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Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar

Este artículo fue publicado originalmente el 10 de abril de 2017.

El David de mamá era aprendiz de guitarra, soñaba con ser guionista y era adicto a tomar fotografías, hasta que desapareció. ‘Romito’, le decían. El David Romo de algunos funcionarios del Estado ecuatoriano, en cambio, era adicto a las drogas. Para ellos, fue por eso que desapareció. Esa costumbre de antaño de que ciertos jueces, ministros o policías inventaban antecedentes de los desaparecidos para dar por cerrados los casos y así silenciar a sus familiares no parece ser un recuerdo solamente. Ocurría en el que el presidente Rafael Correa llama ‘el viejo país’ y ocurre también hoy en este país que se jacta de haber recuperado la justicia.

La noche del jueves 16 de mayo del 2013 el ‘Romito’ no llegó a casa. A las 22:22 –como consta en el reporte de la telefónica estatal– hablaron por celular madre e hijo. Que ya mismo llegaría, le dijo él a mamá, pero no llegó. Ya van a ser cuatro años y no ha llegado a casa. Veinte minutos entre esa llamada y la llegada del bus número 4 de la compañía Transhemisferios a la última parada de su ruta fueron suficientes para que este estudiante de cuarto semestre de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador desapareciera.

David Romo es uno de los más de 3 000 desaparecidos que registra este país. Cuatro años después, nadie ha investigado a las personas que iban en el bus en el que David viajaba. Ningún juez ha ordenado ubicar esa última llamada telefónica que podría ser clave para desenredar el ovillo. A pesar de haberse modernizado y de haber gastado millones de dólares en capacitar a sus policías, el gobierno ecuatoriano no ha encontrado el modo de reparar un sistema de justicia con miles de orificios. Tampoco ha conseguido demostrar con resultados que su costosa tecnología de punta y sus investigadores especializados sean eficaces. ¡Cómo concebir que no se haya intentado ubicar esa llamada, y que incluso se haya dudado de que la llamada fuera real! Alexandra solo tuvo que acudir a las oficinas de la telefónica nacional para pedir un reporte  y así comprobó que ni la Fiscalía ni la Policía fueron capaces de gestionar ese trámite elemental.

Cuatro años después de que David desapareciera, el expediente de la investigación alcanza las 6 200 páginas y el fiscal asignado, J. Flores, le ha dado el carácter de ‘reservado’. La estructura del sistema hace que muchos de los casos de desaparecidos en Ecuador desaparezcan también. Y con ellos desaparecen familias humildes que no pueden incurrir en esos gastos sin perderlo todo.

Alexandra mira las fotos que ha pegado sobre la pared de la sala. Ese es el altar que ha levantado para velar por su hijo. Ahí está capturado el risueño adicto a tomar fotografías: ese era el día de su graduación del colegio, ahí aparece con la hermana de su novia y con su mascota, más allá con el perrito Pepe, con su hermana Mayfe, con su papá, disfrazado de Drácula en una fiesta de fin de año, a bordo de un cuadrón, en un paseo en el parque Jerusalem, montando a caballo. Al pie de esas imágenes siempre hay una vela encendida.

“Este 31 de mayo David cumple 24 años”, recuerda Alexandra, y en esa frase en presente no solo reside la esperanza de una madre por hallar vivo a su hijo, sino que se sostiene la certeza de que ningún desaparecido ha muerto.

¿Cuál es el panorama que ve Alexandra con respecto a los más de 3 000 desaparecidos en Ecuador?

El panorama para mí es que, lastimosamente, el Estado ecuatoriano no ha puesto a andar todo el mecanismo que tiene para encontrar a las personas desparecida. Y no solamente el Estado, sino los políticos. En el caso de mi hijo hasta ahora no he visto que con contundencia los políticos, los asambleístas, la ciudadanía hablen en particular de los desaparecidos, de la manera como se va a abordar este tema, cómo se va a trabajar, cómo se va a prevenir. Justamente desde agosto del año anterior (2016), como ya inició el período de campaña, yo tomé la decisión de entregar una carta a cada uno de los precandidatos presidenciales, vicepresidenciales y a asambleístas. Es más, me reuní con casi todos, a la mayoría entregué…

¿Con quién no hubo reunión? ¿Con quién faltó? 

