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La noche en que Halley surcó los cielos de Quito

En 1986, el cometa Halley se acercó al planeta Tierra y no volverá a hacerlo sino hasta el 2062. Muchos lo vieron y otros ya nunca lo verán. La capital ecuatoriana se conmocionó con su llegada: desde bunkers, misas campales, caminatas a los Andes hasta cruceros aéreos se prepararon para recibir al visitante interestelar. Este relato De Daniel Ortiz evoca una época de convulsiones.  

El cometa Halley en la Mitad del Mundo, por Caricato.

Por Daniel Ortiz / @EscribidorEC

A José Enrique Simbaña.

…comparto la ceniza tonta
no para hacerme el bacán sino por lo
delirante de la situación
es bello el naufragio de lo perdido
mira cómo se va el cometa
el cielo es mi globo pinchado
qué penita
otra vez la infancia.
Andrés Villalba Becdach.

Sería erróneo pensar que todo empezó en febrero de 1986, cuando Moscú anunció al mundo que sus naves alcanzaron las primeras fotografías del visitante interestelar. No, en realidad el furor colectivo se inició dos años atrás, con el lanzamiento de las sondas soviéticas Vega 1 y Vega 2, y continuó en 1985 con el despegue de las japonesas Susei y Sakigake, y la europea Giotto.

Agencias internacionales anuncian el éxito de la Vega 1 y 2 y de la Armada Halley, El Comercio, febrero y marzo de 1986.

La Armada Internacional estaba en el espacio, calibrada, programada y lista para interceptar al cometa Halley. Como nunca antes en su historia, la humanidad contaba con la tecnología y los recursos para estudiar al meteorito recurrente, en su caída elíptica desde la Nube de Oort hacia las cercanías del Sol. Como nunca antes, la llegada del cometa era motivo de erudición científica y no un presagio de la muerte y la mala suerte, como lo creyeron en las culturas inca, babilónica, mongólica o romana.

El mundo esperaba ansioso la llegada del cometa Halley. Aunque no faltaron videntes, futurólogos, parapsicólogos y charlatanes, tampoco dictadorzuelos como Augusto o potencias enfrentadas en el final de la Guerra Fría, que trataron de sacarle provecho propagandístico al avistamiento de 1986.

Recuerdo cómo se inició la efervescencia espacial en Ecuador. Mis amigos juran hasta hoy que nos unimos al sentimiento global cuando nuestra maestra de Ciencias, Bárbara Morgan, llegó al espacio con la misión Teacher in Space. ¡Qué orgullo para el Colegio Americano de Quito haber tenido entre su planta docente a una astronauta estadounidense! ¡Nuestra pequeña gran nación asistía con “papeles” al concierto internacional!

La estadounidense Bárbara Morgan fue maestra de Ciencias e Inglés en el Colegio Americano de Quito. Fue la primera docente en el espacio.

Pero no. No lo creo así. Mi historia con el Halley data de 1980. Tenía siete años cuando mi abuelo Alexander puso en mis manos la serie Cosmos: un viaje personal en formato Betamax. Gracias a Carl Sagan aprendí sobre la complejidad del Universo y la finitud de la vida. Hace seis años, Sagan me preparó para el avistamiento, para encontrar el cometa en el espacio sideral, para maravillarnos de ese retorno de cada 76 años.

Muchos contábamos los días, los meses, los años para verlo. Otros se enteraron cuando los soviéticos se vanagloriaron con sus primeras fotografías. Y empezó la locura: el Halley en las portadas El Comercio, El Universo y Últimas Noticias.

“Diego V. construye el primer búnker en Ecuador para sobrevivir a la visita del Halley, en la zona de Pomasqui. Solo acogerá a 40 personas”, anunciaba un presentador de Ecuavisa. “Misas campales en Quito, Guayaquil y Cuenca ante un inminente choque de la cola del cometa con la zona ensanchada del planeta, donde se encuentra nuestro país”, informaba un periodista de Teleamazonas. “Largas filas para consultar a los shamanes Calazacón ”, destacaba Telesistema.

Todos se propusieron lucrar con el cometa Halley. El Comercio, febrero de 1986.

Mientras tanto, una cadena de belleza de Quito anunciaba el lanzamiento del Shampoo Halley y empresas como Metropolitan Touring, Vocú, Hotel Oro Verde y Diners Club organizaban el vuelo “Ver al cometa Halley a 30 mil pies de altura”, con champán y videos astronómicos incluidos, en los Boeing de las extintas aerolíneas Saeta y San. Camisetas, llaveros, esferos y postales conmemorativas se vendían en Quito y los profesores de primaria se convirtieron en astrónomos improvisados.

Empresas de turismo pusieron a la venta tickets de avión para ver al visitante estelar. El Comercio, marzo de 1986.

