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Siguiente Round: cine documental que transforma

A veces no llegamos a imaginar cuál podría ser la trascendencia de un documental. Sin embargo, Ernesto Yitux y Valeria Suárez lo tenían claro desde el principio: hacer una película que fuera capaz de transformar la realidad de sus personajes. Siguiente Round forma parte de la selección oficial en la decimoséptima edición del Festival EDOC y es el resultado de un arduo y largo proceso de rodaje y, sobre todo, de financiamiento. Siguiente Round es un buen ejemplo de que se puede hacer algo con las manos de todos. Por todo esto, conversamos #EntreNos con los realizadores de este filme ecuatoriano.

Foto: Andrés Yépez / Fluxus Foto.

Por Carla Larrea Sánchez
Fotos: Andrés Yépez / Fluxus Foto

El miércoles 16 de mayo y el cine Ocho y Medio, de Quito, fueron el día y el lugar elegidos para el estreno de Siguiente Round, un documental que retrata los contrastes de una ciudad porteña de América Latina, a un luchador que se entrena en un semillero de box, a un barrio marginal junto a la ría y a los rostros de la esperanza en la especie humana.

Los guayaquileños Ernesto ‘Yitux’ Yturralde y Valeria Suárez Rovello son los realizadores de este filme que surgió gracias al azar pero que, sobre la marcha, configuró una red de solidaridad que ayudó a financiarlo mediante crowdfunding, muestras fotográficas y otros eventos. Así también, sobre la marcha, la producción de Siguiente Round formó una nueva una familia.

«El EDOC es una oportunidad muy bonita porque para nosotros ha sido una especie de escuela –dice Valeria–, donde yo presenté mi primer corto documental hace algunos años y donde Ernesto ha ido a ver películas toda la vida, entonces significa mucho para nosotros poder estrenar aquí y con eso empezar nuestro ciclo de festivales».

¿Cómo nace Siguiente Round?

Ernesto (E): Siguiente Round nace cuando de coincidencia o de suerte, quizás, tuvimos la oportunidad de conocer al protagonista: Yecson, el ‘Destructor’ Preciado. Y digo suerte porque sucedió justo en el momento en el que él empezaba su semillero, una pequeña escuela de box. En ese entonces, su única intención era distraer a los chicos del barrio para que no caigan en los problemas de todo ‘barrio bajo’, por decirlo así. Al inicio, empezamos a filmar a Jackson sin mayor pretensión, sin mayor proyección. Por ejemplo, la escena en la que están entrenando en un cerramiento de caña fue una de las primeras que filmé y era una escena bonita: este man boxeando con unos pelados en un cerramiento de caña, usando medias en lugar de vendas porque no tenían nada, unos guantes viejos. A partir de ahí, nos fuimos haciendo amigos de Jackson. De entrada nos dimos cuenta de que era un personaje que tenía varias capas: tenía su lado bueno, tenía su lado oscuro, le veíamos las cicatrices, los tatuajes, había ciertas cosas de las que no hablaba. Pero, conforme nos fuimos haciendo más amigos, esos matices, quizás inconsistencias o incongruencias, se fueron marcando más y supimos que era un personaje lo suficientemente poderoso, así que decidimos que había un potencial cinematográfico. Yo a Jackson no lo conocía de antes, lo conocí mientras lo filmaba. A través de la cámara nos fuimos haciendo amigos y creo que espontáneamente se dio la historia: la relación de él con los chicos. Eso en el trasfondo. En lo más directo, en la forma, era el hecho de que estos chicos se estaban volviendo una promesa deportiva y se estaban proyectando a ser campeones nacionales. Yo creo que fue una manera espontánea porque nosotros no investigamos ni buscamos ni decidimos que íbamos a hacer una película, como quizás ahora sí podemos estar pensando. Esto se dio de una manera bastante espontánea.

Foto: Andrés Yépez / Fluxus Foto.

Valeria, ¿cómo llegas tú a la película?

Valeria (V): Empezaron en marzo del 2015, Ernesto y Andrés –el fotógrafo-, que estaban en Trinitaria por otros temas relacionados con derechos humanos. Ahí conocieron a Jackson, empezaron –como te contaba Ernesto– y algunos meses después, yo los conocí, conocí a Ernesto en un taller de cine documental.