Con quien no me he reunido hasta ahora y solo he dejado el físico es con el movimiento Alianza PAIS.

¿Por qué razón?

Porque hasta ahora no han contestado los oficios.

¿Todos los demás contestaron, menos la candidatura de Lenín Moreno?

Así es, incluso ayer (miércoles 29 de marzo) fue el último acercamiento que hicimos, con CREO. Se hizo un evento público en el hotel Mercure, y se tomó el tema de los desparecidos aparte de todas las personas que han sido víctimas de violación de derechos humanos (…) Gracias a dios los candidatos, desde que yo empecé a hacer este acercamiento tomaron conciencia de que poco o nada han hecho.

Ahora, seamos honestos: cuando uno habla de lo que va a hacer es fácil. Uno puede prometer. Pero, a Lenín Moreno no solamente le toca prometer sino también responder por lo que se ha hecho en los diez años anteriores. ¿Acaso cree que por esa razón él no ha recibido la carta reuniéndose con ustedes?

No. Yo creo que no es eso, sino que, incluso desde el 2013, que nos reunimos por primera vez con el presidente Correa, desde esa primera reunión, se mostró ciertas ganas de querer hacer algo, se quedaron en ciertos compromisos, pero fue la única reunión que sirvió, en la que por lo menos quedó un plan delimitado. De ahí a acá ha habido como cuatro o cinco reuniones más, pero en esas reuniones no ha habido avances, no han sido reuniones para quedar en algo concreto. 

¿Podemos describir brevemente esas reuniones?

Creo que es importante este antecedente: antes de que mi hijo desapareciera yo no conocía otros casos de desaparecidos en el país, solo conocía el caso Restrepo. Y en febrero (del 2013) pasó el caso de Karina del Pozo. Fue un caso que me conmovió tanto y que conmocionó al país. No conocía nada más, y al poco tiempo pasó lo de David. Hicimos un primer plantón en la Plaza Grande y esa noche me di cuenta de que no era solo David…

Ni solo Karina, ni solo los hermanos Restrepo…

Eran bastantes personas que comenzaron a salir con sus afiches y decían que sus familiares estaban desaparecidos. Dos, cinco, diez, veinte año. Del caso Restrepo hasta acá han transcurrido casi 30 años. ¿Qué hicieron esos gobernantes? ¿Qué hicieron en cada uno de sus gobiernos? No hicieron absolutamente nada. No se visibilizó el problema, no se dijo cuántos desaparecidos había…

Para muchos, el caso Restrepo es un caso del pasado. Es como si se creyera que el momento en que se evidenció que fue la Policía (a través del SIC-10), cuando circuló el documental de María Fernanda Restrepo, Con mi corazón en Yambo, ya nos hubiéramos curado del mal. Sabemos quiénes son los culpables, sabemos que la Policía ha hecho estas cosas, y miramos para adelante… Pero siguen ocurriendo cosas. ¿Qué es lo que está pasando? ¿En dónde se traban los procesos que un Estado debe llevar adelante para hallar a los desparecidos?

Esto también es culpa de la ciudadanía, de la sociedad, que tiene una memoria muy frágil y, ‘como a mí no me pasa, el resto no importa’, y no es así. Yo pienso que todos deberían tomar parte de esto aunque no sean su familiar: el exigir al Estado una seguridad que es obligación del Estado proveerla, porque cada día siguen ocurriendo más casos y sin embargo quedan ahí, no se sabe, no se conoce. El Estado es el que tiene que darnos esa respuesta, y de ahí a acá todas las trabas que ha habido es en la Fiscalía General, en la fiscalía que ahora hay de desaparecidos. Pero, prácticamente, es la Fiscalía como ente estatal donde todo se traba, donde no marcha. El Gobierno, todo el aparato estatal debería cumplir cada una de esas políticas de Estado, de seguridad, y no lo hace. Nunca topa los temas como en este caso el de los desaparecidos. Son temas que todo el mundo rehuye…

Pero, debe haber una razón. En los familiares de los desaparecidos puede haber algo que no se dice frontalmente por temor, por recelo, por miedo a que se frenen aún más los procesos o a que existan represalias. Pero, por otro lado, tal vez el Estado merece que se digan las cosas frontalmente. ¿Qué está pasando y por qué es la Fiscalía?

