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Tiempos hacinados

Tiempos hacinados
Tiempos hacinados

Por Diego Cazar Baquero y Manuel Suquilanda J. / La Barra Espaciadora

¿Qué pasa cuando tenemos enfrente una cámara de video? ¿Qué pasa en nuestros gestos, en nuestras palabras y en nuestras acciones cuando nos miran los lentes de un aparato? ¿Es que nosotros hablamos con las cámaras de una manera distinta a cómo hablamos con los otros seres humanos?

En las calles García Moreno y Olmedo, en el Centro Histórico de Quito, está La Casa del Artista, que desde hace diez años se dedica a acoger a músicos populares que no acceden a la fama dentro del medio musical comercial.

Los encuentros son conciertos y concursos que ocurren cada sábado, de 14:00 a 19:00 y en ocasiones especiales como las fiestas de la ciudad. La entrada cuesta un dólar. Los que suben a la tarima son intérpretes de ritmos ecuatorianos que han sido excluidos de los circuitos habituales o que apenas están empezando su carrera en la música. Muchos de ellos son espontáneos.

Manuel Suquilanda y yo llegamos al lugar para dejar que nuestras cámaras generen interacciones. No queremos disimularlas, más bien buscamos mostrarlas y tratarlas como dos asistentes más al evento, aunque el público nos crea periodistas y acierte. No importa. Nos preguntamos si somos capaces de registrar en nuestras cámaras esas miradas que los demás lanzan sobre ellas, no sobre quienes las operamos, necesariamente. Queremos explicitarnos como personajes del lugar, tal como los artistas y el público, y procuramos contar así la relación que los asistentes inauguran con estos aparatos. Somos dos visitantes más pero portamos cámaras de video, no sabemos si el espectáculo está sobre la tarima, frente a ella o en todo el lugar. Pero todos, sin duda, somos parte del espectáculo y vivimos tiempos hacinados.

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