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Destiny, anatomía de un drag queen en extinción

Él es Gledys Macías, pero está a punto de convertirse en Destiny. El transformismo ha marcado la última parte de su vida y es, al mismo tiempo, lo que le ubica en el mundo. ¿Qué significa ser un drag queen? Él es Destiny y está a punto de dejar de serlo.

Foto: Walter Vizcarra

Por Alberto Vargas

Primeros trazos

Con su mano derecha sujeta una brocha y la pasa innumerables veces por encima del polvo base, su primera capa de maquillaje. Se mira al espejo y mueve la cabeza de un lado a otro sin dejar de verse. Es un hombre inexpresivo. Salvo el movimiento de su mano, ahora parece una estatua. Hoy dará uno de sus últimos espectáculos.

Gledys Macías empezó a sus veinte años. Pero sus actos de transformismo eran entonces para visibilizar a la comunidad lgbti frente a la sociedad y para llamar la atención de la prensa. Hoy tiene casi treinta años y ya no es solamente “un chico con vestido”.

Entonces, ¿por qué dejarlo ahora?

Con el paso del tiempo ya no hacía falta llamar la atención de nadie y mi performance transformista se volvió algo más reivindicativo, ligado a la experimentación del cuerpo y a mi identidad de género. Pero ya he cumplido también con esos roles. Ahora quiero dejarlo, fundamentalmente, porque la comunidad lgbti raya en el machismo. Casi siempre eres tema de burla por la feminidad que intentas buscar. Y además eres objeto de risa porque te creen una loca de la farándula.

Lamentablemente ese es un patrón que se repite. Es el ambiente en el que nos desenvolvemos a diario los transformistas. Incluso en redes sociales, porque ese es el espacio en el que se mueven ahora las comunidades lgbti. Ahí tienes las típicas advertencias de “no afeminados” y es porque dentro de la comunidad misma existe la idea de que mientras más masculino eres, eres mejor. Lo masculino tiene ventaja sobre lo femenino, seas hetero, o gay.

¿Te hartaste?

Me rendí más bien. Mi personaje siempre fue para luchar contra el machismo, pero ya no jalo. Te desgasta psicológicamente de una manera tan profunda, que yo tuve que empezar a tomar pastillas para la depresión. Es que llega un punto en la vida en el que te cansas de estar peleando, y dices: ‘bueno, ayudaré a los que tienen en el valor para seguir peleando, pero yo ya no. Yo me rindo’. Y no creo que esté mal, porque como seres humanos tenemos el derecho también de dar un paso al costado, ceder a la presión social y ver qué pasa. Además, todos los personajes van evolucionando poco a poco. Pero algún rato tienen que morir o apartarse.

Claramente Destiny no es un drag convencional. ¿Cómo conjugabas su feminidad tan propia con tus rasgos masculinos?

Dentro de la comunidad hay drags barbados. De hecho los hay desde hace siglos, con la historia de las mujeres barbadas. Y cuando tuve que conjugar ambos aspectos dije: ‘bueno, ¿y por qué yo no puedo dejarme la barba?’ Pero para mi desgracia eso me generó un conflicto enorme. Las trans femeninas decían: “nos está ridiculizando porque anda de trans y tiene barba”, y los gais, en cambio: “Tiene barba y anda de mujer”. No podía hacer nada. Los chicos no me querían porque me acercaba a lo femenino y las chicas trans tampoco porque me estaba dejando la barba y obviamente pensaban que las satirizaba. ¿En qué parte me tocaba encasillarme? ¡No había! Entonces, la gente, los amigos y las amigas empezaron a decir: “Estás dentro de lo queer”. Pero yo siempre he estado en contra de lo queer. No me gusta que me llamen raro solo porque está en otro idioma y suena muy bacán. No. Usar ese término recae en una cuestión de invisibilización de la heterogeneidad dentro del mundo lgbti de Latinoamérica. Las personas tienen el derecho a decidir desde dónde quieren identificarse: si son lesbianas, gais, intersexuales, bisexuales; son términos que han costado años de reivindicaciones, que no se pueden perder dentro de lo queer. Además, termina siendo uno más de los términos colonizadores para nombrar a América Latina.

Foto: Jorge Vega Reyes

¿Qué término define a Destiny?

Ahora mismo, ninguno.

¿Y a Gledys?

Igual. Ambos decidimos quedarnos en blanco un tiempo, hasta ver dónde ubicarnos.

¿Convivías con la discriminación y el machismo?

