.