Inicio Culturas 10 ‘errores’ muestran que el español está vivito y coleando

10 ‘errores’ muestran que el español está vivito y coleando

Por José María Sanz Acera

Estamos acostumbrados a dar por cierto que las dos primeras lenguas en el planeta son el inglés y el chino, sin tener muy claro cuál de ellas es la primera: del chino tenemos la imagen de «más de mil millones de personas», y del inglés tenemos la idea de que «lo habla todo el mundo». Por lo que toca a nuestra lengua, el español, no sabemos muy bien cómo ubicarla.

Las cosas, sin embargo, no son tan sencillas, y nos muestran al español como un idioma mucho más sólido de lo que creemos. En primer lugar, los chinos hablan diversas lenguas y dialectos, a veces muy diferentes entre sí, y lo que solemos llamar «chino» es en realidad el chino mandarín, la más hablada de ellas —en realidad, un amplio grupo de dialectos mutuamente inteligibles entre sí—, que tiene el rango de lengua oficial de ese país. En cuanto al inglés, a pesar de que es la lengua oficial de muchos países en los cinco continentes y de su condición de «lengua internacional», su conocimiento no es ni mucho menos universal; de hecho, si nuestro criterio es el de la lengua materna, el español es la segunda lengua del mundo, con unos 470 millones de hablantes nativos, solo después del chino mandarín (950 millones), pero por delante del inglés (360 millones).

La gran fuerza del español es su unidad, el más importante objetivo de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que engloba a las 22 academias existentes del español, que publican juntas las obras normativas fundamentales del idioma: el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005) –actualmente en curso de revisión–, las últimas y monumentales Gramática (2009-2011) y Ortografía (2010) académicas y por supuesto el Diccionario de la lengua española, cuya última edición (la 23.a) salió a la luz en 2014.

El idioma que nos presenta este conjunto de publicaciones es el español estándar o norma culta del español, sustancialmente idéntica en las publicaciones y las emisiones de todo el amplio ámbito hispánico; pero rodeando a este fuerte núcleo de nuestra lengua están las múltiples variedades lingüísticas presentes en cada país o región del idioma. En este sentido, el español es una lengua de gran unidad en la diversidad: una sola lengua estándar, la única utilizada en el registro culto, y muchos rasgos locales que aportan su gran creatividad y vitalidad a nuestro idioma.

nubelengua.JPEGEl español quiteño

Tomemos como ejemplo de esta riqueza a la lengua coloquial de Quito y de algunas zonas de la región Sierra de este país latinoamericano. Voy a reseñar algunos de sus rasgos más característicos, aunque podrían citarse muchos más:

1.- En el habla popular de Quito, el «tú» alterna con el «vos», que aparece más frecuentemente en la lengua coloquial y familiar: «¿Qué le dijiste vos?»; y esto se muestra en el imperativo, a veces en la misma frase: «Ven, ven…, ¡vení ya, hombre…!», o en expresiones mixtas como «Papi, ponéte el sombrero» —que mezcla «ponte» y «poné (vos)»—.

2.- Por otra parte, el imperativo es frecuentemente sustituido por el futuro. Así, es fácil escuchar órdenes como «¡pararáste!» o «¡niños, iránse al baño!» frente a «¡párate!» y «¡niños, vayan al baño!» del español estándar. En estos ejemplos, además, se puede apreciar una marcada tendencia a posponer el pronombre, presente también en ejemplos como «quedaráste», «pagarásle».

3.- Como en otras áreas del español —la de Ciudad de México, por ejemplo—, en Quito se reducen algunas vocales, especialmente las postónicas, y así se puede oír algo así como «tiene unos dients muy bonits» en lugar de «dientes» y «bonitos»; también se diptongan las vocales en hiato, con lo que a veces se oye «peliar» en vez de «pelear».

4.- Los sonidos «r» y «rr» experimentan una fuerte relajación en el habla serrana, y las iniciales de «Rodolfo» y «respeto» suenan casi como «rs» o «s»; también se oye mucho «hablarsh» y «morirsh» —por «hablar» y «morir»—, y las palabras «tres», «cuatro» o «encuentro» parecen sonar a algo como «tches», «cuatcho», «encuentcho». Curiosamente, este último es un fenómeno que se registra también en una pequeña zona (Tierra Estella) de la región de Navarra, en España.

