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¿Lenín o Lasso? Elecciones en tiempos de posverdad

Que Moreno está enfermo y renunciará a la Presidencia para que Glas gobierne, que Lasso es culpable del feriado bancario y traerá la tercerización laboral. Conspiración a tope, en una era donde ya no importa la veracidad de los hechos sino su efectiva viralización en las redes sociales. La posverdad, post-truth, neologismo del año 2016 para Oxford, devela cómo la política de la mentira se difumina en el imaginario del elector digital y posmoderno.

Fuente primaria: Vamos Lenín y Agencia Andes.

[sg_popup id=»1″ event=»onload»][/sg_popup]Daniel Ortiz / @EscribidorEC

Construyendo y exterminando al enemigo público

Cuando Colin Powell enarboló su discurso magistral ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el 5 de febrero de 2003, el mundo asistía atónico e impotente ante la amenaza de una nueva guerra en el Golfo Pérsico. El mensaje de los Estados Unidos era claro: Iraq había engañado a los inspectores de seguridad de la ONU, Iraq poseía armas de destrucción masiva, Iraq tenía vínculos con al-Qaeda, Iraq estaba en la capacidad de desarrollar armas biológicas, Iraq era el mal sobre la tierra…

El general afroamericano, en su calidad de Secretario de Estado de los EE.UU., presentó fotos satelitales y grabaciones de la Central Intelligence Agency. Demostró todo el daño que Saddam Hussein y su amigo Osama Bin Laden podían ocasionar si no eran detenidos al instante. La mayoría de los habitantes del planeta le dijo no a la guerra, pero en el País de la Libertad había un sentimiento mayoritario de unidad ante la ofensiva armada, y era razonable: un año y medio atrás miles murieron en los atentados de Washington y Nueva York.

Colin Powell llevó seudo pruebas al seno de la ONU para incriminar a Iraq. Fuente: Camel City Dispatch.

Y aunque la historia estadounidense en esos años fue muy dura, hubo alguien que se benefició abiertamente del clima beligerante, los miedos colectivos y la espectacularización del terrorismo: el republicano George W. Bush, quien en el 2000 apenas venció a Al Gore en las elecciones más cerradas y polémicas de la historia de EE.UU., pero que a raíz del 11S y la intimidación islámica aplastó a John Kerry en el 2004.

Guardando las respectivas distancias, en 1984 surgió la amenaza roja en Ecuador con Rodrigo Borja Cevallos, quien fue calificado y descalificado por León Febres Cordero como “comunista, socialista solapado, marxista, libertario, materialista” y como el protagonista de la potencial llegada de la Internacional Socialista, de acuerdo a diario El País. El imaginario se consolidó en la opinión pública y, tras el debate del 29 de abril, el socialcristiano arrasó al socialdemócrata (aunque eso no significó un sendero de victoria para la ciudadanía).

El debate presidencial más recordado de la historia se realizó entre Borja y Febres Cordero. Fuente: El Universo, 30 de abril de 1984.

La posverdad, una nueva deidad para el mundo

¿Qué pasó en el mundo entre 1984 y 2003 y más allá? Noam Chomsky explica que “el cuadro del mundo que se presenta hoy a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada en montañas de mentiras”. Sin embargo, pasó algo más, algo que rompió la tarima y la movilización, que disolvió la praxis política en las calles. Se trata de la vertiginosa consolidación de las redes sociales “hacia una multiplicación de centros de poder, actividad y voces que se disuelven en toda narración totalizadora”, como sostiene Alejandro Cock.

Revisen ahora mismo los archivos de sus celulares. ¿Cuántos memes, fotos, videos o grabaciones tienen sobre los políticos que no son de su agrado?, ¿cuántas veces al día comparten las informaciones que no han sido contrastadas, pero que parecen graciosas, atacan al movimiento político rival o reafirman -ante los otros- nuestra simpatía hacia algún candidato? Muchas veces, ¿verdad? Sin embargo, se lo hace todo el tiempo y no importa si la información es rigurosa o tiene criterios de verdad colectiva, en términos de Karl- Otto Apel.

Abra su celular. ¿Cuántos memes le han llegado acerca de la política nacional en los últimos días?

Las mentiras han sido una constante en el terreno de la política, desde el inicio de los tiempos. El arte de Goebbels y Lasswell era la construcción de encuadres interesados de verdad, pero hoy eso ya no importa tanto. “Se podía anticipar el retorno de lo emocional a la política, la obsesión por la manipulación, pero no que las mentiras directas, las que se expresan sin apenas ‘retoques’, se aceptarán sin más”, sentencia Fernando Vallespín Oña, y no se equivoca, basta con recordar la encuesta ficticia que René Ramírez, titular de la Senescyt, publicó en Twitter, cómo se replicó, refutó y se eliminó de la cuenta @compaiRENE.

Cuenta de René Ramírez publica encuesta falsa de Georgetown, que replicó la información falsa. Fuente: Twitter.

