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12 de octubre, Quito y Andalucía

La conquista española, a pesar de significar el saqueo violento y criminal para los pueblos originarios, fue también el inicio de un proceso de mestizaje que nos construye. La relación cultural entre Quito y Andalucía se ha fortalecido durante décadas en diferentes campos. El proceso de apropiación ha sido potente, pero a la vez ha conllevado varios silencios para consolidar el sentido de identidad quiteña. Esta es la historia de la Andalucía que está impregnada en Quito.

Graficación de Caricato. “Niño quiteño jugando en Sevilla”.

Por Daniel Ortiz / @EscribidorEC

Sol implacable de mediodía, calles de piedra robusta, muros de adobe de blanquecina pintura, 360 grados de cruces, tejados y balcones fiesteros, olor a sahumerio. Barroco por doquier. Carlos ata sus zapatos de lona, pide la bendición a su madre, se santigua, sale de casa y corre hacia el centro, donde le esperan sus amigos. Va por la calle para evadir a los transeúntes, total ya está acostumbrado a sortear a los vehículos en el Casco Histórico.

Carlos cruza La Alameda y la Basílica en volandas. No pocos adultos lo insultan por su vehemencia. Los bolsillos de su pantalón resuenan porque trae consigo sus canicas. Hoy tiene mucha fe de ganar pues ha practicado el impacto de las bolas. Carlos también lleva su trompo de madera. Quiere demostrar a sus amigos de la escuela católica que ya puede hacerlo bailar sobre la palma de su mano.

Carlos huye de borrachos amanecidos y meretrices clandestinas, recorre esquinas y monumentos, rebasa el Municipio y arriba a la Plaza. Él es el penúltimo en llegar. Al minuto están todos: siete niños de 10 y 11 años que, de a poco, les van disputando el espacio público a ancianos, locos y extranjeros.

Empiezan las apuestas. Muchos pierden canicas, otros ganan trompos. Hay lágrimas pero al final, risas. Cuando el juego termina van a la Catedral.  Sentados cerca de la Fuente, los niños se mezclan entre la gente y disfrutan de un espectáculo improvisado de guitarras flamencas, al lado de la monumental Giralda, la pieza mayor de la Catedral de Santa María de la Sede.  

Llegó la hora de volver a casa. Todos se despiden. Carlos ya no corre, camina muy despacio con sus canicas ganadas, por la ruta que lo llevó a la Plaza España: cruza el Paseo de Cristóbal Colón, bordea el Guadalquivir, el Ayuntamiento, la Basílica del Jesús del Gran Poder, La Alameda de Hércules y llega a su hogar, donde su madre tiene lista una ración de salmorejo. Muere así otro sábado de verano en el centro de Sevilla, la histórica capital del sur de Andalucía, España.

Historia andaluza en los Andes

Si usted pensó que Carlos era quiteño y que esta historia transcurría en la capital de Ecuador de los ochentas, se equivocó. Esta es la historia de un niño sevillano, con una milenaria herencia latina, helénica, celta y árabe en su ADN. Es que la cultura sevillana, su sentido de ciudad y de fruición social, se transportó por el Atlántico, cruzó los Andes, se impregnó en la Quito colonial y vive en la Quito republicana, tras más de 500 años de que ocurriera la conquista.

La historia de la capital latinoamericana está plagada de referencias andaluzas desde su génesis. El cordobés Sebastián de Belalcázar fundó Quito por orden de Diego de Almagro; el sevillano Antonio de Ulloa participó en la Misión Geodésica Francesa de La Condamine, Godín y Bouguer; el andaluz Anastacio de Guzmán y Abreu puso una de las primeras boticas de Quito, hizo amistad con José Mejía Lequerica y se obsesionó con encontrar el tesoro de Rumiñahui.  

Los migrantes españoles de lo que hoy es el Ecuador nada tenían en el Reino de Castilla, entre 1530 y 1590, por la concentración de la tierra en pocas manos durante las monarquías de Felipe II y Carlos V. Ese fue el primer sueño americano. Es así que la conquista de Quito estuvo comandada por andaluces y extremeños codiciosos y aventureros. Pero ya en el siglo XVII, empezaron a llegar intelectuales, científicos y religiosos que le dieron una nueva identidad a la ciudad.

No es de extrañar que el Jesús del Gran Poder, que cada año congrega a miles en Semana Santa, sea una copia casi exacta del Jesús del Gran Poder de Sevilla, con una diferencia: los sevillanos, fieles a su historia, lo construyeron moreno, gitano, pero el de Quito es blanco y revela varios complejos sociales.

Jesús del Gran Poder de Quito,  El Comercio; Jesús del Gran Poder de Sevilla, Fundación Gran Poder.
Jesús del Gran Poder de Quito,  El Comercio; Jesús del Gran Poder de Sevilla, Fundación Gran Poder.