Desde el 9 de febrero de 1986, cuando Halley alcanzó el perihelio alrededor del Sol, Ecuador salió a buscar al cometa entre la Cruz del Sur, Canis Major, Centaurus, Columba… ¡Mala suerte! Cielos nublados y lluvias que ni el Inamhi pudo pronosticar. Pero, no importaba, pues los hijos de la ciudad de la espumilla, de las barberías, de los colectivos Ford 600, de la teja y del adobe se volcaron a las montañas, con los telescopios y las cámaras fotográficas más sofisticados de la época, para capturar el momento.

Digo “nos tomamos”, porque en calidad de nieto primogénito tenía la misión de acompañar a mi abuelo a Cruz Loma, todas las noches, para fotografiar al cometa. Confiaba mucho en su Minolta japonesa y en el telescopio Tasco que me regaló en la Navidad del 85. Y yo confiaba en él con mi vida.

¡15 días y nada! Las nubes, la lluvia, el universo nos evadían. Desconcierto total en Ecuador, mientras Perú, Chile, México y Argentina anunciaban avistamientos antes del 23 de febrero. Desazón total en un país que nunca se había clasificado a los mundiales de fútbol, que perdió territorio en todas las guerras que disputó, un país que perdió, perdió y perdió.

Y no es que ver al Halley haya sido vital en un Ecuador que ese año se caía a pedazos, con un presidente bigotón que se arrodillaba ante Reagan, un ‘Monstruo de los Andes’ apresado, un ‘Cuentero de Muisne’ fugado, con los precios del petróleo en picada, con un militar insurrecto en la base aérea de Taura, con tantas necesidades insatisfechas, con tantos complejos desde 1941…

1986, año de convulsiones, Vistazo, febrero – marzo de 1986.

Pero ver al Halley se convirtió en una obsesión más allá de razones científicas. Se trataba de la magia que encarnaba observar algo que –como un concierto de Iron Maiden- pasa sola vez en la vida. Recuerdo a mi hermana mayor, a su novio y a cientos de enamorados de la capital, planeando ir al Churo del parque La Alameda, para ver al Halley, jurarse amor eterno y unir sus vínculos de por vida con un beso ‘sideral’.

Pero todo aquello se diluyó porque al cometa no le dio la gana de aparecer. Pasaron los días y los andinistas bajaron de la montaña, se apagaron las fogatas en los valles y se corrieron las persianas. Halley dejó de ser noticia para todos, menos para uno: mi abuelo, que siguió cazándolo en los cielos, esperándolo como Mark Twain, para admirarlo con sus propios ojos antes de morir.

“Sería la mayor decepción de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho sin duda ‘Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. ¡Ah! Lo espero fervientemente.” (Mark Twain)

El 28 de febrero de 1986, a las 03:35 de la madrugada, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, mi abuelo y yo, dos completos desconocidos, vimos al cometa Halley cruzar el cielo quiteño. Era el cometa de 14 kilómetros de longitud que se pintó sobre el cielo de Belén… el cometa que aterrorizó al mundo en 1910… el cometa que inspiró con su manto estelar a Twain, Alberti, Dalí, Seifert, Kafka, Jünger, Canetti y Payne.

Tenía 13 años cuando lo vi a través de mi telescopio estudiantil. 13 años cuando mi abuelo dijo haberlo capturado con la máquina de daguerrotipos. Fueron cerca de 20 minutos. Lo más emocionante fue ir al cuarto oscuro y revelar la fotografía del astro más sublime y más bello, nombrado en honor al enorme Edmund Halley.

Halley, en 1986.

Ahora, mi abuelo ya no está. Nunca quiso la gloria de ser el primer ecuatoriano en avistar el cometa Halley. Odiaba la prensa. Nunca reprodujo esa foto que me regaló solo cuando cumplí los 18, la misma foto que estoy mirando ahora, mientras mis lentillas se empapan de alegría.

La historia oficial dice que la visualización del cometa Halley sucedió en Ecuador el 15 de marzo de 1986. Yo sé que no fue así. Pero, gracias, Germánico Olmedo Boada, primer director del Planetario de la Armada Nacional, y a todos quienes se apasionaron en el país por la llegada del cometa, al vecindario del pálido punto azul, la Tierra en el infinito universo.

El cometa Halley volverá en el año 2062 y quizá muchos de nosotros ya no estemos aquí para recibirlo. Los niños del cometa –los nacidos entre 1980 y 1995- tendrán más chances de admirarlo. Será una época que no imagino, pero que quizá cuente con más armadas Halley en la estratósfera, con más satélites y telescopios inteligentes, con redes sociales para publicar su avistamiento, y quizá los humanos del futuro tengan que admirarlo desde Marte o desde la Luna… quizá.


Daniel Ortiz es periodista y latinoamericanista, candidato a magíster por la Universidad de Salamanca. Ha trabajado en varios medios de comunicación. En el 2016, como andinista, alcanzó las cumbres más altas del país y actualmente se prepara para subir al Huascarán, en Perú, y el Mulhacén, en España. Ahora trabaja en su primer libro de cuentos, The girl with april in her eyes.