E: Coincidencialmente.

O sea, ¿no se conocían de antes?

V: No, no nos conocíamos. Después, yo me acordé que hacía muchos años yo lo seguía en Twitter, porque siempre ha sido supertuitero, pero en esa época en la que lo conocí en el taller, no tenía idea de que estaba trabajando en este proyecto. Por ahí conversamos, conocí también a Andrés y, bueno, me contaron de este exboxeador que estaba empezando a entrenar a estos chicos en la Isla Trinitaria, que había un grupo de chicos que posiblemente iban a viajar a unas competencias por primera vez y que querían filmar eso. A mí siempre me ha encantado el cine documental y cuando me contaron eso me brillaron los ojitos. Seguimos conversando y básicamente definimos que íbamos a ir Andrés, Ernesto y yo con dos camarógrafos, íbamos a grabarlos en sus primeras competencias, en sus primeros juegos nacionales.

E: Diez días… (risas)

V: Ajá, diez días. Hicimos eso y la meta era llegar a los juegos nacionales y que la historia cuente eso: el inicio de los chicos – que ellos ya habían filmado- y cómo llegaban a sus primeras competencias y si salían campeones o no. Entonces, hicimos eso y luego dijimos: “No, hay que seguir filmando”, y nos quedamos creo que un año y medio más, ¿verdad?

E: Más. Treinta meses.

V: En total, treinta meses. Fueron dos años más, tal vez, filmando para justamente tener esta cercanía que, según yo, en esa época existía pero en el barrio y en las vidas de los chicos había bastante por explorar. Entonces, filmamos más tiempo y así fue cómo entré al proyecto. Poco a poco fue creciendo todo, empezó con la idea de filmar esto, de que sea un proyecto documental. No sabíamos si corto o largo, en ese entonces fuimos descubriendo ciertas cosas: sí puede ser un largometraje, tiene el personaje lo suficientemente fuerte para ser un largometraje, es lo suficientemente interesante y potente como para que incluya otras cosas como fotografía, ilustraciones… Entonces, hemos convocado a muchos artistas y mucha gente que ha contado también esta historia a través de otras plataformas. Además, las redes sociales para hacer lo que decía Ernesto con el tema de ir generando un impacto en el barrio y que esto sirva como catalizador. Todo fue creciendo hasta que llegamos aquí, a mayo del 2018.

Foto: Andrés Yépez / Fluxus Foto.

La relación con Yecson se empezó a construir a partir de que había una cámara en medio, y normalmente eso es lo más complicado en el quehacer documental. ¿Cómo se fue transformando esta relación y a qué nivel se fueron implicando en la vida de sus personajes?

E: Yo creo que nos terminamos implicando en la vida de estos manes un montón, al punto en el que nosotros somos amigos de Jackson, amigos de la familia, amigos de su esposa, amigos de sus hijos, los chicos son nuestros amigos. Realmente ha sido un proceso superbonito, partiendo de la premisa de que estamos intentando ayudar a la comunidad y a los chicos a través de toda la bulla que hacíamos alrededor -con la película-. Se formó una especie de simbiosis en ese proceso. Nosotros filmábamos y un montón de cosas que se ven en la película se generaron porque estaba la cámara ahí. Nosotros empezamos a filmar con esta premisa que siempre repito: decidimos construir este proyecto pensando que el cine documental puede no solo mostrar realidades sino ayudar a transformarlas. Y entonces la cámara es un catalizador para que las cosas pasen, para que las autoridades vayan, para que las donaciones lleguen, para que los chicos tengan un lugar, para un montón de cosas… Entonces, yo creo que se ha generado algo superlindo con todo el barrio. Ahora el barrio nos quiere, nos reconoce. Pero con los personajes mucho más, por la cercanía. Yo creo que Jackson nos considera igual: nosotros vamos a visitarlo a su casa, nos llama cuando tiene problemas, nosotros lo llamamos. Un montón de cosas que ya van más allá de la película, yo creo, y que es lo que buscamos mostrar en las escenas solo que en las escenas nosotros siempre estamos detrás. Por ejemplo, en la escena en la que los chicos están en el cuarto del hotel y que le preguntan a Anthony con quién le toca pelear mañana, no se qué, no sé cuánto, están allí los tres chicos, Preciado y nosotros. Pero nosotros porque genuinamente hubiésemos estado ahí, con cámara o sin cámara. Entonces, yo creo que esa cercanía es bastante interesante. Yo creo que los chicos ahorita nos quieren mucho, yo quiero mucho a los chicos. Se ha generado una especie de amistad chistosa porque ellos son peladitos, son adolescentes, entonces es divertido.