Tampoco es coincidencia que Quito, dentro del mundo andino, sea la única ciudad que conmemora la pasión de Jesucristo en sus últimos días, con cucuruchos violetas, azotes y encadenados. Sevilla ha tenido durante siglos a sus penitentes encapuchados, el incienso y las cadenas de su fervientes católicos.

Quito, primer Patrimonio Cultural de la Humanidad, siempre quiso parecerse a Andalucía. “La Plaza Belmonte, de propiedad del capitalino Abel Guarderas, fue edificada bajo la concepción de la Plaza (de Toros de la Real Maestranza) de Sevilla”, sostiene el historiador quiteño Mauricio Galindo. La Basílica del Voto Nacional tuvo la influencia neogótica de la Catedral de Notre Dame, pero también de la Catedral de Sevilla, cuyos acabados se lograron en 1828.

La nave principal de la iglesia de San Francisco, con sus espectaculares terminados mudéjares y flamencos, se perdió con el sismo de 1755, hecho que volvió compleja la comprensión del andaluz–quiteño.

Pero las relaciones siguieron vivas: en los años noventas del siglo pasado, el Municipio ejecutó el Plan Maestro de Quito, que consistió en la intervención de la Junta de Andalucía para rescatar varias edificaciones históricas, como la Casa de los Siete Patios.

Cucuruchos de Quito, Rómulo Moya Peralta; penitentes de Sevilla, diario ABC de Sevilla.
Cucuruchos de Quito, Rómulo Moya Peralta; penitentes de Sevilla, diario ABC de Sevilla.
Interiores de la Basílica de Quito e Interiores de la Catedral de Sevilla, Marcelo Jaramillo Cisneros y Ton Olivart Dalmau, respectivamente.
Interiores de la Basílica de Quito e Interiores de la Catedral de Sevilla, Marcelo Jaramillo Cisneros y Ton Olivart Dalmau, respectivamente.

La inevitable hermandad lingüística

Con las décadas, con los siglos, las relaciones entre quiteños y andaluces se fundieron. Amistades como las del cayambí Miguel de Jijón y León y del español Pablo de Olavide se han replicado hasta la actualidad. Así, vemos a decenas de académicos y empresarios de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Granada codeándose con la sociedad capitalina de este lado de América.

Los poetas andaluces de la Generación del 27 Federico García Lorca (Granada), Rafael Alberti (Cádiz) y Luis Cernuda Bidou (Sevilla) tuvieron una importante repercusión en la literatura quiteña en autores como Augusto Arias, Francisco Granizo, Gonzalo Escudero o Jorge Carrera Andrade. “Entonces, el proceso de mestizaje entre ambas culturas se hermanó por la relación privilegiada del lenguaje”, afirma el ensayista quiteño Francisco Estrella.

Pero más allá de la literatura, el barroco lingüístico allanó el surgimiento de un barroco colonial. El chulla quiteño se asemejó al andaluz por el estilo dialógico contradictorio, aparente, que no dice las cosas de frente. “Las relaciones sociales de los ecuatorianos y de los sevillanos son similares  porque hacen un rodeo de ideas, con argumentos, para evitar la confrontación”, dice la española Elena Pérez, hoy domiciliada en el valle quiteño de Cumbayá.

Para el académico Javier Moreno (Cádiz), quiteños y andaluces son personas con muchas capas, “como las cebollas”, en sus convenciones sociales. “Un sevillano te dice ‘encantado de conocerte, debemos quedar para tomarnos algo, debes venir a mi casa para ver el fútbol’, pero esto no significa que efectivamente vayamos a encontrarnos. Esto se parece a lo que en Quito dicen ‘asomaraste, ve’, para saludar a alguien con quien nunca te citarás”.

Tradiciones en vías de extinción

El trompo más antiguo del mundo se conserva en el Museo Británico. Fue elaborado en el antiguo Egipto, 1.250 años antes de Cristo. Nostálgicamente, el español Antonio Burgos lo aclara en su artículo “El trompo antequerano”. Burgos lamenta la pérdida de los juegos andaluces tradiciones por la irrupción de las tecnologías de la información.

Lo mismo ha sucedido en Quito, con sus tromperos, sus canicas, el burro de San Andrés, los poncheros, las canchas de fútbol improvisadas en las calles, y sus arcos arreglados con piedras. Estas tradiciones llegaron con los españoles a la Real Audiencia y se conservaron hasta finales del siglo XX, pero se han extinguido del centro urbano con la evolución digital.

El legado sobrevive, sin embargo, en parroquias rurales de Quito como Minas, Puéllaro o Malchinguí, y en pueblos sevillanos como Brenes, Tocina y Río Verde.

Niños jugando canicas: Periódico El Gancho de Sevilla y Ministerio de Turismo de Ecuador. 
Niños jugando canicas: Periódico El Gancho de Sevilla y Ministerio de Turismo de Ecuador.