Los criterios de verdad ya no importan, lo demuestran las campañas del Brexit y la de Donald Trump en contra de Barack Obama, plagadas de no verdades pero que, al final del día, influyeron en las votaciones y tendrán repercusiones a escala global.

Todo este fenómeno de manipulación en la opinión pública, formulada en la hegemonía del poder y viralizada en las redes de Twitter, Facebook, Instagram o WhatsApp, demuestra que hoy la humanidad asiste a un fenómeno que, pese a no ser nuevo, se ha maximizado en los últimos tiempos: la posverdad.

En torno a la candidatura de Clinton se generaron no-verdades en redes. Fuente: Twitter.

La posverdad es un neologismo que fue designado como la “Palabra Oxford Diccionarios del Año 2016”. Es una palabra que denota que las circunstancias en las cuales los hechos objetivos son menos influyentes en formar la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal. De acuerdo a Oxford University, el término aparece formalmente en 1992 pero se intensifica en las elecciones mundiales que tuvieron lugar el año pasado.

El cómico estadounidense Stephen Colbert relacionó el concepto con el término truthiness, que implica la calidad de parecerse o sentirse verdadero, incluso si no es necesariamente cierto. En ese contexto, una idea se genera en algún polo del poder diversificado –mediático, estatal, partidista- y se implanta en la sociedad red, donde la dictadura del liked o el shared se impone y propaga una idea indefinidamente hasta que desde otros nodos o sistemas, se generan respuestas infinitas.

El arte de la no-verdad en la política ecuatoriana

En ese contexto ya no es necesario saber si Andrés Páez es polígamo, ‘chonguero’ y borracho; si Jorge Glas Espinel es el líder de los actos de corrupción del Gobierno; si Guillermo Lasso es el culpable del feriado bancario y regresará la tercerización; si Lenín Moreno está enfermo y renunciará para que otro gobierne por él (le den gobernando); si la prensa está en contra de la Revolución Ciudadana; si Leopoldo López es enemigo y Nicolás Maduro es amigo.

No, los usuarios ya no precisan de pruebas sino de una voz autorizada –un usuario popular en las redes sociales, puede ser un político influyente o una página satírica- para empezar el ataque. Surge entonces el redentor, el patriarca al que se le profesa un credo incontrovertible. Entonces se plasma la guerra por alcanzar un mayor posicionamiento virtual, el trending topic, en una batalla inacabada por controlar el pastel representacional del mundo.

Un caso histórico fue la batalla virtual entre Blasco Peñaherrera (@blasco_p) y Fander Falconí (@fanderfalconi). Como representante de la encuestadora Market, el hijo de exvicepresidente socialcristiano develó la encuesta en la que Mauricio Rodas barría a Augusto Barrera en 2014. El padre del Buen Vivir le refutaba por provocar una conmoción social. Carnicería en redes sociales, bronca que se llevó incluso a la sabatina 362, la que Domingo Paredes, expresidente del CNE, exhortó para que no se realizara.

El 22 de abril 2014 Fander Falconí y Blasco Peñaherrera se enfrentaron en redes. Fuente: Twitter y El Ciudadano.

Según Vallespín Oña, la posverdad en redes se caracteriza por cuatro componentes interrelacionados. Uno, refuerzan los prejuicios de los afines (los que odian a los banqueros, o a los burócratas), dos, apelan a la emocionalidad más que a la razón fáctica (la potencia discursiva del líder histórico), tres, si falla la viralización se apela a nuevas estratagemas: bots en Twitter, fakes news (estilo El Mercioco  y las news mimicry o parodias (como Crudo Ecuador, cuatro, las noticias en redes crean comunidades virtuales (No te creo Lasso o Vamos Lenín, donde “es imprescindible tener bien definido al adversario (y) la objetividad o el contenido de verdad pasan a un segundo plano”.

Donald Trump lideró los ataques contra los demócratas, con argumentos de posverdad. Fuente: New Scientist.

Así se encuentra la interconexión entre los usuarios y la sociedad red del Ecuador. Un país pequeño que tendrá que elegir el próximo 2 de abril entre Lenín y Lasso, con encuestas descabelladas, videos acusatorios, memes despiadados y linchamientos entre ambos bandos. ¿Qué ganará, la propuesta programática o la infamia digital? Lo seguro es que si el ciudadano de a pie va a las urnas con los preceptos de los alienados partidistas, seguro todos perderemos.

Y a quienes gobiernan la mentira en los nodos de poder, recuerden: la vida no le alcanzará a Colin Powell para pedir perdón por la guerra en Iraq.

¡Y aquí cerramos, no vaya a convertirse este texto en otra posverdad a ser rebatida!

https://www.youtube.com/watch?v=vU6KMYlDyWc


Daniel Ortiz es periodista y latinoamericanista, candidato a magíster por la Universidad de Salamanca. Ha trabajado en varios medios de comunicación. En el 2016, como andinista, alcanzó las cumbres más altas del país y actualmente se prepara para subir al Huascarán, en Perú, y el Mulhacén, en España. Ahora trabaja en su primer libro de cuentos, The girl with april in her eyes.