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La insumisa poesía de Joumana Haddad

¿Quién es Joumana Haddad? La libanesa autora del libro Espejos de las fugaces es una de las más jóvenes figuras de la poesía libanesa y del activismo en contra de la discriminación contra la mujer en el mundo árabe.

Por Anaís Madrid / @anaistamara

Hablar de poesía libanesa es invocar una serie de nombres que solamente retumban en la memoria del lector empedernido. Gibran Jalil Gibran abre el catálogo del país de los cedros. Pero después de sus obras célebres como Alas rotas y El loco, que han sido traducidas a más de veinte idiomas, queda una larga biblioteca de voces auténticas donde es necesario prestar especial atención a las femeninas. Los fundadores: Youssef El Khal, Chawki Abi Chakra, Ounsi el Hage; la generación de los setentas: Paul Chaoul, Abbas Beydoun, Wadih Saadeh; la generación de los ochentas: Akl Awit, Sabah Zouein, Issa Makhlouf, Bassam Hajjar, Abdo Wazen, Inaya Jaber, Nada El Hage; y la generación más joven: Samer Abu Hawash, Suzanne Elaywan, Zeki Beydoun y Joumana Haddad.

Es en este último nombre donde recae la emancipación de la mujer árabe y de la literatura libanesa contemporánea. Joumana Haddad hace de la poesía un terreno sincero, sin miedos ni restricciones, doloroso pero muy vivo. Nació hace 45 años en Beirut, Líbano. Escritora, periodista y traductora, es considerada una de las 100 mujeres árabes más influyentes por la revista CEO Middle East. Es redactora jefe de Jasad, la primera revista editada en el mundo árabe sobre el cuerpo y el erotismo.

IMG_1970Desde joven ha sido una lectora voraz: “He crecido leyendo maravillosos escritores y poetas del mundo entero. Así, en la comunidad de mis padres y madres literarios, hay poetas como el francés René Char, la americana Sylvia Plath, el chileno Pablo Neruda, el alemán Rainer María Rilke, la argentina Alfonsina Storni, el portugués Fernando Pessoa, etc. Y hay novelistas como el italiano Italo Calvino, el colombiano Gabriel García Márquez, el alemán Franz Kafka, el ruso Fedor Dostoievski, el americano Henry Miller. Además no hay duda de que la poesía de mi país, el Líbano, sobre todo la poesía moderna, me ha influido muchísimo, sobre todo el gran poeta libanés Ounsi El Hage”. Ha entrevistado a los maestros José Saramago, Paul Auster, Umberto Eco e Yves Bonnefoy; en 2006 recibió el Premio al Periodismo Árabe por su entrevista al peruano Mario Vargas Llosa.

Como escritora tiene “una pasión por decir en voz alta lo que muchos tienen miedo de decir”. Es activista por los derechos de la mujer, critica las religiones monoteístas y el machismo. Asegura que “el poder en la Iglesia es masculino y la mujer no es vista como un ser igual”.  Su libro Yo maté a Sherezade (2011) es un escrito autobiográfico que sorprendería al lector occidental. “Aunque soy lo que se dice una ‘mujer árabe’, yo, y muchas mujeres igual que yo, no llevamos velo, no estamos domeñadas, no somos analfabetas, no estamos oprimidas y no somos sumisas”. En este texto escribe que “ser árabe es ser hipócrita”; en 2011, explicó en un entrevista que con esa frase se refiere a “la gran esquizofrenia” que vive el mundo árabe desde hace dos siglos. “Es un mundo donde no  puedes decir lo que piensas, no puedes vivir lo que dices y tampoco puedes vivir en público lo que vives en secreto. Esta duplicidad absurda te transforma en una criatura esquizofrénica, poco auténtica. Una de las razones de esta dualidad son esos tabúes absurdos que estamos viviendo en el mundo árabe, impuestos por la religión o por los regímenes dictatoriales”.

“Aunque soy lo que se dice una ‘mujer árabe’, yo, y muchas mujeres igual que yo, no llevamos velo, no estamos domeñadas, no somos analfabetas, no estamos oprimidas y no somos sumisas”.