Hubo un tiempo en que sí, en que lo dejé pasar. Tiene que ver un poco con que me hice budista y ahí te ensañan básicamente eso. A dejar pasar… Pero como el tiempo te enseña, aprendes a ponerle un alto a la gente y a su mierda, porque el que la hace no la paga, la vuelve a hacer y la seguirá haciendo hasta que encuentre a alguien que lo detenga. Uno mismo debe encargarse de detener esos patrones de violencia, si no…

¿Cómo lo hacías? ¿Cómo te encargabas de esa violencia?

Llevaba una navaja. No la sé usar, por supuesto. Pero al menos amedrentaba. Hubo un tiempo en el que con todas mis amigas transformistas y trans femeninas salíamos después de los shows en la zona a dar la putivuelta. Siempre había gente que se admiraba, nos veía y pasaba. Pero había otros y otras en cambio, muy hostiles. Por ejemplo, pasaban chicas lésbicas buch, que son las más masculinizadas, y me empujaban, porque mi personaje trans es muy lady ¿me entiendes? Han aprendido que hay que ser violentos, porque demostrar así que eres mejor es algo cool. Para protegerme de eso sacaba la navaja, pero solo como para poner un escudo, amedrentar a los otros para que ya no estén fastidiando.

Llevas casi seis meses en el proceso de dejar a Destiny. ¿Qué trabajo has realizado en ese tiempo?

Hice un taller llamado Transforma, escuela de transformismo. Participaron siete chicos. Y, bueno, les enseñé un poco de todo lo que yo aprendí en la Universidad, en la Facultad de Artes y en la vida de transformista. Di clases sobre arte drag, performance, maquillaje, vestuario, activismo, pasarela, identidad… Y creo que yo aprendí más de ellos que ellos de mí. Mi trabajo era sobre todo, ayudarles a empoderarse y que entiendan que su trabajo es valioso. Y que deben detener las burlas, vengan de donde vengan.

¿El camino que viene estará enfocado a la formación de transformistas en estos temas?

No lo creo. No me gustaría caer en una cuestión de egocentrismo. Pero sí me gustaría que las cosas que yo aprendí le pudieran servir a alguien. Por ejemplo, había chicos en mi taller que decían: “Yo soy performer”, y no sabían definir qué es un performance, o diferenciarlo de un show. Performar es ponerle un significado a una acción. Y hay una enorme diferencia entre una acción y un show. Una acción es un signo que está cargado de lenguaje, de denotaciones y connotaciones, un show sin trasfondo no es un performance, a pesar de que la espectacularidad embriague los sentidos. Entonces, lo único que yo pretendía era que estos chicos desarrollaran su construcción y su sentido sobre el arte. Sobre lo que es performar, para que así pudieran defender su trabajo, lleno de su intelecto y emotividad, cuando les ataquen.

Foto: Instagram.

Trazos finales

Gledys está por acabar su maquillaje. Detiene sus manos y se acerca al espejo lentamente…

Se examina desde la frente hasta la quijada “Me veo bien diosa, como siempre”, dice, y sonríe. Hace una mueca. Parece una de esas muñecas de porcelana china.

Hace cinco meses, Gledys trabajó con niños en la escuela y taller de arte Alvear, en la isla San Cristóbal, en Galápagos. Y quizás esto haya sido determinante en su decisión de dejar a Destiny. “Galápagos es excesivamente machista –recuerda–. Ahí nadie sabía nada de mí. Imagínate, yo trabajando con niños y la gente con ese estigma que carga. Sin embargo, la creatividad y el desarrollo de las reivindicaciones deben hacerse desde ahí, desde la infancia, en las escuelas. Si no se trabaja ahí, olvídate. Todo ese tiempo que pasé en la isla estuve en el clóset, y eso te pasa factura, porque volviendo de allá es que decidí dejar el personaje”.

¿Hubo cambios al volver?

Definitivamente. Volví ateo, homofóbico y machista.

Quisiera que esto tenga un final bacán, pero me toca empezar de cero. Reconstruir. Y como esa fórmula no viene en los manuales de supervivencia, solo queda preguntarse: ¡Puta!, ¿y ahora?

1 COMENTARIO

  1. Cuando conocí a Destiny me maravillo su glamour, esa manera suya de ser tan «lady»… Creo que la decisión que tomó Gledys de dejarla ir fue dura no solo para él, pues no eran simples shows de transformismo, era arte y como todo arte, siempre te marcaba porque te dejaba una enseñanza nueva y algo más porque admirar a Destiny.
    Lo bueno de todo es saber que Gledys sigue aquí, y la esencia de todo está en él.

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