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La sal de la tierra, oda a Salgado

Wim Wenders y Sebastião Salgado. Tomado del kit de prensa del documental en sonyclassics.com

Por Gato Villegas S. / @g_vs

La fotografía para mí es una forma de escritura. Es una pasión, porque amo la luz, pero es también un lenguaje, muy poderoso. Cuando empecé a fotografiar, no tenía límites. Quería ir a cualquier sitio al que me condujera mi curiosidad, donde la belleza me conmoviera. Pero también donde se cometiera una injusticia social, para poder contarla.” (De mi tierra a la Tierra. Sebastião Salgado. Memorias. La Fábrica Editorial, 2014, p 52)


 

Fue en los 90 que la figura de Sebastião Salgado me impactó. El libro publicado por la colección Photo Poche (1993) fue el primer acercamiento. Luego hubo dos oportunidades de ver su trabajo expuesto, una en Art Forum, una galería que cerró hace varios años que funcionaba en pleno barrio La Mariscal, de Quito, y tengo un vago recuerdo de asistir a otra exposición en un centro cultural municipal.

Cuando estás comenzando en fotografía y lo que te interesa es el documentalismo, sin duda Salgado es una figura significativa por su extraordinario manejo del gran angular para conseguir potentes imágenes, y por su rigurosidad, pues como él mismo dice: “La única manera de contar historias es volver al mismo sitio varias veces; en esa dialéctica evolucionamos.” (De mi tierra a la Tierra. p54)

Una de las fotos que más perduran en la memoria de esa época es aquella que muestra una enorme llanta y una pala mecánica lista para recoger cuerpos que yacen en una descomunal montaña de cadáveres. ¡Cómo olvidar esa imagen! No podía concebir tanto horror. Pero, la sensación más fuerte, que hasta me hizo sentir mal –muy mal– fue comprobar la belleza de esa imagen. La verdad, salí de esa exposición con chuchaqui moral… Posiblemente ya se habrán adelantado a lo que viene: la eterna discusión ética de lo que se debe mostrar y lo que no en fotografía. ¡Puf! Más tiempo y palabras dedicadas al inagotable tema. Pues, un poco a eso voy, porque ahora Salgado está nuevamente en las agendas de los diálogos visuales, luego del estreno en Quito del filme documental La Sal de la Tierra, que fue galardonado con el voto del público en la última edición del festival Encuentros del Otro Cine (EDOC).

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Bajando del pilar al ídolo, aunque duela

¡Cómo no va a ser otro golazo y buen movimiento de Salgado! Él está acostumbrado a hacerlo todo el tiempo. El documental se trata de una imagen muy bien armada y vendida de él mismo, como todos lo proyectos que ha hecho junto con su esposa, Lélia Wanick Salgado, quien, por cierto, es una figura casi relegada en el docu, en comparación con el libro De mi tierra a la Tierra, publicado por La Fábrica Editorial en 2014, y que a su vez es un buen elemento para contextualizar la película. En el proyecto documental entran además su hijo Juliano Ribeiro Salgado como codirector, junto a –nada más y nada menos que– Wim Wenders. Todos construyen una biografía que termina erigiendo un mito viviente. No hay que olvidar que en los 70, Salgado ya contaba con una maestría en Economía y, tras un viaje fuera de su natal Brasil, casi se convierte en PhD en esta rama. Uno de sus trabajos fue concebir y desarrollar proyectos agroindustriales con alta rentabilidad en varias partes del mundo, para el Banco Mundial.

Hay algo  que el libro y el documental tienen en común: sus colaboradores (Isabell Francq y Wim Wenders) confiesan la admiración que tienen hacia el personaje abordado. Y esto es lo que veo ligeramente problemático. Y no se trata de esa falsa afirmación de que “hay que tener objetividad frente al tema”, sino de que se diluye la posibilidad de tener una posición crítica frente al personaje o, más triste todavía, se corre el riesgo de caer en una visión romántica del mundo.

En una parte del documental hay una escena en la que, cuando estaba tratando de fotografiar un oso polar, Salgado dice que “no hay nada detrás para embellecer la escena”. Inmediatamente, me vino a la cabeza Eugene Smith, cuando dijo: “Desgraciadamente, la miseria es altamente estética”. Me pasé de coles a nabos –pensarán ahora–. Pero, no. No tanto. Déjenme explicarlo: La sal de la tierra es una oda al trabajo de Salgado y, como tal, creo que hay que ver lo problemático de su trabajo, más allá de su último proyecto, Génesis.

Las críticas a los proyectos anteriores de Salgado apuntan a un exceso estético de las fotos que puso a circular en exposiciones y vendió a precios exorbitantes en galerías de todo el mundo. Y, si bien a cada uno le toca decidir qué hacer con la estética (¿qué mismo es y cómo entenderla?), no puedo dejar de relacionar la estilización de esas realidades con la porno-miseria. ¿Que qué es esto? Pues, la mejor forma de definirla está en un blog colombiano de cine: “Si la miseria le había servido al cine independiente (colombiano) como elemento de denuncia y análisis, el afán mercantilista la convirtió en válvula de escape del sistema mismo que la generó. Este afán de lucro no permitía un método que descubriera nuevas premisas para el análisis de la pobreza, sino que, al contrario, creó esquemas demagógicos hasta convertirse en un género que podríamos llamar cine miserabilista o porno-miseria.”

Una idea para darle la vuelta es si estas imágenes tan estéticas de la pobreza en realidad sirven para algo o si lo que hacen es tan solo dejarnos varados en el puro placer, en el gozo, dejarnos quietos frente a tanta belleza. Si quieren entrar en más detalles, pueden revisar el artículo del brasileño Francisco Pinteiro Pires sobre la obra de Salgado. (Debo advertir que el artículo está en portugués, pero nada que el buen Google translator no resuelva –a medias, hay que decirlo).

Aunque ni de lejos puedo negar que Salgado es un gran fotógrafo, tampoco puedo dejar de decir que, al final del día, me parece un tanto cínica su postura y la de muchos íconos del fotoperiodismo, cuando simplemente sostienen que “si no lo fotografío no lo hará nadie”. Cuando la preocupación se termina en la belleza de la imagen y no en sus futuras implicaciones éticas, políticas y económicas, entonces la silla me cojea. Más aún cuando el interés apunta a generar un suceso y a acumular premios. Otra buena película que apunta a esto y a otro mito de la fotografía es TheBangBangClub.com

Para terminar e invitar al diálogo y al comentario, suelto la última: esa idea de Salgado de llegar a lo más puro y prístino de la existencia en Génesis, me recuerda a las primeras intenciones de la revista  National Geographic. O, yendo más atrás aún, a la problemática catalogación de las especies, que fue la intención de la ciencia del siglo XIX y que, según cuentan las malas lenguas, le llevó a armar escenas a Salgado. ¿Que cuál es el problema? Todos y ninguno a la vez. Depende de desde dónde se mire. El meollo del asunto, y por lo que creo que más pega el docu de Wenders, es justamente ese mensaje de optimismo y fascinación por lo que debemos preservar. Posiblemente se trate de un halo de esperanza que haya que alimentar, pero, ojalá y ese halo se convirtiera en acciones concretas, pues hay que notar que no a mucha gente le hace feliz dejar sus comodidades para hacer un mundo mejor, y Salgado no es ejemplo de esto, precisamente.


Revisa el artículo sobre los EDOC preparado por #LBE

Mira el trailer oficial -en inglés- del documental.


Gato Villegas S. (1978), es fotógrafo, docente, gestor cultural, fundador de vsfoto.net y editor gráfico de La Barra Espaciadora.

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