Lastimosamente al gobierno –llámese gobierno a todas las instituciones– no les gusta escuchar las verdades. Cuando uno empieza a hablar las verdades, lo que está sucediendo, primero le ponen una barrera. A mí me pusieron la barrera del ‘expediente reservado’. Ahora todo es reservado. Desde hace dos años. El caso de David es un secreto de Estado. ¿Por qué? ¿Por qué, si mi hijo era un estudiante?

Claro, no estamos hablando de un caso en el que corra riesgo la seguridad nacional, ni mucho menos… 

Lo que sí me he dado cuenta es que, en estos casi cuatro años, he conocido a políticos asambleístas, ciudadanía en general, abogados, conversando con varias personas que han sufrido violación de derechos, me doy cuenta de que todos los casos siguen un mismo patrón: sigue la investigación y le dicen ‘vamos por buen camino, estamos avanzando’, pero ya cuando uno empieza a ver las cosas como en realidad están sucediendo, cuando uno empieza a reclamar, a exigir más, las cosas empiezan a frenarse, y peor cuando por ahí (se comete) sale alguna grave omisión, simplemente le ponen la barrera del ‘reservado’. Es más, cuando alguien está involucrado de parte del Estado o están tapando algo que el Estado cometió, enseguida es el ‘reservado’. Yo he visto el documental Con mi corazón en Yambo antes de que desaparezca mi hijo y me pareció algo conmovedor, pero después de que desapareció David lo vi como tres o cuatro veces más y mientras más lo veía entendía más cosas, porque esas cosas yo ya las viví. Y no las viví en la época de León Febres Cordero. No hubo represión tan grande como la hubo en ese entonces, pero era lo mismo, simplemente con otras personas. Había incluso esa Doris Morán que le decía ‘No, con su hijo ya conversamos, me dijo que está por aquí, por acá, que ya va a venir, que está con el tío’.

¿Y ahora existen otras Doris Morán?

Hay otras Doris Morán también.

¿En la Fiscalía? ¿En la Policía?

En la Policía, en la Fiscalía, en todo lado. Incluso el 2 de enero [del 2017] salió el video en este programa Candidato a bordo, y [el entonces ministro del Interior y hoy asambleísta por el movimiento de gobierno, José Serrano] dice que reconoce la deuda que tiene con la madre de David. ‘Reconozco los errores de la investigación y la Fiscalía y la Policía deben investigar esos errores…’.

Cuando [Serrano] fue ministro me reuní un sinnúmero de veces. Pero, ¿por qué ahí no reconoció los errores? ¿Por qué ahí no hizo algo por solucionar esos errores? En la investigación de David hay muchos errores, muchas negligencias, pero también hay gravísimos errores que serían prácticamente delitos.

Y los podríamos citar, ¿verdad? 

Sí. Por ejemplo ahora se está siguiendo un expediente por falsificación de firmas. Eso me parece a mí un delito. Claro que cuando discutí en la Fiscalía me dijeron: ‘¡No, que cómo me atrevo a decir eso!’.

¿Quién falsificó firmas?

Unas personas que decían que lo habían visto a David.

O sea, ¿falsos testigos?

Esas versiones no son de esas personas. Yo no soy abogada, soy la mamá de David, pero para cualquier persona normal, más aún para un jurista, eso es un delito. ¡Cuatro años y hasta ahora no se investiga a las personas del bus, a la persona que robó el teléfono celular de David! ¿Por qué?

A ver, ¿estamos ante una certeza velada? Si es que el caso de David Romo se ha convertido en un caso encubierto por la figura del ‘expediente reservado’, ¿estaríamos concluyendo que hay alguien o algo que se está siendo encubierto?  Sí. ¿Qué es eso que se está encubriendo?

