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La muerte de Roldós y nuestra memoria conveniente

La muerte de Roldós y nuestra memoria conveniente.
Del documental "La Muerte de Roldós"

La Barra Espaciadora.

Roldos AFICHE
Roldos AFICHE

Cuando terminó la función, el público se puso de pie y aplaudió. Y los aplausos se hicieron más fuertes conforme pasaban los créditos sobre un fondo negro. Por suerte, pude salir antes de que encendieran las luces y se me viera el rostro arrugado de furia.

Me pasó lo mismo con Prometeo deportado y, aunque mucho menos, con Las Zuquillo Exprés. Al fin y al cabo, es producción nacional que debemos apoyar, dicen; es talento nacional, dicen; es un esfuerzo descomunal en un país acostumbrado a consumir enlatados de Hollywood, dicen. Ok, digo yo. Y añado: ¡tengo derecho a disentir!

El documental La Muerte de Roldós -dirigido por Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera- está dividido en cuatro partes. La primera es un contexto político y familiar; es decir, el fin de la dictadura y el regreso a la democracia, el poder de los militares, el triunfo de Jaime Roldós Aguilera, las sospechas de un complot para asesinarlo y las palabras de sus hijos, Santiago, Martha y Diana.

La segunda parte, titulada Primera muerte, se trata de la muerte del hombre, del político, del líder, del demócrata, del latinoamericanista, la muerte-muerte, la que provocó la caída del avión en el cerro Huairapungo.

La Segunda muerte (o sea la tercera parte) es la que cuentan -casi exclusivamente- Santiago Roldós y Manolo Sarmiento sobre la utilización de la imagen y nombre de Jaime Roldós por parte de Abdalá Bucaram.

Y el Epílogo (o sea la cuarta parte) es algo que ni entiendo ni quiero entender, pero que se salva con la narración de unas cuantas reflexiones de Manolo Sarmiento.

OJO 1: No me crean todo, vayan al cine y saquen sus conclusiones. Lo que yo les estoy contando es apenas lo que mi ojo derecho y la mitad del izquierdo han visto y es lo que mi cabeza ha procesado, no sin antes pasar por mis prejuicios, hígado, corazón, errores y aciertos.

La historia es compleja; es una mezcla de momentos, de intenciones, de sentimientos, de dudas, de testimonios… en algunos casos muy valiosos, como los empolvados documentos de la investigación que se hizo en el Congreso Nacional, sus contradicciones y registros, así como las cintas rescatadas de un archivo de Buenos Aires que prueba la complicidad entre dictadores argentinos y militares ecuatorianos.

Las palabras del narrador Manolo Sarmiento son, por lo general, inteligentes, calzan y atan, o intentan calzar y atar, las imágenes con sus legítimas intenciones como realizador. Como en las tesis de los estudiantes universitarios, lo que los académicos llaman ‘la justificación del tema’: eso que describen como el recuperar la memoria de un país que parece tener conciencia histórica solo para lo que cree que le conviene.

Aquí vamos a encontrar la promesa de la revelación de informes forjados y pactos de silencio.

Es la necesaria y trillada lucha de los cineastas, escritores, pintores, políticos… por la recuperación de la memoria colectiva, como si eso fuese una garantía para no caer en la misma amnesia interesada que nos caracteriza. O, en el nivel más bajo del análisis, como si a alguien de verdad le importara acordarse de lo que pasó hace 30 años.

OJO 2: No quiero decir que la memoria o recuperar la memoria sea inútil. No. Más bien es urgente y necesario. Mi problema es que, siendo urgente y necesario, no sé qué haremos con tanta memoria en un presente que se construye desde la negación del día anterior, apenas en función de cubrir las necesidades de un momento específico.

Mil disculpas. Vuelvo al documental. Y, ni modo, viene la parte fea. Lo pienso, lo repienso y concluyo: el documental está inflado, a veces de lo obvio, a veces, de lo intrascendente. Documenta opiniones, versiones, percepciones; sobre el registro de hechos, me queda debiendo.

Alguien que vaya a ver o que ya haya visto el documental escríbame, por favor, a La Barra Espaciadora, y dígame con toda confianza: ¿importa la tesis de Diana Roldós sobre las condiciones laborales en México?, ¿cambia o pierde el sentido del documental si alguien deja de ver la parte en la que habla el www.cialis20mgbestprice.com/ ex rebelde salvadoreño?, ¿a quién le aporta el conmovedor y vacío testimonio del maestro Édgar Palacios?

