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Wañukta Tonic, un golpe de aire fresco

Wañukta Tonic y su versión del albazo Avecilla son parte del proyecto Epicentro Arte en Vivo. La historia musical de Alex es fundamental para entender esta sólida propuesta de la escena musical local.

Alex Alvear y su hijo, Matías Alvear, en la sala de La Casa Nosstra. Foto: Epicentro Arte en vivo.

La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar

Alex Alvear es una institución de la música popular ecuatoriana. En los ochenta fue parte de los ahora legendarios Promesas Temporales –junto a Danny Cobo, Héctor Napolitano y Hugo Idrovo–, y en adelante no ha parado de crear ni un solo minuto. Con ese grupo fundacional de la canción urbana local nació también cierta curiosidad por la alquimia sonora y el experimento arriesgado con los ritmos tradicionales. Y esa fascinación sigue encendida en el Alex Alvear de hoy.

Epicentro Arte en Vivo presenta uno de los últimos experimentos de Alex, ahora con el respaldo de músicos de la más alta factura en la escena local: se trata del videoclip de Wañukta Tonic y el tema Avecilla, grabado en la sala de La Casa Nosstra.

Wañukta Tonic nació en el 2014 –entre Alex y Matías, su hijo recién llegado de estudiar música en Los Angeles–. El propósito inicial era hacer canciones propias. Se iban a llamar Los Alveares, pero –caprichos del azar– rápidamente el proyecto tomó otro cariz: como siempre ha ocurrido con lo que inventara Alex, las voces de los viejos ritmos empezaron a reclamar su protagonismo y provocaron el nacimiento de este sexteto dedicado a tomar viejas piezas del cancionero andino y a reanimarlas con elementos del jazz, el funk, el reggae, el blues, entre otros géneros, conservando el espíritu de sus raíces. Wañukta Tonic es el proyecto que Alex lleva ahora adelante junto a Matías, como bajista y cantante; al histórico integrante fundador de Umbral, el pianista Nelson García; al histriónico guitarrista Andrés Noboa, al baterista Raúl Molina y al percusionista Pablo Vicencio. Todos ellos son parte de una generación de músicos volcados a su oficio a tiempo completo y dibujantes de los sonidos actuales de este rincón del planeta.

Pero, para llegar a Wañukta, hace falta evocar la hostilidad de un país gobernado por represores y un secuestro por parte de fuerzas policiales del que fue víctima Alex Alvear, en esa década turbia de los ochenta, hechos que le hicieron marcharse de Ecuador. Por fortuna, el gusanito del explorador siguió haciendo cosquillas. Por eso “en el imperio” –como recuerda él en son de broma– entró al Berklee College of Music, en Boston, Massachusetts, y ahí su creatividad se fusionó con numerosas expresiones sonoras provenientes de todo el mundo. Allá fundó Mango Blue, una orquesta de salsa y ritmos afrolatinos con la que se convirtió en una de las más altas figuras de la escena latina de Boston.

Sin darse cuenta, habían pasado más de veinte años lejos de Ecuador y la experiencia de estar y no estar en su tierra se convirtió en su sino. Los lazos simbólicos entre la tierra, el viajero migrante, el desarraigo y la sensación del retorno, son las líneas conductoras de toda la obra musical de Álex. Inmigrant Blues, con Mango Blue, es un ejemplo de ello.

En esos mismos años ochenta –violentos pero inolvidables– Álex quedó marcado con una visita que hizo a las fiestas de San Juan, en la población serrana de Cotacachi, al norte del Ecuador. Desde entonces, esas cadencias ya no salieron más de su cabeza y se fueron asociando con las que llegaron desde África y el Caribe. Su disco Equatorial (2006) es su primer proyecto íntegro basado en la música tradicional ecuatoriana y es también la aceptación de que su espíritu creativo no puede dejar de conectar los ritmos tradicionales con los colores de lo contemporáneo.

Wañukta Tonic es el más reciente resultado de esa especie de obsesión. Con esta banda, no hay una línea musical única ni tampoco un esquema que no pueda ser intervenido con la destreza de lo sutil, y es sobre ese terreno que aparece Avecilla, con los arreglos de Matías.

En la música tradicional andina es muy común hallar piezas que hacen referencias a la mujer comparándola con algún tipo de ave. Hay mirlos, hay palomas, hay gorriones, huiracchuros y guacamayos. Avecilla es también uno de esos casos, como el sanjaunito Palomita cuculí o el albazo El huiracchurito.

Composición original del colombiano Pablo Joaquín Valderrama, este tema fue grabado por primera vez el 19 de abril de 1920 por el sello Victor, y fue compuesto a ritmo de bambuco, bajo el título Canora avecilla, tal como consta en la lista del Discography of American Historical Recordings.

Como ocurrió con varias piezas originales que llegaron de otras tierras hasta Ecuador, este bambuco se transformó rítmicamente y en el proceso se alteró también considerablemente su melodía. La versión ecuatoriana a ritmo de albazo, bajo el nombre de Avecilla, es obra de Enrique Rivera, y desde su creación, muchos músicos la han interpretado hasta situarla en un lugar dominante del cancionero nacional de la segunda mitad del siglo XX. Músicos como el Dúo Benítez y Valencia o los Hermanos Miño Naranjo se adhirieron más al formato tradicional, pero fueron los músicos de La Grupa quienes mostraron la primera versión contemporánea del tema y lo reposicionaron en el imaginario de los grandes públicos jóvenes.

Esta versión de Wañukta Tonic, registrada en la sala de La Casa Nosstra por Epicentro Arte en Vivo, es una pieza de latin jazz con destellos de rock progresivo. El teclado de Nelson revive a un hipotético Roger Glover gustosamente perdido en los Andes, mientras los instrumentos de Raúl, Andrés y Pablo pasan del ambiente más sigiloso del sonido del jazz al bello descaro de lo tropical. Van y vuelven y así se desmarcan de esa detestable etiqueta de lo nacional, tan dañina como caricaturesca.

La versión es una pieza más bien dura, si comparamos las florituras de la voz de Matías con aquellas que los intérpretes tradicionales usan (lastimeras hasta el sollozo o quebradizas como una queja). Pesa muchísimo su interpretación como frontman porque entrega al tema un efecto emotivo renovado igual de profundo que el de antaño. Por eso, Wañukta Tonic es una banda que demuestra cuán bailable puede ser la tristeza y suena igual que cuando amanecemos y abrimos todas las ventanas de casa.