5.- La misma relajación puede verse en «ocho», que puede oírse como «ochio», o en «dijeron», «trajeron», «recoger», que llegan a pronunciarse —e incluso a escribirse, como he podido constatar— «dijieron», «trajieron», «rsecogier». También se escucha en cualquier calle «shámame», o «espumisha!» para las palabras que escribimos «llámame» y «espumilla».

6.- Una forma verbal como el pretérito perfecto «he comido», en general poco usada en todas las Américas, encuentra en el habla popular quiteña una nueva ubicación lingüística, igualándose al presente en ejemplos como estos:

–¿Machachi es muy grande?

–No, Machachi no ha sido grande.

O:

–¿Qué hora tienes?

–¡Ya han sido las 9 y cuarto!

7.- En muchas formas verbales aparece con frecuencia, incluso en el habla de las personas cultas, una curiosa reubicación de la «n», que se retrasa siempre hasta el final de la palabra: «Póngalen amor al trabajo», «acérquesen», «estesen quietos», «espéremen un ratito»…

8.- Constantemente vemos en Quito carteles como los siguientes: «Se vende papas», «Se hornea pollos», con el verbo en singular, mientras que en el español estándar el verbo debe concordar con el sustantivo: «Se hornean pollos»; por el contrario, una forma impersonal como «había», que en el español estándar es invariable, admite el plural en el habla serrana: «En efectivo solo habían en la caja veinticinco dólares».

9.- El quiteño tiende a no aplicar la concordancia de los tiempos verbales en las oraciones compuestas —la consecutio temporum de los clásicos—, con lo que el pretérito imperfecto de subjuntivo —«cantara» o «cantase»— se halla en retroceso en este empleo en el habla serrana. Así, lo normal es oír: «Con lo enojado que estaba, ¿qué querías que le diga?», frente al «dijera» o «dijese» que esperaríamos en español estándar.

10.- El rasgo quizá más característico del español de Quito y de la serranía —según los especialistas por influencia del sustrato quechua— es el uso redundante de verbos como «dar» o «saber», que le dan un sabor especial al habla serrana: «Por favor, deme firmando aquí» —en vez de «firme aquí»—; «dirásle que nos trayendo la comida» —en vez de «dile que nos traiga»—; «Anita sabe venir todos los días», o «siempre sabe poner mucho ají» —en vez de «suele venir», «suele poner»—.

Cloud 2La lengua está vivita y coleando

Es muy importante tener claro que en la lengua no existen «lo correcto» y «lo incorrecto», sino únicamente lo que se emplea cuando hablamos o escribimos en español estándar, y lo que no. En ese sentido, en el registro culto del español —que es idéntico, insisto, en todos los países de nuestra lengua— no encontraremos ninguno de los modos de hablar que acabamos de reseñar, como tampoco ninguno de los rasgos del habla popular de Chile, España, Argentina, Perú, Venezuela, Cuba o Nicaragua, ¡pero eso no significa que estén mal! Usados en su ámbito propio, que es el habla coloquial, son perfectamente normales y admisibles, y lo único que muestran es la enorme riqueza y variedad de nuestra lengua; porque ninguno de nosotros se expresa igual en la calle que en un artículo de revista, como tampoco nos ponemos la misma ropa para limpiar nuestra casa que para asistir a una boda. Es decir que a los distintos niveles de la lengua les corresponden otros tantos registros del idioma, del más espontáneo al más cuidado, y todos ellos son válidos.