Quiero convencerme de que son metáforas del silencio, pero aún así me estorban en el relato.

A eso se suman más preguntas: ¿para qué diablos fue con el equipo de realizadores la viuda del coronel Andrade (oficial a quien la FAE responsabilizó por la caída del avión) si nunca aparece en el documental?, ¿por qué las intervenciones de Martha Roldós son tan generales, sin contundencia?, ¿por qué esa tibia referencia a Rafael Correa cuando aparece en el centro de una foto del matrimonio de Martha Roldós? ¿No hacía falta retomar hacia el final la figura de Correa para discutir lo de la misión de «su generación» para cambiar al país?

No sé si la formulación de estas preguntas obedezca a observaciones de forma más que de fondo (ojalá fuera así), pero creo que la coherencia y consistencia narrativa se vieron seriamente afectadas por esta serie de huecos y parches.

En todo caso, lo que acabo de escribir es, para mí, el mal menor. Lo que me inquieta del documental es, precisamente, lo que no aparece, lo que no se documentó.

Si bien Manolo Sarmiento dice en su cuenta de Twitter que no se trata de un trabajo periodístico, vale la pena señalar que al sugerir un asesinato -como lo hace su documental- lo mínimamente responsable es buscar el testimonio de la persona a quien se le está señalando con el dedo acusador. Me refiero a Oswaldo Hurtado, quien, a propósito, me resulta aburrido y patéticamente convertido hacia la derecha más sofisticada y retrógrada (basta revisar El poder político en el Ecuador y Las costumbres de los ecuatorianos, ambos libros de su autoría, o darse una vuelta por Cordes).

¿Y las versiones de la gente relacionada con el almirante Raúl Sorroza, a quien se da un rol protagónico, por supuesto, traidor y potencial encubridor de, nada más y nada menos, un magnicidio?, ¿y por qué no habla León Roldós?, ¿y Alexandra Vela?, ¿y Abdalá Bucaram?… Tras años de investigación, supongo que hubo los intentos por lograr esos testimonios. Si los aludidos no quisieron hablar, está bien. Pero el portazo en las narices de los realizadores o el No a la entrevista solicitada tenían que haberse mostrado en el documental. Y aquí traigo a colación -palabras más, palabras menos- la propia reflexión de Manolo Sarmiento en los minutos finales: “Al contar una historia elegimos lo que recordamos y elegimos lo que olvidamos”.

OJO 3: Me encanta la imagen en la que sale el entonces periodista y ahora Ministro de Cultura, Paco Velasco, marchando en la calle con un parche en la boca. También cuando Santiago Roldós nombra a Ivonne Baki. Ambas escenas, más allá de lo anecdótico, me permiten probar que la memoria de los ecuatorianos es tan necesaria como ausente.

La primera vez que vi el documental me asombró constatar cómo aplaudía la gente al final. La segunda vez, me molestó. La tercera, ya me emputé. No obstante, vi la escena que me faltaba: gente que aplaude y grita en un cine oscuro, donde no se ven los rostros y sale como adormilada, a encender sus celulares y a seguir viviendo su feliz o cruda realidad. Impávidos pasan junto a los manifestantes contra la explotación del Yasuní. Parecería que quienes se esfuerzan desde el auditorio por recuperar la memoria han olvidado el presente.

1 COMENTARIO

  1. Es nuestro JFK: un presidente joven y popular asesinado por una siniestra conspiración de uniformados y políticos maduros y de caras agrias, donde no podía faltar la inevitable CIA. Y al igual que en la película de Stone, a la que con el tiempo le han encontrado cientos de imprecisiones, el documental de Sarmiento termina inclinándose por su propia verdad, cuidando que además el poder omnipresente salga satisfecho. Y viéndola en tV por segunda vez, termino dándole la razón a los dueños de Supercines: ¿a qué vienen las menciones a Leon Febres Cordero? ¿Aporta en algo esa fotografía con pistola al cinto en el congreso días antes de la muerte de roldós? ¿O es un mensaje subliminal de que fue parte de la gran conspiración a pesar de que no hay ninguna evidencia sólida al respecto? Incluso si el Sr Czarninsky no lo quiso presentar en su negocio privado por respeto a la memoria de LFC, estaba en todo su derecho a no ser cómplice de una incriminación gratuita.

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