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¿Quién es J. Rhon? (Un culto al caos)

©Mélanie Chéradame

Por: Francisco Ortiz @panchoora / Foto y Video: Mélanie Chéradame

“Vamos a contarlo despacio, ya se irá viendo qué ocurre a medida que lo escribo. Si me sustituyen, si ya no sé qué decir, si se acaban las nubes y empieza alguna otra cosa (porque no puede ser que esto sea estar viendo continuamente nubes que pasan, y a veces una paloma), si algo de todo eso… Y después del «si», ¿qué voy a poner, cómo voy a clausurar correctamente la oración? Pero si empiezo a hacer preguntas no contaré nada; mejor contar, quizá contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea”.

Julio Cortázar – Las babas del diablo

Pensar una historia es intentar rescatar de la memoria una serie de hechos y personajes que brotan en medio del caos, imágenes amorfas y primitivas. Contar historias y hacerlo bien es otra cosa. Es, sin duda, un privilegio de pocos. Sin embargo, no todo pasa siempre por el talento o por la iluminación del artista, sino por el coraje que tiene para contar.

Juan Rhon, ecuatoriano, director del documental ¿Quién es X. Moscoso?, estrenado el 25 de diciembre de 2014, es uno de esos corajudos cineastas que se la creyó desde que su guagua nació. Decidió entonces venderlo todo y contar, sin saber al principio qué ni cómo, pero convencido de que todo fluye en esta vida.

En la sala de la casa de su madre, Juan sirve tres tazas de café. Mientras se sienta, toma un cuero de papel blanco y se arma lentamente un cigarro de tabaco. Lo prende y se apoltrona en uno de los sillones frente a nuestra cámara…

Dos años de rodaje

Todo empezó cuando inicié mis estudios de Artes Plásticas en la Universidad Católica y la Manuela -hija de Xavier Moscoso o del X.- vino a probarse un año en Quito, porque ella estudiaba en Londres. Entonces ahí coincidimos y fuimos compañeros. Los dos teníamos el mismo interés y comenzamos a filmar historias supercortas. Por lo general estábamos en la casa de la Manuela y el Xavier siempre nos rondaba. Un día nos dijo: ¡Vamos a filmar, yo tengo una cámara de cine Super8! Es ahí que comenzamos a filmar por primera vez y en película, ¡en película! Eso fue como en 1999. De ahí nos dejamos de ver mucho tiempo y fue en el 2006 que nos reencontramos porque un día cayó a un café del cual yo era socio (el Este Café). Esa noche nos pegamos los tragos. Para ese entonces estaba muy metido en el tema de los negocios así que no se me había ocurrido hacer otra vez cine. Sentía en esa época como que vivía estancado en ese mundo de negocios… como que nada pasaba. Fue con el nacimiento de mi primer hijo que me motivé para volver hacer lo que en verdad me gusta, ¡cine!

Entonces, ¡tog!, aparece nuevamente el X y me cuenta que tenía una historia. Me parecía bacansísimo poder hacer otra vez algo juntos porque siempre nos caímos bien, nos cagábamos de risa.  Él había hecho cine pero tenía como esa frustración porque justo cuando había estado trabajando con Freddy Ehlers, supongo le cortaron el vuelo, por eso me dijo: “¡Tenemos que volver!”. Me contó entonces la historia de esa iglesia gringa que sale en el documental. Y fue con esa idea que llegué a Estados Unidos. Mi vieja estaba por cumplir sesenta años y había decidido ir a correr el Maratón de Nueva York  -ella nunca antes había competido en ninguna carrera-. Así que decidí ir a filmarla y aproveché el viaje familiar para ir luego a Washington a encontrarme con Moscoso.

Empezamos a filmar en el Capitolio. Era chistoso porque era una sensación de esas de que dos manes tienen ganas de hacer cosas pero no tienen idea de qué mierdas hacer, que no tienen ni puta idea de nada pero que están ahí, juntos, intentando hacerla. Así comenzó la huevada… Rodamos la historia de la iglesia y de pronto esa historia se acabó, pero la cámara siguió grabando… De pronto ya estábamos en otra ciudad.

