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¿Por qué Luis Ospina?

El cineasta caleño fue el invitado de honor del festival Encuentros del Otro Cine en su decimoquinta edición, y Cinememoria programó una retrospectiva de varias de sus películas y el estreno en Ecuador de Todo comenzó por el fin, su última producción: un recuento autobiográfico de los años en los que el llamado Grupo de Cali (Caliwood) marcó un cisma en la historia cultural de esa ciudad colombiana, desde 1971, y por lo menos durante dos décadas.

Foto de Ramiro Arbeláez, Andrés Caicedo y Luis Ospina, tomada por Eduardo Carvajal.

Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar

“Yo creí que estaba filmando la última película de mi vida, y ahora digo que es la más reciente”. Así anunció Luis Ospina la primera proyección en Ecuador de su documental Todo comenzó por el fin. Fue el domingo 22 de mayo, en la sala 1 del Ochoymedio, como parte del festival Encuentros del Otro Cine (EDOC), del que es su invitado especial.

Pero, ¿por qué es Ospina el plato fuerte del festival de cine documental más importante de la región? Todo comenzó por el fin no es toda la respuesta pero sin duda constituye la clave fundamental para responder. Es que con este filme –que dura tres horas y media y fue producto de 2000 horas de grabación–, Luis trajo consigo a todo un séquito de personajes gestores de una transformación simbólica sin precedentes en la historia de una ciudad. Una ciudad que, por entonces, vivía entre la resaca del Mayo del 68 y la inauguración de los Juegos Panamericanos en Cali, en 1971. Ellos son sus amigos entrañables Carlos Mayolo, codirector de su falso documental Agarrando pueblo –contundente denuncia en clave de cine, en contra de la tan común utilización de la pobreza por parte de las cadenas mediáticas europeas, para enriquecerse–; y el casi mítico escritor suicida Andrés Caicedo.

Afiche promocional de la película Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina.
Afiche promocional de la película Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina.

A través de este relato audiovisual, Luis recupera la historia de estos personajes y nos presenta un mapa simbólico de lo que ocurría en la Cali de los setentas: un sistema de valores agitado por las acciones artísticas, niveles de marginalidad incontrolables y hasta naturalizados, exploración y descubrimiento sexual y emocional deliberados, corrupción política y la emergencia de una generación impulsada por los principios de la libertad. El ejercicio de esa libertad se revelaba en las manifestaciones artísticas: la creación de ciclos de cine, de la revista Ojo al cine, de guiones y obras de teatro que mostraban lo que el caleño y el colombiano prefería no ver. Así nació el ciclo de Ciudad del sol, aquella casa donde los miembros fundacionales del grupo de Cali fundaron una especie de célula seudocomunista que al mismo tiempo era una comuna seudohippie, donde prepararon obras, idearon ciclos de cine, escribieron, bebieron, follaron y diseñaron –sin imaginar los alcances– otra forma de ver y ser en el mundo.

Pero, a pesar (o no) del hedonismo, el relato de Ospina es un cuento que se cuenta desde el umbral de la muerte. Aquejado por el diagnóstico de un cáncer, el director se presenta hospitalizado, entubado, despidiéndose y encomendando a dos amigos de confianza la finalización de una película que había sido financiada con fondos públicos y debía concluirse para no incumplir un contrato. Al final sabemos que Luis Ospina empieza por el fin con un propósito claro, nos acerca a la muerte y luego nos invita a dar puntadas en el tiempo para ver la vida en su expresión más natural.Todo comenzó por el fin es la historia de un grupo de niños que no dejaron de serlo, pero que sucumbieron a la enfermedad del mundo adulto. No obstante, esos sueños infantiles puestos en práctica en el momento oportuno dieron como resultado un salto histórico para el cine colombiano. La historia del documental no sería la misma sin Oiga, vea (1972), o sin Agarrando pueblo (1978).

Imagen de algunos de los miembros del Grupo de Cali. El segundo, desde la izquierda, es Luis Ospina.
Imagen de algunos de los miembros del Grupo de Cali. El segundo, desde la izquierda, es Luis Ospina.

“Para mí, la única causa que existe es el cine, nada más”, dijo, hace pocos días el director caleño. Y esta, su última y más reciente cinta documental da cuenta de que no basta con que Luis Ospina haya sido el primer profesor de cine en su Cali natal, ni basta con que sus películas y las de su colega Carlos Mayolo constituyan columnas del edificio fílmico de Colombia y de América Latina. No basta con que los libros y películas de su hermano de juventud Andrés Caicedo se hayan puesto de moda entre la juventud de hoy y sean ahora un boom.

Luis nos está entregando la historia que nadie más pudo haber contado y se parece a un testamento. Pero un testamento que en lugar de muertos tiene monstruos irresistibles, niños eternos que escudriñan lo memorable.Todo comenzó por el fin es un documento honesto y confesional pues descubre los secretos de toda juventud sin prejuicio alguno. También es una declaración de amor, pero no de ese amor con etiqueta perfumada, exclusivo y excluyente, sino de otro mayor: el amor por la vida, ese que no admite ninguna idea de propiedad sobre el otro, que se hace uno con el tiempo universal y que conversa siempre con la muerte de igual a igual.


 

edoc2016