V: el tema de la cercanía que se ha generado con Jackson ha sido un tema bastante complejo. Volverte tan cercano al personaje de la película es una cosa como de doble filo: es superbueno porque estoy segura de que en la película se siente esa cercanía y, a la vez, es turrísimo porque llegas a conocer a esa persona, lo malo, lo bueno y viceversa. Ha habido problemas a lo largo de los tres años y ha habido muchas cosas que hemos tenido que ir superando, tratar de que todos estemos alineados –nosotros, el barrio, los personajes– ha sido un esfuerzo supergrande. Nos las hemos jugado todas, hemos seguido ahí los tres últimos años. Cuando me metí a esto tenía veintiséis años…

E: Ahora tenemos cuarenta –risas-, cacha que la Isla Trinitaria es probablemente uno de los barrios más conflictivos de Guayaquil y, por ende, de Ecuador. Es superdenso. Yecson y estos chicos viven en una situación superdifícil. Para ellos, nosotros somos millonarios, entonces a lo largo del tiempo, intentar explicar qué estamos haciendo, por qué lo hacemos durante tanto tiempo, de dónde sacamos plata, si estamos haciendo plata nosotros, si somos o no somos millonarios, si estamos o no lucrando, ha sido un proceso denso. Como dice Valeria, no solo nuestro trabajo sino ir al barrio, estar con el barrio, explicarle a las madres, que la gente entienda qué es lo que estamos haciendo, cómo pretendemos ayudar, cuál es nuestra ayuda como documentalistas.

V: Qué es lo que podemos hacer y qué es lo que no podemos hacer.

Foto: Andrés Yépez / Fluxus Foto.

¿Cómo se dieron cuenta de que existía esta cercanía entre ustedes y sus personajes?

E: Yo me di cuenta de que éramos bien, bien cercanos a Yecson un día que nos mandamos a la mierda. Ahí yo me di cuenta de que eso ya era un matrimonio (risas). O sea, porque fue superfeo, nos puteamos, los chicos lloraron, creo que yo también lloré, Valeria también lloró…

V: Todos lloramos… (Risas)

E: Fue un drama porque fue una pelea superfea…

V: Y duró días el sentimiento…

E: Una pelea superfuerte y yo decía: “Con un man normal al que tú filmas no te peleas, pues… o no te peleas así”.

Si no te involucras así…

E: Ajá, si no te involucras así, no te peleas así…

V: Era como pelea de marido y mujer… (Risas)

E: Exacto. Ahorita lo decimos y suena chistoso y todo, pero en ese rato sí fue denso. Los chicos me escribían después por Facebook y me decían: “No, causa, que el profe dice que está arrepentido, que lo que dijo no fue a propósito, ustedes también dijeron estas cosas, por favor ya no se peleen…”.

V: …somos una familia. (Risas)

E: Y era un pelado de quince años que nos estaba escribiendo por Facebook para que ya no peleemos con su profe. ¡Pobre pelado! (Risas) Era como un minidivorcio y él en medio, era como el hijo que se había quedado sin saber a qué caleta ir. (Risas). Eso lo cuento porque representa, de cierta forma, cómo nos hemos involucrado nosotros en un millón de cosas que no se filman o, si se filmaron, no salen, necesariamente. Pero hemos pasado de todo con la familia de Jackson y de estos chicos. Anthony, que es ‘La Rata’, va a mi casa, entra, sale, se echa a dormir en el mueble mientras nosotros editamos. De cierta forma, nosotros nos volvimos familia. Por eso, en esa película hay un millón de cosas…Así que esperemos que esté bonita.