No todo está perdido

Por Francisco Ortiz Arroba / @panchoora

Y uniré las puntas de un mismo lazo,

y me iré tranquilo, me iré despacio,

y te daré todo, y me darás algo,

algo que me alivie un poco más.

Fito Paez

No tiene más de once años y se autodesignó como el responsable de las aguas. Se llama Juan y sabe bien que, a pesar de su cargo honorífico pasando botellas y botellones, es una hormiguita más de una multitud que se reunió por amor. Este pequeño saca fuerzas de su corazón de chocolate. Se abre paso como un titán en un mundo de gigantes, un mundo de piernas largas que van de lado a lado en la Tribuna de la Shyris.

No ha pasado ni un día desde el terremoto de Pedernales y aquí la gente “se pelea” por ayudar. Lo mismo sucede en otros centros de acopio de instituciones públicas y privadas que congregan a miles de niños, jóvenes y adultos de todos los puntos de la ciudad. La escena es similar: llegan cargando fundas, cajas de comida, agua, ropa, medicinas, juguetes, colchones, pañales, toallas femeninas… Muchos de los que llegan no quieren irse.

La tarea de Juan es llevar los botellones de tres litros desde la zona de clasificación hasta las volquetas. Cada vez que emprende camino sus mejillas coloradas parecen a punto de estallar. El responsable de las aguas trabaja duro: tiene las manos sucias y la frente estilando de sudor.

Los grandes le recomiendan que no cargue tanto, pero a él no le importa. Para ignorar a los quejosos cambiaba de ruta y ya. Él no tiene por qué dar explicaciones.

Un hombre está siempre junto al niño. Podría ser su padre por la edad y por el cuidado con el que lo mira. Alguien le pregunta por qué permite que el niño cargue esos pesos. “Es que sus primos viven en Portoviejo y como no podía ir a verlos… Ahora está aquí y quiere ayudar y así estar conectado con sus primos que tanto lo necesitan”.

En las gradas altas de la tribuna, un grupo de niñas de entre seis y diez años ayudaban a armar cajas de cartón para embalar los alimentos. Entre juegos y risas las pequeñitas entregaban sus obras de arte a sus madres o abuelas, quienes empaquetaban enseguida la comida. La inocencia y la alegría de estas jovencitas hacían más liviano el trabajo de esos voluntarios agotados por el esfuerzo, por el sol, por la lluvia y por la tristeza.

Las imágenes transmitidas por los canales de televisión y las redes sociales nos muestran una historia que quisiéramos que fuera mentira; sin embargo, no es así. Son miles los ecuatorianos que están pasando por la peor pesadilla de su vida y es solo la solidaridad de estas hormiguitas la que ayuda a atenuar el dolor. Todo suma, nada está de más. Y no es solo el aporte material el que vale, sino todo ese trabajo voluntario en los centros de acopio, en la remoción de escombros, en la acogida a los que hoy nada les queda.

Solidaridad

1 de 8

Así como Juan y las niñas juegan a ser hormigas al mando de una gran misión, nosotros podemos ser parte de esa cruzada. Este es el momento, no otro. No todo está perdido mientras haya solidaridad.

A continuación, un listado detallado de los lugares a los cuales nos podemos acercar, ya sea para donar, contribuir económicamente o para prestar una mano voluntaria:

CENTROS DE ACOPIO (QUITO)

CUENTAS BANCARIAS PARA DONACIONES ECONÓMICAS

VOLUNTARIADO