Su compromiso por denunciar, criticar o simplemente contar el mundo de la mujer árabe no solo es palpable en sus ensayos y textos periodísticos; sus versos también son emancipadores y guardan rasgos del Oriente Próximo. Dice que la escritura no tiene género y tampoco se considera parte de un grupo o generación de escritoras árabes: “No existe un movimiento poético de mujeres, pero hay numerosas mujeres poetas. La verdad es que a mí no me gusta esa separación de los escritores entre hombres y mujeres, porque la escritura en mi opinión no tiene sexo, o más bien, es un ser andrógino”.

Haddad ha publicado los poemarios El tiempo de un sueño (1995), Invitación a una cena secreta (1998), Dos manos hacia el abismo (2000), El retorno de Lilith (2004) y Espejos de las fugaces (2010). La poética de la libanesa es dolorosa, meditativa y sensual. Al abrir Espejos de las fugaces se encuentra esta advertencia: “Una de dos: o huyes de tu muerte o la domas. Este libro sólo puede ser leído mientras se lo doma”. Se trata de una colección de textos (prosa poética, diálogos y caligramas) que indaga en la identidad de la mujer contemporánea. Está dedicada a doce poetas suicidas, entre ellas, Alfonsina Storni, Sylvia Plath y Ana Cristina Cesar. En las primeras páginas del libro, Haddad abraza el tema de la muerte y como lo han hecho otras voces de la literatura, García Márquez en Doce cuentos peregrinos o Alejandra Pizarnik en el poema ‘Silencios’, imagina la suya:

Cerrar los ojos. Asfixiarme como mirada detrás de una ventana. Agonizar. Intentar huir. No poder escapar. Detener los latidos de mi corazón. Exhalar el último aliento. Dar mi alma. Evaporarme. Darme cuenta (con mi familia y mis allegados) de mi muerte. Llorar por mi suerte al lado de mi familia y mis allegados. Con ellos, observar mi cadáver. Orar sobre mi cadáver junto a ellos.

La voz poética se pregunta por las motivaciones del suicidio: ¿cómo morir? y ¿por qué morir? El suicidio es objetivado en un espejo, es un acto cobarde y marca un comienzo. La autora interpreta las maneras de morir: por asfixia, por sobredosis, por disparo de bala, por somníferos, por ahorcamiento… desde lo religioso, lo científico y lo poético. Alfonsina Storni murió ahogada en las aguas de Mar del Plata. “El agua salada corrió hacia el interior de las vías respiratorias. Llenó el estómago antes de invadir los pulmones” , dice Haddad.  

(Sumérgete, Alfonsina, sumérgete: ¿qué poemas escribirás en el fondo del mar? Sumérgete, sumérgete hasta que no haya más fondo. Vuelve hacia ti para que aparezcan las estrellas. La concha se abre, y dentro de la concha está el mundo; el mundo desnudo por completo: oquedad, polvo húmedo y sin garras)

Los datos biográficos y los informes médicos forenses que aparecen en el poemario revelan la angustia y la fugacidad de la vida de estas doce mujeres. Los versos condenan el suicidio, dejan sentir el desprecio social y cultural: en el mundo árabe/islámico es el peor acto que un ser humano puede hacer.

EL ESPEJO DE SYLVIA

Sylvia Plath es una poeta estadounidense nacida en 1932. Se suicidó por intoxicación  de gas en su cocina, un lunes, a la edad de treinta y un años. Su marido, el poeta Ted Hughes, la engañaba a escondidas con Assia Wevill, aunque lo negaba. Cuando ella murió, dejó de negarlo.

Interpretación poética (de la muerte por asfixia)

Cenicienta

Saludo la mecha rubia de tus cabellos.

Saludo tu voz desmigada como pan.

Saludos las semillas esparcidas de tu alma.

Tan pequeña, y luchas con los toros;

Tan frágil, y arrancas la piel de las serpientes;

Tan débil, y chupas la sangre de los monstruos;

Tan delgada, y mueves las lápidas mortuorias:

Eres guerrera descalza y sin armas,

Ningún calzado lleva a ti

Ninguna medianoche

Como un pretexto

Para que huelas tu suerte infortunada.

IMG_1969¿Cómo se derrumba la vida por el peso de los deseos y cuál es la apuesta del suicida? Aunque Joumana Haddad no se considera una mujer excepcional, su libro Espejos de las fugaces es un quiebre en la poesía libanesa contemporánea.

La búsqueda de la identidad, la imaginación de la muerte propia, la aparición de los personajes literarios unidos por el suicidio y las interpretaciones de la muerte esbozan un tratado sobre la feminidad tan doloroso y desgarrador.