Por Milagros Aguirre A.

Las autoridades de hidrocarburos son sordas. Y ciegas. O ven solo lo que quieren ver. Desde hace 25 días la comuna kichwa de El Edén, en el río Napo, viene haciendo una protesta pacífica. Verdaderamente pacífica. Las fotos lo demuestran: hombres, mujeres, abuelos y abuelas, niños y niñas, acampando, haciendo carteles, comiendo juntos, haciendo oraciones en la mañana y reflexiones en la tarde.

La gente de El Edén no protesta por molestar o por hacer daño al país: es que la comuna lleva dos años pidiendo la renovación de un convenio con la estatal petrolera que duró 20 años y que ya terminó. La petrolera está trabajando en el jardín de su casa, sin acuerdo ni permiso alguno desde hace dos años. La comuna no pide mucho —agua potable, electrificación, viviendas—  es decir, aquello a lo que mínimamente tiene derecho después de más de veinte años de explotación petrolera en su territorio y de jugosísimas ganancias para el Estado y para todos quienes han intervenido en esa tarea, empresarios, contratistas, etc.

Ese territorio, por cierto, tiene título de propiedad. No es tierra de nadie ni baldía, es tierra de la comuna, con personería jurídica y todo.  La comuna ni siquiera se opone a la actividad petrolera, solo está pidiendo lo que necesita: “Renovar el convenio para trabajar juntos como buenos vecinos”. Y para ello pide diálogo directo con el gerente general de la empresa estatal Petroecuador, porque ya les han prometido y también les han fallado.

La empresa responde con la conocida acción de intimidación, declarando “fuerza mayor”, argumentando “el alto riesgo de afectación al que están expuestos los trabadores de la empresa, así como las instalaciones estratégicas del Estado y el nivel de producción nacional de petróleo”. Y manda a los militares, custodios del petróleo, al lugar. La comuna insiste en su protesta pacífica y reitera su postura: diálogo para establecer las nuevas reglas del juego.

¿De verdad les parece imposible ese diálogo? ¿Imposible que el gerente de la empresa les escuche? ¿Qué tan difícil puede ser sentarse en la mesa y hacer un convenio justo? ¿No quieren las nuevas autoridades escuchar nada acerca de la relación de maltrato que existe entre la petrolera estatal y la comunidad, entre la comunidad y las entidades estatales que se supone deben garantizar el acceso a los servicios básicos de las comunidades?

Ante la demanda de la comunidad, la empresa exhibe proyectos que ha hecho en El Edén como para desmentir a los comuneros (una casa de acogida, una casa de partos, unas cabañas turísticas…), pero no aclara que esas obras fueron parte del convenio vencido en 2019. De El Edén salen diariamente 30 mil barriles de petróleo y se procesan aproximadamente 60 mil barriles de campos vecinos, se reinyecta parte de las aguas de los bloques 31 y 43 y se quema gas en mecheros que están en el campamento (y, por cierto, hay una demanda que obligaría a apagar los mecheros en la selva).

Ya que estamos en los “tiempos del encuentro”, como dicen, sería bueno que las autoridades abran los ojos y los oidos, que vayan a conversar con la gente de la comuna de El Edén y se encuentren amablemente, en lugar de mandar a los militares. Y que, de paso, puedan darse una vueltita por la laguna de Edén-Yuturi, invadida por el cacamachin, plaga nacida a consecuencia de que las aguas servidas de la empresa van a dar a la laguna, uno de los sitios considerados más paradisíacos de la selva ecuatoriana. Seguro los comuneros les llevan con mucho gusto. Y les cuentan cómo han intentado, en mingas y en vano, sacar esa plaga para atraer el turismo a su comunidad y volver al Amazon Lodge (proyecto del que se ufana la petrolera) un sitio de interés.

Los altos funcionarios de la compañía han tenido 25 días para ir a El Edén, para escuchar y trabajar un nuevo convenio que garantice el bienestar de las personas ya que de su jardín sale la riqueza del país. En lugar de eso, ¿lo que se les ocurre como respuesta es mandar a los militares con amenazas por motivos de “fuerza mayor”? ¿No podrían los altos funcionarios de la compañía bajar un poco de sus pedestales, tener una pizca de empatía e ir “al encuentro” de la gente y solucionarlo con algo de justicia y equidad?


Milagros Aguirre Andrade es periodista y editora general en Editorial Abya Yala. Trabajó en diarios Hoy y El Comercio y en la Fundación Labaka, en la Amazonía ecuatoriana, durante 12 años. Ha publicado varios libros con investigaciones y crónicas periodísticas.

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