Yo tenía ahí siempre mis apuntes en un cuaderno grande. Era chistoso porque las primeras notas decía: “Ya llegué a Washington”; “Ya estoy filmando con Moscoso”; “No tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo”. Yo comencé todo desde un principio filosófico: “Todo fluye”, es como cuando te vas a bañar al río y sales… ni tú ni el río son los mismos. No sé si la frase es de Parménides o de Heráclito… Creo que es de Heráclito.

Grabé 440 horas de video, porque como mi principio era el de que todo fluye, no había que parar en ningún momento. La primera toma que tengo fue cuando me encontré con él en Washington, el 10 de noviembre del 2010, en la estación del metro de Dupont, y desde ahí nos fuimos en bicicleta hasta el Capitolio. Fue increíble ese momento porque justo llegamos como a las cinco de la tarde, hora que se conoce como la “Golden Light”. ¡Hay una caída de sol espectacular! Ahí estaba Moscoso, dando vueltas en su bicicleta. ¡No sé por qué chuchas esas imágenes no están en el documental!

Cuando participé en el making off de la peli La Llamada, me di cuenta de que el 60% del presupuesto se gasta en alquilar puras huevadas y solo el 40% va para quienes hacen las pelis. Decidí entonces irme en contra de todo eso y comencé a contar la historia que a la final no fue solo la de Moscoso sino la mía también. Hay películas sobre chamos, hay películas sobre adultos, pero no hay muchas películas en donde estas dos generaciones se encuentren a contar algo. Es que, mi intención nunca fue contar historias de cosas fantásticas como Roldós, o de todas esas huevadas que estamos acostumbrados a hacer para construir identidades… Hace algunos años, Abdón Calderón era el héroe de la patria, ese que peleó sin brazos, sin piernas y con la bandera entre los dientes. A mí me molestan muchas de esas construcciones, muchos de esos personajes, ¡en verdad, me valen verga porque son historias que no me han aportado nada en mi vida personal! No te olvides que la historia y la memoria también son poder…

La enfermedad

Fue un momento fuerte el enterarse de la enfermedad del Moscoso. Nosotros comenzamos a filmar en noviembre y Xavier llegó en enero a Ecuador, y fue ahí que nos enteramos de su enfermedad. Esa escena que aparece en el documental, en la que estamos conversando con Ana –amiga documentalista-, es el momento en el que yo le digo que estamos con este drama y ella me dice: “Ahí tienes el momento de quiebre de tu docu”. En ese momento cambiamos a la escena en la que Manuela me dice: “¡¿Por qué chucha debe tener un punto de quiebre un documental?!”.  Es increíble cómo la vida solita te va dando las respuestas. En ese momento con el Pancho (Viñachi) –colega que editó el documental- decidimos no matar a X. Moscoso, ¡y funcionó! Incluso varias personas, al salir de las funciones, me preguntaban: “¿Y dónde está Moscoso ahora?”

Para el X, a la final, ya sabiendo de su enfermedad, la peli fue como cerrar un capítulo de su vida y creo que se fue en paz. Al menos así lo pude ver yo luego de que tuve una experiencia con ayahuasca, la que me abrió la puerta de los muertos. Ahí le vi al X bien contento, cagándose de risa. Me invitó a un chafo pero le dije que no, porque si me pego uno, me quedo en el vuelo, y no ha de valer…

La muerte

Fue duro, durísimo, pero vos sabes, la muerte es así. Cuando te toca, comienzas recién a soltarlo todo. Claro, la parte difícil es para los que se quedan. Recién ahora la familia del Moscoso está asimilando la vida sin él.

Ese año fue superduro para mí. Se murió Moscoso y justo el día en que su equipo –él era hincha del Deportivo Quito- perdió 6-0 contra la Universidad de Chile. ¡Fue horrible! Luego, ese mismo año, se murió también el colorista que trajimos desde Argentina, un tipo que era igual que el Moscoso, con el mismo carisma… Este man vino un miércoles, vio la película un jueves y se murió el viernes. El pana que nos financió la traída de este colorista también se murió. Se murieron los tres entre mayo, julio y septiembre de ese año. ¡Cacha, para mí fue una película de verdad, pues, loco! ¡No fue cualquier huevada, fue una escuela de vida  y de hacer cine! Yo le estoy completamente agradecido a la vida por eso.