Por si acaso

Si ha llegado en su lectura hasta este párrafo, puede que sea usted una de esas rarísimas personas a quienes les apetece saber algo más sobre estos temas. Si es así, le diré que, aunque pueda parecerle increíble, la única descripción de empeño totalizador del español ecuatoriano realizada hasta hoy es el estudio El español en el Ecuador, del investigador, profesor y académico de la Lengua Humberto Toscano Mateus (1923-1966), publicado en 1953 en Madrid (CSIC, anejo LXI de la Revista de Filología Española) y reeditado en 2014 en Quito, como conmemoración de los 140 años de creación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Metodológicamente impecable y llena de ejemplos tomados del habla viva del país, las casi 500 páginas de esta obra estudian en profundidad la fonética, la morfología, la sintaxis y la formación de palabras del español hablado en Ecuador; se trata de un volumen que, a pesar de los sesenta años transcurridos desde su publicación, no ha envejecido, como lo prueba el que, a cada paso de la lectura, le vienen ganas a uno de decirle al de al lado: «No ves, así hablas vos»…

Disculparán nomás cualquier cosita… ¡Chaucito a todos!, desde Quito.


José María Sanz Acera es editor, corrector de estilo y miembro de la Asociación de Correctores de Texto del Ecuador (Acorte).

4 COMENTARIOS

  1. Interesante artículo el de Jose María Sanz Acera. Llama la atención que el autor sea un filólogo de origen español. Tal vez su oído, sensible a sonidos, palabras y construcciones se detiene en aquellas realizaciones de la Lengua que le sorprenden y que para el hablante ecuatoriano de la calle pueden pasar inadvertidos, por habituales.
    Precisamente por esto último, es muy de agradecer que se aclare que las distintas variantes del español son totalmente factibles en los usos informales. Sin embargo, quizás se podría haber hecho una distinción entre «correcto» y «adecuado», que subrayaría la importancia de todos los modos de hablar nuestro idioma y haría innecesarias las comillas del titular.
    Me parece de gran ayuda la imagen de la ropa «para limpiar la casa «y «para asistir a una boda» en alusión a los contextos en los que los diferentes registros se utilizan.

    Para quien se interesa en la lengua española resulta muy útil la referencia a la obra de Toscano Mateus. Como docente y formadora de maestros, echo de menos; sin embargo, alguna manifestación en favor de una enseñanza del español -especialmente en las escuelas- que contemple tanto la norma culta como los usos no formales; realizaciones vivas de la lengua en el medio en el que se utiliza. Quizás de este modo, se podría luchar contra algunos prejuicios lingüísticos, que funcionan en todos nosotros y asocian modos de hablar con realidades no lingüísticas: «Ese sujeto habla como … y por tanto es -más o menos inteligente, más o menos adinerado, más o menos digno de confianza, más o menos rudo, más o menos chistoso, más o menos importante-»

    Abrazos desde España.

  2. Agradezco mucho este constructivo comentario. Debo aclarar que la publicación de este artículo fue para mí una gran desilusión, pues lo entregué a «La barra espaciadora»… ¡¡¡y allí cambiaron —sin consultarme— lo que les apeteció, en primer lugar el título y los intertítulos, y algunas partes del texto…!!! En fin, también yo soy editor y corrector en una revista, pero jamás se me hubiera pasado por la cabeza tal atrevimiento… Abrazos para la Hija de Yago desde el Ecuador.

  3. Estimados José María y María Teresa:

    Como editor de La Barra Espaciadora, agradezco sus comentarios y la colaboración que nos encuentra en este diálogo virtual ahora.

    Aprovecho para aclarar que, como en todo medio de comunicación que dé privilegio a la calidad de sus contenidos y al buen uso del idioma (y no al protagonismo de un nombre o dos), la labor del editor es indispensable, tanto como la del autor. Es una condición. Sus intromisiones –las del editor- deben ser respetuosas y es así como nos manejamos desde nuestros inicios en LBE.

    Como es natural, en un medio que a diario recibe aportes de sus colaboradores, es imposible comunicar a los autores cada cambio formal, estético que se planee hacer, y, además, pedir autorización para hacer cambios. Claro, no intervenimos conceptualmente ni atropellamos la intención autoral de ningún colaborador jamás, pues estamos convencidos de que nuestro deber se limita a trabajar en conjunto con los autores para obtener un producto final que sea comprensible para nuestros lectores en su amplio sentido. LBE no escribe ni publica para guetos, no es críptica ni excluyente. Busca comunicar, no presumir con rimbombancia. Pero reiteramos que las discusiones entre editores y autores se promueven y aceptan siempre que sean estrictamente necesarias para la modificación del sentido esencial de un texto, de su intención conceptual, de su filigrana semántica y de lo que pudiera eso desencadenar en el amplio público de lectores. No nos dirigimos a nuestros colaboradores para solicitar autorización de cambios formales. Si un autor no se siente satisfecho con la puesta en escena de su material, como ocurrió con José María, recibe la opción de que su publicación se dé de baja. En este caso, José María prefirió que la suya continuara publicada y así ha ocurrido.