 

El juego con globos o ‘bombas’ de agua es algo que aún se mantiene. Los quiteños todavía festejan el Carnaval con globos de agua. No con la misma intensidad que en la época en que los estudiantes del San Pedro Pascual atacaban a las alumnas del Simón Bolívar, pero se mantiene. Andalucía, en cambio, todos los veranos celebra las fiestas con globos de agua para apaciguar los infernales 50 grados centígrados de temperatura.

Las rosas fueron traídas por los europeos para sostener el culto a la flor, con funciones netamente ornamentales. A finales del siglo XVI surge en Quito la pasión por las flores y la fabricación de macetas que dan vida a los balcones, con la finalidad de construir un nuevo sentido de estatus social.

El culto a la flor no ha desaparecido del Ecuador, pero quizá tiene más importancia ahora por el pragmatismo comercial que generan.

Indigenismo injustificado

Quito y Andalucía reflejan su unidad en la gastronomía, y aunque esto rompa muchos mitos del sentido de identidad nacional, hay que decirlo.

Los pristiños, elaborados con masa de harina, fritos con aceite y bañados en miel, no son una receta quiteña: se llaman pestiños en Andalucía y su preparación data del siglo XII.

Las moncaibas, que se hacen con harina, manteca, huevo y azúcar, tienen el nombre original de perrunillas, y se preparan desde hace siglos en Cádiz, Málaga y en la Comunidad Autónoma de Extremadura.

El yaguarlocro no es un plato originario de la cultura precolombina, puesto que las sopas de sangre se cocinaban en España incluso antes de la unificación de los Reinos de Castilla y Aragón. Una evidencia importante nos la presenta el historiador quiteño Jorge Moreno: “el yaguarlocro se prepara con sangre de borrego, pero no había ni corderos ni gallinas ni cerdos ni vacas en el Tahuantinsuyo”. En efecto, estos animales llegaron a Quito con los españoles.

En lo que hoy es Ecuador no existía la leche, el queso, la cebolla ni el ajo. Lo sudamericano era el ají, la albahaca de montaña y la chicha. No había licor de anís. Lo trajeron los españoles. Los chochos son andinos pero también hay una variedad que en toda España se conoce como altramuces.

Se presupone que la comida prehispánica era lo más simple: granos cocinados con hierbas y, quizás, un poco de sal. Entonces, aunque la influencia  de la cultura andaluza, de la cultura española, fue vertical, desarrolló nuevos hábitos alimentarios de los que todos en Quito somos parte en la actualidad.

Andalucía y Quito están ligados por el arte, la fiesta, la solemnidad religiosa, la música, la guitarra flamenca, el pasillo ecuatoriano, la poesía, los juegos tradicionales, la gastronomía…. tantos aspectos de unidad cultural.

Entonces, ¿por qué decir que no hay nada que celebrar cada 12 de octubre, si la fusión barroca legó decenas de aspectos positivos para nuestra identidad contemporánea? Yo celebro residir en el barrio Bartolomé de Las Casas, nombrado en honor al sevillano que enfrentó al mismísimo emperador Carlos V para cambiar las injustas relaciones sociales de la colonia.

pristinios
Los pestiños andaluces y los pristiños quiteños.
La sopa de sangre española y el yaguarlocro andino.
La sopa de sangre española y el yaguarlocro andino.

Daniel Ortiz es un latinoamericanista, candidato a magíster por la Universidad de Salamanca, España; licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central del Ecuador. Ha trabajado en varios medios de comunicación públicos y privados de Quito. En el 2010 ganó el segundo lugar en el Premio Periodístico a la Investigación en Propiedad Intelectual, organizado por la Cámara de Comercio Ecuatoriano-Americana. Ha sido becario de la Unión Europea para Estudios Avanzados de Comunicación Política, en Ginebra, y de la Fundación Academia Europea de Yuste para Estudios Iberoamericanos, en Extremadura.

3 COMENTARIOS

  1. Interesante apreciación. Aunque debemos considerar todos los aspectos que implicó la Conquista Española, el sincretismo de la cultura ibérica con nuestra cultura ancestral indígena es la base de lo que somos en el presente.
    Otro aspecto que por ejemplo me parece muy interesante, y digno quizás de un próximo artículo, es la fusión que también tuvieron por ejemplo los catalanes (Barcelona Sporting Club), o los vascos en territorios como Imbabura y el norte de Pichincha (Ibarra, la presencia vasco-africana en el Valle del Chota, etc. etc.) ¡Saludos!

  2. Tremenda visión sr. !! En verdad sí pensé al inicio que se trataba de un niño quiteño 🙂

    Algo que siempre me intrigó es la de dónde venían los denominados «poncheros», como lo mencionas ahora no son propios de aquí, pero su vestimenta me hace pensar más aún y curiosear más de dónde surge esa vestimenta y demás. Gran trabajo Don Daniel Ortiz.

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