La edición

El trabajo de edición fue básicamente entre el Pancho y yo. Con él habíamos comenzado a trabajar juntos desde que comenzó Sapo Inc. Nos iniciamos haciendo videos y desde ahí yo he tenido con él una conexión especial. Como anécdota te cuento que cuando me fui a filmar a Colombia, estábamos en una hacienda en Villa de Leyva, en Raquira, en el hostal de un pana que hace turismo ecológico. Con él nos fuimos a cosechar hongos alucinógenos y, claro, me los traje… Cuando nos juntamos con el Pancho, ya para comenzar a editar, le dije: “Bueno, mi bro… aquí está todo el material (440 horas de filmación) y aquí hay estito (los hongos)… ¡vamoahacele!”.

Con Sapo Inc. siempre fue nuestra intención entretener a la gente y con esa idea nos sentamos con el Pancho a editar. Nos vimos las 440 horas de filmación y mientras revisábamos el material, íbamos haciendo apuntes en dos cuadernos grandes de 500 hojas con todos los bytes de la experiencia, con todos los detalles. Luego, el Pancho clasificó el material por temas, luego cronológicamente… Por el momento sensible en el que andaba toda la familia del X, también hicimos una edición conjunta. Fue una cosa del putas, porque entre estas y las otras se volvieron mi familia adoptiva.

Cuando terminamos, el Pancho me dijo: “Ándate, no quiero verte un mes”. “Yo tampoco”, le dije. Al mes, me llamó porque ya tenía algo armado… Nos sentamos a ver y dije: “Mmmm… chucha, yo pensé que iba a ser algo así como Iron Man”, y, claro, cómo iba a serlo si nunca usé un puto trípode. Entonces ahí comenzó un trabajo más entre los dos. Yo le dejé al Pancho para que haga su propia exploración, lo único que le contaba era lo que iba sintiendo, qué es lo que quería. ¡Nos cagábamos de risa un montón! El trabajo fue lindísimo porque se convirtió en un culto al absurdo, no solo por la peli como tal, sino también por encontrar el equipo humano para hacerla: el Pancho, el Raúl Ayala –que es el man que hizo todas las gráficas y que es un artista de la puta madre-. Toda la gente se sumó porque le gustaba muchísimo la idea, les gustaba que por fin se presentara un personaje que valiera la pena y que no fuera uno más de los típicos.

Al final se nos juntó el guionista, se escribió el guión luego de que la película estaba ya editada. Y lo hice más porque me había ganado un premio de escritura de guión y debía entregarlo…

Creo que la peli está superbien cerrada, el producto es sólido, la edición fue un trabajo de lujo.

Las platas

Verás, yo vendí mi negocio y puse el ochenta por ciento de esa venta en la peli, más unos ahorros que tenía y el premio del CNCine. De ahí hubo unas cuatro personas que pusieron plata porque logré venderles la idea, y claro, también está la gente que trabajó en la película… Con ellos acordamos: “Ok, mi trabajo cuesta cinco lucas, dame dos y los otros tres le meto a la peli”. Todos los que trabajaron conmigo ahora tienen acciones patrimoniales de la peli. Fue una forma cooperativa muy del putas.

El estreno

El 25 de diciembre nos fuimos casi todo el equipo al estreno de la peli a Supercines. Fue un momento increíble ver nuestra peli en las salas de un cine comercial: ¡We fucking did it, man! ¡We fucking did it! ¡No fue un sueño, cabrón! ¿Te digo la plena?, la verdad yo ya no quería estrenar en cines, no me daba el cuero, pero un día mi viejo me dijo: “Debes cerrar círculos, vos estuviste a cargo de una carreta llena de gente, entonces para todos los que vienen atrás tuyo, siguiéndote, ese es el punto al que tienes que llegar, terminar la huevada. Si no lo haces, les fallaste a todos…”.

Y por eso lo hice. loco, toda la gente se lo merecía.

La crítica

¿La crítica? ¡En realidad, me vale verga! Hay gente a la que le gusta, hay gente a la que no. Uno de mis mentores, que es el man que me enseñó a pintar retratos, me decía: “Hay buena crítica y hay mala crítica… esas dos son críticas, pero la peor crítica es el silencio”.

De ahí, claro, hay gente del documental que dice: “la causa social…” (risas). A mí no me mueve esa onda. Yo, la verdad, me fui cuatro veces a Supercines y vi que la gente se cagaba de risa, sobre todo en tres momentos que son, chucha, ¡un cague! Entonces, yo pienso: “Ahí esta, ¿no? ¡Pagados!”.