Eso es lo que todavía no logro descubrir, pero me ha tocado a mí descubrir las cosas, a mí me ha tocado estar investigando para enterarme de qué está sucediendo. A lo largo de todo este tiempo me he relacionado con muchísimas personas, y son esas personas las que muchas veces me han dicho: ‘señora, están haciendo una búsqueda por acá, señora, me enteré de esto en la Fiscalía’. O periodistas que me comunican las cosas que han pasado, se enteran de muchas cosas y a la mamá no le dicen nada. ¿Por qué está pasando eso? ¿Por qué a cuatro años no se investiga a los del bus sino que se desvía la investigación a una clínica de adicción?

Ocurre algo similar a lo que ocurrió con los hermanos Restrepo: se generó ese prejuicio sobre las víctimas para convertirlos en proclives a un acto delictivo…

Así es: fiscales que dicen: ‘No, su hijo tenía doble vida y por eso desapareció’. No solamente me lo han dicho a mí, se lo han dicho a otros familiares para que las investigaciones queden ahí. En otros casos comienzan a ponerle una conducta inadecuada a la persona y [dicen] que por eso desapareció. ‘Y para no hacer pública esa conducta inadecuada, mejor dejemos ahí el caso’. ¡Pero yo no quiero eso. Yo quiero encontrar a mi hijo! Si la Policía y la Fiscalía están seguras de esas conductas inadecuadas, no importa, que lo encuentren, y cuando aparezca, ellos tendrán que responder por eso también, no solamente por esta demora, sino también por estos juicios de valor que hacen de las personas que están desaparecidas.

En el caso de David Romo –como en los casos de los demás desaparecidos– hay muchas voces que intervienen: las de abajo, que son los operarios, los policías, los fiscales, y las jerarquías altas, que llegan hasta el presidente de la República. ¿En cuál de esas voces se muestra la mayor farsa o el mayor disfraz del argumento de un Estado frente al caso de la desaparición? 

La mayor farsa la he visto en las máximas autoridades. Me he reunido con el ministro del Interior millón de veces, con el ministro de Justicia, con el Consejo de la Judicatura, exclusivamente por el tema de David, así como ha habido reuniones que han sido con varios familiares, donde están el presidente de la República y demás ministros. Se nos reúne para decirnos: ‘está avanzando el caso pero es reservado, tenga paciencia’. Desde el 2014 me dicen: ‘estamos ahí, señora’ (Alexandra hace un gesto con sus dedos para expresar que quedaría poco tiempo). Me acuerdo tan claro que era una navidad y yo dije, por navidad me van a encontrar a mi hijo. ‘Estamos ahí, señora’, me decían.

Pero, ¿quiénes se lo decían? 

Los coroneles de la Dinased.

Pero, debe haber sido uno el que lo decía…

Pero, como no hay cómo decir los nombres…

Por temor…

Sí. Ya no está el coronel ahí pero era uno de los coroneles jefes de la Dinased. Después, no solo ellos. Con mis abogados nos reuníamos en el Ministerio del Interior. Nos dibujaron el mapa de cómo estaban los tres grupos de personas que habían intervenido para hacerlo desaparecer a mi hijo. [Decían] que el 5 de diciembre del 2015 se solucionaba el caso, pero en realidad no pasó nada. Justamente en esa época salió un extorsionador que le llamaba a mi papi y le escribía diciendo que tenía datos exactos de dónde estaba David, y las cosas quedaron ahí. Con todo, seguíamos esperando, porque que un ministro me diga que ya tenemos todo el vínculo y que hay tres o cuatro que van a ser sentenciados… Yo le escuchaba y le escuchaba y le escuchaba, y le digo: ‘bueno, doctor Serrano, tiene todo eso, perfecto. Y mi hijo, ¿dónde está?’. Me sonreí y le dije que lo que yo quiero es a David, ‘y si usted me va a enseñar simplemente a unos sentenciados, yo estaría diciendo que la Fiscalía y la Policía no sirven, que siguen mintiendo y engañando y que mi hijo sigue desaparecido’.

Alexandra, ¿hay mentiras en el proceso?