    Agradecemos siempre que podamos contar con decenas de colaboradores en todo el mundo que han sido y continúan siendo lo suficientemente sensibles, humildes y brillantes (cualidades que casi siempre son sinónimos) para aceptar que en este tablero somos muchos quienes movemos las fichas que nos toca mover, cuando nos toca el turno, y que son estas las reglas del juego.

    Saludos afectuosos.

    Diego Cazar Baquero

    • Estimados Diego y María Teresa:
      Ante LBE, que «no escribe ni publica para guetos», que «no es críptica ni excluyente», que «da privilegio a la calidad de sus contenidos y al buen uso del idioma, y no al protagonismo de un nombre o dos», que «busca comunicar, no presumir con rimbombancia», cuyos colaboradores, en fin, son «sensibles, humildes y brillantes»… me siento como Moisés ante la Zarza Ardiente, como si una Voz-del-Cielo me amonestara: «Descálzate, porque el terreno que pisas es sagrado»…
      De todos modos, aunque la responsabilidad de «estar pisando terreno sagrado» mortifica mi muy deficiente «humildad», y a pesar de mi palmaria carencia de «sensibilidad» y «brillantez», me permito, en este diálogo que se ha iniciado con ustedes dos, decir una palabra más (exaudi me, Domine!). Es esta: créame, Sr. Diego, que en otros medios de comunicación (por ejemplo, en el mío), si como editores nos planteamos hacer algún cambio sobre el texto de un autor (por «formal» o «estético» que sea —o nos parezca a nosotros ser— dicho cambio), SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE lo comunicamos al autor, dialogamos con él… A veces el autor nos da la razón en el cambio propuesto, a veces cedemos nosotros porque entendemos sus razones; normalmente se entabla un hermoso diálogo que nos enriquece a todos… Y, finalmente, SIEMPRE publicamos un texto que el autor (en diálogo con nosotros) ha aprobado.
      No le digo, estimado amigo, que «mi sistema» esté bien y «el suyo» esté mal… No, por favor, no piense eso; simplemente deseo resaltar que, en la labor del editor, hay diferentes maneras de posicionarse ante un autor que confía en nosotros; existen, al menos, su manera y la mía, y no dude de que creo, como usted, que la «humildad» es muy importante.
      En todo caso, no se preocupe, USTED VENCIÓ: efectivamente, tras el enriquecedor diálogo que mantuvimos usted y yo por correo electrónico, yo accedí a que mi publicación continuara publicada con los «ajustes» con que ustedes la «mejoraron»; pero también le aseguré que no volvería a intentar publicar nunca más nada con ustedes (de hecho, el presente diálogo lo mantengo únicamente en atención al constructivo comentario de la profesora Blasco Quílez).
      Naturalmente, con que no me dirija más a LBE para publicar mis artículos, no pierden ustedes nada; no tengo motivos para dudar de que sus «decenas de colaboradores en todo el mundo han sido y continúan siendo lo suficientemente SENSIBLES, HUMILDES Y BRILLANTES, etc.».
      Le deseo, estimado Diego, los mejores éxitos para LBE; pero, como mi «humildad» —me repito, lo siento— deja mucho que desear, permítame que (pedantemente) hable no por mi boca, sino por la de Sófocles en su Antígona (traducción de D. Ignacio Errandonea): «No vivas casado con tu propia opinión, aferrado en que como tú las dices así son las cosas y nada más […]. Por más sabio que sea, nunca es humillante para un hombre el aprender en muchos casos de otros y el no aferrarse en demasía […]. También otros pueden tener un buen pensamiento».
      Su atento amigo, JOSE

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