Sí. Con todo lo que pasó iniciamos una queja contra el fiscal del caso, el doctor Flores, que se hizo cargo del caso desde [el 13 de] abril del 2015, porque a raíz de lo que él se encargó, no despachaba oficios, no hacía pericias, no hacía nada. Le digo que tiene que investigar a los del bus porque para mí, ahí desapareció mi hijo. ‘Son inocentes porque son humildes’, me dice. Y eso es lo que han dicho los fiscales. ¡Pero, la condición económica de una persona no le hace culpable o inocente, sino sus actuaciones!

Ahora, bien, hablemos de condición económica: cuando desaparece un ser querido se invierte mucho dinero en abogados, en transporte, en atención médica, etcétera. ¿Cómo han sentido los padres de David y la familia ampliada la afectación a sus bolsillos?

A los tres o cuatro días [de la desaparición de David] el fiscal me solicitó que acudiera con un abogado. Solamente para iniciar pequeños procesos cobraban 5 000 por honorarios mensuales. Pero había padres de familia de amigos de David y ellos fueron los que me acompañaban en las versiones, porque en las versiones siempre debe estar un abogado. Entonces apareció una compañera del colegio que no cobraba nada y luego un abogado que ha cobrado algo simbólico. Han sido esos ángeles que han ayudado a David. Han aparecido personas de las redes sociales que me han dicho: ‘señora, aquí están estos afiches’, me han hecho donaciones. El Estado dice que todo se mueve de oficio, pero eso es mentira. Es mentira que haya un abogado para las personas, eso es solamente discursos mediáticos.

Pero, ¿cuántos familiares de desaparecidos no pueden cubrir estos gastos?

Es justamente por eso que los casos de los desaparecidos han quedado ahí. El drama que viven las otras personas es mucho más doloroso porque no tienen para cubrir esos gastos, ni siquiera para movilización, peor para pagar un abogado o mandar a hacer afiches o para salir un día a hacer una búsqueda.

¿Cómo es la cotidianidad de Alexandra Córdova hoy?

Estar con mi hija un rato, salir a ver al abogado para ver los escritos pendientes, estar en las redes sociales. Y eso que estoy atrasada en responder. Es que aquí tienen que darnos respuestas no solamente por lo de David sino por más personas. Pienso que hasta aquí David ha sido un ángel para todos esos desaparecidos, porque con él salió a la luz que aquí había toda una tragedia y no solo eso, con esa búsqueda incesante que yo no me cansé de hacer, encontrábamos cuerpos de otros desaparecidos, y fue David quien los encontró, porque si esas búsquedas no se hacían por David, esas personas no habrían aparecido nunca. Gracias a esa lucha de David siempre aparece alguien.

Entonces, David está haciendo algo en todo este tiempo…

Falta él…

¿Qué es lo que pide al Estado? 

Al Estado le pido y le exijo una investigación profesional, transparente, que no esté con vicios, con falencias, con mentiras y engaños.

Pero, ¿es posible que el Estado se dé cuenta de que está haciendo mal?

El Estado sabe lo que está sucediendo. Lastimosamente cuando he ido a las diferentes instituciones, reconocen lo que está pasando, los errores, lo que está mal encaminado, pero dicen: ‘estamos atados de manos’.

¿Quiénes responden así?

Así me han dicho en el Consejo de la Judicatura.

¿Los empleados?

Funcionarios. Funcionarios de alto rango.

Pero, ¿también hay temor de decir los nombres?

Sí. Con este gobierno, sí.

Es difícil hacer esta pregunta porque el miedo no es mío del todo ni lo puedo entender como lo entiende Alexandra o cualquier otra madre u otro padre. ¿Pero, ese temor no puede ser también un instrumento del mismo sistema para que los casos no progresen?

Bueno, yo en este tiempo he perdido ese miedo porque a ellos no los he enfrentado con papeles diciéndoles lo que son o lo que no son. Les he dicho en sus caras, les he dicho en medios de comunicación, lo que son, lo que no sirven, lo que no hacen, porque resulta que David es mi hijo, y en ese punto ellos se equivocaron. Estaban acostumbrados a que las personas desaparezcan y sus familiares se queden callados, a que sus familiares no hagan nada, a que sus familiares simplemente bajen la cabeza ante lo que ellos decían. Pero se encontraron con esta mamá.

Que es otra Luz Elena…

¡Así es! Mi mami tiene mucho temor de eso. Porque hay personas que me han dicho: ‘te puede pasar lo mismo que a la mamá de los jóvenes Restrepo’. Y les he dicho: ‘pero, ¿qué le pasó a ella? Ella tuvo un accidente’. ‘Pero ese accidente fue provocado’. Así me lo han dicho. Bueno, si es que me pasa algo ya sabrán todos por qué es, porque en todo esto he sido yo la que he reclamado y la que he protestado y me he enfrentado a todos. No ha sido mi familia, ¡he sido yo!

¿Qué poder tan grande puede ser el que esté ahí intentando encubrir tantos casos de desapariciones?

Eso es lo que no entiendo. Aquí hay más de 3 000 personas, no tengo el dato exacto…

Porque no existe el dato exacto.

Tampoco existe. Porque a esas más de 3 000 personas hay que sumar las que han desaparecido en este año, hay que sumar los que no han denunciado. Pero pongamos que fueran 3 000. ¿Qué pasó con esas 3 000 personas? ¿Por qué el Estado no hizo nada por visibilizar? ¿Por qué en un país que no tiene realidades como México, como Colombia, hay 3 000 personas [desaparecidas]? ¿Será que aquí hay una red para desaparecer a las personas? ¿Será que aquí hay una red para trata de personas? ¿Será que hay una red de tráfico de órganos? No sabemos.

Pero, no lo sabemos porque no hay un Estado que esté realmente investigándolo, ni tampoco sectores de la sociedad civil investigando el tema, ¿verdad?

Así es. Eso no hay. Si todo sale bien espero empezar a investigar aquí por nuestra cuenta, como ciudadanos, como madres, como padres de esas personas desaparecidas. Creo que solo así vamos a lograr ese éxito, pues todos queremos encontrar a nuestros hijos. Quiero crear una fundación para dar apoyo a esos familiares que no saben cómo orientarse, que no saben cómo exigir al Estado y, además de eso, formar un grupo de búsqueda para encontrar a nuestros hijos. Claro que eso no va a ser fácil, porque tenemos que tener toda la parte legal bien programada, bien escrita, bien detallada, porque sino nosotros, en lugar de ser las víctimas, podemos ser los acusados. (…) Ahora nos dicen que la Fiscalía y la Policía están preparados, pero no es así. Los fiscales solo saben de leyes y abogacía porque salieron graduados de eso.

Poner las leyes en práctica no es lo mismo que saber…

Pero es que ellos tampoco lo saben. No saben ponerlas en práctica ni tampoco saben hacer una diligencia para buscar a una persona desaparecida. No tienen conocimiento en prácticas forenses, en cómo hacer perfiles de una persona sospechosa. Tanto así que cuando hemos pedido que se hagan ciertas diligencias, el fiscal no sabe cómo pedir. Soy yo la que tengo que averiguar cómo y, mediante el oficio, pedirlo. Si tan solo un fiscal supiera dirigir una investigación en el campo –si supiera de prácticas forenses, de balística, de criminalística, de perfiles de las personas, un poco de grafotecnia, le juro que no habría 62 cuerpos en el expediente de David. ¡Y cada cuerpo tiene 100 hojas!

El caso de David, además de ser esa luz que ha permitido encontrar a otras personas, también evidencia que hay mucha gente desamparada, que no tiene la misma fuerza.

Yo también, a veces he dicho ‘ya no voy a seguir más’, porque tantas cosas, tantas discusiones con las autoridades. Es que no estoy hablando con cualquier persona, sino con un ministro, con un fiscal, con el presidente… Y que esas personas me digan lo que me dicen… Y al final mi hijo no está. Pero parece que la gente adivina, y cuando me he sentido así tan mal, hay personas que vienen a visitarme y me dan ánimos, y entonces digo: ‘¡Voy a seguir, voy a seguir!’.

¿Cuánta fuerza queda? 

Todavía queda. Todavía queda porque tengo que cumplir muchas cosas más, y sobre todo, tengo que encontrar a David.